Capítulo XXI: Futura señora Hale
Despertó sintiendo la suavidad y calidez del cuerpo de Raven envolviendo el suyo, bajo una manta ligera; en algún momento, este parecía haberse tomado la molestia de cubrir su desnudez. Aquello hizo que la joven se sonrojara.
El humo del pequeño fuego que habían encendido la pasada noche bailaba hasta el cielo y los primeros rayos de luz se colaban por el horizonte, aunque ellos, se encontraban protegidos bajo la copa de un árbol.
No se escuchaba ningún pájaro cantar y parecía que el aire no corría. Aquello hacía que la idea de que el tiempo se hubiese congelado pareciera real.
Jamás en su vida había sentido aquella paz, que ahora recorría cada centímetro de su piel. Si bien era cierto que se encontraba dolorida y extrañamente cansada, Maddison habría dado lo que fuera para quedarse de aquella manera para siempre.
Con cuidado, trató de girarse, aun con los brazos de Raven aprisionándola ligeramente. La joven se llevó un extremo de la manta al pecho para cubrirse y se movió despacio; lo último que quería era despertarlo, así que, al lograr su cometido, se deleitó unos segundos apreciando el rostro de su compañero, mientras este dormía plácidamente. Notaba su aliento en la mejilla y sonrió de lo guapo que era; incluso se atrevió a acariciar con un dedo el lunar que tenía justo en el extremo del ojo izquierdo.
—Así vas a conseguir hacerme cosquillas.
Maddison dio un respingo cuando Raven le habló aún con los ojos cerrados.
—Siento haberte despertado —se disculpó en un susurro; había cantado victoria demasiado rápido.
Él sonrió y abrió un ojo, divertido.
—Hace rato que estoy despierto —confesó volviendo a mantener ambos ojos cerrados.
Le había estado tomando el pelo, simple y llanamente. Su rostro era relajado; sospechaba que él también sentía la misma paz y aquello la tranquilizaba. En lo más hondo de su ser, temía que se arrepintiera de lo sucedido la noche anterior y las dudas revoloteaban por su mente. «¿Puede echarse atrás? ¿Y si quiere hacer como si nada hubiera pasado?», se había torturado mentalmente.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —le preguntó en un murmuro.
Raven asintió sin cambiar el semblante. La joven apretó los labios y seriamente escogió la primera bomba que soltar:
—¿Qué hay entre Arianne y tú?
Se mordió el labio nada más lanzar aquella pregunta. En cuanto la oyó, Raven abrió los ojos, se separó ligeramente de ella y enarcó una ceja.
—¿De verdad me preguntas algo así? —dijo, aparentemente molesto.
Maddison lo contempló confusa, sin entender por qué reaccionaba de aquella manera a algo, que, en su mente, parecía una pregunta lógica. La forma en la que cuidaba de ella y la había protegido, más las declaraciones abiertas de ella, le habían atacado los nervios. «Arianne está convencida de vuestro futuro. Seguro que se ha imaginado uno con muchos niños a su alrededor», pensó. A la joven, personalmente, le dolía pensar en ello.
—Creía que te había demostrado lo suficiente para que no te quedarán dudas —le espetó—. Te he entregado no solo mi cuerpo, sino también mi alma. —Raven cogió su mano derecha y se la llevó al corazón—. Arianne es una amiga de la infancia, nada más. Nuestros padres han compartido muchos momentos juntos y aquello nos hizo crecer unidos. O al menos, hasta que mi madre murió.
Entonces comprendió lo que en el fondo ya sabía: Raven tenía un corazón bondadoso. Tanto, que era capaz de pasar por alto la maldad de personas como Arianne o incluso, la oscuridad que la rodeaba a ella, por mucho que le doliera admitirlo.
—No le daré importancia. Solamente porque estás adorable con las mejillas teñidas al rojo vivo —se burló, juguetón.
Sin previo aviso recorrió la distancia que los separaba y depositó un pequeño beso en sus labios.
—Justo así —dijo acariciándole la mejilla cuando el calor invadió su rostro.
Luego volvió a besarla, pero el momento se alargó más y cuando sus lenguas se encontraron, se rindió inevitablemente a él. Nuevamente, como había sucedido la noche anterior, Maddison dejó que sus manos le recorrieran cada centímetro de la piel, aunque aquella vez se desenvolvió mejor; dejó la inexperiencia atrás junto con la vergüenza y disfrutó de sus cuerpos siendo uno solo mientras el sol terminaba por salir.
Dolorida y con las piernas aun temblando, lo agarró del brazo y le suplicó que se quedase un rato más junto a ella, charlando.
—El entrenamiento puede esperar, tienes razón —sonrió.
—¿Puedo hacerte alguna otra pregunta? —le soltó casi sin aliento
Raven se carcajeó mientras volvía a meterse debajo de la manta. Cuando Maddison notó el contacto de su piel, un escalofrío la recorrió. No sabía si iba a acostumbrarse jamás a ello.
—Hoy parece que tienes muchas.
—Llevo tiempo deseando hacértelas, ahora que lo he asimilado prácticamente todo. Y lo cierto es que tengo varias dudas.
—Entonces, sin miedo.
Raven se acomodó y pegó su espalda al tronco; Maddison se reincorporó y se acercó a él, con seriedad.
—¿Cómo lograste que los caballos cruzasen la muralla? —preguntó enarcando una ceja.
—Los hice flotar.
—Con tus plumas —apuntó.
—Así es.
Sonrió; se lo imaginaba. Su otra teoría es que había abierto un agujero en la pared de la muralla, pero aquello sonaba demasiado descabellado. Se suponía que debían pasar desapercibidos; no era una buena opción.
—¿Siguiente? —la invitó a continuar con el pequeño interrogatorio.
—¿Por qué todos tus hermanos, tu padre y tu madre tienen nombres que empiezan por la misma inicial?
Raven no se esperaba que ella sola llegara a aquella conclusión, así que explotó en carcajadas y Maddison solo pudo unirse a él, apoyando la frente en su pecho.
—Estaba esperando a que te dieras cuenta —rio—. Has tardado lo tuyo.
Maddison negó con la cabeza, aun muerta de la risa.
—Raven —pronunció su nombre. Un cosquilleo la recorrió—. Luego me presenté ante Raymond, este mencionó a Rayen, tu madre, y luego conocí a Rania, cosa que ya empezaba a ser un poco sospechosa, pero es que cuando tu padre me contó que tus hermanos eran gemelos y que se llamaban Remus y Roy, casi me explota la cabeza.
—Fue cosa de mi madre —sonrió con nostalgia—. Ella era divertida y también un poco peculiar. Tenía un humor muy especial.
—Me hubiese gustado conocerla —susurró mientras apoyaba la mejilla en su pecho.
—A ella también le hubiese gustado, estoy seguro.
Maddison se quedó quieta, escuchando el latido de su corazón y disfrutando de la suave brisa que empezaba a soplar aquella mañana. Pero pronto otra duda cruzó por su mente como un rayo.
—¿Cuál es tu apellido? —se acordó de repente.
Lo había pensado tantas veces... pero siempre terminaba sin sacarle el tema. No es que fuese importante para ella, pero tenía curiosidad.
—Hale —murmuró.
—Raven Hale —repitió ella, saboreando lo bien que quedaba con su nombre.
«¡Maldita sea! Es bonito, sonoro y junto a su nombre se me hace muy masculino. Si se hubiera llamado de otra forma... ¡Qué sé yo! Raven Cuervo, por ejemplo, no hubiera sonado tan sexy», se sonrojó ella.
Raven la miraba de reojo mientras ocultaba una sonrisa; parecía adivinar qué es lo que estaba pensando. Sin previo aviso, depositó un beso en la frente de la joven y luego se la quedó mirando.
—Maddison Phyrgar —pronunció él, con voz ronca—. Aunque quizás algún día quieras ser Maddison Hale.
Su comentario hizo que el corazón se le disparase y que el calor subiese por todo su rostro. «¿¡Cómo puede ser tan sinvergüenza!?», se escandalizó ella.
—¡Deja de jugar! —le espetó golpeando su pecho suavemente.
Él se carcajeó ante la reacción de la joven.
—No bromeo. Aunque también me parece bien si quieres conservar tu apellido.
En su interior se arremolinaban clases distintas de sentimientos. Por un lado, se sentía emocionada por escuchar aquellas palabras y gustosa de fantasear con ello, pero, por otro lado, se sentía bastante presionada. «¿Por qué debería casarme con él? ¿O simplemente casarme?», reflexionó angustiada. Maddison siempre había creído que no estaba interesada en el matrimonio; tampoco en el amor. En lo segundo podía reconocer que estaba equivocaba, por supuesto, ¿pero y en lo primero?
—¿Por qué yo?
Esa última pregunta es la que probablemente había sido la más difícil de formular.
—Porque eres la persona más fuerte que conozco —dijo, como si nada.
Aquello, a la joven, no le pareció para nada convincente. Desde que había tomado la decisión de macharse de casa, su vida había dado un giro inesperado. Dentro de todos los desafíos y todos los cambios a los que se había enfrentado, la sorprendía como había bajado la guardia. «Antes no lloraba, no me preocupaba mi aspecto ni intentaba agradar a los demás», llegó a la conclusión. Para ella, eso era precisamente volverse débil.
—No soy fuerte —murmuró en respuesta.
Raven suspiró pesadamente y tomó sus manos.
—Eres la persona más fuerte que conozco y a la que más admiro —pronunció—. No puedo ni imaginarme como has sobrevivido todo este tiempo sola, como has sido capaz de encargarte incluso de un pequeño niño como Nico. El hambre, la enfermedad, buscarte un trabajo... ¡Incluso te enfrentaste a la guardia negra tu sola! Huiste de ellos, te persiguieron, no te derrumbaste. Y cuando descubriste tus poderes, aunque te costó, lo enfrentaste, no te rompiste. Llegaste a Crixross malherida y yo tuve que marcharme, así que estabas sola. Aun así, no te amedrentaste y has terminado por ganarte el respeto de mucha gente.
—No creo que merezca el respeto de nadie.
—Tienes el mío, sin duda —dijo decidido—. Y lo más valiente que has hecho ha sido lograr olvidar todo tu pasado y aprender a confiar en la gente. Cuando te conocí, apenas sonreías. Ahora eres más abierta, cariñosa y divertida. Has sido una fortaleza prácticamente toda tu vida y ahora has dado un salto de fe y has abierto tu corazón. Eso es ser valiente.
—Antes pensaba que todo esto no era para mí. El amor, la amistad... eran cosas que me apartaban de mi objetivo: sobrevivir. Los sentimientos harían que me mostrase débil. Cometería un error y Nico terminaría pagando las consecuencias.
—¿Te sentiste débil ayer? ¿Hoy, hace un rato?
Maddison sabía perfectamente a lo que se refería, así que negó con la cabeza. Lo cierto es que jamás se había sentido tan bien.
—Eres mi diosa, magissa mnimí —dijo colando su lengua en la boca de la muchacha.
La joven sintió que jamás se podría cansar de aquella sensación. No sabía cómo, porque se encontraba exhausta, pero sacó fuerzas suficientes y se sentó encima de él. Con las manos de Raven en sus caderas, se contorneó sin dejar de besarle. El cuervo la estaba volviendo loca; parecía que se había vuelto adicta a él.
Caída la tarde y tras un breve entrenamiento en el que habían combinado sus poderes con los besos, roces y alguna que otra palmadita en el trasero, un cuervo se escuchó a lo lejos. Raven alzó la vista. El cuervo revoloteó por encima de este hasta que descendió y se posó sobre él; llevaba una carta en su pico.
—Por orden de Leonidas debo marcharme al norte de Zerel para reunirme con un informante —anunció.
—¿Qué es tan importante? —le inquirió ella.
Maddison intuía que tenía que haber algo gordo detrás. Si no, Leonidas jamás haría que Raven cambiará de obligaciones. Todo parecía un tanto precipitado.
—Hace tiempo que vamos detrás de una pista, aunque solo es un vago susurro.
—¿A qué te refieres? —presionó.
Raven negó con la cabeza. Sabía perfectamente que dudaba de si debía contarle algo de aquello.
—Soy una Phyrgar —dije por primera vez en voz alta.
Aquello le sonó extraño; tanto en su mente como saliendo por su boca, pero sabía que era una buena baza con la que jugar para lograr que Raven compartiese la información con ella. El apellido Phyrgar parecía invitar al respeto, la confianza y hasta la admiración. Aunque también al miedo.
—Las malas lenguas dicen que existe una conspiración por parte del gobierno —terminó cediendo.
La joven se preguntó qué significaba aquello. «¿Una conspiración del gobierno? ¿Del gobierno hacía quién?», todas las dudas que la asaltaron tampoco las pudo resolver Raven; le contó que debía reunirse con el informante para hallar respuestas.
—Deja que venga contigo —le pidió para su sorpresa—. Además, hay un buen amigo al que le debo un pago.
—Es peligroso.
—¿No decías que era la persona más fuerte que habías conocido? —Maddison enarcó una ceja.
Raven no parecía muy contento con su idea de desobedecer las órdenes de Leonidas; aunque, tampoco había mencionado que fuese una obligación que ella tuviera que volver a la comunidad. Maddison no quería separarse de él y sospechaba que se trataba de un sentimiento mutuo y compartido, así que terminó por ceder y ella sonrió complacida.
—Redactaré una carta para informar a Leonidas de que vienes conmigo. Partiremos al alba.
Maddison le dio un beso de agradecimiento en los labios y él enredó sus dedos entre su cabello; se estaba volviendo natural entre ellos.
—La carta —le recordó al comprobar que fácilmente se iban a desviar del tema.
—La carta —repitió él.
Ella aún no lo sabía, pero la idea de acompañar a Raven en aquella misión, para reunirse con un confidente, había sido una decisión nefasta. Y pronto descubriría las consecuencias.
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