Capítulo 26- Acthea se gana mi respeto

—¿Un ogro! —gimió Acthea reculando hacia atrás.

—No podemos entretenernos —rezongué, mientras echaba un vistazo a la montaña de carne que se nos acercaba.
—¡Yo lo detendré, Sargon! ¡Tú encárgate de abrir ese maldito portal!
—Acthea, ¿qué vas a hacer?
—Es lento y además no parece muy inteligente...
—Ya, ¡pero es diez veces más fuerte que tú! No podrás con él tú sola.
—No es mi intención dejar que me alcance —aseguró la joven mientras se quitaba el arco que llevaba a la espalda y buscaba un lugar desde el que poder asegurar sus disparos.
—Concéntrate, Sargon...¡Tienes que sacarnos de aquí!
¡Concentrarme! Era muy fácil decirlo, pero casi imposible de hacer, sobre todo viendo como aquella mole se acercaba lenta, pero sin pausa hacia nosotros.
Acthea disparó la primera flecha y esta rebotó en la coriácea piel del ogro.
La segunda flecha siguió el mismo camino que su compañera y la tercera y la cuarta con idéntico resultado.
—Tiene la piel muy dura —jadeó la joven mientras veía que todos sus esfuerzos por detener a esa bestia eran infructuosos. Acthea se volvió bruscamente, me miró y echó a correr hacia el ogro.
—¿Qué haces? —Grité mientras trataba de detenerla y no lo conseguía.
—Darte tiempo, Sargon —oí que me decía.
El ogro, asombrado por la actitud de la joven, normalmente sus presas tendían a huir de él, no reaccionó a tiempo y Acthea consiguió herirle con su espada en una de sus piernas. La sangre, un espeso líquido verdoso brotó de la herida, al mismo tiempo que un descomunal rugido de rabia salía de sus fauces.
—¡Vas a hacer que te mate! —Susurré para mí y volví a concentrarme en las huidizas frases del hechizo.
Todo pareció oscurecerse a mi alrededor y tan sólo las palabras mágicas cobraron sentido, lo demás dejó de importarme.
En un momento dado sentí que algo me empujaba, pero no perdí la concentración. El hechizo no era fácil y menos en aquellas circunstancias, pero he de decir que al final, lo logré.
La magia brotó de mi ser y me inundó con un millón de increíbles sensaciones. Siempre era así cuando finalizabas correctamente un hechizo, era algo muy adictivo.
—Acthea, ya está... —dije, pero no vi a la joven por ninguna parte —¿Acthea?
El ogro se debatía entre gruñidos, cubierto de viscosa sangre verde muy cerca de donde yo estaba y Acthea encaramada en su lomo, le acuchillaba sin piedad.
La bestia dio un traspiés y pareció a punto de caer al suelo, pero consiguió mantener el equilibrio y al intentar agarrarse a algo, me alcanzo a mí. Su mano se aferró a mi brazo y un segundo después me sentí volando por los aires. Me zarandeaba por el aire, como haría un niño con un muñeco de trapo. Creí que me descoyuntaría todos los huesos o que acabaría aplastado contra el suelo de un momento a otro...Iba a morir, tan cierto como que jamás lograría soltarme.
Acthea sorprendida me miraba con los ojos como platos, sin saber que hacer.
Cabeza abajo, vi por un momento demasiado cerca de mí las horribles fauces abiertas del ogro. Si me apresaba con ellas, me partiría por la mitad. Comenzaba a marearme y no era capaz de concentrarme para usar mi magia...Moriría, eso era seguro.
De repente todo cesó, caí al suelo golpeándome en la cabeza, pero no perdí el conocimiento. Junto a mí se hallaba el brazo cercenado del ogro y un poco más adelante la figura de Acthea en una pose triunfal  mientras sacaba de un tirón la espada del cráneo de la bestia. Lo había conseguido, el horripilante ser estaba muerto... Acthea acababa de salvarme la vida.
—Gra..gracias —le dije, mientras ella me ayudaba a incorporarme —. Te debo la vida.
—No ha sido nada, Sargon. Tuve suerte.
—Eso no ha sido suerte. Eres una gran luchadora...
La vi vanagloriarse. Era joven, muy joven, y a esa edad el ego todavía está sin pulir. En todo caso, se lo merecía.
Al levantarme sentí que mi cabeza daba vueltas y volví a caer de rodillas.
—¿Te encuentras bien? —Me preguntó.
—Mareado, solo es eso....a mi edad no está uno acostumbrado a tanto movimiento.
—Ha sido alucinante —rió la joven —. Volabas de aquí para allá y no sabía qué hacer, opte por lo más obvio.
—¡Y menos mal que lo hiciste! —Reí con ella, recuperando el aliento por momentos y sosegando mi corazón que aún latía a toda velocidad —. Ahora deberíamos irnos, antes de que lleguen nuevas sorpresas.
Me agarré al brazo de la jovencita y juntos nos acercamos hasta el portal. Un halo de luz ambarina giraba a toda velocidad donde antes sólo había pared.
Entramos en su interior y la magia nos envolvió.
Un instante después estábamos a muchas millas de distancia de la torre del nigromante, muy cerca del campamento de nuestros amigos.
—¿Dónde estamos? —Preguntó Acthea —. No veo a nadie..
—No he querido acercarme demasiado. Si Dragnark está aquí, que lo estará, no debe vernos. Tenemos que impedir que se lleve a Sheila o que le quite su joya.
—Si se ha transformado en ti y te ven aparecer, no sabrán quién de los dos es el verdadero.
—Además, hay un traidor en el grupo. Tenemos que desenmascararle antes de que pueda ayudar a nuestro enemigo. —informé.
—¡Un traidor! ¿Quién?
—Dragnark no me lo dijo, pero si he de creer en sus palabras, ese espía le ha estado pasando información sobre nosotros y nuestros planes.
—No me imagino a ninguno de los compañeros siendo un traidor —negó Acthea apesadumbrada.
—Yo tampoco, pero creo que es verdad y...creo saber quién es.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top