47. Preparativos de la boda

Heros detalló el reluciente artefacto que hallaba en la privacidad de ella. Parecía ser una piedra preciosa de color morado. ¿Qué era eso? Había leído sobre parafernalia de sumisión y dominación, debido a que quería conocer más sobre el exótico mundo en el que Hestia lo había iniciado. Hizo memoria y luego de algunos segundos recordó el nombre del objeto. Era un plug de preparación anal, por lo que se había preparado para hacerle esa propuesta. Recorrió los muslos con sus manos con cuidado y le apretó los glúteos, que se amoldaron a su palmar como acolchados cojines, a los cuales pasaría agarrando. Su virtud se marcaba en su pantalón, lista para dar comienzo a la nueva sesión, tan rígida como una portentosa varilla de construcción. Se puso de rodillas, contemplando el paraíso celestial que se pintaba ante sus ojos mortales. Era el paisaje que jamás se cansaría de observar y apreciar. Entonces, comenzó a degustar el chorreante y suave postre que le empapaba la boca, con la dulce miel que brotaba de lo más profundo de la divinidad del fuego sagrado. Al haber saciado un poco de su extremo apetito, se puso recto y se bajó los pantalones. Suspiró al sentir el calor abrazador de Hestia en su virtud. Esa sensación de ser apretado por una tela ardiente, humedad y suave, siempre era abrumadora, por lo que nunca se podría aburrir de acometer la alucinante humanidad de su jefa. La embestía con vehemencia desde el principio, mientras la sujetaba por las anchas caderas. Elevó su mano por encima de su cabeza y la ondeó por el aire con velocidad. El golpe de la nalgada resonó en el despacho personal de la dueña y señora de corporaciones Haller. A su completa merced tenía a la CEO contra el escritorio, haciéndola su mujer, sin ningún tipo de pudor. El aura oscura y malvada cada vez resplandecía con más intensidad alrededor de él. Podía apreciarlo, combinaba a la perfección con el de su preciosa amante. Era imposible no querer arremeter con intensidad a semejante mujer, que era una diosa griega, en cada uno de los sentidos de la palabra.

Hestia recibía los golpes de Heros y gemía ante la fiereza de joven amante. El chico dulce e ingenuo había muerto, para dar paso a un dominante semental. Su interior lo apretaba, por instinto, como queriendo aferrarse al duro talento que la ensanchaba por dentro. ¿Podría cansarse de esto? No, su alma se enardecía al volverse una con su atractivo muchacho. Percibió como Heros eyaculaba en su interior por segunda vez, y en dos días consecutivos. Se relamió los labios, porque la cuenta ascendería a tres. No tardó en quitarle el slug de detalles morados y de color plateado que se había introducido, para comenzar asaltarla por detrás. Separó más sus piernas ante la nueva sensación que experimentaba. Sí, era diferente ser agredida por ese sitio. Se entregó a plenitud al placer que le proporcionaba Heros, y por primera vez en su vida, era feliz. Fue llenada también por el dulce néctar de su chico. Culminó la sesión, con sus respiraciones aceleradas, en tanto Heros reposaba encima de su espalda. En verdad ese hombre la llevaba al cielo, mientras la quemaba en las llamas del infierno.

—Quiero que vuelvas a bailar para mí, Hestia —dijo Heros, con neutralidad. Abrazó a Hestia con cariño. No podía evitar ser tierno con ella, luego de haberla tratado de manera vigorosa.

—Si es lo que deseas, puedo complacerte con eso —respondió Hestia, mientras se daba vuelta—. Será el día de Hallowen. Prepararé un espectáculo para ti. —Culminó la sesión, con un beso dulce entre ambos. Ni siquiera se habían dado cuenta de que correspondía el afecto del otro.

Al día siguiente, volvieron a repetir la misma situación en el despacho. Hestia se hallaba de rodillas, degustando el erguido atributo de Heros con su boca. Lo frotaba con las manos, comprimiendo el erecto talento. Ya tenía la camisa desabotonada y llevó sus brazos por detrás de su espalda, para soltarse el sujetador. Sus enormes senos se exhibieron a plenitud. Inclinó un poco más su cuerpo mientras se agarraba sus pechos, para hacer presión a la firmeza de HEROS, que se alzaba con ímpetu frente a sus ojos. Ahora, sentía la dureza de su amante en medio de sus blandas virtudes. Luego, continuo con la felación, en tanto el rico helado se derretía en sus cincelados labios, hasta que se tragó la última gota del orgasmo de su asistente. Se puso de pie y se apoyó en la pared de su despacho, solo para seguir recibiendo el rígido don de Heros en su interior. Gemía sin control, producto de las acometidas de su empleado, que era el único capaz de enloquecerla de placer.

Así, los dos continuaron con sus encuentros furtivos en la oficina, sin que nadie sospechara de su apasionante aventura. Rápido llegó la celebración de Hallowen, en la que ambos tomaron un viaje a Francia en el avión privado de Hestia, con la excusa de que sería por una reunión laboral. No obstante, Hestia cumplió el deseo de hacerle un segundo baile a su bello amante.

[Se reservan los acontecimientos de la fiesta Hallowen en la novela, para un especial que será publicado en octubre de los años siguientes].

Lacey, por otro lado, se había distanciado de su amante, Danniel Barnes. Estaba emocionada por la idea de compartir y disfrazarse junto a Heros. Sin embargo, nada pudo hacer cuando se enteró de que debía ir a un viaje de negocios con la bruja; todos sus planes se vinieron abajo, debido a la anciana que tanto detestaba, y que ahora, odiaba todavía más, por haber privado de gozar de una magnífica velada con su atractivo prometido y futuro esposo. En esta ocasión, sí salió a divertirse con sus amigas, y no con su compañero secreto.

Heros, al volver del viaje, tuvo que retomar el calendario de los preparativos de la boda, con Lacey. Habían adelantado algunas cosas, como el catering y el lugar de la boda. Practicaban el vals, terminaron el curso que debían hacer como novios. Al estar a un solo mes de la fecha, para el matrimonio, todo se fue preparando. Acompañaba a Lacey en cada de las actividades que debían realizar, como si fuera un robot. No hablaba, ni se mostraba entusiasmado. Al bailar con Lacey, se imaginaba que lo estaba haciendo con Hestia. Había tocado el fondo de la inmoralidad, porque no quería casarse con Lacey, y a la víspera del casamiento, tenía relaciones con Hestia cada día en la tarde en la oficina y los fines de semana en el gimnasio. Había perdido sus valores y había traicionado, no solo a su novio, sino también, a sus ideales como hombre y como persona. Al conocer a Hestia se transformó en un nuevo Heros. Pero todo era producto del engaño y a infidelidad. Vivía en mundo de mentiras e ilusiones. No quería hacer sufrir a Lacey y su relación con Hestia era solo sexual. ¿Qué había hecho? Se miró en el reflejo del espejo, sus ojos azules como el cielo, las atractivas facciones de su rostro, la barba moderada que le adornaba la cara y su cabello marrón con un corte a la moda. ¿Quién estaba allí? No se reconocía, ese no era él, sino un monstruo que no tenía perdón de ninguna índole. Estaba utilizando a la mujer de la que se había enamorado, para saciar su libido, y burlándose de la chica, que le había gustado desde su niñez. Se sentía libre y más realizado, pero no era feliz, no mientras estuviera llevando esta vida clandestina. Amaba a Hestia, pero era poco probable que ella estuviera con él. No quería casarse, pero no podía decirle a Lacey que cancelara la ceremonia. Solo era un detestable cobarde, que no tenía el valor de enfrentar la situación en la que se había metido por voluntad propia. La sonrisa se borró de su boca en los días posteriores y el humor murió en su ser. La idea de divertirse, mientras se hallase en este dilema, no tenía cavidad expresar ningún tipo de gesto de alegría. El tiempo cada vez fue pasando más rápido. Divagaba en sus pensamientos sobre contarle a Lacey que ya no deseaba contraer matrimonio. El asunto lo agobiaba y lo mortificaba en las noches, impidiéndole dormir. Mas, el tiempo seguía su curso, sin inmutarse ante las preocupaciones que carcomían su consciencia de manera fastidiosa y estresante.

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