48.5 Capitán Luca Bonanni. PARTE 2
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48. Capitán Luca Bonanni. PARTE 2
IVANNA
—¿Renunciar a tu trabajo para ser Capitán de un yate te pareció buena idea? —mascullo.
Luca duda en responder.
—Plan B —escucho que le susurra Omi desde su lugar. Intenta «rescatarlo».
—No le diré eso —responde Luca.
—¿Decirme qué? —quiero saber, mirando de uno a otro—. ¿Cuál es el Plan B?
—Nada —asegura Luca, pasando ambas manos sobre su rostro, aún se siente somnoliento—. Hablaré con Anette para que me devuelva mi trabajo.
—Te acaban de ascender —le recuerdo y asiente; aunque, apartando las manos y mostrándose más serio. Siendo quizá, por fin, consciente de la gravedad de la situación.
—Tal vez en unos meses haya bebé y no tengas ni para los pañales —lo regaña Victoria y eso preocupa a Luca.
—Yo tengo para los pañales —lo defiendo.
—Plan B —insiste Omi.
Luca vuelve a negar con la cabeza:
—Que no le diré eso.
«¡¿Decirme qué?!»
No dejo de ver del uno al otro.
Los dos se incorporan, la chica del servicio les da a beber una aspirina y son enviados por Tida a lavarse los dientes, ducharse y ponerse algo limpio encima, lo que demuestra quien tiene realmente el mando de esta casa.
—Aunque no lo crean, Tida es la que me mantiene —bromea Omi.
—Sobre todo vivo —confirma Tida.
En lo que los chicos regresan, Victoria pide bebidas sin alcohol y desayuno para cuatro. No obstante, Tida cambia la orden para sirvan comida a cinco personas.
—¿Eso es excremento? —pregunto con horror al ver a la chica del servicio recogerlo del piso.
—De pato —Nos «tranquiliza» Tida.
—¿De pato? —repite Victoria con duda.
—¿Tenían aquí a un oso y te sorprendes por un pato? —devuelvo.
—Pero el oso no es real.
Ahí tiene un punto.
Cuando los chicos regresan, no más descansados, pero sí limpios, nos trasladamos a la mesa y empezamos a comer.
—¿Me pasan la mantequilla? —pide Omi con un bostezo y, aunque Victoria está más cerca, Luca la alcanza y se la entrega a primero.
No ocultamos nuestra sorpresa, esto es nuevo, ¿ahora se llevan bien?
—Nos pedimos perdón e hicimos un pacto —explica Omi—, todos los que estaban anoche en el yate lo vieron, fue conmovedor.
—No fue conmovedor, fue patético —asegura Tida.
—Todos lloraron —continúa Omi.
—Solo ellos dos lloraron —insiste Tida.
—Cuando Omi bebe, se pone sensible —Me dice Victoria.
—Y Luca no se calla —suspiro y Luca no lo niega—. Gran combinación.
—Dice Tida que se perdieron el asco —recuerda Victoria a modo de pregunta.
Omi esboza un gesto de duda y Luca, paralizado, abre y cierra su boca antes de contestar.
—¿Se acostaron? —pregunta Victoria con una naturalidad que me deja helada.
Además de que solo Luca y yo nos alarmamos. Omi, por el contrario, intenta hacer memoria.
—¡No nos acostamos! —exclama Luca, indignado.
Aun así, Omi aún tiene dudas.
Apunta con su dedo índice el fondo del yate, donde se encuentra una suit bajo la cubierta, después el bar y de nuevo el área de la popa. Omi intenta repasar su noche.
—Pero sí se besaron —confirma Tida, de pie a un costado de Omi, como es su costumbre, y los cuatro respingamos.
—¿Se besaron? —repite Victoria con emoción y empiezo a reírme.
La cara de Luca nunca había estado tan roja:
—¡El contexto es importante!
A Omi, por su parte, le alegra recordar al menos algo de su noche y sigue desayunando.
Coloco mi mano en la espalda de Luca.
—Será un golpe duro para Laura —le digo «seria»—, pero lo entenderá. Omi es guapo, divertido, multimillonario...
Me dirige una mirada de reproche en tanto Victoria no deja de carcajearse.
—¡Tida, dime que tienes un vídeo!
—Cumplíamos un reto —explica Luca.
—Pero, ¿luego por qué recuerdo estar en mi cama? —se pregunta Omi.
—¡No conmigo! —recalca Luca.
—No pudo ser el chef porque su novia estaba aquí —continúa explicándose a si mismo Omi—, tampoco pudo ser la novia del chef porque él estaba aquí...
—¿El oso? —propone Victoria y la comprensión finalmente llega a los ojos de Omi.
Fue con el oso.
—Realmente fue una noche loca, ¿no? —río.
—¿Y quién es el oso? —pregunta Victoria.
...
Si contemplas la cama dentro de la suit mientras permaneces de pie en la puerta, efectivamente pareciera que hay un oso de cien kilos encima. Sin embargo, al acercarte a la cabecera, corroboras que la cabeza que descansa en una de las almohadas es de una mujer adulta.
Ronca como locomotora descompuesta, constantemente se pedorrea y al menor ruido alza la cabeza, pero como también se desveló lo ignora todo y continúa durmiendo.
—¿Qué hace una mujer cercana a los cincuenta años dentro de la botarga de un oso? —pregunto.
—Dijo que decirlo va en contra de las reglas de un club —responde Luca con duda. Al igual que Omi apenas recuerda lo ocurrido durante la madrugada.
—Pero ¿recuerdas que te platiqué de un chef al que le pago por enviarme comida? —Me pregunta Omi y asiento. Esa vez bromeamos con lo del helicóptero Delivery—. La novia de él es su sobrina —Señala al oso—. Los tres estuvieron aquí en la madrugada.
—De la novia del Chef fue la idea del Baby Shower —dice Luca.
—¿Y ella cómo supo que posiblemente hay dos bebés en camino? —cuestiona Victoria.
—Victoria, hemos tenido días difíciles —le reprocha Omi mientras Luca asiente—, no nos juzgues si vamos por ahí abriendo nuestro corazón.
—Además, es muy empática a pesar de que lo del beso fue su idea —agrega Luca.
—¿La novia del chef les dijo que se besaran? —pregunto.
—Dijo que durante un Baby Shower es normal jugar a los retos, entre ellos dar dinero por cada consejo sobre bebés y pedir a los padres darse muestras de afecto —responde Luca, aunque casi de inmediato vuelve a arrugar su entrecejo. De nuevo concluirá que de madrugada parecía mejor idea.
—¿Cuánto dinero le dieron por consejos y retos? —pregunta Victoria haciendo comillas con sus dedos al decir «retos».
Omi hace cuentas con sus dedos:
—Le dimos... suficiente.
Victoria niega con la cabeza con incredulidad.
—Eso, sumado a que su novio preparó brochetas con forma de bebé —termina de explicar Omi.
—Y también trajeron a pasear a su pato —agrega Luca, orgulloso—. No fue culpa de Omi si nos emocionamos con los consejos sobre bebés.
—¿Y ella tiene bebés? —pregunto.
—No. Pero sí al pato, y dice que es casi lo mismo.
Victoria no sabe a quién de los dos golpear primero.
—Y por eso no fue culpa de Omi si nos emocionamos con los consejos sobre bebés —insiste en remarcar Luca.
—Ni de Luca —defiende Omi.
—¿Ya no es «Llamaditas»? —Le pregunto a Omi, señalando a Luca.
—«Llamaditas» es un apodo ofensivo, Ivanna —Me regaña—, por lo que te voy a suplicar que ya no lo vuelvas a usar. El nombre de él es Luca.
Una notificación en el teléfono de Victoria termina despertar a la mujer en la cama, que al instante se sienta de golpe y buscar por todos lados hasta dar con su propio teléfono. Lo revisa y, mientras observamos, devuelve una llamada.
—Abner, me quedé dormida —dice a la persona al otro lado—. ¿Le dijiste a Boris que no llegué porque me salió un Baby Shower?
Sigue buscando a los alrededores de la cama y esta vez encuentra una caja de cigarrillos y un encendedor. Aun con el disfraz de oso grizzli puesto, procede a sacar un cigarrillo y encenderlo.
—Sí, me van a pagar bien... No, no es estafa, Oliver cocina para el tipo. Nos encontramos aquí a eso de las dos y cenamos brochetas.
Al girar su cabeza la mujer finalmente se percata de que la observan y, sin dejar de mirarnos, cuelga.
—¿Qué me ven? ¡Entrometidos! —Nos regaña.
—Manténganse donde están, es buena peleando —susurra con precaución Omi a todos.
Pero Victoria no se calla.
—Señora, este es su yate —señala a Omi—, y usted lleva puesta una botarga de oso.
La señora parece preocuparse:
—¿Llamaron a la policía?
Victoria se cruza de brazos manteniendo un tono retador.
—Tal vez.
Pese a que aún bloqueamos la puerta, la mujer salta de la cama y se abre paso con teléfono y cigarrillo en mano. Omi tiene razón en que tiene una fuerza demoledora.
Lo único que oímos mientras permanecemos en nuestros lugares es el sonido de un chapuzón.
—¿Se arrojó al lago? —pregunto, asustada.
—¡Tida! —Llama Omi a su nana.
—¡Ya la estamos persiguiendo! —confirma Tida.
Después Omi nos mira a todos:
—Al menos queda claro que no pudo pasar nada entre nosotros si aún lleva puesta esa botarga.
...
—Cuando regresemos a la ciudad iré a hablar con Anette. —Me promete Luca—. Hoy mismo volveré a tener empleo.
Terminamos de desayunar, el personal de Omi regresó a salvo a su casa a la señora-oso y camino de vuelta a la playa, Luca y yo nos apoyamos en la barandilla de la popa para platicar. Es un clima agradable porque hay sol, al llegar se nos prometió más bebidas sin alcohol y Omi prácticamente nos convenció de quedarnos el resto de la mañana.
—De momento no debes preocuparte por nadie más que no seas tú —le digo a Luca.
—¡Dile que sí va a poder comprarle un yate al enanito! —grita desde su lugar Omi, él Victoria se quedaron en la mesa.
—¿Omi te nombró «Capitán» de este barco porque le expresaste tu preocupación de quizá no poderle comprar uno igual al enanito? —pregunto y Luca se encoge de hombros.
—Sí, me lo regaló.
Me siento molesta, aunque no por semejante obsequio.
—¿Y no te pusiste a pensar que quizá alguien más le regalará un yate al enanito si tú no puedes?
—¿Quién? —Su duda es genuina.
—Yo.
Tiene la amabilidad de mostrarse avergonzado por no tenerlo en cuenta antes.
—No te sientas presionado —insisto—. Porque yo no te estoy presionando. Ni siquiera me estoy presionando yo misma.
»Sé que no quieres trabajar en Chevalier —agrego y no parece de acuerdo.
»Me lo dijiste —le recuerdo—. Tu mamá te forzó a estudiar Administración, te dijo que no se puede vivir de dibujar, como fue el caso de tu papá, pero eso es lo que tú quieres hacer, dibujar. Y ya publicaste una novela gráfica.
—Por mi cuenta. Ninguna editorial me aceptó por no ser un autor de renombre. —Lo dice con desanimo.
—Por no ser un autor de renombre por el momento —corrijo.
—Pero me está yendo bien con La loba —dice, más optimista—. Pensé que solo vendería cinco ejemplares en la preventa y fue 1000% más.
—Es una pena que no la quieras continuar —lamento y gira la vista hacia la playa—. Pero tendrás más ideas.
»El caso es que, si la Loba es ya un éxito, deberías reconsiderar lo de volver a Chevalier.
—No sé —duda—. Nunca he trabajado por mi cuenta.
—Ni yo —le recuerdo—. De modo que, si fracasamos ya tienes un yate para que vengamos a embriagarnos.
—Tú no vas a fracasar —asegura, de nuevo mirándome—. Ni siquiera debes tenerlo como una opción. Harás que funcione porque tienes determinación.
»Se lo dije a Laura cuando me preguntó si es buena idea firmar contigo un contrato —continúa y a pesar de que la mención de Laura quiso dolerme, al instante se transforma en un bálsamo para mi alma—: Le dije; sí, confía en Ivanna, con ella te vas a forrar.
»Me refiero a que va a ganar mucho dinero —aclara, haciéndome reír.
Alzo mi cara.
—Entonces, siendo el caso de que confías en mi como empresaria, escucha cuando te digo que tú tampoco fracasarás.
—¿Por qué? ¿También puedo hacer tratos con Soluciones en Rojo? —propone a modo de broma, o, al menos, creo que es en broma.
—Es probable.
Luca asiente, pensándolo. No ha decidido nada aún.
—Pero ¿si me puedo quedar con el yate? —dice de pronto, contemplándolo desde la popa hasta la proa y los dos reímos.
—No creo que a Omi le moleste. Tiene más en Tailandia.
—Mi coche es un Toyota Corolla del año 2010 y estoy desempleado, pero tengo un yate.
Aplaudo mientras se inclina fingiendo que recibe una ovación.
Su siguiente declaración también me sorprende.
—¿Qué harás en los próximos días?
—Quedé de ir hoy a Doble R —digo y eso parece preocuparle—. Lo iba a hacer en la tarde, pero, si nos quedamos un rato más, creo que lo dejaré para mañana.
—Déjalo para mañana —aconseja—. Hoy relájate.
Y como quiero que también tome en cuenta mis consejos, acepto.
Esa es la idea, que los dos nos relajemos, ha sido una semana agobiante y pasar el tiempo con amigos ayuda. A pesar de que, en contra de lo dicho, al bajar del yate Luca no deja de ver su teléfono.
—Laura me escribió —explica—. Dice que volvió a encontrar un conejo de peluche estando ya en la casa de sus padres.
Me da gusto que Clarissa pusiera al tanto a Laura y ella a Luca.
—Tengo el contacto de Tyson —lo tranquilizo—, el novio africano de Prudemencia, el día que estuve con Laura lo busqué en mi agenda y no lo encontré, pero estoy segura de que lo dejé en otra que tengo en Doble R. No he ido a Doble R. Por eso no la he llamado ni a ella ni a Clarissa para hablar del tema.
—¿Tyson vive en Ontiva?
«Cierto, Luca no sabía eso», me reprocho.
Muevo hacia un lado mi cabello.
—Ella consiguió fondos para traerlo.
Luca alza las cejas.
—El punto es que voy a visitarlo mañana al salir de Doble R.
—Te acompañaré.
—¿Y si Prudensa está él?
—¿Qué hará? —Luca le resta importancia y eso me agrada—. ¿Lanzarme a la cara un conejo?
»Tengo que conseguir que deje en paz a Laura —agrega con enojo y pese al intercambio de risas hace un momento vuelvo a tener claro que ahora ella es su prioridad.
Como nos entretenemos platicando, Omi y Victoria nos dejan atrás en el muelle, camino de regreso a la casa. Parecen estar bien. Omi finge dar «toques eléctricos» a Victoria, que terminan en guerras de cosquillas, con los dos cayendo de regreso al lago.
Pocas veces he visto tan feliz a mi amiga y eso contribuye a que comprenda menos su indecisión.
—¿Qué crees que será peor? —le pregunto a Luca para distraerme y ya no pensar en eso—. ¿La canción de «¿Dos manitas» o volver a escuchar a Prudensa cantar «Oso, oso»?
Luca estira hacia los lados su cuello al mismo tiempo que esboza una mueca.
—La idea no me hace feliz, pero creo que pronto lo averiguaremos.
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Les dije que no invocaran a Pru c:
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