62. Desde otra perspectiva

Danniel Barnes se hallaba sentado en al asiento del piloto de su auto. Estaba cerca a la empresa de corporaciones Haller. Era da tarde y ya casi era la hora de salida del trabajo, aunque sabía que su amante, por algún motivo, salía más temprano que el resto de los empleados. Encendió el vehículo para acercarse al edificio y divisó a Lacey caminando por la calle. Tomó su celular para marcarle, pero ella revisaba la llamada y no le respondía. Se había percatado de que Lacey lo había estado evitando, que ya no era la misma y que sentía distante de él. Al principio había sido cautivo de los bellos encantos de Lacey y con el paso del tiempo, se había enamorado de ella de verdad. No quería que se casara con aquel sujeto, dichoso, de tenerla por novia y prometida. Daría toda su fortuna para poder ser el amado de Lacey y no el amante, pero eso eran los roles que habían sido designados para ellos. Ante la evidente esquiva de Lacey, se bajó del carro y caminó detrás de ella, sosteniéndola por el antebrazo.

Lacey reaccionó alarmada ante la situación. Un escalofrío le recorrió su ser y se quedó estática. Los vellos de su piel se erizaron al instante. Creyó que le iban a robar, pero cuando vio a Danniel, suspiró aliviada y le regresó el alma al cuerpo.

—Me asustaste, Danniel —dijo ella, con tono sínico. Pero, observó a sus alrededores, ya que estaban expuestos a la vista pública y cualquier persona la podría reconocer y delatar, a tan solo una semana de celebrar su matrimonio—. Entremos al auto.

—¿Por qué no respondes a mis llamadas? —preguntó Danniel, cuando ya estuvieron dentro del vehículo.

—¿Sabes? Me a voy casar en siete días. Es mejor dejarlo hasta aquí —comentó Lacey, de manera inflexible. Reconocía que al principio había estado con Danniel por mero interés, pero luego se había dado cuento de lo maravilloso que era. Sin embargo, tenía un raro cariño por Heros, que no dejaba desprenderse de él. Además, ahora Heros se había convertido en el hombre de sus sueños.

Danniel tensó la mandíbula. Inclinó su cabeza hacia atrás y en rápido movimiento, garró la mejilla de Lacey y le estampó un forzado beso. Su impotencia salía a flota, ya que no sabía qué hacer. Quería robarla y llevarla lejos, para que no se casara con otro hombre, porque la amaba. Mas, su relación había estado marcada por la traición. ¿Qué debía hacer? Ambos funcionaban como amantes ocasionales, que disfrutaban de un rato libre y que eran conscientes de que iban a hacer el amor cuando se vieran. Pero, ¿cómo se llevarían si fueran novios verdaderos? Acaso, ¿toda esa pasión y ese deseo se esfumaría? Temía eso, por lo que no se atrevía a proponerle una vida juntos, porque no tenía idea de cómo estar un noviazgo sano y sincero.

Lacey se resistió al inicio del ósculo de Danniel, pero fue cediendo al pasar los segundos. Su cuero se rendía de manera automática al estar con él. Después de todo, Heros ni siquiera la tocaba, ni la acariciaba, ni siquiera se habían dado un beso real y genuino, y eso, que habían estado juntos desde niños. Y, en la fecha reciente, cuando había querido darle uno, él la evitaba, con tontas excusas.

—Lo siento —dijo Danniel, con seriedad—. Es que no te había sentido desde hace semanas y pronto te vas a casar. Cuando lo hagas, ¿No volverás a estar conmigo, cierto?

—Nuestra relación debe terminar. Planeó empezar de nuevo, sin engaños, ni traiciones —dijo Lacey, habiendo resuelto no seguir siéndole infiel a su prometido, porque el nuevo Heros sí le gustaba.

Danniel apretó los puños ante las palabras que oía de Lacey. Lo estaba desechando, como si no sintiera nada, como si no significara nada. Odiaba con vigor a ese Heros, que le arrebataría a su gran amor.

—Despídete de mí, por favor —suplicó Danniel, de forma genuina—. Una última vez. En tu despedida de soltera.

Lacey observaba a Danniel y su corazón se encogió al notar el aspecto deprimido. ¿Por qué experimentaba una presión y un vacío en su pecho? ¿Qué era lo que sentía por Danniel en concreto? Había estado con él, solo para tener lo que Heros no le podía dar y para satisfacer su propio apetito carnal. Entonces, ¿por qué podía sentir lo que él estaba sintiendo? Como si los dos estuvieran conectados de una extraña forma que no podía explicar. Miró, hacia el frente, después del matrimonio, no volvería a estar con él. Además, también era su anhelo despedirse de Danniel. No tenía ninguna queja, ni le desagradaba la compañía que él le daba. Otra razón era que no había tenido relaciones desde hace meses, por lo que aplacaría un poco su libido y después se entregaría solo Heros. Así lo haría, era lo que se había trazado a realizar.

—Está bien —respondió Lacey, con gusto—. Solo una última vez y todo acabará entre nosotros.

—Así será —contestó Danniel, con satisfacción, y aprovechó la oportunidad, para darle otro beso—. Contesta mis llamadas hasta entonces, mi corazón no es de piedra. Yo también siento. ¿Sabes?

—Bueno, me disculpo por eso —dijo Lacey, sintiéndose más tranquila y relajada, ya que había pactado la conclusión con Danniel—. Lo haré durante esta semana. —Sonrió con sinceridad. Era feliz y libre cuando estaba con él. Si no existiera Heros. Sin duda alguna, le habría encantado estar con Danniel.

Danniel encendió de nuevo el auto y los dos estuvieron charlando de forma animosa, como si nada hubiera pasado. Condujo hasta un restaurante más económico donde disfrutaron de una buena cena. Luego la llevó hacia el departamento, dejándola varias cuadras atrás, para que nadie los viera juntos.

El detective privado que Hestia había contratado para seguir a Lacey, estaba oculto en su vehículo. Tomaba fotografías de los dos amantes, que se había dejado de frecuentar desde hace muchos, pero ahora proseguían con sus actividades extraoficiales. Hacía diestro uso de cámara, mientras sonría con orgullo. Ya tenía varias, pero con estas, habría logrado reunir el material necesario que le había sido encomendado obtener. Se haría rico, solo por capturar en infraganti a esos dos desconocidos.

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