Capítulo 24 -Una propuesta inverosímil
—¿De verdad piensas eso? —Dije con un tono de decepción —. No me conoces, Ashmon, nunca llegaste a conocerme.
—¡Te he dicho que no me llames así! ¡Mi nombre es Dragnark! —El nigromante estaba furioso.
—Para mí nunca serás otro que Ashmon, mi hermano pequeño. Ese al que contaba cuentos de miedo al calor de la chimenea en las frías noches de invierno. Ese al que enseñé a montar en el caballo de padre y al que tenía que consolar cuando se caía de él. Mi hermano. No un despiadado asesino.
—¡Asesino! ¿Tú me llamas asesino? —Dragnark echaba espuma por la boca y su rostro estaba congestionado en una mueca horrible—¿He de recordártelo otra vez, querido hermano? ¿Cuánta gente tuvo que morir para que tú, el honesto Sargon, pudiera ser el mago en el que te convertiste?
—Ya pagué por aquello, Ashmon... — dije, recordando aquella epoca de mi vida llena de errores—. Y tú, ¿has pagado tú por tus crímenes?
Note un fuerte dolor en el pecho y caí de rodillas al suelo. Mi "querido" hermano estaba plantado frente a mí y aún blandía el pesado bastón con el que acababa de golpearme.
—¡No vuelvas a llamarme así o te mataré!
—¡Hazlo! —grité—. ¡Hazlo de una vez! Nada impedirá que el destino te golpee con igual fuerza...¡¡Estás muerto, Ash...!
El golpe fue tan brutal que estuve a punto de perder el conocimiento. El rostro me ardía y la sangre goteaba de mis labios partidos. Me puse en pie con las pocas fuerzas que me quedaban y escupí en su rostro saliva y sangre a partes iguales.
—Solo hay un final para ti —le amenacé—, y llegará de la forma más imprevista.
—¡Cállate, Sargon! ¡Cállate o acabaré matándote! Ahora escucharás la propuesta que tengo que haceros. Quiero que Sheila se quede conmigo, yo terminaré su instrucción y ese estúpido grupito que habéis formado, podrá marcharse en paz. Nadie los perseguirá.
—Ella nunca aceptará.
—Lo hará si piensa que con ello salvará tu vida, la vida de su verdadero padre...¿No es así, hermano?
Era imposible que lo supiera. Aparte de mí y de Sheila, nadie conocía la verdad.
—Me traicionaste, hermano —dijo Dragnark—. ¿Piensas que me ibas a engañar de nuevo?
—¡No es posible que tú...!
—¿Qué? ¿Qué lo sepa? Hace poco que lo sé... Me costó una buena suma de monedas de oro.
—¿Cómo? —Si mis sospechas eran ciertas, Sheila estaría en peligro—. ¿Quién es el traidor?
—Alguien de ese pequeño grupito tuyo, alguien a quien consideras un amigo... — al ver mi cara de confusión, el nigromante volvió a carcajearse—. Eso te hace daño, mucho daño, ¿verdad, Sargon? No puedes confiar en nadie, ni siquiera los más allegados a ti están exentos de convertirse en unos traidores a cambio de unas cuantas monedas de oro. Vuelvo a repetírtelo...Eres patético, hermano.
Dragnark se volvió hacia el caballero del lirio negro. Florián había permanecido al margen durante toda la conversación.
—¿Lo tienes? —le preguntó el nigromante.
—Sí, mi señor. Fue muy fácil quitárselo.
Aún no comprendía de que hablaban. Solo al ver lo que Florián tenía en sus manos, hizo que lo comprendiera, que lo comprendiera todo.
—¡Mi joya! —Exclamé. No sabía en qué momento había conseguido quitármela.
—La fuente de todo tu poder, hermano. Ahora eres tan peligroso como un niño.
—¡Eso es lo que buscas! ¡Poder! —Lo veía todo muy claro. Eso era lo único que le importaba—. ¡Quieres nuestras joyas!
—Ya las tengo, Sargon. Cuando esa estúpida niñata me traiga la suya habré completado la búsqueda. Se me adelantó. Si no hubiera sido así, nada de esto habría sucedido.
—¿Encontraste la cuarta joya?
—Digamos que la tomé de su difunto propietario...No opuso casi resistencia, bueno, solo un poco. Era aún más patético que tú.
—Y cuando las tengas todas ¿Qué piensas hacer? —Necesitaba tiempo, tiempo para pensar en la forma de impedir sus planes, pero no veía la manera de hacerlo.
—¿Acaso tienes que preguntarlo? ¿Tú qué crees?
—Te convertirás en el mago más poderoso que haya existido nunca...
—Sí... ¿Y qué más?
—Serás...Serás un...
—¡Dilo! Que no te asuste la palabra. Seré un dios. Mi poder será tal que podré desplazar el sol si me lo propongo. Haré que la oscuridad reine en el mundo...¡Un mundo de tinieblas!
—Estás loco...Ashmon. Tú ambición te ha hecho perder la cabeza. ¡Nos destruirás a todos!
—No todos sobrevivirán, es cierto. Y los que lo hagan ansiaran haber muerto.
—¿Piensas destruir el mundo?
—Lo volveré a crear y esta vez será tal y como lo imagino. No habrá lugar para los débiles...
Tenía que impedir que llevara a cabo esos delirios que su mente maquinaba. ¿Pero cómo?
Dragnark hizo un gesto a Florián, este se acercó presuroso junto a su amo.
—Llévale a una de las celdas. Allí tendrá tiempo para meditar sobre su profunda estupidez.
Florián se acercó hasta mí, dispuesto a llevarme a las mazmorras, pero conseguí eludirle y me encaré con mi hermano.
—Si no regreso, Sheila morirá. Él la envenenó —señalé a su acólito.
—¿Como? —Dragnark se volvió hacía el joven—. ¿La envenenaste?
Florián retrocedió un paso.
—Mi señor... yo...
—¿Que veneno usaste? —le pregunté.
—Be...beleño.
—Creo que le quedan unas dos horas antes de que el veneno la mate. Si ella muere, nunca tendrás esa joya. Puedo llegar a tiempo si uso mi magia.
Dragnark estaba absorto. No sabía si me estaba escuchando. Tenía la mirada clavada en el joven Florián y su rostro expresaba una ira insondable.
—Te has tomado la libertad de interpretar mis ordenes. Te dije que la administraras una droga que simulara los efectos de un veneno...¡No que la envenenases!
—Me...equivoqué, mi...mi señor —Florián temblaba como la hoja de un árbol azotada por un huracán.
—¿Te...equivocaste? —Dragnark pronunció las palabras muy despacio, como sopesándolas.
Un rayo salió de la mano del nigromante e impactó en el pecho del joven. El olor a carne quemada impregno la atmósfera de la sala. Florián yacía en el suelo, calcinado.
—Estoy rodeado de ineptos —bufó mi hermano volviéndose hacía mí—. Ahora, tú y yo vamos a aclarar un par de cosas.
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