La La Love
Dos horas pasan a ser una sola, la presentación se acerca a pasos agigantados y sigo sin saber qué hacer. Ojalá pudiera detener el tiempo o, mejor aún, retrocederlo para quitarme de en medio de esta encrucijada. ¿Qué haces cuando la única solución es un corazón roto?
Mi mente no ha parado en estos últimos instantes, y los nervios previos al concierto no son la causa del sudor de mis manos. Debo admitir que no pensaba que lo mío con Josema fuera a pasar a ser algo más, pero ahora que sé que existe esa posibilidad y que tuve la oportunidad de pensarlo mejor, algo en mi interior me dice que eso es lo que realmente quiero. Después de todo, estaba dispuesta a cortar con Javier al enterarme de ello y, además, Josema es mi mejor amigo y me conoce más que yo a mí misma.
Sí, es mi mejor amigo, y sé que él podría aceptarlo y perdonarme si decidiera quedarme con Javier, pero teniendo ambos caminos inminentes frente a mí, en el fondo tengo claro cuál de ellos tomar. Quiero a Josema.
El único problema es que eso no resuelve las cosas. Javier todavía piensa dedicarme una canción romántica, y no sé cómo se lo explicaría a Josema, aun si aceptara su propuesta antes del concierto. Pero no veo la forma de disuadir al vocalista para que no cante la canción, pues se supone que yo no lo sé, Bastian me lo reveló.
¡Bastian, eso es! Él podría convencer a Javier de que no lo haga, esa es la única solución.
Mi mirada recorre todos los rostros que se han ido volviendo familiares a lo largo de estos meses, hasta que doy con el del mejor amigo de Javier. Afortunadamente, él no está con Bastian.
—Hey, hola —dice al ver que me acerco a él, con una sonrisa—. ¿Emocionada por lo de esta noche?
El corazón se me estruja al pensar en lo que estoy a punto de hacer. Si Javier no me dedica la canción, inevitablemente verá que estoy con Josema y eso le hará dar un paso atrás. Funcionará, y es lo único que puedo hacer, aunque me haga sentir miserable.
—Hola —respondo, con un hilo de voz—. Debo hablarte sobre eso, Bastian.
—Claro, ¿hay algún problema? —pregunta, entornando los ojos.
A pesar de que creí que no podría hacerlo, las palabras salen de mi boca como un río. Le expongo la situación en la que me encuentro y el favor que necesito que me haga, diciéndole cuánto me halaga que su mejor amigo quiera una relación conmigo pero que mi corazón se inclina hacia alguien más y que lo siento mucho, cruzando los dedos para que me comprenda y acepte disuadir a Javier.
Bastian permanece un rato en silencio, y finalmente asiente.
—Entiendo. «Nuestro corazón dicta, no las estrellas» —murmura, evocando un verso de una de nuestras canciones—. Respeto lo que sientes, y estoy seguro de que Javier también lo hará cuando te vea feliz. Haré todo lo posible para que no cante la canción.
—Miles de gracias, Bastian —digo, sabiendo que eso no es suficiente—. Eres un buen amigo.
Vuelve a asentir y se va, dejándome sola en medio del bullicio causado por los retoques de último momento.
—¡Aquí está nuestra estrella! —exclama alguien detrás de mí y mi corazón se estremece. Inspiro hondo antes de volverme hacia la escena que sé que encontraré, y que lo cambiará todo por el resto de mi vida—. Una información por otra: Quiero que sepas que te amo, y quiero saber si aceptas ser mi novia.
Josema tiene extendido el ramo de flores hacia mí; incluso ha hincado una rodilla en el suelo. No me pongo a pensar en qué le habrá pasado por la cabeza para escoger una frase de proposición como esa. Noto que su labio inferior le está temblando, y no puedo evitar sonreír.
—¡Acepto! —exclamo, tomando el ramo de flores y hundiendo la cara en su dulce aroma, segura de que mi respuesta habría sido la misma si me hubiese traído un anillo.
Los brazos de Josema rodean mi cintura y esta vez no está su hermanita para interrumpir el beso. Apenas nuestros labios se rozan, siento como si una corriente de electricidad centelleara entre ambos. Además de química, tenemos física, y ya nada se interpondrá entre nosotros.
Repentinamente, escucho que piden que los músicos se presenten. ¡El concierto! Mi cabeza estuvo echa un amasijo de sentimientos y emociones a tal punto que prácticamente lo olvidé.
—Ahora eres mi estrella, y de nadie más. —Josema me toma de la mano, haciéndome reír por lo cursi que eso se oyó, pero logrando que me sonroje también—. Ve a encandilarlos, mi amor.
«Mi amor», bufo mentalmente, sospecho que me llevará algo de tiempo acostumbrarme a ello, y a todo lo demás. Me despido con otro pequeño beso antes de dirigirme hacia los escalones laterales que llevan al escenario, cruzándome con Bastian en el camino. El chico asiente, dándome a conocer que lo ha conseguido, y sonrío en muestra de agradecimiento.
Marina y Alexis ya están subiendo, mientras el director del evento anuncia nuestra banda, y al llegar me encuentro con Javier. Él sonríe y me deja pasar primero, y no puedo medir el alivio que siento de que no lo haya tomado mal. No tengo idea de qué le habrá dicho su amigo para convencerlo, pero debió salir mejor de lo que esperaba.
De pronto, soy consciente del bramido de los aplausos y gritos de la multitud que aclama nuestra llegada. ¡¿Cuántas miles de personas han venido?! Me obligo a mantener la vista fija en mi batería hasta que me siento, para evitar que mis piernas me fallen y caer si me atrevo a mirar al público.
Tomo los palillos y siento como si cada surco de mi mano estuviese grabado en ellos. Es reconfortante y sé que podré hacer esto. Respiro hondo y finalmente levanto la vista. Por las pruebas de sonido que hicimos durante el día ya sabía lo grande que es el lugar, pero no me imaginé que estaría lleno, y definitivamente lo está.
Siento que la emoción bulle en mis venas, y lo mismo se refleja en los ojos de mis compañeros cuando los primeros acordes empiezan a sonar. ¡Este es nuestro momento!
Cierro los ojos y me pierdo en el acompasado golpe del bombo con una sonrisa pintada en el rostro. El público corea cada una de nuestras canciones y estalla en vítores cuando llegan a su fin, clamando por la siguiente.
Justo antes de empezar la última, las luces se atenúan casi por completo. Marina, Alexis y yo nos miramos confundidos, ¿qué está pasando? De pronto, un haz de luz dibuja un círculo en medio del escenario, y segundos después Javier se para en él, con una guitarra colgada al cuello.
Un estremecimiento me recorre de pies a cabeza. No, ¿qué está haciendo?
—En esta noche quiero dedicarle una canción a alguien muy especial —dice, rasgando un acorde de la guitarra.
¡Esto no puede estar pasando! Se suponía que Bastian lo convenció para que no cantara la canción. ¿Qué hago ahora? ¿Y qué pasa si me pide salir con él? No puedo cortarlo frente a tanta gente, pero tampoco puedo decirle que sí habiendo tomado un compromiso con Josema minutos atrás.
Fui una ilusa al creer que todo esto se solucionaría tan fácil. Y ahora ya es muy tarde para hacer algo, y Javier continúa:
—Esta canción es para ti, Carla —susurra, empezando la canción con una introducción instrumental.
Un momento, ¿Carla? Mi corazón se detiene. ¿Quién diantres es Carla? ¿Acaso estuvo jugando conmigo todo este tiempo? Una risa amarga se abre paso desde mi garganta. Observándolo allí, bajo el haz de luz, no puedo creer que caí ante sus sonrisas y sus halagos como si todavía fuera esa niña obsesionada de hace cinco años.
Luego de varias estrofas y repetir el coro, finalmente Javier termina la hermosa canción y el público vuelve a rugir. Con la cabeza dándome vueltas, me cuesta un poco retomar el hilo para acabar con la última música del concierto, y al bajar del escenario lo único que quiero es escapar de allí, pero antes necesito una explicación.
—¡Bastian! —exclamo al verlo.
—Lo siento, le conté sobre tu amigo, ya sabes que no se guardar secretos —se adelanta él, y suspira—. Lo convencí de que no cantara, pero no esperaba que fuera a terminar así.
¡Eso ya no tiene tanta importancia ahora!
—¿Y quién es Carla? —pregunto, intentando contenerme. Eso tampoco importa realmente, pero necesito saber.
La expresión de Bastian muda a una de tristeza, dejándome perpleja. Hace un ademán con la mano, indicándome que nos apartemos un poco más.
—Carla era la mejor amiga de Javier —murmura el chico, tan bajo que debo aguzar el oído para escucharlo.
—¿Era? Bien, ¿ahora son novios? —digo, rezumando sarcasmo.
No entiendo por qué estoy reaccionando de esta manera. Ya acepté la propuesta de Josema, pero es claro que Javier estuvo jugando conmigo si es capaz de tragarse su propio orgullo como para burlarse de mí. ¿Pero por qué sigo tratando con algo que tiene que ver con él? Debería olvidarlo y ya.
—Javier la amaba —responde Bastian, alzando la voz, como si hubiese tocado una fibra sensible—. Pero Carla murió en un accidente, años atrás. No se atrevió a volver a enamorarse hasta que te conoció.
La revelación es como un chorro de agua fría en invierno y me hiela por completo. Repentinamente la canción cobra un sentido más amplio y enternecedor.
Estoy a punto de intentar responder, pero alguien me interrumpe.
—Amanda, aquí estás. —Me vuelvo para ver a Laura, mi mejor amiga—. Escuché que le dijiste que sí a Josema —suelta una sonrisa pícara, sin estar al tanto del contexto. Claro, siempre supo que estaba algo obsesionada con Javier, pero no tuve la oportunidad de contarle lo que ocurrió hoy—. Me pidió que te dijera que estuviste genial. Tuvo que irse antes porque lo llamaron para que cuidara a su hermanita.
—Sí. Está bien —respondo, intentando sonreír. De pronto, veo a Javier dirigiéndose hacia su camerino, y siento la necesidad de hablar con él, de dejar las cosas claras y decirle cuánto lo siento—. ¿Pueden dejarme ir un rato? —me excuso, y me dirijo hacia los camerinos.
—Hola, soy Bastian —escucho detrás de mí, y a pesar de todo logro sonreír. El chico me parece del tipo de Laura, pero que no se le ocurra soltar algún halago muy temprano o perderá cualquier oportunidad.
Toco levemente la puerta tras la que debe estar el vocalista, y paso cuando escucho que me lo permite. Su expresión es comedida, y tampoco da muestras de sorprenderse por verme aquí.
—Hola, Amanda —dice, pasándose un paño húmedo por la cara para retirarse el sudor—. El concierto estuvo genial.
—Totalmente —concuerdo, y empiezo a dar pasos hacia el abismo—. Escucha, sobre la canción...
—Carla... —empieza a decir, pero la voz se le quiebra.
—Lo sé, Bastian me lo contó, y de verdad lo siento, por todo —murmuro—. No debí...
Javier se pone en pie y se vuelve hacia el espejo, por lo que todavía puede verme en el reflejo.
—Hiciste lo que tenías que hacer —afirma, y baja la cabeza—. Carla era mi mejor amiga, así que entiendo muy bien por lo que debes estar pasando. Y me alegra que hayan podido avanzar, tú y tu amigo, de verdad. Y la canción... Sentí como si un peso se desprendiera de mis espaldas. Creo que lo necesitaba.
Sonríe. Sonrío.
—Estoy seguro de que volverás a encontrar alguien especial —murmuro. Y sé que tal vez deba decir algo más, pero hablar no se me da bien, por alguna razón toco la batería y no canto.
—Gracias —dice, volviéndose una vez más hacia mí.
Asiento levemente y doy algunos pasos hacia atrás para retirarme, pero sus palabras me detienen:
—De hecho, de todas formas hay una canción que quiero dedicarte, por ser una buena amiga y en honor al prendedor en tu mochila.
Mis mejillas se encienden en carmín mientras él toma la guitarra de su base. Comprueba que está afinada y se apoya contra la mesa antes de empezar:
Sólo quiero que seas feliz
aunque lejos estés de mí.
No importa si mi cielo es gris
mientras sonrían tus labios carmesí.
Conocerte es suficiente
para agradecerle a la vida,
y aunque hoy te vas de repente,
siempre te amaré sin medidas.
Oh, mi corazón siempre latirá,
siempre el ritmo marcará
de tus acordes de amor
que pintan todo de color.
Sé que voy a extrañar,
ay, tenerte alrededor,
mas igual voy a bailar
al son...
de tus acordes de amor.
Pues no se irán, allí estarán...
tus acordes de amor.
Agrega algunas estrofas más y vuelve a repetir el coro, y no puedo evitar que los ojos se me empañen por completo cuando el chico deja la guitarra a un lado. Puedo asegurar que Javier ya no es más que un simple famoso con el que estuve obsesionada, sino un buen amigo, y estos se cuentan con los dedos. Nos fundimos en un abrazo, y cuando salgo de allí, lo hago con una sonrisa y una paz que no puedo explicar.
Minutos después me encuentro con mamá y papá, buscándome frenéticamente entre los encargados de recoger todo después del evento. No veo señales de Bastian y Laura, y me pregunto qué habrá pasado entre los dos mientras no estuve. Acribillaré a preguntas a mi amiga cuando la vea, eso es seguro.
—Cariño —dice mi mamá, claramente aliviada al verme—, ¡estuviste increíble!
Ambos se acercan para darme un gran abrazo.
—Sé que dije que la batería no tiene melodía —susurra mi papá a mi oído—, pero ahora comprendo que lo es tu sonrisa. Perdón por no apoyarte mucho antes.
Envuelta en el abrazo de ambos, no puedo evitar echarme a llorar. Son demasiadas razones para ser feliz, más de las que puedo contar.
Josema, Javier, y papá... En un mundo donde muchas mujeres dicen que no existen hombres buenos, puedo decir que eso es una mentira. Conozco a algunos que sí lo son. ¿Y qué los hace buenos? ¿Qué mantiene vivo al romance y la amistad? La canción lo dice perfectamente: son esos acordes de amor.
Y si acallamos los acordes de amor, ¿para qué latiría un corazón?
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