Capítulo 5 - La fuente de los deseos
No volví a ver a Aidam ni a Acthea en todo el día. Pero al que sí que vi fue a Haskh.
El semi orco vino a verme a mi habitación, quería hablar conmigo sobre algo que le preocupaba desde que Aidam le informó sobre nuestro inmediato destino. Me estaba convirtiendo en el paño de lágrimas de todos mis compañeros.
Haskh me contó que una antigua leyenda orca ya hacía referencia al lugar en el que teníamos previsto entrar. Lo conocían como «la fuente de los deseos». Un lugar maléfico y donde habitaba una entidad maligna a la que el pueblo orco llamaba: Kalaszhan, la destructora. Ella concedía todos los deseos a quien tuviera el valor de pedirlos, pero a un precio demasiado alto, deberían entregarle sus propias almas.
Haskh me hizo ver que esa tal Kalaszhan podría ser la Sherina de la que yo había oído hablar.
—Posiblemente se trate del mismo ser. Hay muchas leyendas sobre ese lugar y si hemos de hacerle caso a todas...
—¿Estarías dispuesto a correr ese riesgo, Sargon? No hables por ti, piensa en todos los demás.
—Nunca os pondría en peligro a ninguno de vosotros, creo que ya me conoces ¿no? De todas formas mi intención era la de ir yo solo.
—¡Eso sería un suicidio...!
—Sheila es...es hija mía, Haskh —confesé—. Haría por ella lo que fuera.
—¿Tú, su padre? Ahora lo entiendo todo, o eso creo...Y cómo sabes que aún sigue viva. Y perdona mi pregunta, amigo mio.
—Lo sé, Haskh, lo sé, no me preguntes cómo, pero lo sé...
—No tienes que decir nada más, mago. Yo iré contigo. De todas formas mi alma no vale mucho.
—Tu alma es la más honorable de entre todas las que te rodean, mi buen amigo. Acepto tu ayuda y espero que esa leyenda a la que te refieres no sea más que eso, una leyenda.
—Yo también lo espero.
Haskh también salió de mi cuarto y me quedé un momento pensativo, aún resonaban en mi mente las palabras de Dragnark sobre que había un traidor entre nosotros.
«Alguien de ese pequeño grupito, alguien a quien consideras un amigo».
Un amigo. Todos eran amigos míos. Aidam, Acthea, Haskh, Thornill, Anvrill y Blumth. No podía siquiera imaginar que uno de ellos fuera un traidor. Pero también, en el fondo, sospechaba que las palabras de mi hermano eran ciertas.
Aidam era un mercenario, siempre luchando a cambio de oro, con muy poca moral o casi nula.
Acthea, una ladrona. Trabajaba para la hermandad de ladrones en SilverStone al igual que Aidam.
Haskh, un asesino y líder de una banda de asesinos, «la mano en la sombra» y los enanos, traficantes, estafadores, contrabandistas; toda una colección de personas más que dudosas. Incluso yo mismo tenía un oscuro pasado que nadie conocía, pero que si se hubiera llegado a conocer les habría dado motivos para desconfiar de mí. Por lo menos de una cosa estaba seguro; ni Sheila, ni yo, por supuesto, eramos los traidores.
Todos y cada uno de ellos tenían motivos para traicionarnos a cambio de unas monedas de oro. Pero, al mismo tiempo, pondría la mano en el fuego por cada uno de ellos.
Y quién sabe, a lo mejor mi hermano solo quería crear dudas entre nosotros lanzando esa mentira. También era muy capaz de eso.
De lo único que estaba seguro era de que nada me impediría rescatar a Sheila. Aunque tuviera que entregar mi alma a cambio, lo haría. Hubiera o no un traidor entre nosotros, no cejaría en el empeño de traer a mi hija de vuelta con nosotros, costase lo que costase.
Respecto a Sheila, algo me decía que se encontraba bien. Mis visiones, bastante esporádicas últimamente, desde que mi querido hermano robó mi joya; no eran muy claras, pero podía ver a Sheila junto a nosotros en una lóbrega caverna, enfrentándonos a unas extrañas bestias parecidas a crías de dragón, pero que caminaban erguidas y que portaban todo tipo de armas.
¿Era una visión sobre un futuro inmediato? No podía saberlo, lo que sí podía deducir era que volveríamos a tener a Sheila a nuestro lado. Por lo tanto, conseguiríamos rescatar mi hija de dónde quiera que Dragnark la tuviese retenida y saber eso era un gran alivio para mí.
Seguiría adelante con mi plan porque sabía que era la única forma posible de recuperar mis poderes y poder enfrentarme a Dragnark con alguna posibilidad de sobrevivir. Y quizás, con un poco de suerte y la ayuda de esos dioses que hasta ahora nos habían protegido, o eso era lo que quería creer, lograríamos salir bien parados de la Tumba de los Olvidados, un lugar que era mucho más peligroso de lo que les había contado a mis compañeros. Tampoco iba a explicárselo todo, ¿no creéis? Saber la verdad a veces no ayuda, es preferible en cambio el desconocimiento, sobre todo si uno va a enfrentarse a una muerte horrible. Y eso sí que era rigurosamente cierto. Sherina intentaría por todos los medios darnos una muerte muy, muy horrible.
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