1: ¿Qué hice para merecer semejante castigo?

3 de julio de 2023.

Guadalupe, Nuevo León.

Colonia Linda Vista.

Era una noche tranquila, calurosa y con un cielo despejado. Un buen día estaba a punto de terminar.

Todo comenzaba en la calle Vista de Oro, en una casa marcada con el número 314. Se ubicaba en la colonia Linda Vista.

Un señor de complexión robusta estaba en la cocina. Era de mediana estatura y piel morena clara. Portaba una camisa a cuadros azul, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos cafés. Tenía una botella de cerveza en la mesa, y estaba borracho.

Cerca de él, estaba un chico de alta estatura. Tenía 22 años de edad y era guapo. Era de piel clara, ojos color miel y cabello corto castaño. Usaba una playera azul de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.

—Vaya que has conseguido un buen trabajo, niño —dijo el señor—. Así podremos conseguir más caguamas.

—Así es, Rolando —dijo el chico amablemente—. Nadie consigue una buena cerveza como yo.

—Me doy cuenta, Ricardo —dijo el padrastro—. Tú sí sabes cómo complacer a tu padrastro, no como Mateo.

—Vamos, Rolando —dijo Ricardo burlón—. Mateo ni siquiera se atreve a comprar caguamas. Hemos intentado hacerlo hombre, pero es un maricón.

Don Rolando se rió al escuchar las palabras de Ricardo. Ambos se burlaban de Mateo sin compasión.

Y hablando de Mateo, éste llegó a su casa. Era un chico guapo de 18 años de edad. Era alto, de buena estatura. Tenía piel clara, ojos color miel y cabello corto castaño. Portaba una playera roja de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos.

Rolando y Ricardo lo vieron y lo enfrentaron.

—¿Qué horas son estas de llegar, Mateo? ¿Ya viste la hora que es? —gritó Rolando.

—Sólo estaba en el parque con mis amigos —dijo Mateo asustado.

—Vaya, ahora vas a salir con que te juntas con esa bola de raritos —dijo Ricardo molesto.

—¡Con mis amigos no te metas, Ricardo! —exclamó Mateo molesto—. ¡Prefiero juntarme con raritos, que con idiotas como ustedes!

—¡A mí no me levantas la voz, mocoso! —gritó Rolando mientras se levantaba de la mesa—. ¡A mí me respetas, idiota! Me imagino que andabas con tus amiguitos, que son igual de maricones que tú.

Mateo había tenido un día difícil, y todavía tenía que lidiar con los regaños de su padrastro y de su hermano.

—¡Ya déjenme en paz! —exclamó molesto—. Ahora no tengo ganas de pelear con ustedes.

Rolando lo detuvo inmediatamente, sosteniéndolo del brazo izquierdo.

—¡Nada de jugarle al valiente, señorita! —gritó—. ¡A mí y a tu hermano, nos vas a respetar!

—¡Aléjese! ¡Acaso está borracho...! —gritó Mateo mientras se soltaba de Rolando.

—¡Que te valga madres! Ya sabía que ibas a salir maricón —dijo don Rolando molesto—. Claro, pero qué se puede esperar de un hijo de mami.

—¡Cállese! ¡No hable así de mi madre! —gritó Mateo molesto—. Más vale que respete su memoria.

Rolando simplemente se reía. Era obvio que no le tenía miedo a Mateo, y estaba dispuesto a hacerse respetar.

—¡A mí me vale madres! —gritó, para después darle una cachetada a Mateo, tirándolo al suelo—. ¡No soy tu papá, pero me vas a respetar, te guste o no!

Mateo simplemente se limitaba a llorar tras haber recibido la cachetada. Se levantó del suelo.

—¡Miren al maricón! —exclamó burlón—. ¡Es más alto que yo, pero la nenita ya está chillando!

—¡Así es, Rolando! ¡Mira cómo llora! —exclamó Ricardo.

Mateo sólo miraba a su padrastro y a su hermano. No se atrevía a contestarles, pues tenía miedo de las posibles represalias que pudieran tomar. Empezó a caminar por las escaleras para llegar a su habitación.

Por su parte, Rolando y Ricardo simplemente se reían de Mateo, y se pusieron a tomar cerveza.

—¡Viste la cara que puso el maricón! —exclamó Rolando.

—Pobre, así ya no le van a quedar ganas de meterse con nosotros —susurró Ricardo burlón.

Y así, después de burlarse de Mateo, los dos siguieron tomando cerveza hasta emborracharse.

Por otro lado, Mateo estaba en su habitación, acostado en su cama. Lloraba desconsoladamente después del golpe que su padrastro le dio.

—Daría lo que fuera por volver a verte, mamá... —susurró llorando—. Daría lo que fuera por verte, aunque sea una vez. ¡Me haces mucha falta! ¡No sabes cuánto te extraño! ¡Te extraño tanto...!

Lamentaba la ausencia de su mamá, pues ella era la que lo motivaba a seguir adelante, aún si todo se le venía en contra. Deseaba que toda la pesadilla que estaba viviendo, terminara.

—Ya no aguanto más... —sollozaba—. Ya no aguanto más... ¡Ya no aguanto más esta pesadilla! ¡Daría lo que fuera por dejar de sufrir!

Mientras el chico lloraba, alguien abrió la puerta de su habitación. Era su padrastro, quien seguía metiéndole miedo.

—¿Que ya no aguantas más, maricón? —rugió furioso.

Mateo ni siquiera respondía. Sólo miraba a su padrastro, más no se atrevía a decirle nada.

—¡Pues mátate! —gritó dejando helado a Mateo—. ¡Mátate si quieres! ¡Así ya no nos vas a molestar a mí y a tu hermano! ¡Total, sólo eres un maldito estorbo en nuestras vidas! ¡Y deja de andar de chillón, pinche maricón! ¡Aguántese, que los hombres no chillan!

Estas palabras dejaron helado al chico. El padrastro azotó la puerta de la habitación y se fue hacia la cocina.

Tras haber escuchado las palabras de su padrastro, Mateo empezó a llorar. Las palabras que había escuchado, eran más de lo que podía soportar.

Mateo ya no aguantaba más. Su padrastro y hermano no paraban de burlarse de él. Quería ponerle un alto a sus constantes burlas, pero no podía hacer nada.

—Tengo que irme de esta casa... —dijo mientras seguía llorando—. No importa lo que pase, tengo que irme de esta casa, ya no aguanto ni un día más vivir aquí.

Sin pensarlo dos veces, Mateo se levantó de su cama y caminó hacia su armario. Abrió las puertas y sacó una maleta negra. La puso en su cama y la abrió. Sacó varias prendas de su armario y las puso dentro de la maleta.

Menos de un minuto después, el chico terminó de hacer su maleta, y se dispuso a esperar a que su hermano y padrastro estuvieran dormidos.

A medida que pasaban las horas, Mateo ya estaba listo para escapar. Vio que su padrastro y hermano estaban en su habitación, dormidos.

—Bueno, es ahora o nunca... —susurró.

Sin pensarlo, caminó por las escaleras con todo y maleta. Después, abrió la puerta cuidadosamente, sin hacer ruido, Finalmente, logró salir de la casa y se dispuso a caminar por la calle.

Empezó a caminar sin saber a dónde quería ir, se encontraba solo, y con el miedo de que su padrastro y hermano pudieran tomar represalias.

***

Al día siguiente...

4 de julio de 2023.

Era un nuevo día. El cielo estaba soleado, y el cielo estaba despejado. Todo se veía tranquilo.

Mateo seguía caminando y caminando por la calle Vista Regia. Caminaba con su maleta en manos, con la esperanza de alejarse de su padrastro y hermanastro. Llegó al parque Linda Vista, y se sentó en una banca para descansar.

De repente, llegó una camioneta Chevrolet Suburban blanca de reciente modelo. Mateo volteó hacia la camioneta y sintió algo de miedo. De ella salió un joven mayor que él. Era un joven apuesto, de 24 años de edad. Era algo musculoso y de alta estatura, piel clara, ojos azules y cabello corto castaño. Portaba una camisa a cuadros azul de mangas largas, pantalón de vestir negro y un par de zapatos negros. Se acercó a Mateo para sacarle plática.

—¿Estás bien, amigo? —preguntó amablemente.

—Sí. Estoy bien… —dijo Mateo un poco triste.

El joven de azul se sentó al lado de Mateo, con tal de hablar tranquilamente con él.

—Yo sé que no la estarás pasando bien —dijo el joven—. Puedo ayudarte si quieres. Puedo ayudarte para que no te falte nada, te lo prometo.

—¿De verdad? —preguntó Mateo.

—Sí —dijo el joven de azul amablemente—. Por cierto, me llamo Alonso Armendáriz.

—Mateo Sandoval… —dijo Mateo presentándose ante el chico de azul, conocido como Alonso Armendáriz.

—¿Te parece si vamos a mi casa para platicar, Mateo? —preguntó Alonso.

—Sí, está bien… —dijo Mateo tranquilamente.

Mateo y Alonso hicieron sus presentaciones y se levantaron de la banca. Mateo metió su maleta a la cajuela, y entró junto con Alonso a la camioneta, la cual el conductor empezó a manejar. El conductor portaba traje negro, y era de piel morena clara, ojos cafés y calvo, además de ser de alta estatura. Mateo y Alonso empezaron a platicar mientras el viaje seguía.

—Espero que te sientas cómodo, Mateo —dijo Alonso amablemente—. El viaje sí será algo duradero, así que ten paciencia.

—Sí, está bien… —dijo Mateo tranquilamente, mientras se ponía su cinturón de seguridad.

—¿Y cuántos años tienes, Mateo? —preguntó Alonso.

—17 —dijo Mateo amablemente.

—Yo tengo 24 —dijo Alonso amablemente—. Pero quiero que sepas que soy un buen hombre, y estoy dispuesto a ayudarte.

—Gracias… —dijo Mateo.

—¿Tienes familia, Mateo? —preguntó Alonso.

—Sí, mi padrastro y hermano… —dijo Mateo con algo de tristeza—. Pero ellos sólo me maltratan. Me golpean y me dicen de cosas. Siempre ha sido así.

—Qué horror… —dijo Alonso—. ¿Y tu madre?

—Murió de cáncer de seno, mi padre me abandonó… —dijo Mateo con tristeza.

—Qué triste que te esté pasando todo esto, Mateo —dijo Alonso con tristeza—. De verdad que no se lo deseo a nadie. Pero debes saber que tengo una casa donde te voy a brindar las mejores comodidades. No te va a faltar nada.

—¿De verdad…? —preguntó Mateo tranquilamente.

—De verdad —dijo Alonso amablemente.

Mateo empezaba a confiar en Alonso poco a poco, y veía en él, un hombre bueno y honesto que lo iba a ayudar a superar los problemas por los que estaba pasando.

La camioneta siguió su camino hacia un lugar desconocido.

***

Más tarde…

San Pedro Garza García, Nuevo León.

Valle de San Ángel, Sector Francés.

La camioneta llegó a la colonia Valle de San Ángel, Sector Francés, usando la Terminal Monparnasses. La casa de Alonso estaba en la Terminal Monparnasses, era enorme y estaba marcada con el número 151.

El conductor de la camioneta, Alonso y Mateo salieron de la camioneta y se dirigieron hacia la puerta de la casa.

—Bueno, llegamos. Hogar, dulce hogar —dijo Alonso sonriendo—. Espero que te guste tu nuevo hogar, hermano.

—Pues… Me gustaría verlo por dentro —dijo Mateo sonriendo.

Mateo se dirigió hacia la camioneta y sacó su maleta de la cajuela trasera, para después, dirigirse hacia la puerta principal de la casa.

—Bueno, entremos —dijo Alonso amablemente—. Veamos lo que hay dentro.

Alonso abrió la puerta de la casa, y él y Mateo entraron. Entraron al jardín delantero de la casa. Mateo quedó sorprendido al ver el exterior de la casa.

—Dios mío… —dijo estupefacto—. No puedo creer que tengas una casa tan grande, Alonso.

—Y esto es sólo una probadita, Mateo —dijo Alonso tranquilamente—. Te vas a quedar sorprendido con el interior de la casa.

Los dos chicos entraron a la casa, Mateo quedó aún más sorprendido al ver el interior de la casa. Empezó a pasear un poco por el interior de la casa, y quedó encantado con todo lo que estaba viendo a su alrededor.

—Realmente tienes una casa muy bonita, Alonso —dijo Mateo sonriendo—. Lo digo en serio, es de esas casas de lujo, de las que suelo ver en redes sociales y algo así.

—¿Te encantó, Mateo? —preguntó Alonso.

—Sí, mucho —dijo Mateo sonriendo.

—Pues de ahora en adelante, este será tu nuevo hogar —dijo Alonso tranquilamente—. Aquí vas a vivir por el.tiepo que tú quieras. ¿Qué dices?

Mateo no perdía la sonrisa, pues sabía que ya no tendría que soportar a su padrastro y hermano, sabía que tendría que vivir una nueva vida en la casa de Alonso.

—Me encantaría, Alonso… —dijo felizmente.

—Me alegro que hayas aceptado —dijo Alonso sonriendo—. Y si así lo prefieres ,puedes ir directamente a tu habitación y poner tus cosas.

—Sí, muchas gracias —dijo Mateo.

—Ah, y no se te olvide darte un baño y cambiarte —dijo Alonso.

Mateo asintió, y se dirigió hacia las escaleras, las subió y se dirigió al segundo piso de la casa. Llegó a su habitación y puso su maleta en la cama. Sabía que ese sería el comienzo de una nueva vida.

***

Esa noche…

Ya era de noche. El clima seguía cálido, y el cielo despejado. La luna y las estrellas brillaban.

Alonso estaba con Mateo en la sala de la casa, cenando carne asada, acompañada con puré de papas y una bebida. Mateo portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos.

Los dos chicos platicaban tranquilamente mientras cenaban.

—Así que decidiste escaparte de la casa de esos zoquetes, debido a que ya no aguantabas más sus malos tratos… —dijo Alonso sorprendido—. Mira que fuiste muy valiente, hermano.

—Gracias, Alonso —dijo Mateo mientras cortaba un poco de su trozo de carne con el cuchillo y se disponía a comerlo—. De hecho, lo planeé desde hace un año.

—¿Lo planeaste desde hace un año? Mira qué valiente… —dijo Alonso sorprendido, antes de cortar un trozo de carne con un cuchillo y comerlo—. No cualquiera se atreve a escapar de las garras de su padrastro.

—Sí, es verdad… —dijo Mateo amablemente.

—Pero te garantizo que no voy a ser como tu hermano, ni como tu padrastro —dijo Alonso amablemente—. Yo te voy a cuidar, te voy a proteger de todo y de todos, si así lo prefieres.

—Me encantaría —dijo Mateo sonriendo.

—Cuenta con ello —dijo Alonso sonriendo.

Alonso simplemente se fijaba en Mateo mientras ambos comían. Pero la verdad, es que simplemente mostraba una careta ante él. "Pronto vas a ser mío, Mateo Sandoval. Vas a ser mío, y de nadie más", pensaba.

Los dos chicos siguieron cenando mientras platicaban, mientras que Mateo trataba de dejar atrás su vida anterior.

***

Más tarde...

Guadalupe, Nuevo León.

Casa de Mateo.

Mateo ya se había ido de la casa. Ricardo y Rolando se quedaron en la casa, y hacían como si nada hubiera pasado.

Ricardo y Rolando estaban en la sala de la casa, sentados en el sillón beige y viendo la televisión, las noticias. Ricardo portaba una playera blanca de tirantes, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Rolando portaba una camisa a cuadros azul de mangas largas, pantalón de mezclilla azul y un par de botas cafés.

—Caray, todavía no puedo creer que Mateo se haya ido de la casa —dijo Ricardo tranquilamente—. Ni cuenta nos dimos de que se fue.

—Sí, yo ni siquiera supe si se fue o no, hasta ahora... —dijo Rolando tranquilamente—. Bueno, al menos ya no nos va a molestar. Para bien o para mal, al fin nos libramos de él.

—Es bueno saberlo, Rolando —dijo Ricardo sonriendo—. Ya sabías que era inevitable que se fuera de la casa. Parece que no aguantó ni un día más aquí.

—Quién sabe a dónde se habrá ido... —dijo Rolando burlón—. Si quiere, que se quede donde quiera. Pero que no regrese jamás.

—Vamos, Rolando —dijo Ricardo burlón—. Ya lo conoces, dentro de una semana, va a venir a esta casa, suplicando perdón de rodillas. Ya sabes cómo es él.

—Sí, ya sabemos. Sólo el tiempo dirá si volverá con la cola entre las patas... —dijo Rolando—. En fin, vamos por unas caguamas.

—Sí, vamos —dijo Ricardo.

Rolando apagó el televisor. Él y Ricardo se levantaron del sillón y salieron de la casa para ir a una tienda, querían comprar unas caguamas. Aparentemente, estaban felices de saber que Mateo se había ido de la casa. Lo veían casi como un triunfo, y querían festejarlo.

***

Días después...

10 de julio de 2023.

Casa de Alonso Armendáriz.

Era un nuevo día. Clima soleado, cielo despejado. Todo estaba en orden.

Había pasado una semana desde que Mateo se había escapado de su casa para irse a vivir con Alonso. Se sentía cómodo en su nueva casa.

Mateo estaba saliendo de la casa. Portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Se dirigió hacia la puerta principal de la casa para salir un rato.

Pero Alonso apareció y lo sorprendió. Portaba un traje y zapatos negros, con corbata roja. Al ver que Mateo iba a salir, se molestó y se le acercó para tomarlo del brazo izquierdo, de forma violenta.

—¿A dónde crees que vas, Mateo? —preguntó molesto—. ¿Acaso planeabas irte de la casa?

—¿De qué estás hablando, Alonso? —preguntó Mateo asustado—. ¡Sólo quería salir a pasear un rato!

—¡No recuerdo haberte dicho que podías salir cuando quisieras! —gritó Alonso molesto, mientras soltaba a Mateo—. ¡Te iba a decir que sólo podías salir al jardín o al patio trasero! ¡Nunca te dije que podías salir de la casa!

—¡No puedes prohibirme salir de la casa! —exclamó Mateo.

—¡Claro que puedo! —gritó Alonso molesto.

—¡En unos días, voy a entrar a la universidad! ¡Sabes que tengo clases! —gritó Mateo.

—Pues de una vez te advierto que sólo vas a salir de la casa para ir a la universidad, para tomar tus clases —dijo Alonso molesto—. Y al salir de la universidad, vas a regresar a la casa. ¿Entendido?

—¡No puedes hacerme esto, Alonso! —gritó Mateo molesto.

—¡Claro que puedo! —gritó Alonso molesto—. Y si quieres algo, vas a tener que pedírmelo. No vas a salir de esta casa bajo ninguna condición. Ni siquiera para ir a la tienda. ¿Entendido?

Tras hacer esa advertencia, Alonso se alejó de Mateo y salió de la casa para irse a trabajar. Mateo se puso de rodillas y empezó a llorar, pues había salido de Guatemala, para entrar a Guatepeor.

—¿Qué hice para merecer semejante castigo…? —preguntó llorando.

El chico no hacía más que llorar, pues estaba atrapado en una mansión lujosa, en una jaula de oro.

¿Qué opinas del capítulo?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top