52. Desenfreno carnal

Las enmascaradas se apartaron las estrellas que cubrían sus pechos, para apretárselos con más libertad. Incluso, varias fueron en busca de otra de sus compañeras, para empezar a besarse y tocarse de modo instintivo. Se frotaban en su intimidad con sus manos, observando la escena entre la pareja principal. Daban rienda suelta sus bajos instintos, mientras emprendían una unión lésbica desenfrenada.

Hestia Al pasar los minutos, se soltó el sujetador y se roció saliva entre sus pechos, para proseguir haciéndole una rusa mientras hacía fricción con sus enormes senos. Sus pezones se habían vuelto rígidos ante el tacto que ejecutaba. Para culminar utilizó solo sus manos y su boca fue llenada por la dulce miel de Heros. Se tragó hasta la última gota y se limpió los labios con su lengua de forma impúdica. Sin embargo, necesitaba y ansiaba ser llenada por la pieza que completaba su rompecabezas. Se dio media vuelta, colocándose de espaldas a Heros. Así, se soltó los broches de las medias y se inclinó hacia adelante, para quitarse las bragas, regalándole su más hermoso paisaje a su chico. Acomodó de nuevo los seguros de los tirantes, habiéndose despojado solo de sus pantis en esta oportunidad. Su abultado torso se revelaba desnudo, al igual que su abdomen plano, sus solidos brazos y sus gruesos muslos. Se sentó ahorcajadas en el regazo de su joven amante y con su mano derecha fue acomodando la erguida virtud en su interior, la cual vibraba en su palmar, por el anillo tecnológico que le había puesto. Soltó un jadeo cuando se deslizó en su divinidad y la tuvo toda adentro. Se aferró con sus brazos en la nuca de Heros y comenzó a menear y levantar sus caderas de modo pausado. Realizaba figuras circulares, en tato repetía el movimiento. El erguido y duro atributo la expandían en la zona baja de su vientre de una manera celestial que, mezclado con las oscilaciones, le proporcionaba un goce alucinante. Una enorme parte del cuerpo de Heros ahora ocupaba su sitio desierto. Embelesada, se hallaba perdida en la azulada mirada del hombre que la satisfacía. Aunque, viéndolo bien, entendía por qué se había enamorado de él; era un adonis, por el cual se pelearían las diosas inmortales para poseerlo.

Heros suspiraba ante el calor que lo abrazaba con vehemencia. Sus ojos conectaban con los ahora oscuros de su hermosa diosa, que no hacía más que complacerlo. Sostenía en sus muslos los golpes de Hestia, mientras lo cabalgaba de manera sencilla y lenta, como preparando el terreno, para emprender una gran carrera. Ni siquiera podía tocarla o abrazarla, porque sus extremidades estaban atadas a la silla de madera. Aun así, el goce que experimentaba seguía siendo inmenso y enloquecedor. Además, que las agitaciones del anillo, combinadas con la tela ardiente y húmeda que lo cubría, aumentaba su excitación.

Hestia gemía sin pudor, no solo porque era una ocasión particular. Había algo más que había despertado su gran libido hasta llevarla a la cordura. La lascivia recorría cada rincón de su cuerpo al ser observada, mientras lo hacía con Heros. Sin contar las vibraciones del juguete que le había colocado, le daban un placer avasallante y novedoso. Aplastó sus senos en el torso marcado del muchacho y lo besó de manera desenfrenada. Más tarde, hizo una señal con sus manos, para que dos de las ayudantes lo soltaran de los nudos que le había hecho y los cordones. Necesitaba encarcelar al demonio, para hacerlo enojar y llenarlo de impotencia, para que después manifestara la rabia con más salvajismo y brutalidad. En este momento no quería nada de cortesía o amabilidad, sino una rudeza y violencia extrema, que la quebrara en cada parte de su ser. Inclinó su tronco hacia atrás, mirando hacia el techo.

Heros tomó a Hestia por la zona inferior del dorso, para darle más seguridad. Admiraba la personalidad autoritaria y libre que le permitía hacer lo que ella quisiera. Era inevitable no caer rendido ante una mujer como Hestia Haller.

Hestia aprovechó que ya estaba suelto de las extremidades, para subirle las piernas, cada una en los hombros, para hacer uso de su flexibilidad. Se aguantaba con firmeza en la parte trasera del cuello de su pareja, para no caerse. Luego se giró, para saltar de espaldas a él.

Heros observaba la línea del dorso de Hestia y los finos omoplatos. Los esbeltos glúteos subían y bajaban ante su vista, para golpearlo en su entrepierna de manera reiterada. Le ocultaba los senos con sus manos y los apretaba de manera gentil, para sentir como se escurrían en su palmar, como pelotas de algodón. Al transcurrir los minutos, se puso de pie, cargando a Hestia. Le dirigió la mirada hacia una las mujeres, que pareció entender lo que quería, ya que recogió los pantalones y los zapatos del suelo. Dejó caer a Hestia, la giró por las caderas, la separó las piernas y agarraba por las muñecas con una sola mano. Su vista azulada brillaba de aquel fuego infernal, mientras esa aura roja perversa lo cubría. Golpeaba la apretada humanidad de su diosa con suma rudeza, a la vista de cada una de esas extrañas.

Las testigos se tiraron al suelo, masturbándose con sus dedos y devorándose entre ellas. Suspiraban y gemían como animales en celos. Se hallaban estimuladas por la brusquedad con la que el Héroe asaltaba a la Diosa delante de ellas, sin que nada de les importara.

Heros estuvo acometiendo contra la blanda y ardiente divinidad de Hestia en cada posición que podía y en el ritmo más duro posible. La tenía contra la silla, hasta que vio una señal de su señora. Entonces se acostó en el suelo, logrando calmarse por unos pocos segundos.

Hestia se trasladó a gatas con sus rodillas y ubicó su retaguardia sobre la boca de Heros, para sentarse a horcajadas en atractivo rostro de su chico, mientras se apoyaba en el piso con los brazos. En ese instante había perdido la cordura, pero el erotismo extremo y retorcido era su gran pasión, y la que la motivaba a seguir probando con más maneras de divertirse. Después se dio media vuelta y se acostó sobre Heros de forma invertida, para que ambos disfrutaran la humanidad del otro. Aplastaba sus senos en el esbelto abdomen de su amante, mientras mantenía sus extremidades separadas, con la cara de Heros entre sus piernas. Saboreó con su lengua la erguida virtud y la tragó con dificultad, ni siquiera podía hacerlo de forma certera, debido al grosor y la extensión, pese a que ya le había dado una felación antes de comenzar. Movía su cabeza, atragantándose con el duro trozo que le cortaba la respiración y la hacía lagrimar en sus ojos nocturnos. A la vez que, era estimulada por los largos dedos y la lengua de Heros que le molestaban en su intimidad.

Heros disfrutaba una vez más del hermoso panorama de su diosa en todo su esplendor. La ambrosía de Hestia brotaba de una forma más abundante que en ocasiones pasadas. Sus labios se empapaban del delicioso néctar que emergía de la divinidad de su diosa.

Hestia montó a Heros, complaciéndose por segunda vez en la noche de ser apuñalada por dura espada del héroe. Se agarraba en la rodilla izquierda, en tanto saltaba de una manera más veloz, mientras que apoyaba con su zurda en los pectorales. Realizó todo tipo de posiciones, mientras ella se encontraba encima. Unas posturas requerían de su desarrollada flexibilidad para llevarlas a cabo.

Heros luego pasó a estar sobre ella y la acometía de forma desenfrenada. Junto a Hestia, hicieron tantas posturas, unas que había escuchado y otras que eran nuevas y raras. Estaba asaltándola a ella, en tanto se encontraba boca abajo. Sin embargo, quería verla a la cara, mientras liberaba su orgasmo dentro de ella. Le propinó una fuerte embestida y la besó con ansias. El ósculo quemaba sus labios, en tanto derramaba su esencia en el interior de su diosa. Suspiraba con pesadez y el mayor de los placeres al envolverse en la carne de Hestia. Sonrió de forma tensa y su talento se endureció de inmediato.

—Una vez más —dijo Heros, con seriedad y convicción. Al hacer llegar al clímax a Hestia, volvió a repetir la frase numerosas veces—. Una vez más...

Diosa y Héroe se entregaron sin pudor alguno y disfrutaron al máximo de su última velada ante los ojos de las enmascaradas. En aquella habitación solo había sudor, gemidos y muchos orgasmos. La sesión continuó por casi dos horas, en la que en ese cuarto solo hubo lujuria y abundante placer. Sus corazones danzaban al ritmo en que sus caderas chocaban con vehemencia, simulando el sonido de un aplauso. La traspiración emergía de sus poros y los cubría como un manso rocío. Ángeles y demonios atestiguaban el momento, de como un alma benevolente y blanca, fue mancillada, oscurecida y vuelta corrupta. El chico noble y virtuoso había sido encaminado hacia el mal y a la perversión, por una demonia que ansiaba venganza, caos y diversión.

Hestia, en esa noche, le dio la mordida final a su fruto prohibido y al que tanto había esperado por años. Marcaba la piel de Heros con rasguños que de sus agudas uñas y con el leve filo de sus dientes. Cada rincón de él, le colocaba su firma, para que todo aquel que lo viera, supiera que Hestia Haller había devorado a aquel distinguido guerrero. Meses de planear su castigo, solo para este momento crucial. Nada más, en esa ocasión, se entregó en cuerpo y alma a Heros de forma genuina y verdadera. Pero había algo que no podía darle, y ese era su corazón. Así de cruel era la vida; Heros había sido el primer hombre al que amaba y sería al que la haría más daño. Sin embargo, esto no era una romántica y dulce historia de amor. Además, desde el principio había quedado claro que no era la princesa, ni la damisela en peligro, sino la bruja, la villana de su propio cuento de hadas. No, el amor no la había hecho cambiar, ni un poco. Su perversidad y su maldad, por el contrario, era mucho mayor que cuando había empezado su estrategia. En este preciso instante, dio lugar a su desenfreno carnal total, en el que pudo caminar por el cielo y por el infierno; todo gracias al hombre que le hacía sentir una mujer libre, y que al mismo tiempo la llenaba de placer; él que lograba llenar su vacío. Entonces pensó: "Esta es una velada de despedida. Adiós, mi hermoso héroe. Este es nuestro final".

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