18. Datos curiosos, zapatos Miu Miu y Spotify
18. Datos curiosos, zapatos Miu Miu y Spotify
Luego del intento de Rodwell de echarme en cara el no estar dando la talla en el trabajo como lo hacía antes, a pesar de que me desvelé con lo de los empresarios chinos, me aseguré de despertar con tiempo suficiente para poder vestirme, maquillarme y beber al menos una taza de café antes de llegar a Doble R. Si bien, debería disminuir el consumo de café.
Empujo con los dedos mi abdomen sintiendo malestar. No es noticia que no me hace bien beber café, pero estoy trabajando el doble y sería peor con bebidas energizantes.
Personal procura esquivarme al verme entrar al elevador de recepción o al llegar al quinto piso. Es lo mismo siempre. Temen que esté de mal humor y despida al primero que me salte a la vista, pero hoy no es un día de esos, contrario a los últimos meses, a los últimos dos años para ser exactos, pese a la incomodidad de la gastritis me siento feliz, me siento viva.
Avanzo hacia la sala de reuniones con la vista fija en la puerta para que ninguna cara larga arruine desde ya mi día.
—En venus, un año dura menos que un día —escucho decir a alguien con un tono particularmente alto y viro para comprobar quién, pero ninguno me ve de vuelta.
«Quizá no era para mí el comentario», concluyo y sigo caminando.
Dentro de la sala ya hay dos ejecutivos que cuadran los hombros al verme entrar. Sin importarme, tomo mi asiento en la cabecera de la mesa, mando a pedir con uno de ellos una botella de agua y saco mi agenda para repasar los puntos que trataré a lo largo de la reunión siendo el caso que esta es la segunda semana de competencia.
A pesar del café quiero bostezar, pero aprieto los dientes conteniéndome, no quiero que nadie le vuelva a decir a Rodwell que me vieron desvelada. Él no debe sospechar.
En eso pienso cuando mi móvil, aún dentro de mi bolso, suena avisando que tengo un mensaje de WhatsApp.
Concentrada en la reunión que me espera, lo ignoro de momento, pero me digo que puede ser Rodwell avisando que llegará tarde o no llegará y, de ser así, deberé cambiar puntos en mi agenda. Por lo que abro el bolso y cojo el móvil.
Respingo al ver el nombre de Luca en la barra de notificaciones.
Hasta relajé la mandíbula.
Compruebo que el ejecutivo que aún está en la sala no tenga puesta su atención puesta en mí, desbloqueo el móvil y abro WhatsApp.
De primero envió la fotografía de unas escaleras, una de las que conducen al segundo piso del centro comercial en el que trabaja y a esta le sigue un mensaje.
Luca: No puedo subir sin pensar en lo que pasó el sábado.
Aprieto los labios ocultando una sonrisa y contesto.
Ivanna: ¿Y qué pasó el sábado?
Y quiero volver a poner a un lado el teléfono, pero Luca contesta rápido.
Luca: Pregúntale a tus bragas en el primer cajón de mi mesa de noche.
Sacudo mi pecho con orgullo.
Ivanna: ¿Y por qué están allí y no sobre tu cara? Mojé bastante esas bragas antes de que me las quitaras.
Al ver entrar a Rodwell y más ejecutivos, frunzo el ceño como si en lugar de hablar de fluidos vaginales estuviera acordando una reunión para conseguir una cuenta importante.
Luca: Estuvieron sobre mi cara hasta las 5AM, cuando desperté para venir a trabajar.
Disimulo con un carraspeo otra sonrisa y antes de que Rodwell termine de saludar y ocupe su asiento junto al mío, silencio el sonido de la cámara de mi teléfono, con disimulo lo posiciono delante de mis piernas y las abro a modo de captar parte de mi falda, muslos y bragas, de esas que apenas cubren por ser de encaje, y tomo una foto.
Con la misma cara de «Desde temprano cierro tratos importantes», alzo de vuelta el teléfono y le envío la fotografía a Luca.
—Me alegra comprobar que la mayoría ya está aquí —continúa saludando Rodwell al percatarse de que otro grupo de ejecutivos entra a la sala.
Los recibe, termina de llegar a la cabecera de la mesa para saludarme a mí y toma el asiento junto al mío.
—Te ves bien, Ivanna —elogia, pero sé cuál es la intención de su comentario, por lo que mi respuesta es una sonrisa exagerada.
Y, desviando mi atención a otra cosa, compruebo si Luca ya contestó. Y sí.
Luca: Ivanna, los lunes hago reunión de personal y necesito concentrarme.
Manteniendo mi gesto serio y de nuevo pendiente de que nadie tenga fijada su atención por completo en mí, vuelvo a activar la cámara, dejo caer al piso un bolígrafo y, sin levantarme de mi asiento, me inclino a recogerlo. Así que, escondida bajo la mesa me saco rápidamente una teta del sujetador y manteniéndola fuera de mi blusa también le saco una foto.
La vuelvo a dejar en su lugar, me incorporo y envío la segunda fotografía a Luca.
Luca: ¡Maldición!
—Hoy venimos animados —me «saluda» Lobo al ocupar su asiento, dirigiendo la atención de toda la sala hacia mí.
Me vio sonreírle al teléfono.
—¿Una nueva conquista? —insiste en saber, con Rodwell, al igual, mostrándose interesado.
No dejo de sonreír para no darle el gusto de hacerme sentir «pillada» y antes de contestar arqueo una ceja.
—¿Crees que la única razón por la que le sonreiría a mi teléfono es una polla?
Lobo finge pensarlo:
—Sí.
—Pues no. —Veo con descaro mi teléfono—. En realidad son dos pollas —digo lo suficiente alto a todos.
Media sala deja caer abierta la boca.
—¿Por qué todos piensan que no puedo? —insisto en saber y Rodwell, fingiendo mojigatería, pide concentrarnos en la reunión.
Es la misma rutina de cada lunes, uno tras otro los ejecutivos presentan las cuentas que consiguieron durante la semana mientras Rodwell escucha y yo tomo notas para que, al terminar cada uno de exponer, pueda opinar o hacer algún comentario mordaz porque ninguno está a la altura.
Repaso mentalmente la competencia que me dio este puesto hace casi dos años y hasta ahora ninguno sentado en esta mesa lo podría hacer mejor.
—¿Qué? —inquiere Rodwell al notar que tengo sobre él mi atención.
—Nada —digo, relajando mi gesto, y continúo tomando notas.
«Fui tan estúpida».
Y, sin importar que él o alguien más me mire, cojo de vuelta mi móvil y le contesto a Luca.
Ivanna: Ya tenías fotos y vídeos de mi coño y mis tetas, ¿cuál es la noticia?
Luca: No. Ya no las tengo.
Esa respuesta me sorprende.
Ivanna: ¿Tanto te enfadaste conmigo que las eliminaste?
Luca: Ivanna, no eliminaría nada de eso ni aunque me hubieras quemado con un soplete la cara. Cosas pasaron.
«¿Cosas pasaron?», pienso.
Ivanna: Alguna de las mojigatas con las que te acuestas revisó tu teléfono, las vio, se puso celosa y las eliminó.
Ivanna: O te obligó a eliminarlas, seguramente.
Luca: No.
Viro otra vez mi atención hacia Rodwell y compruebo que él me sigue viendo.
—¿Qué? —pregunto yo, esta vez.
—Nada —contesta él del mismo modo que yo minutos antes. Pero sonriente.
Pero lejos de no importarme, me desinflo por dentro como un globo al recordar el correo de «Alguien leal a la jefa».
¿Y si Luca le platicó lo sucedido entre nosotros?
¿Y si sospecha que estoy hablando con él?
No solo eso, por mi sonrisa debe tener la certeza.
No vuelvo a ver mi teléfono e intento concentrarme en la reunión. No obstante, mi mente no está en ello del todo hasta que, de acuerdo con cada puntaje, Lobo toma bastante delantera en la competencia y es elogiado con aplausos.
—¿Tú no me vas a felicitar, Ivanna? —pregunta, fanfarrón.
Respondo rodando los ojos.
—No hasta que confirme que tu información es veraz —digo, al igual recibiendo aplausos de todos—. Y hasta entonces se actualizará la tabla de posiciones.
Lobo no lo toma bien, quisiera alzarse desde ya como el nuevo ganador, pero por sus antecedentes sabe que no tiene opción. Es un tramposo.
—Ahora, si me lo permiten, tengo cosas que hacer —digo, incorporándome y dando así por terminada la reunión.
Pues, sin importar qué más diga Rodwell, todos se preparan para marcharse una vez que yo me pongo de pie.
...
Saludo a Grisel cuando llego a mi oficina. Sin embargo, al entrar y cerrar la puerta tras de mí, dejo caer los hombros. Lo intento, los arreglos florales que me envió Omi son un incentivo, pero no puedo concentrarme en otra cosa; mi tren de pensamientos vuelve otra vez al correo; aunque, y me avergüenza admitirlo, vuelvo a apagar el cerebro cuando recibo otro mensaje de Luca.
En este explica por qué ya no tiene las fotos y los vídeos.
Luca: Me asaltaron poco tiempo después de marcharme de Doble R, se llevaron mi teléfono y no tenía un respaldo.
Envío un sin fin de emojis de risa.
Luca: No te rías. Fue un día oscuro en mi vida.
Ivanna: KARMA.
Luca: Já, já, já
Tomo asiento en mi escritorio con el teléfono en mis manos.
Ivanna: Ya se me hacía sospechoso que no dejaras de contestar. Me dije "¿Tan intrascendentes son las reuniones en Chevalier?"
Luca: Mira. Justo me preguntaba lo mismo de Doble R.
Ahora que estoy sola, suelto una carcajada libremente.
Luca: ¿Y tú aún tienes mis fotos en el jacuzzi?
«Así que vuelves a girar hacia allí el tema de conversación», pienso, traviesa. Sin embargo, repaso mi oficina mientras hilo una respuesta ingeniosa.
Ivanna: Sí. Enmarcadas sobre mi escritorio de vicepresidenta.
Luca: No te creo.
Estoy buscando la forma de imprimir las fotos cuando Grisel toca la puerta. Aunque no pregunta el por qué, y no hemos tenido oportunidad para hablar de Luca, sonríe al verme animada a mí.
—Jefa, el encargado de sistemas está afuera y quiere hablar con usted —anuncia.
Frunzo el ceño.
—Mi computadora no tiene ningún problema.
—Dice que es sobre algo personal.
—¿Por qué no va con Mago Perman? Yo no soy la encargada de Recursos Humanos.
Grisel deja caer los hombros.
—Insiste en pasar.
Acepto a regañadientes al creer que puede tratarse de algo importante.
Pero no.
—Dato curioso número tres —dice a manera de saludo un tipo alto y corpulento al entrar a mi oficina. Tiene, al menos, cincuenta libras de más—: Desde el espacio se puede apreciar quince amaneceres y quince anocheceres por día.
No dejo de fruncir el ceño.
—¿Perdón?
—Soy el tipo que el otro día le contestó lo de GN-z11 —explica, sonriente, de pie frente a mi escritorio y puedo recordarlo.
—Ah, sí.
—Y hoy por la mañana lo de venus.
—Eso no lo pregunté —digo, segura.
—Ya sé. Pero como demostró interés en saber del universo, quise venir a explicarle. No sabía que a la vicepresidenta le gusta la astronomía —Lo dice feliz.
Me remuevo en mi asiento.
—No, a mí no me...
No me deja terminar:
—Dato curioso número cuatro —dice, señalando con insistencia mi ventana—: La luz tarda ocho minutos y diecisiete segundos en viajar desde el sol hasta la superficie de la tierra.
Tuerzo mi boca en mueca.
—Sí... ¿Cuál es tu nombre?
—Pol —contesta, sonriente.
—Pol —repito, viéndolo caminar hasta mi ventana para apreciar la vista—. Me alegra que sepas tanto del espacio.
Quiero echarlo.
—No solo del espacio —asegura, volviendo a su posición inicial delante de mi escritorio y aun señalando mi ventana—. Dato curioso número cinco: La dureza del vidrio templado es hasta cuatro o cinco veces más que la del vidrio normal, resiste altos impactos y se rompe de forma segura, en fragmentos muy chicos.
—Sí —rasco con incomodidad mi nuca—. Justo me lo pregunté hoy por la mañana.
—¿En serio? Guau.
Parece no entender que eso fue sarcasmo.
—Encargado de sistemas, ¿no? Eso dijo Grisel —inquiero.
—Sí. Empecé hace dos semanas.
Abro lo más que puedo mis ojos.
—Eso explica muchas cosas.
—De hecho, mis compañeros me advirtieron que no intentara hablar con usted —explica—. Por eso me codearon hoy por la mañana cuando le quise seguir hablando de Venus.
Mantengo la misma expresión en la cara.
—Ya veo.
—Pero me dije —agrega y me sorprende la seguridad con la que habla—: «Pol, alguien con tanto interés en el espacio no puede ser malo».
—Sí —repito, sarcástica y ladeando la cabeza hacia un lado—. Pero te decía que de todos modos me puede servir tu visita, ¿cómo paso una fotografía de mi teléfono a mi computadora si no traje el cable usb?
Porque justo eso intentaba hacer cuando me interrumpió.
Y cuando espero una explicación difícil, de esas que suelen dar los informáticos, simplemente dice:
—Puede enviarla desde el teléfono a su correo, abrirlo en su computadora y descargarla.
Miro del teléfono a la computadora.
—Cierto.
—Y también le puedo decir datos curiosos de las computadoras —dice, señalando con entusiasmo el artefacto—. Por ejemplo...
—No —interrumpo, esbozando otra mueca que debe parecer de dolor—. ¿Qué te parece si mejor me anotas todo en una hoja, la dejas allá fuera con Grisel y de esa forma yo puedo leer cada cosa detenidamente y hasta, con un poco de suerte, memorizar la información?
«Es imposible que se crea eso».
—Eso es estar comprometida con la ciencia —dice para mi sorpresa.
—Así quedamos entonces —lo echo y por suerte se marcha, feliz al empezar a planear en voz alta todo lo que pondrá en la hoja... que yo no pienso leer.
«Siendo el encargado de sistemas debería de limitarse a hablar solo de eso».
Una vez que estoy sola hago lo que sugirió, envío desde mi teléfono la foto de Luca a mi correo y la imprimo.
Ya impresa, saco la que tengo enmarcada del último cumpleaños de Pipo, donde estamos él, la perrera y yo, y mientras coloco allí la de Luca. Ya compraré otro portarretrato para alguna de las dos.
Lo vuelvo a colocar sobre el escritorio, le tomo una foto y se la envío a Luca. Él en calzoncillos sentado sensualmente sobre mi jacuzzi.
Luca: DIOS, IVANNA.
Ivanna: No tienes nada de que avergonzarte.
Luca: Pondré una foto tuya así sobre mi escritorio.
Luca: De hecho, tengo las que me enviaste ayer en minifalda.
Ivanna: ¿Y crees que me opondré? TE RETO.
Aunque de vuelta intento concentrarme en otra cosa, paso cuarenta minutos esperando hasta que por fin llega la respuesta de Luca, y sí, puso mi fotografía en minifalda en un portarretrato rojo sobre su escritorio. ¿Salió a buscar uno por todo el centro comercial?
Suelto otra carcajada.
Ivanna: GUAU. Jajajajajaja!
Ivanna: Pero no la quites de allí. No seas gallina.
Luca: No la voy a quitar.
Ivanna: Y yo lo puedo hacer todavía mejor.
Enviada mi advertencia, busco otra fotografía de Luca en mi jacuzzi, esta vez tomada en forma vertical y me la coloco de fondo de pantalla en el móvil. Le tomo una captura y se la envío a Luca.
A Lucalicious.
Ivanna: Supera eso.
Esta vez la respuesta llega en menos de dos minutos.
Soy yo como fondo de pantalla en la computadora de Luca.
Y estoy a punto de enviarle «Es más personal como fondo de pantalla en el teléfono», pero borro el mensaje y solo espero a que él escriba algo más.
Me aterró que respondiera algo que pudiera herirme, tipo «Tampoco es para tanto», porque moriría aquí mismo otra vez... mil veces. Pero ya no escribe nada, y soy yo la que finalmente le contesta con un escueto «Touché», aunque siga pensando que la fotografía como fondo de pantalla en el móvil es más importante que en una computadora de escritorio o laptop.
«Pero él antes te dibujaba, Ivanna. Te dibujaba».
Como sea, la respuesta que envía a mi «Touché» vuelve a levantar mi ánimo.
Luca: Pero no quites la de tu teléfono. Tampoco seas gallina.
Luca: Llévala a Tailandia.
Sugiere, dejándome boquiabierta, porque no recordaba lo de Tailandia.
Ivanna: ;)
Y ahora solo puedo pensar en qué tan presente puede tenerlo él.
...
La noche del lunes seguí la misma rutina que la del domingo: me desvelé trabajando lo de Brasil y lo de los empresarios chinos, y antes de dormir escuché una hora las canciones del Festival de la autocompasión, pero desperté con tiempo para prepararme minuciosamente.
Hoy sobre todo es importante lucir impecable, sentirme segura, porque ya es martes y veré otra vez a Luca.
Espero paciente algún mensaje de su parte para recordarme que acordamos cenar, y que a mí me corresponde elegir dónde, pero pasa del mediodía sin que Luca de señales de vida.
Desde ayer no agregó más luego de la sugerencia de llevarle como fondo de pantalla a Tailandia.
A la una de la tarde recibo un mensaje. Sin embargo, por más que ame al emisor, no es el de la persona que espero.
Pipo: María Antonieta de mi vida, ¿puedes quedarte la semana completa con Sherlock?
Pipo: Llevaremos la obra de teatro al otro lado del país y aprovecharé para quedarme dos días más allá. Le sugeriré a mi Pum Pum quedarnos en alguna playa a broncearnos.
Le dice «Pum Pum» a su novio por asemejarse al sonido que hace el corazón.
Le quiero recordar que desde el sábado mi vida amorosa se asemeja a una novela de Corín Tellado, que hoy me reuniré con Luca y que, por sugerencia de él mismo, aún no descarto del todo irme de viaje con Omi a Tailandia, pero eso sería arruinarle el plan y hace mucho que Pipo no tiene pareja estable. Además, Sherlock no podría arruinar hoy mi propio plan porque no iré a ningún lugar que ella no conozca. Y si en algún momento en la semana me veo demasiado ocupada para ella, le pasaré la batuta a Victoria.
Pipo: Mira, te extraña tanto que se recostó sobre el Blazer que dejaste en mi apartamento la última vez que viniste.
Sabiendo que de todos modos aceptaré, para «convencerme» Pipo me envía una fotografía de Sherlock echada sobre un Blazer que mandé a traer como pedido especial en marzo.
Ivanna: Merci. Nada como imaginar tu ropa más costosa llena de pelo de perro.
Ivanna: Filippo, el pelo de Sherlock es blanco y ese Blazer es NEGRO.
La respuesta de Pipo es otra fotografía de Sherlock con zoom a sus pequeños ojos negros.
Me rindo.
Ivanna: Iré por ella a las cinco.
Ivanna: Y ponle en la maleta sus juguetes porque ya perdí suficientes zapatos Louboutin, Weitzman, Miu Miu y Jimmy Choo.
Pipo: Tengo una teoría del porqué en particular le gustan los Miu Miu.
Pero antes de que conteste, ahí está otra vez la fotografía con zoom a los pequeños ojos de Sherlock.
Pero mi paciencia se desborda, me desespero cuando el reloj pasa de las tres de la tarde y decido escribirle a Luca.
Reescribo el mensaje tres veces antes de enviarlo.
Ivanna: Solo para confirmar la reunión de hoy.
Me recrimino utilizar la palabra «reunión», no me gusta cómo suena, y tampoco consideré apropiado llamar a esto «cita». Tal vez debí decirle «encuentro» o tan solo referirme a la actividad como «cena». Porque eso es.
Pienso en eso y otras estupideces cuando Luca contesta.
Luca: Tengo un problema. El coche de Alexa se averió, lo necesita para trabajar y le presté mi Corolla.
«¿En serio utilizará ese pretexto?». Desanimada, estoy por escribirle «De acuerdo, entonces otro día será», cuando él mismo propone una solución.
Luca: Puedo intentar llegar en taxi. Pero no sé cuál es el lugar.
«O solo quiere sacarme la información sobre cuál es el lugar antes de que llegue la hora acordada», concluyo.
«¿Luca es más esquivo ahora?
¡Desde luego que lo es, Ivanna!»
Ivanna: Puedo pasar por ti.
¿Puedo proponer eso?
¿Se negará?
Puede negarse.
Se toma su tiempo para contestar. Tal vez lo esté analizando o solo esté ocupado con trabajo y soy yo la que en realidad sobre analiza todo.
Prestó su coche y ya.
Luca: De acuerdo. Te espero en el estacionamiento del centro comercial a las 8 PM.
«¿Ves? Lo aceptó sin problema», me convenzo, apenas.
Tal como lo planeé, con la Playlist del Festival de la autocompasión sonando a todo volumen en el Audi, a las cinco de la tarde paso por Sherlock; la llevo conmigo a comprar vinos, pan tipo baguette, quesos, miel, frutos secos, fruta fresca y embutidos, recibiendo un par de miradas de censura por entrar a cada lugar con un perro.
Más tarde, como aún tenemos tiempo, la llevo a una peluquería canina del centro comercial en el que trabaja Luca para que le hagan Grooming. Mientras, yo retoco mi maquillaje en uno de los escaparates. Con especial atención a mis labios.
También me hubiera gustado un «Grooming», pero, aparte de que tendría que ir hasta el salón de Victoria porque a nadie más le dejaría tocar mi cabello, de nuevo no quiero dar a Luca la idea de que me estoy esforzando.
Pese a que, en efecto, me estoy esforzando. Mucho más que con cualquier otro tipo antes.
Cuando faltan quince minutos para las ocho, regreso al estacionamiento del centro comercial con Sherlock y esperamos a Luca cerca de la salida. Ella, en particular, se ve preciosa con un lazo rojo en cada oreja.
Luca se asoma a la ventana del copiloto seis minutos después de las ocho y alza las cejas con sorpresa al notar a Sherlock.
Ella comienza a ladrarle.
—Es de Pipo y a veces la cuido —explico.
—Hola —la saluda Luca, pero los ladridos de Sherlock no se detienen.
Al contrario.
—Sube —lo animo, sujetando a Sherlock para que Luca pueda entrar, no sea que su vida peligre en garras de un Caniche Poodle Toy.
Pero su siguiente declaración me sorprende.
—¿Te importa si conduzco yo?
Y de nuevo siento miedo. Da la impresión de no querer perder el control de la situación. Pero, si cedo sin cuestionar dejaré un precedente.
—¿Por qué? —inquiero, manteniendo mi gesto relajado—. ¿Temes sentirte castrado de estar yo otra vez al volante?
Luca ensancha en su cara una sonrisa.
—No —niega, con Sherlock aún ladrándole con ímpetu—. Solo no quiero perder la oportunidad de conducir un Audi del año.
Una excusa válida. O al menos difícil de cuestionar.
Bajo del Audi, los dos lo rodeamos al mismo tiempo sin encontrarnos, él entra primero y yo lo sigo, abriendo con precaución la puerta del copiloto, pues todavía escucho los agudos ladridos de Sherlock.
—Ella puede ser un poco difícil, Pipo suele compararla con una diva, pero con tiempo y esfuerzo terminarás ganándote su confianza —ánimo a Luca mientras tomo asiento dentro del coche.
Cierro la puerta y planeo intervenir como conciliadora, tal vez pasar a Sherlock al asiento de atrás hasta que se relaje. No obstante, cuando viro mi atención hacia los dos, los ladridos terminaron y ahora Sherlock apoya sus patas sobre el pecho de Luca, le lame la nariz y le mueve sin parar la colita.
Luca agradece el gesto frotando una contra otra las narices de ambos.
—Perra fácil —mascullo, volviendo a mirar al frente.
—Puede parecer agresiva al principio —dice Luca, ahora sujetando a Sherlock contra su pecho—, pero una vez que te acercas y sabes dónde tocarla, baja la guardia y te mueve la colita.
Lo vuelvo a ver estrechando mucho los ojos.
—Mira sus lacitos rojos —cuchichea Luca, tirando con ternura de las orejitas de Sherlock mientras ella continúa lamiéndole la cara—. ¿Quién es una loba feroz? —le pregunta como si le hablara de forma tonta a un bebé—. ¿Quién es una loba feroz? Grrr —repite con Sherlock moviendo con mayor rapidez la colita.
Frunzo los labios y estrecho aún más mis ojos en su dirección. «Hijo de...».
Luca besa la mejilla de Sherlock y me la entrega para poder encender el Audi.
—¿Es por qué me indigné con lo del Blazer y mis zapatos Miu Miu? —le pregunto en el oído a la perra traicionera, pero ella solo quiere volver con Luca.
En la cola del estacionamiento recuerdo la fotografía que tengo de fondo de pantalla en mi móvil, lo desbloqueo y ánimo a Luca a poner la música que él quiera ya que está conduciendo. Y, de ese modo, hacer que vea por él mismo la foto, me sienta triunfadora y recupere un poco de la dignidad que perdí por culpa de la perra.
Luca me hace caso y, mientras la cola de coches hacia la salida avanza, busca Spotify entre las aplicaciones de mi móvil.
Espero su reacción a la foto.
Apenas sonríe al verla, se esfuerza; pero, cansado de disimular, su gesto resplandece con diversión y carraspea aprobándola.
Abrazo a Sherlock sintiendo mi ego volver a inflarse.
Y espero a que Luca busque una canción, quizá Lady in red aunque sea solo una ilusión vaga. Pero no deja de ver Spotify como si lo intentara descifrar.
Y no entiendo por qué, hasta que relame sus labios y dice:
—¿«El festival de la autocompasión de Ivanna Rojo?»
Al instante siento mi cuerpo completo tensarse y puede que hasta apretara un poco de más a Sherlock.
Al abrir Spotify, Luca entró directo a mi Playlist.
—Es una bobada —digo, procurando restarle importancia—. La hice para cuando tengo un mal día de trabajo.
Luca desliza de un lado a otro su dedo sobre la pantalla de mi móvil.
—E igual son canciones al azar —continúo, queriendo recuperar el aparato, pero Luca lo acerca más a su cara para poder leer.
—Pero me acuerdo de ti, Hello, Se fué, Mis ojos lloran por ti, Say Something...
Empiezo a necesitar con urgencia un cúter.
—... Just Give Me a Reason —sigue.
—Esa canción trata sobre salir adelante como una mujer empoderada —defiendo.
—¿En serio? —dice Luca, «curioso», y la pone para escucharla.
Y en segundos, ahí está Pink, cantando «Justo desde el principio fuiste un ladrón, robaste mi corazón...» en tanto Luca tamborilea los dedos sobre el volante del coche, disfrutando.
—¡Por favor, tú también conoces canciones así! —me quejo.
Luca se señala a si mismo exagerando su reacción.
—En mi vida había escuchado alguna de estas canciones, Ivanna.
Alza las manos, cínico.
—Pero propongo escucharlas una por una y puede que, a lo mejor, es muy posible que en algún momento reconozca alguna.
—¡Ay, muérete! —lanzo y viro la cara hacia la ventana, enfadada.
Aunque al instante recuerdo algo.
—Claro —Mientras él desliza su dedo hacia el inicio de la Playlist para ver qué escucharemos primero, lo vuelvo a retar con mi mirada—: la que tú conoces perfecto es The Winner Takes It All,
—No estamos hablando de The Winner Takes It All —se defiende.
—Pero la podemos agregar —propongo, finalmente arrebatándole mi teléfono—. A ver —Busco el título y agrego lo que encuentro—. La versión de ABBA para empezar, Carla Bruni, At Vance, Cher, Vicentico y por supuesto...
—No digas «Meryl Streep» —Luca parece estar a punto de implosionar.
Le muestro cómo la agrego hasta al final.
Luca esboza una mueca de dolor.
—Si vamos a escuchar mi Playlist, agregaremos tu canción; porque justo ahora me pregunto si en realidad te molesta porque Alexa la repite o... por algo más.
Él comienza a reír. Lo hace exageradamente.
—Es porque Alexa la repite —intenta zanjar.
—No me importa. De todos modos, me parece justo agregarla —insisto.
Luca señala la pantalla de mi móvil.
—¿Seis veces y terminando con Meryl? Eso es inhumano.
—Pero si quieres oír mi repertorio, esas también deberás tragártelas —determino—. La Playlist tarda una hora con veinticinco minutos. Tiempo suficiente para escucharla completa hasta llegar a mi apartamento.
—Puedo llegar en menos tiempo con tal de no oír a Meryl —asegura Luca, sujetando con fuerza el volante.
Pero enseguida parece reaccionar.
—¿A dónde dijiste que vamos?
—Mi apartamento —repito, seria... y no soy la única reaccionando de esa manera.
Luca mantiene la vista en el camino y parece ya no querer hablar.
No dejo de verlo.
—¿Algún problema? —pregunto y no contesta.
»¿Recuerdos de Vietnam? —agrego y de nuevo se obliga a no sonreír.
«Al menos».
Admito que me relajo.
—Pero no tardaré —me advierte.
¿Ah, sí?
Él mismo parece relajarse al convencerse de eso. Pero miro de soslayo las bolsas de compras en mi asiento trasero tomando eso como un reto.
Los dos nos distraemos unos minutos, a ratos mirando de uno al otro o a Sherlock; olvidando, por unos instantes, que al final ya no pusimos algo para escuchar; cuando, al volver a ser conscientes de ello, competimos por ver quién alcanza el teléfono para elegir de primero una canción.
Él va por Pero me acuerdo de ti y yo por The Winner Takes It All.
Y aun así cree que esta noche terminará temprano.
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La participación de Pol parece insignificante, ¿no? Se reirán de este mensaje cuando la novela avance más y relean xd
El siguiente capítulo es uno de mis favoritos. Es más, lo empezaré contándoles por qué fue determinante en mi decisión de escribir y publicar esta novela ♥. Una pista para los que me han seguido todo el año en Twitter: El capítulo se llama «Hawái» c:
Estamos muy fríos, ¿no? Hay que volver a calentarnos ;)
Twitter: TatianaMAlonzo
Instagram: TatianaMAlonzo
Grupo de Facebook: Tatiana M. Alonzo - Libros
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