50. La opinión de Prudemencia
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50. La opinión de Prudemencia.
IVANNA
El lugar es diferente de donde está interna Babette, mientras Las Azucenas es costoso, este se sostiene con donaciones y fondos públicos.
Tampoco es «horrible». A medida que avanzamos por los puestos de control, Luca y yo nos miramos el uno al otro para darnos ánimos, ¿qué es lo peor que puede pasar? En el peor de los casos, Prudemencia tendrá colocada una camisa de fuerza.
Convencer al encargado de permitirnos verla es el reto. Ahora bien, en cuanto preguntamos por ella es como si una alarma se activara y detonara una reacción en cadena. La recepcionista se apresura a llamar por teléfono y, a pesar de que por hablar con susurros no oímos a quién o lo qué dice, no deja de mirarnos o pedirnos permanecer en nuestros lugares.
No entendemos qué sucede y empeora cuando vemos acercarse a una doctora acompañada de un policía.
—¿Tienen información sobre el paradero de Prudencia Didonato? —pregunta, seria.
—No. Nosotros venimos por información —destaco.
—Queremos hablar con ella —Me secunda Luca.
—Eso no va a ser posible —la doctora mira de uno a otro—; escapó.
—¿Escapó? —repetimos los dos al mismo tiempo.
Ni en mi peor pesadilla he visto algo igual. La doctora nos trajo a una habitación acolchonada, de esas que solo he visto en películas con pacientes psiquiátricos, solo que esta no es color blanco, sino que está pintada por completo de color rosado, incluida una cama, y hay peluches en bastedad: leones, osos, conejos, monos o elefantes, también, de color rosado. Si así luce el infierno, ya no me portaré tan mal.
¿Por qué la obsesión con ese horrible color?
Pero eso no es la más espeluznante, sino la pared que tiene encima un mural de fotografías de Tyson y Prudemencia, juntos tanto en África como en Ontiva, colocadas por montones una tras otra a modo de formar un corazón.
—Ahí estuvieras de no haberte rescatado —le susurro a Luca en lo que vemos boquiabiertos el mural.
—Se sintió más como caer del nido de una araña al de una boa constrictor —dice, queriendo sonar serio, pero sonríe.
En respuesta, serpenteo mi lengua en su dirección como una boa.
La doctora interrumpe su explicación sobre cómo escapó Prudemencia y nos mira con reproche, como si intentara recordarnos que esto es serio.
—¿Fue su novia? —le pregunta a Luca. Indudablemente escuchó nuestra conversación.
—¿Por qué cree que terminó así? —intervengo y, a diferencia de Luca, conservando un semblante serio.
La doctora alza con sorpresa las cejas en lo que yo suprimo una risa sin dejar de ver a Luca. Ni siquiera le di tiempo de contestar.
—Tú la pintarías de rojo —señala, refiriéndose otra vez a la habitación.
—No, solo esta pared y aquella para que haya contraste —digo, señalándolas, y me devuelve la sonrisa.
Y aunque me agrada esta nueva complicidad entre los dos, vuelvo a poner atención a la doctora para que nos dé la información que queremos.
—¿Cuándo la trajeron? —pregunto.
—A finales del dos mil quince.
—¿Quién o quiénes?
—Su padre y su novio.
—¿El ministro Didonato trajo a su hija aquí? —exclama con sorpresa Luca.
—Sabemos que la convencieron diciéndole que vendría a hacer trabajo comunitario. Dijeron que era la única forma de mantenerla aquí.
—Sin duda —acepta Luca.
—¿Ya estás convencido de que está loca? —le pregunto y, a su pesar, asiente—. ¿Cuándo te convenciste?
—Empecé a tener dudas cuando aseguraste que ella estropeó el Maserati —admite—. No mentirías con algo así.
»Lo confirmé cuando, días después, por un periódico, supe de la muerte de la esposa de Marinaro. Porque, hasta ese momento, también consideré que lo hizo ella y culpaste injustamente a Prudencia.
»Entonces escapó —agrega Luca, aunque esta vez dirigiéndose a la doctora.
—Sí. A pesar de que insistimos en que hacía un excelente servicio comunitario, le empezó a parecer extraño que no la dejáramos salir.
—¿A dónde fue?
—No lo sabemos. Creímos que lo averiguaríamos cuando ustedes vinieron a preguntar. Notificamos a su padre y a su novio, pero aún no se comunican con nosotros.
—Porque ya no les importa o deben saber dónde está —vuelvo a susurrar a Luca y parece estar de acuerdo.
—¿Tyson no mencionó algo cuando hablaste con él?
—No. La última vez que hablé con él dijo que Prudemencia estaba en este lugar, tomé nota en mi agenda de hace dos años y de ahí saqué hoy la información, pero he vuelto hablar con él. En todo caso, también tengo la dirección de su apartamento.
—Vamos —dice Luca, despidiéndose de la doctora.
No me incomoda lo dispuesto que parece en resolver esto lo más pronto posible, sino saber que lo hace por Laura, ella le preocupa; y está bien, es una buena chica, lo merece, se merecen el uno al otro. Debo aceptarlo y tomarlo con madurez, aunque me duela.
Nuestra única esperanza o, al menos, mi única esperanza, es algún día ser buenos amigos.
—¿Si hablan con ella pueden decirle que nos envíe una grabación de su canción? —pide la doctora, sorprendiéndonos.
—¿De su canción? —pregunta Luca.
—Sí. La de «Oso, oso precioso, oso hermoso...».
—Sí, sí, ya, ya... ya sabemos cuál es —Nos apresuramos a decir Luca y yo al unísono para que la señora no continúe.
—Se la cantó a algunos pacientes y, aunque muchos no la toleraron, a otros los sacaba del trance. Fue mucho más efectivo que las terapias de electroshock.
—¿En serio? —dudo y la doctora asiente.
Pero, cuando quiero preguntar más Luca lo tira de mi brazo para que continuemos nuestro camino, le urge ocuparse de Prudencia por Laura. Sin embargo, a mi colmillo de empresaria se le acaba de ocurrir una idea millonaria.
...
En este edificio de apartamentos no hay recepción y, por consiguiente, tampoco se necesita autorización para subir. Mucho menos hay elevador, de modo que nos toca subir cuatro pisos de escaleras para llegar a la puerta de Tyson, o, a la que, en la dirección que tengo, es señalada como el alojamiento en Ontiva de Tyson.
Tocamos y abre.
Se sorprende al verme. Esta es, en definitiva, una visita inesperada.
—Señorita Rojo —saluda.
Me vuelvo hacia Luca, él lo mira ceñudo, aún no le he explicado por qué motivo estamos en contacto.
—¿Viene a buscarme? —continúa Tyson.
—En realidad, venimos a preguntarte por Prudencia.
Tyson salta al escuchar el nombre.
«Así que por fin la conoce bien».
—Sí —Traga duro al decirlo—. Pasen, pasen.
—¿Está aquí? —pregunta Luca.
—¿Dónde más iba a estar? —responde Tyson entre dientes. Aunque, más que mascullarlo, pareciera querer gritarlo.
La decoración del apartamento es una extensión del ala del psiquiátrico. Paredes, cortinas, repisas, sofás o chucherías de vidrio o porcelana, todo es color rosado. Es como estar atrapada en el sueño húmedo de Barbie.
Y no tenemos que preguntar dónde está Prudencia. El lugar por sí mismo tiene un olor dulzón y ella es fácil de identificar al desviar la vista hacia la cocina. Está entretenida decorando un pastel de dos pisos, cuyo bizcocho, relleno y fondant también son color rosado.
¿Cuál es su maldito problema?
—Que bueno que sonríes —Me susurra Luca.
—Intento ocultar mi desprecio.
—¡Oso! —saluda Prudemencia al vernos, hace a un lado el pastel y viene hacia acá.
Tyson, en caso contrario, camina hacia atrás en dirección a la cocina.
Allí, utilizando los imanes adheridos al refrigerador, escribe la palabra «Ayuda».
«¡Qué diablos!».
Prudemencia saluda a Luca con un sonoro beso en la mejilla que él recibe esbozando una mueca, también vio el mensaje de Tyson.
—Ah, Ivanna —Me saluda ella a mí con cautela.
—No te sorprende verme —Me quejo.
—Disfruto recibir viejas amistades —Sonríe.
—Volviste a buscarnos —continúo, en lo que los tres tomamos asiento—. No a mí directamente, pero sí a la nueva pareja de Luca. —Soy directa.
—Sí. La vi en su cuenta de Instagram y los conejos me parecen un bonito detalle para decirle a alguien que quieres hablar.
«¿Hablar?».
—Son ridículos —mascullo.
No deja de batir sus pestañas. Es la muñeca Annabelle con cabello rubio y vestida de rosado.
—Así es como tú lo ves.
—Es así como es —zanjo.
—Estamos mal financieramente —dice Tyson desde la cocina, ya eliminó el mensaje de «ayuda» del refrigerador—. Estamos quebrados.
—Y quieren chantajearnos —concluyo.
—No —niega con hipocresía Prudemencia—. Como ya nos ayudaste una vez con donativos a cambio de no volver a buscar a Luca...
—¿Cómo? —pregunta Luca, viéndome.
—Fue un chequecito —resto importancia—. Nada importante.
—Logramos comprar este apartamento —agrega Tyson.
Luca ladea su cabeza hacia un lado sin dejar de mirarme con reproche.
—O sea, fue un chequecito sin importancia para mí —aclaro, señalándome—; evidentemente, no para ellos.
Luca hace rodar sus ojos y de nuevo se vuelve hacia la chismosa de Prudensa.
—Y piensas que Laura tiene dinero —La encara.
—Cualquier tipo de aporte sirve a una buena causa. Tyson no está trabajando —explica.
«Así que de nuevo es para mantener a Tyson».
—¿Por qué no está trabajando? —pregunto—. Ya estudió en Ontiva dos años.
—Se supone que vino a estudiar y trabajar —continúa explicando Prudensa—, pero se ha topado con compañeras que lo acosan.
No me lo creo ni por un segundo y lo demuestro enarcando una ceja.
—Y yo tampoco voy a trabajar para evitar que también lo vengan a acosar aquí.
«Oh, por Dios».
—Déjame ver si entiendo. —Finjo pensarlo—. No quieres que Tyson salga del apartamento para evitar que conozca a otras mujeres y también te quedas aquí para vigilarlo.
—Sé que así suena... —empieza.
—No. Es así como es —vuelvo a zanjar, interrumpiéndola.
No le va a enseñar de toxicidad al Monóxido de carbono.
—¿Qué quieres Prudencia? —le pregunta Luca.
—Oso, ya no me dices «Pru» —Se queja, fingiendo tristeza.
—Quiere dinero —Le digo a Luca sin importar que Prudensa esté escuchando—. Más dinero para ya no acosar a Laura o parecer una amenaza.
—Oso, oso precioso, oso hermoso, oso oso —canta Prudemencia a Luca a modo de recordar «viejos tiempos» y los dos, aún debatiendo lo del dinero, nos enderezamos en nuestros respectivos asientos.
»Oso, Oso amoroso...
Estiro mi boca en otra mueca. «Hola de nuevo, Tafil».
—Nuestra relación ya de por sí pasó por turbulencias la temporada que fui voluntaria en un hospital psiquiátrico —continúa explicando.
—Sí. «Voluntaria» —mascullo.
Tyson, por su parte, vuelve a escribir «Ayuda» con los imanes del refrigerador.
Luca me mira.
—¿Ves que no había otra forma de quitártela de encima? —Suspiro, refiriéndome al cheque.
—Luego también quise hablar contigo porque me llamó tu mamá —le dice Prudemencia a Luca.
—¿Y qué quería? —le pregunta Luca con un tono que deja entrever que lo supone.
—Decirme que Ivanna está embarazada de ti —suelta y otra vez siento bilis en mi boca—, pero que duda si tenerlo o no y supone que puedo intervenir y arreglar las cosas para ustedes.
¿«Arreglar las cosas»? Luca quiere hablar, pero me adelanto:
—¿Y, para empezar, al menos sabes en qué posición de mis prioridades está tu opinión sobre continuar o no mi embarazo?
Estiró mi mano a la altura de mi cabeza para mostrárselo
—En primer lugar, está lo que pienso yo —empiezo y enseguida la bajo unos centímetros.
»Aquí está la opinión de Luca por ser el papá y solo porque tenemos buena relación.
Sigo bajando mi mano.
—Aquí está la opinión de mi mamá.
»Le sigue la de mi amigo Pipo.
»Clarissa.
»Aquí mis amigas y amigos, estando en primer lugar Victoria.
»Después los amigos más cercanos de Luca.
Sigo bajando.
—Aquí voy llegando a mi perra Sherlock.
»Los Backstreet Boys de llegar a topármelos.
»Mis vecinos, cuyos nombres sé y cuyos nombres no sé.
»Las mascotas de mis vecinos, cuyos nombres sé y cuyos nombres tampoco sé.
Mi mano casi va llegando a mis rodillas.
—Aquí Cualquier extraño sobre la faz de la Tierra.
»Cualquier hongo o insecto.
»Satanás.
»Y llegamos por fin a la gente de Doble R dejando en último lugar a Rodwell.
—¿Y después de ellos sigo yo? —pregunta con «ingenuidad» Prudemencia.
—No, querida. —Sonrío—. Sí apenas estamos por llegar a la madre de Luca. Sigue faltando mucho para tu turno.
Luca rasca su nariz para esconder detrás de su mano una sonrisa.
Sabe que nadie me puede decir qué hacer.
—Qué graciosa Ivanna. —Sonríe Prudemencia.
»Oso, oso precioso; oso hermoso, oso oso —insiste en cantar para, al menos, no «perder» el favor de Luca.
Pero, como no quiero alargar de más esta reunión lo voy a resolver como empresaria y le planteo la propuesta que se me ocurrió en el hospital, dejándola boquiabierta.
...
—No puedo creer que aceptara —dice Luca al salir del edificio.
—Es lo bueno de la gente desesperada por dinero.
No dejo de sonreír con autosuficiencia.
—70% tú y 30% ella —agrega, sorprendido.
—Variando en caso de incluir más intermediarios o distribuidores —recuerdo, abriendo el Maserati para que entremos, y, ya listos para irnos, desdoblo la hoja en mis manos que contiene el borrador del contrato—, pero, siempre quedándome más yo.
—Tienes los derechos de autor de «Oso, Oso» —vuelve a reír Luca, de nuevo mirando con incredulidad el borrador del contrato—. Pero, ¿dónde la vas a ofrecer?
—Hay un abanico de posibilidades: Oíste a la doctora, la pueden utilizar en lugar de la terapia de shock en caso de una enfermedad mental grave.
»También puede ser un método de tortura en Guantánamo; una alarma despertador, la más efectiva de todos los tiempos; o para mantener a raya a prisioneros en caso de revueltas...
—Desalojos —agrega Luca.
—Alarma de coches o dentro de la casa para aturdir ladrones.
—Para alejar acosadores.
—Método de control de plagas: ácaros, ratones, cucarachas...
—Dispersar manifestantes.
—Soundtrack de película de terror.
—Para entrenar la resistencia de soldados del ejército —sigue proponiendo Luca.
Me río.
—Alarma de evacuación para sismos.
—Tono de identificador para llamada no deseada.
—Para exorcizar.
—Creo que también podría servir para destapar los oídos —continúa Luca.
—Pero tiene que ser con su voz —insisto—. Por eso quedamos en que tiene que grabarla.
—Pobre ingeniero de audio —lamenta Luca y los dos volvemos a carcajearnos.
No recuerdo que hubiéramos reído así antes.
—Método de tortura para confesar un crimen —agrego, abanicando mi cara. No puedo con la risa.
—¿Has visto la película «La purga»? —dice Luca—. También sería una buena alarma para antes de comenzar la masacre.
—Condiciones para recibir el anticipo —leo en el borrador del contrato sin dejar de reír—: mantenerse a kilómetros de distancia de... aquí dice nuestros nombres —señalo— o de cualquier persona que tenga que ver con nosotros y también regresar como «voluntaria» al Hospital psiquiátrico.
—Si eso no da una oportunidad a Tyson de, ahora sí, escapar, ya no podemos hacer nada.
Prendo el Maserati aún sin dejar de reír.
—Lo de ser usada para un exorcismo fue gracioso
—Hoy estás creativa.
—¿Vamos a cenar o tienes algo más que hacer? —propongo.
—Vamos a cenar —acepta manteniendo fruncido el entrecejo. Está pensando.
»Tan solo la mafia rusa pagaría millones para utilizar la canción como su propio método de tortura —agrega y vuelvo a carcajearme hasta casi perder el aliento.
Los dos lo hacemos.
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xD Gracias por sus aportes en Twitter y el grupo de Facebook c:
¡ Y Gracias por apoyar mi trabajo votando, hoy CADA VOTO es una cosa nueva para la que podríamos utilizar la canción «Oso, oso» y recuerden que, si quieren oír cómo suena, está en mi cuenta de TikTok: TatianaMAlonzo ¡También gracias por seguirme allá!
7u7 ¡Y GRACIAS POR VOTAR!
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