Capítulo 27-El mago y el guerrero
—¿Quién crees que es? Sargon —preguntó Acthea.
—Piénsalo detenidamente. El traidor es alguien muy astuto e inteligente si ha logrado permanecer en el anonimato. Al mismo tiempo, su maldad no tiene límites, puesto que nos sonríe abiertamente y después nos traiciona. Es alguien en quien nunca pensaríamos que pudiera llegar a hacerlo. Un líder a quien todos seguiríamos sin dudarlo...
—¡No, no puede ser...! ¿Aidam? —La joven tenía el rostro crispado al reconocer la verdad.
—Mucho me temo que sí...
—¡No puede ser él, Aidam no! Quizás sea Haskh o uno de los enanos...Ese Thornill nunca me ha llegado a caer bien...
—Sé lo que sientes por él, Acthea. Pero lo he estado pensando y todo concuerda. Aidam es un mercenario y los mercenarios no tienen lealtad. Logré convencerle de que se uniera a nosotros con...demasiada facilidad o eso me pareció a mí y además, sólo está aquí por el oro...
—Todos están aquí por el oro —aseguró ella.
—Sheila no, yo tampoco y tú, Acthea, no creo que sigas con nosotros por el oro. Hay cosas que te importan más, ¿verdad?
Asintió y sus ojos se humedecieron al ir aceptando mis palabras.
—Si él es el traidor, entonces tendrás que dejarme que yo me enfrente a él.
—Sería muy peligroso, Aidam es un consumado guerrero.
—Y yo estoy terriblemente enfadada y no hay nada peor que una mujer enfadada.
—En eso estoy de acuerdo, pero antes de nada, tendremos que cerciorarnos. Le pondremos una pequeña trampa y así sabremos si es él en realidad. A estas alturas, Aidam ya sabrá que Dragnark se ha hecho pasar por mí. Me presentaré ante él sin que los demás me vean y saldremos de dudas. Le diré que soy el nigromante y si es un traidor acatará mis órdenes.
—Y si no lo es y no sabe nada, acabará contigo —dijo Acthea.
—Tendré que asumir ese riesgo.
Acthea accedió. Nos acercamos hasta el campamento sin ser vistos y esperamos a que Aidam se quedase sólo. Cuando lo creí oportuno, me acerqué hasta él sigilosamente y le agarré del brazo. Aidam se revolvió con tal velocidad que en un segundo estaba en el suelo y tenía una daga en mi cuello.
—¿Quién eres? —Me preguntó —. Acabo de dejar a Sargon en su tienda. ¡Dime quién eres, impostor, o te mataré aquí mismo!
No supe qué decir. Me había pillado desprevenido y ahora no acertaba a decir ni una palabra.
Aidam, al ver mi mutismo, acercó aún más la daga a mi cuello.
—¡Habla...!
—¡Detente, Aidam!
—¿Acthea? ¿Qué estás haciendo aquí?
—He venido con Sargon. Él es Sargon —dijo señalándome a mí —. El otro es el impostor.
—Es Dragnark —dije en cuanto recuperé el habla —. Ha venido a llevarse a Sheila. Quiere su joya. ¿Cómo está mi...mi sobrina?
— Está fuera de peligro. Sarg... El otro Sargon trajo el antídoto...Espera. ¿Cómo sé que tú eres el verdadero?
Dudé. Llevaba razón. Me iba a ser muy difícil probar que yo era yo.
—Es él, Aidam. Le rescaté de las mazmorras de Dragnark . Además, no tiene su joya, el nigromante se la quitó, puedes comprobarlo tú mismo.
—Eso no significa nada, ha podido esconderla.
—Hay un traidor entre nosotros, Aidam —le expliqué —. Dragnark me lo dijo y pensábamos que...
—¿Qué pensabais? ¿Creíais que era yo? —Aidam estaba furioso —. Ahora sí que empiezo a creer que seas tú, viejo. Sólo el verdadero Sargon sería capaz de sospechar de mí. Yo no soy el traidor.
—¿Y debería creerte? —le preguntó Acthea —.¿Cómo podrías demostrárlo?
—No tengo nada que demostrarte, ni a ti, ni a nadie...
—Eso es ciertamente lo que diría un traidor —respondió la joven.
—Bien, pues parece que tenemos un empate —dijo Aidam irónicamente —. Ni tú crees en mí, ni yo creo en él. ¿Cómo vamos a solucionar esto?
—No hay nada que solucionar —aseguré yo —. Detengamos a Dragnark y todo se aclarará.
—Me parece una buena idea —asintió Aidam —Si el otro Sargon es el impostor, él me lo explicará, lo quiera o no y cuando sepamos la verdad, os daréis cuenta de que yo no soy el traidor, porque mataré a ese maldito nigromante con mis propias manos.
Aceptamos. Todavía sospechaba que Aidam era el traidor, pero no podía hacer otra cosa que confiar en él y esperar a estar equivocado.
Jugábamos a un juego muy peligroso en el que la traición y la lealtad estaban enfrentadas, sin saber muy bien en qué bando jugaba cada contendiente.
Yo por mi parte creía saber en quién confiar o eso pensaba, porque los acontecimientos nos pillaron a todos por sorpresa.
Aidam, encabezaba la marcha, seguido por Acthea y yo en último lugar y se dirigía directamente a mi tienda o la que en estos momentos ocupaba mi doble.
Antes de que entrara, le tomé del brazo y le advertí lo peligroso que era Dragnark. Le recordé el incidente del hacha y con cuánta facilidad la congelé en el aire.
— En estos momentos, Dragnark es aún más poderoso que yo, tiene tres de la cuatro joyas. No será fácil derrotarlo.
—Eres tú, ¿verdad, viejo amigo?
Era la primera vez que me sonreía desde que había vuelto y era reconfortante.
—Te das cuenta —continuó —, de que puede que no haya ningún traidor y solo sea un ardid para crear confusión entre nosotros.
—De todo corazón, espero que sea así.
—Yo también.
Aidam desenfundó su espada y entró como una tromba en la tienda.
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