74. La superación
Hestia estaba sentada en su silla de escritorio en su despacho. Su secretaria le leía su horario laboral; eso era lo que la mantenía ocupada, para no pensar en Heros.
—Mañana en la tarde está programada una junta directiva, para presentar al nuevo accionista de la compañía —dijo Ava, mientras sostenía la tableta tecnológica.
Al día siguiente, Hestia se preparó de mala gana. Sus cambios de humor eran de estar enojada, enfadada, molesta, irritada y aburrida.
—Quizás Heros te ponga feliz —dijo Deméter, con afán de molestarla—. A ver si te soporta ese carácter del demonio que te cargas.
Hetia salió rumbo a la compañía. ¿Por qué todo era tan aburrido y sin gracia? Pronto tendría que encontrar a un CEO, para que se hiciera cargo de su empresa. El embarazo avanzaría y no podría estar tan ocupada, por lo que solo se mantendría en el puesto de presidenta ejecutiva. Moldeó una sonrisa astuta en sus labios cincelados, porque tenía al candidato perfecto, Heros Deale. Ya había trabajado un tiempo allí como su asistente, por lo que conocía a los empleados y el funcionamiento interno. ¿Y qué iba a decir los demás? Si había sido su asistente, estaba esperando un hijo de él y ahora lo ascendía al cargo más importante. Pues lo que los demás dijeran la tenían sin cuidado. Era Hestia Haller y hacía lo que le diera le gana, para eso era rica y poderosa. Al llegar, subió por el ascensor, donde fue recibida por los ejecutivos de alto cargo.
—Bienvenida, señora Haller —dijo el CEO de la compañía—. Siempre es un honor y un placer tener la presencia de una mujer tan ilustre y distinguida como usted.
—Sé breve y acaba con esta reunión lo antes posible—dijo Hestia de forma imperativa y se dirigió hasta su puesto en la larga mesa de la oficina. Allí se sentó a esperar, en tanto Ava estaba detrás de ella.
Heros se había hecho con las acciones de la compañía en la que también estaba Hestia. Había hablado con CEO y lo presentarían a los otros socios en la junta directiva. De hecho, sería ese día. Se había puesto uno de sus mejores trajes de sastre, para asistir a la reunión. No había vuelto a tener contacto con Hestia desde aquel día que se encontraron; no, cuando ella le fue a reclamar del porqué había ido con Lacey. Luego fueron a un restaurante, para pasar la tormenta. Su vida, después de Hestia Haller era más tranquila y pacífica, como lo era antes de conocerla. Pero ya se había acostumbrado a la agitada y movidas noches con ella. Conducía su auto de camino al edificio administrativo; ya eran más de las dos de la tarde. En el mes que había pasado había hecho avances en su propia. Sin embargo, la única persona que quería que viera sus logros y superación, no estaba allí con él. Aquellas muchachas con las que había estado hablando lo habían invitado a fiestas, pero se había negado por su trabajo, y porque en realidad no deseaba estar con nadie más. Era un tonto, porque seguía siendo fiel y leal a esa perversa mujer que en una ocasión lo había tratado mal. Pero luego ella había expresado que se había equivocado al hacerlo, aunque no hubiera pedido una disculpa formal. ¿Cuánto tiempo se podía estar enojado con alguien? Y otro asunto, ¿cuánto se duraba estar enfadado de la persona de la que estás enamorado y a la que amas? Según los especialistas, menos de una hora. Ya la había hecho una propuesta de un futuro juntos a Hestia, y pesar de haber sido rechazado, todavía guardaba la esperanza de que sí podrían estar juntos. Aunque, eso ya era decisión de Hestia. La esperaría por algunos años, quizás, toda la vida. Detuvo el auto en estacionamiento y se pasó la mano por la cara y suspiró. ¿En qué era lo que estaba pensando? Ese encantamiento que le había hecho Hestia todavía lo hacía fantasear locuras. Bajó del carro y agarró su maletín. Primero fue a la recepción, donde le dijeron el piso en el que se llevaría a cabo la reunión. Esperaba dentro del ascensor, hasta que estuvo en el nivel indicado. Allí lo recibió el secretario del director, quien le anunció a su señor que ya había llegado el nuevo accionista. No habían pasado muchos minutos desde que Hestia había llegado al despacho.
El CEO estaba hablando en la sala, cuando recibió la notificación de su asistente.
—Bueno, el nuevo accionista ya está aquí. —Se dirigió hacia la puerta y la abrió—. El señor Heros Deale.
Hestia estaba con su expresión pagada y casi se dormía del aburrimiento. Antes había podido mantenerse firme con las juntas que no le interesaban mucho, pero ya no dependía de sí misma, para lograr aguantarse. Ni siquiera tenía interés en conocer al nuevo accionista; esos iban y venían, por lo que tampoco había mirado en dirección de la entrada. No era nada relevante. Sin embargo, al escuchar ese nombre, sus oscuras pupilas se ensancharon y cada rincón de su cuerpo sintió una corriente eléctrica, para activarla, como preparándose para estar alerta. Miró, con lentitud y por encima de su hombro, hacia la puerta y lo vio a él; su propia creación que se había rebelado contra ella. Esos pensamientos eran los que pudo haber tenido en el pasado, pero Heros había crecido muy bien por su cuenta propia. Se había colocado un atuendo todo de oscuro. Se alzaba serio, seguro e imponente, con ese rostro tan precioso y atractivo que tenía. Sintió como los ojos azules se cruzaron con los de ella y su alma se incendió, como no lo había estado desde hace que se había separado. Solo una mirada de ese hombre bastaba para despertar sus deseos más lascivos y ardientes. Así que era accionista de esta compañía, que bien por él. Aunque había tenido la idea de seguir junto a Heros, no le deseaba el mal, al contrario, sabía de la inteligencia y el potencial que poseía, para alcanzar el éxito y la gloria en el mundo de los negocios. Además, era una oportunidad para contarle que serían padres, pero luego reflexionó en sí era el momento oportuno, ya que no había preparado nada para la ocasión.
Heros estaba sentado en uno de los puestos de la larga mesa. Desde que había entrado, no había desviado la mirada de Hestia, ni ella de él. Aunque quisiera evitarlo, no podía dejar de verla. Era como si, sus ojos estuvieran obligados a hacerlo. Era poco probable, que encontrara a una mujer tan hermosa y seductora, como lo era Hestia. Esa aura de maldad y lujuria, eran imposibles de superar. Sin mencionar que le sonría de forma sagaz e incitadora. Era increíble, como podían hablarse, sin necesidad de emitir ni una sola palabra. Estuvieron los dos hasta la conclusión de la reunión, hasta que finalizó sin mayores contratiempos. Caminó al lado de ella, pudiendo contemplar el atuendo completo de Hestia; un traje elegante de dos piezas: una falda, una camisa y un saco sin decir nada y entraron al elevador con otros ejecutivos, por lo que ambos se ubicaron al fondo del lugar, sin que ocurriera nada en general, más que se tocaron de los hombros. Entonces se dedicaron una mirada, en la que se podía notar la tensión que se tenían y sin que nadie se diera cuenta, sus dedos se entrecruzaron y sus manos se apretaron con calidez y necesidad. Desde hace mucho que ninguno de los dos se sentía y debían hacerlo, porque si no morirían.
—¿En qué viniste? —preguntó Hestia, ya en la salida, cuando estuvieron sin muchas personas a su alrededor.
—Hoy traje uno de los autos —comentó Heros, esperando que se lo trajeran.
—Ya veo —dijo Hestia, de forma tranquila. Había notado que la hostilidad entre los dos había desaparecido. Eso era algo bueno, ya no quería seguir discutiendo, ni enfadándose por nada ni por nadie, y menos con Heros.
—¿Quiere que te lleve? —preguntó Heros, de forma atenta. Habían sido en muchas ocasiones en la que ella era quien lo hacía y en alguna oportunidad, Hestia también había conducido. Deseaba saber que sentía, por primera vez, llevarla a ella.
—Si insistes —comentó Hestia, apretando su boca, conteniendo una sonrisa tensa—. Regresa tú a la empresa, Ava.
—Como usted ordene, mi señora.
Heros miraba de reojo a Hestia, que iba en el asiento del copiloto.
—No tienes por qué disimular verme, Heros. Si tanto quieres mirarme, solo hazlo. Sé que soy irresistible a los ojos de los hombres —comentó Hestia, con su característica alternaría.
—Siempre tan arrogante —dijo Heros, con un gesto de gracia en su rostro.
—Aunque no lo creas, no es fácil ser tan hermosa, rica y poderosa como yo. Es cansado y hasta he sentido miedo.
—¿Miedo? ¿Tú? ¿Hestia Haller? Eso es imposible de creer —dijo Heros, con sarcasmo—. ¿De qué has sentido miedo?
—De ti —comentó Hestia. Suspiró con sinceridad. Estando los dos solos se abría un gran camino de posibilidades de confesar sus verdaderos sentimientos—. Tú eres mi debilidad, y por eso quise alejarte. Tú derrumbaste mis mecanismos de defensa, ahora soy vulnerable. He perdido mi inmortalidad por tu causa.
—De cierta manera, entiendo lo que dices. He estado tratando de ponerme en tus zapatos —dijo Heros, que detuvo al automóvil, al estar en un semáforo en rojo—. Pero el único motivo por el cual quisieras que me fuera, es solo uno. ¿Es ese?
—Es posible que sí —respondió Hestia, relajando su postura en el asiento—. No me he disculpado como se debe por haberte ofendido. Perdón, por todo lo que dije. Eran mentiras.
—Vaya, Hestia Haller pidiendo perdón. Si no estuviera presente, diría que había sido algo irreal.
—Me he ablandado y humanizado. Pero no durará para siempre, solo por unos meses. Luego volveré más insoportable.
—Suerte quien pueda soportar tu mal carácter y tus cambios de humor.
—¿Tú me soportas, así como soy?
—Por desgracia no lo hago —dijo Heros, con voz ronca y expresión seria. Luego suspiró sinceridad—. Me gusta todo eso de ti, ya te lo dije y no lo niego. Tú me encantas, Hestia Haller. Aunque no sea correspondido, yo no mando en mi corazón, tú eres la dueña.
—Poseo muchas riquezas, bienes y poder. Pero nunca pensé que poseer un órgano me hiciera tan feliz —comentó Hestia—. Y no estés tan seguro... Quizás sí eres correspondido. —El claxon de un auto sonó cuando dijo la última frase, y ni ella pudo escucharse con claridad.
Heros puso en marcha de nuevo el auto.
—¿Qué fue lo último que dijiste? No te pude oír bien.
—Si quieres ir a comer algo.
—No —dijo Heros—, porque yo te lo iba a proponer a ti.
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