Capítulo 5 • Los duendes
Mal se retiró para dormir. Jay, Evie y Carlos entraron al Bar Bazofias para cenar. Se sentaron en una de las feas mesas e hicieron su pedido cuando el viejo y gruñón duende se acercó a ellos con su libreta y pluma.
Las opciones no eran muchas, siendo la Isla de las Sobras, solo tenían lo que Auradon no quería.
El duende arrugó la nariz y fue por el pedido de los chicos mientras le gritoneaba algo a los demás duendes del bar.
— Mal se veía pésima hoy - dijo Carlos con la tranquilidad de que Mal no podía escucharlo.
— Los gritos de su madre no la dejan dormir - supuso Evie.
— Ñeh, no es eso - dijo Jay robando discretamente parte del pedido de otro cliente cuando el duende mesero se distrajo —. No ha dormido porque dice que una horrible pesadilla se le aparece cuando cierra los ojos. Parloteo de eso toda la tarde la semana pasada.
— ¿Qué clase de pesadilla podría atormentar a Mal de ese modo?
El moreno se encogió de hombros. El duende les dejó su pedido goleando la mesa con la charola. Cada uno tomó su parte y comenzaron a cenar.
Con su apetito satisfecho dejaron las monedas justas del menú y dieron un paso para irse, pero les bloquearon la puerta.
— Ninguno va irse hasta pagarnos lo que nos deben.
— Enano, dejamos el dinero en la mesa - Jay intento abrir la puerta, pero los pequeños se lo impidieron — ¡Ah!
— Eso solo cubre su deuda de hoy ¡ustedes son los mocosos que siempre huyen con la taza en las manos todas las mañanas!
— ¿Sí sabe quienes somos no? Soy el hijo de Cruella DeVil, él es el hijo de Jafar y ella es la hija de la Reina Malvada - el peliblanco alzó la voz —. Somos los hijos de los peores villanos de la Isla.
— No me interesa. Paguen de una vez.
— No sé si estabas al tanto, pero somos la pandilla de Mal, la hija de Maléfica. No querrás que ella te ponga en tu lugar, o peor aún, que Maléfica te ponga en tu lugar.
El duende miró a su alrededor y mostró una sonrisa triunfadora.
— No me parece que ellas estén aquí.
Jay jadeo asombrado de la actitud del duende, el pequeño engendro malévolo se creía demasiado inteligente para su tamaño.
— Cuándo salga llamaré a Mal y ella...
— Vaya, para ser los hijos de los peores villanos de esta isla necesitan que alguien más los defienda.
Eso les hirió el orgullo. Evie dio un paso y se colocó enfrente de los chicos.
— No tenemos más dinero, pero seguro podemos lavar algunos platos para saldar nuestra deuda. No hay que hacerlo del modo difícil.
Carlos como el esclavo personal de su madre estaba acostumbrado a ser el personal de limpieza de toda la mansión DeVil, así que consideró que él podía encargarse de limpiar el comedor del bar. Jay era fuerte así que el podía sacar la basura y limpiar la cocina. Evie podía lavar los platos o algo más. Sin embargo los duendes se miraron entre ellos y ya sabían que pedirles para saldar la deuda.
— Nosotros podemos limpiar, ustedes pueden ir al muelle y recoger la mercancía para la comida de mañana.
— ¿Qué? El muelle es el territorio de los piratas, si ellos nos ven nos van a liquidar - mencionó Carlos.
— Corrección, Mal nos va liquidar si sabe que fuimos al territorio de los piratas - explicó Jay.
— Eso iniciaría una guerra entre Mal y Uma.
— Ese no es nuestro problema. Vayan por las cosas y nosotros nos olvidaremos de su deuda. Si huyen lo sabremos y no dejaremos que vuelvan a poner un pie dentro del bar.
Los chicos se miraron entre ellos. Bazofias era de los únicos lugares que servía de comer algo medianamente decente.
— Bien, iremos por sus cosas - dijo Jay.
(***)
— Estamos muertos, estamos tan muertos - susurro Carlos.
— Todavía no - lo calló Jay.
— Ahí está está la caja - les señaló Evie —. Vayamos, están distraídos.
Los piratas no solían prestar atención a los detalles así que escabullirse en el muelle no era problema. Lograron tomar las cajas y salir del muelle sin ser vistos, pero en la frontera entre "el territorio de Uma" y "El territorio de Mal" una luz los iluminó.
— ¡Se están robando el cargamento! - gritó un pirata.
— ¡Corran, corran, corran!
Huyeron del muelle tan rápido como pudieron, llegando a salvo hasta Bazofias.
— Tengan sus cosas, nosotros nos vamos - suspiraron y abrieron la puerta de salida, pero el duende los detuvo.
— ¡Este nisiquiera en nuestro pedido!
Antes de que pudiera seguir gritando Carlos lo pateo y comenzó a empujar a sus amigos para huir mientras una pandilla de duendes enojados los perseguía. Se escondieron en la escuela, pero los duendes los habían perdido después de salir del bar. Tener piernas tan cortas y haber engordado por veinte años no los hacía buenos para las persecuciones.
Al día siguiente, Mal llegó a la clase. Los chicos habían olvidado por completo que fueron al territorio de los piratas y no tenían nada para defenderse si Mal se había enterado.
— Hola chicos - los saludo de buen humor. Al parecer era ignorante de lo sucedido en el muelle — ¿Están bien?
— Los duendes son terribles
Mal dejó de hacer preguntas y ellos fueron expulsados del salón por dormir en plena clase.
Terminado el día Mal les comento algo.
— Tengo hambre, vayamos a Bazofias.
De inmediato se opusieron poniendo excusas nerviosas. ¡Ya comí! ¡No tengo hambre! ¡Mejor vayamos a otro sitio! La pelimorada se extraño de su actitud, pero acepto seguirlos a otro pequeño establecimiento que definitivamente no tenía la esencia especial de Bazofias.
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