Aguas de venganza

Las lágrimas silenciosas que se escapaban de los ojos de Itzel eran una claro reflejo de cómo se sentían todos en la habitación. 

Saskia se había cubierto la boca con sus manos, luego de caer pesadamente sobre su silla.

Ni siquiera el dominante Primogénito de Aurum era capaz de decir palabra alguna. 

Solo Ibrahim tuvo el valor de buscar algo que negara lo que sus ojos estaban presenciando, o al menos, una explicación de lo que veían, en la mirada de Aidan, pero este no dejaba de contemplar absortó las imágenes que seguían proyectándose, mientras sus manos reposaban sobre los hombros de su novia, quien con el contacto de sus varoniles manos, se sentía respaldada, y pudo continuar hasta el final.

Cada hecho, cada palabra, e incluso, lo que omitía, se iba grabando a fuego en sus memorias y corazones.

—¿Quiénes son? —Se atrevió a balbucear Dominick, en cuanto Eugenia cerró sus manos y se desplomó agotada, pero consciente, sobre la mesa.

Ibrahim estuvo atento a lo que hacía Aidan, mas este no reaccionó ni siquiera con el desvanecimiento de su Oráculo. Petrificado, seguía con la mirada fija en el lugar donde, segundos atrás, había contemplado la macabra escena.

Fueron los gritos de terror de Itzel, los que le hicieron reaccionar. La joven se encontraba preocupada, no solo por la estabilidad de Eugenia, sino que dentro de algunos minutos, aquellos asesinos a los que llamaban amigos, estarían sentados entre ellos. ¿Cómo debían actuar ante su presencia?

Dominick corrió de su silla, buscando algo de agua para Eugenia, mientras Saskia intentaba desconectar a Aidan de su estado catatónico.

Ibrahim sintió curiosidad por lo que le pasaba a Aidan, pero entendía que no era el momento de preguntar, habían asuntos más importantes que resolver y ese no era uno de ellos. Por un momento, se arrepintió de no haberle comentado el plan de Dominick a Gonzalo para descubrir al supuesto enemigo de la Fraternitatem Solem, quizás hubiesen sido más prudentes. Sin embargo, la duda comenzó a carcomer su corazón con sentimientos de celos al pensar por qué no se lo había comentado abiertamente.

Si alguno de ellos hubiese podido roer los pensamientos de Aidan, que seguía en un estado de oscura ensoñación, se habría dado cuenta de la terrible lucha que su corazón comenzaba a tener con su razón: era imposible que siguiera pensando en una persona inmisericorde, cuando tenía a su lado el amor humano personificado. 

Una vez que llegaron al carro, Amina se deshizo con desespero de la sangre que la cubría. No podía evitar sentirse sucia, pero se había prohibido llorar. Solo había tomado en sus manos una justicia que pertenecía a la Fraternitatem Solem.

Lamentaba no tener su Donum. Todo habría sido menos violento, y quizás podría haber salvado a esa familia. Sin embargo, aquella era una de las consecuencias directas al someterla a la Umbra Solar, plan que fue concebido por Arrieta y Ortega.

Sus primos le dieron espacio, incluso para que se cambiara y se deshiciera del olor a sangre. Podían entender su dolor y confusión, y entre todas aquellas emociones esperaban que su prima no terminaran perdiéndose.

Abordaron el auto. Ignacio puso algo de música. Luego de unos segundos, ambos hermanos sonreían, entretanto su prima sacaba la mitad de su cuerpo por la ventana, abriendo sus brazos para sentir el frío viento de la costa golpear su cuerpo.

"Breathe your name" sonaba dentro del automóvil. Cada nota iba alejando el recuerdo de la experiencia vivida. Era solo un asesinato más. Un duro golpe a la Fraternitatem Solem, a Ignis Fatuus. Un terrible golpe para Arrieta.

La noche era fresca, y sin embargo, Irina no dejaba de revolcarse en su cama. Las gotas de sudor se deslizaban por su rostro como gotas de lluvia, dejando surcos de sal por su límpido cutis. Su piel pegostosa la obligó a deshacerse de la sábana.

Ni siquiera tener el aire acondicionado marcando los dieciséis grados, que para un clima tropical es casi como estar en el páramo andino, le dieron una tregua a su afligido cuerpo.

No se sentía enferma, solo inquieta. Tampoco era la primera noche en la que su mente se encontraba angustiada por imágenes que no comprendía, recuerdos que yacían en lo más profundo de su memoria y que amenazaban con regresar.

Atrás había quedado su enfermiza pasión por Dominick, y la obsesión de Aidan por ella. Ambas se habían desvanecido como lo hicieron las cenizas de Griselle que quedaron en la playa. 

Nunca dejó de ser la codiciada del colegio, pero jamás sus ojos volvieron a fijarse en alguno de los Primogénitos, y para estos, ella tampoco existía.

Neblinas densas cubrieron su mente y en ella una terrorífica ave alzaba el vuelo. Su trinar de gloria le crispaba los nervios. Odiaba a ese maldito animal. Quería, con todo su corazón, acabar con su existencia, así rompería las cadenas que oprimían sus recuerdos.

El ave se transformó en una chica, menuda y delicada, de mirada perdida y gesto dulce, pero con una fuerza capaz de destruir la mitad del universo.

—Ella no es solo tu enemiga —dijo una voz onírica, tan deleitable que se sintió seducida—. También es mía. Nos ha quitado poder, vida y amor. ¿Cómo no odiarla?

—¿Quién eres? —preguntó la chica sumida en el más profundo sueño. Los labios de Irina se movían, pero ella no era consciente de que dormía, aun cuando su habitación se lleno con el sonido de su voz de sus sueños y la suya.

—Ella es el fuego que destruye la tiniebla. Es la maldición hecha persona. Su Sello es muerte y tiene en su destino todo lo que te pertenece. ¡Te lo ha robado! ¡No es justo que sufras por su culpa! —confesó con un dejo de lástima, moviendo cada fibra del corazón confundido de Irina.

—¿Me ha robado?

—Sí. Te ha robado. ¡Mira!

Frente a Irina apareció una chica con poder sobrenatural, capaz de dominar las aguas y cuyo corazón se debatía entre dos jóvenes, cuyos Sellos resplandecían de admiración: Aurum y Ardere.

Por primera vez, Irina se fijó en Aidan y Dominick, y pudo ver más allá de su atractivo físico, para concentrarse en las profundidades de sus corazones: ambos estaban hechos para amar con una entrega absoluta y radical. Dominick estaba dotado de pasión arrobadora y, Aidan de entrega y fidelidad total. 

Supo que la joven no sabía que escoger, esa joven que era ella, se encontraba confundida. ¡Los quería a los dos! ¡Los tendría a los dos!

—Puedo darte lo que ves... Si lo deseas y me lo pides, puedo hacer que sean solo tuyos...

El avaricioso corazón de Irina se sintió tentado por la lujuria. Ser amada por dos hombres tan diferentes, tan deseables, era más de lo que podía anhelar en su monótona vida.

—¿Qué debo hacer para obtenerlos? —preguntó, consciente de que semejante regalo tendría un precio.

La joven Emperatriz sonrió. ¡Aquella criatura era tan fácil de convencer!

—Solo di «¡Oh, mi Harusdragum! ¡Ven a mí!», tres veces y tendrás la dicha del poder y el placer en tus manos.

—¿Harusdragum? —murmuró.

Un temblor estremeció el cuarto de Irina. La joven luchó por abrir sus pesados parpados, pero tan agotada se encontraba que fue incapaz de despertar completo.

Cuando por fin pudo abrir sus ojos, contempló sin moverse, la oscuridad del habitación. Nada en ella había cambiado, ni siquiera la sensación de estar en un sauna cuando debería ester enrollada en la colcha de su cama.

Recordó el sueño, cada palabra pronunciada por su extraña y amigable visitante, y a la joven misteriosa que le había quitado el amor de aquellos chicos a los que había visto en el colegio, con los cuales estudiaba, pero a quienes jamás había dirigido su mirada.

Sintió que una venda comenzaba a escurrirse de sus ojos y comprendió que aquella menuda chica había llegado al principio del año escolar para quitarle todo lo que le pertenecía: fama, amigos y el amor. No comprendía los Sellos, ni a qué se refería la joven emperatriz con lo de poder, pero dominar la naturaleza no era despreciable. ¡Cuántos no tendría a sus pies! ¡Sería temida y adorada!

Su corazón latió con vehemencia.

—¡Oh, mi Hadusdragum! ¡Ven a mí! —comenzó a decir, repitiendo cada palabra con mayor fuerza.

A cada jaculatoria, un nuevo temblor le sucedía, y los recuerdos iban aflorando en su mente: aquella joven era Amina, y ella había matado a una olvida Griselle

—¡Oh, mi Harusdragum! ¡Ven a mí! —Ante los ojos de Aidan y Dominick, ella una vez fue deseada. Ellos se convirtieron en enemigos naturales por su causa, pero esa chica ciega se los quitó—. ¡Oh, mi Harusdragum! ¡Ven a mí! —Esta vez pronunció la frase con rabia, dejando que su corazón se llenara de odio.

El último temblor la hizo ponerse de pie, pero no fue un impulso propio del miedo, sino de la necesidad de ir más allá. 

Ante ella apareció una cueva. Dentro habían muchas personas, todas cubiertas con albornoces negros, donde relucían dragones con las fauces abiertas, bordados en un hilo de rojo vivo que destellaba como llamas de sol.

—¡Bienvenida, querida mía! —dijo una voz familiar, proveniente del único albornoz rojo dentro de las entrañas de la cueva—. ¡Bienvenida a nuestra familia!

La joven del albornoz le tendió su pálida mano, donde Irina notó sus cuidadas uñas pintadas con esmalte negro y en las cuales destacaba la imagen del dragón.

Sin sentir miedo, y recordando lo que aquella desconocida la había prometido, Irina fue capaz de hablar.

—¿Me darás lo que me prometiste?

—Te daré eso y más. Te daré la cabeza de la chica en bandeja de plata si estás dispuesta a seguirme.

—¡Lo estoy! ¡Estoy dispuesta a cualquier cosa por tenerlos y por ver su cabeza entre mis manos! —confesó Irina llena de odio, mientras le tomaba la mano que seguía tendida, y la besaba con absurda devoción.

***

¡Holaaa! 

Hoy no solo publicaré este. Más tarde subiré los otros. ¡Los quiero!♥

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