Capítulo 32 · Traición
Ben había llamado a los hijos de Hades para un evento especial en la entrada de la preparatoria. Helmut miró a Mal usar un vestido que a simple vista parecía incomodo y por la expresión de su rostro supuso que sí lo era. Hadie estaba somnoliento, el fin de semana se la pasó viendo películas y leyendo los libros de la biblioteca. En La Isla de los Perdidos no transmitían buenas películas y los libros que llegaban eran propaganda del Rey Bestia u hojas maltratadas, dispersas o incompletas de los libros que Auradon tiraba a la basura. Cuando estuvieron frente a la puerta de la preparatoria, Ben los recibió con un apretón de manos amistoso.
—Lamento levantarlos tan temprano, pero Mal insistió en que lo mejor era iniciar bien el día.
—¿Ah sí? ¿De qué manera? —preguntó Helmut.
—Ya lo veras —Mal divisó en el horizonte la limusina —. Ya llegó.
La limusina se detuvo frente a ellos. La puerta se abrió y en cuanto Helmut reconoció al chico en el interior se lanzó para abrazarlo. No lo esperaba tan pronto ¡Mal había dicho que lo traerían en un mes! Pero Yzra estaba ahí, enfrente de él. Ya no había vuelta atrás.
—Hola —saludó nervioso Helmut y se giró hacía Mal. Por su garganta pasó una sensación amarga, sentía algo atorado en su interior; una carga pesada le oprimía el pecho —. Gracias, hermanita.
Esas eran las palabras más difíciles que había dicho nunca. Mal sonrió, el avance que Hadie mencionó finalmente se había manifestado. Incluso Hadie se puso un poco sentimental.
—No es nada —Mal fue arrastrada por un abrazo familiar con sus hermanos, definitivamente lo habría disfrutado más sin el estúpido vestido que la lastimaba de todos lados.
(***)
—Evie, tu vestido necesita unas mejoras —exclamó desvistiéndose desde que entró en la habitación.
—Estoy ocupada —Evie estaba arreglando otro vestido que tenía los mismos inconvenientes.
—Lo siento, no voy a usar esto nunca más —Mal tomó su playera morado oscuro y se puso unos pantalones negros con botas militares —¿Recuerdas que te pedí buscar la receta del elixir para la mortalidad?
—Sí, sobre eso, no encontré nada. No existe nada sobre el elixir de Hades.
—Esta bien.
Evie se sorprendió de que Mal lo dijera con esa tranquilidad, hace una semana estaba desesperada por encontrar ese elixir y ahora parecía que no le importaba.
—¿Esta bien?
—Ya no quiero hacerle daño a Helmut. Creó que al fin podemos llevarnos bien. No hace falta un plan de contingencia en su contra.
La peliazul abrió los ojos. Mal terminó de atarse los cordones de las botas y tomó su mochila para su clase de arte.
—Sé lo que piensas, pero te lo juro, las cosas se arreglaron. Hablaré con los chicos durante la clase con la Hada Madrina.
Evie apretó los labios y asintió. Tenía esa sensación extraña en las tripas que te advierte de algo, pero confiaba en Mal, si ella decía que todo estaba bien, entonces lo estaba.
(***)
—¿Lo tienes? —preguntó Helmut a Yzra mientras estaban escondidos detrás de la escuela.
—Yo... Sí, aquí lo tengo —Yzra le enseño el pergamino amarillento que encontró en la biblioteca del Palacio del Dragón. Ahí estaba escrita la receta del elixir que Hades usó alguna vez para deshacerse del héroe más fuerte del Olimpo —¿En serio lo haremos?
—Es muy tarde para retractarnos. Tú y yo seremos reyes para mañana —Helmut sujeto ambas mejillas de Yzra y se inclinó para besarlo en los labios. Yzra se dejó envolver por la calidez de sus manos sobre su rostro, pero un recuerdo desagradable lo golpeó. Mal, ella una vez le advirtió que el verdadero de Helmut siempre sería el poder, él temía que eso fuera real. Yzra apartó a Helmut cuando lo sintió demasiado pegado a él.
—¿De verdad?
—Lo prometo. Un dios jamás falta a sus promesas.
—Bien... Cuando quieras podemos iniciar.
—Ahora mismo. El laboratorio esta por acá —lo sujetó de la mano y lo guió por todo el patio hasta llegar al laboratorio de química. Bloquearon la puerta para que nadie los molestara mientras preparaban el elixir.
(***)
Era tarde, el tercer receso del día. Todos estaban sentados en una de las mesas del patio, Ben tenía su brazo alrededor de Mal, Evie y Doug se dedicaban miradas tímidas después de sostenerse las manos. Jay y Carlos peleaban por la comida como de costumbre. Entonces Helmut se acercó a su mesa y le extendió un batido de fresa a Mal.
Evie, Jay y Carlos se miraron entre sí. Mal ya les había asegurado que nada malo pasaría, aún así no bajaron la guardia.
—¿Te gusta la fresa, no? —preguntó extrañado. Mal le recibió el vaso.
—Sí, me encanta. Gracias.
—Como sea —murmuró —. Nos vemos después. Disfrútalo.
Helmut se fue y Mal miró a sus amigos.
—Les dije, esta tratando de ser bueno.
—Bueno es cierto —dijo Jay dándole a Carlos una señal. Antes de que Mal le diera un sorbo al batido, Carlos llamó a Chico; el perro mascota de la preparatoria. Él saltó y derramó el vaso en toda la mesa, ensuciando teléfonos y cuadernos. Jay e Evie pudieron respirar tranquilos. La peliazul notó un color rosa intenso en el fondo del vaso. Mal bebía suficientes batidos de fresa para saber que ese color era extraño.
— Iré a tirar esto —dijo Evie tomando el vaso. Tocó el hombro de Doug y le pidió que la acompañara.
—¡Bah, perro pulgoso! —se quejó Mal tomando las servilletas para limpiar su celular.
—Oye, esta bien. Te compraré otro —mencionó Ben —¡Oh! Pero debe ser rápido, la película empieza pronto.
Mal y Ben irían al cine para tener una cita tranquila. Mal asintió y se aseguró de que su ropa siguiera limpia.
—Carlos, tu perro hizo esto así que tú lo vas a limpiar —le ordenó Mal. Carlos asintió y le dio un premio a Chico. Mal y Ben se fueron en unos minutos, entonces, Evie les mandó un mensaje a Jay y Carlos.
"Vengan al laboratorio" "AHORA"
Ambos obedecieron y corrieron al laboratorio.
(***)
La cita de Ben y Mal había sido perfecta. Después del cine, habían ido por un helado y todavía se quedaron en un puente que cruzaba un río para conversar. Acabada la velada, Ben llevó a Mal hasta la entrada de la preparatoria, él decía que era inapropiado entrar al ala de las chicas tan tarde. Mal se rió de él por siempre ser tan correcto. Ben pensó que podría besar a Mal en la boca, pero se arrepintió en el último segundo y apenas se acercó a la comisura de sus labios.
—Buenas noches, Mi Lady.
—No me llames así, me siento cómo una princesa.
—Eso es lo que eres para mí, pero esta bien. Buenas noches, mi reina.
Mal volvió a reír para distraer a Ben del sonrojo que escaló por sus mejillas. Ben se fue dándose la vuelta y subiendo a su motocicleta. Mal entró al campus perdida en sus emociones más alegres, entonces divisó la figura de Helmut e Yzra escabulléndose hacía la zona de las limusinas. Mal cruzó el patio y los siguió. Una parte de ella le decía que solo eran dos amantes buscando privacidad, pero otra parte de ella le advirtió que algo no estaba bien. Se escondió detrás de una columna del pasillo que dirigía a la biblioteca privada de los profesores.
Helmut e Yzra abrieron todas las limusinas buscando algo. Encontraron el control que abría la cúpula mágica de la Isla. Mal no podía quedarse quieta y verlos salirse con la suya.
—¡Hey, deténganse! —Helmut e Yzra giraron. Helmut cambió su sorpresa por dolor.
—Lo siento —dijo justo antes de lanzar un rayo de fuego azul hacía Mal, estampándola contra la columna mientras gritaba. El impacto fracturó la estructura. Mal cayó gimiendo y dejando una marca en el suelo también. Su ropa chamarra estaba echa ceniza y su playera todavía ardía. Mal volvió a gemir. Se apoyó en sus rodillas y codos para levantarse del suelo. Sus ojos ardieron en verde, exhaló una llamarada de fuego verde y golpeó el suelo con sus nudillos haciéndolos sangrar.
—¡No dejaré que huyan! —se levantó y lanzó un hechizo que ató los pies de ambos al interior del suelo.
—¡No funcionó el elixir! —se quejó Helmut —¡No me das miedo, Mal! —Helmut rompió las ataduras mágicas. Ahí estaba lo que Mal temía, que Helmut fuera más fuerte que ella —. No te metas. Es el único favor que haré por ti.
Él la empujó de nuevo hacía la columna, fracturando más la estructura, la retuvo ahí con magia de Hades. Helmut le ordenó a Yzra subir a la limusina, con el control de la barrera mágica podrían liberar a todos los villanos si se acercaban lo suficiente. Incluso cuando la limusina se fue y Helmut se apartó, su magia seguía siendo tan poderosa que Mal no podía escapar para advertirle a nadie.
—Esta es una idea estúpida —se dijo a sí misma. Usó un hechizo para golpear más la columna y hacerla caer, con suerte ella misma no terminaría aplastada. Cuando la columna cayó y el polvo se disperso, el hechizo se rompió y Mal pudo arrastrarse hasta su teléfono. Con la pantalla sucia y estrellada pudo llamar a Ben.
—Ben —jadeó en un quejido de dolor —. Ordena a todo Auradon buscar refugio de inmediato. Los villanos, van a escapar.
—¿Q-qué? ¿Mal, estás bien?
—¡Hazlo! Se acaba el tiempo.
—¡Mal! —gritó Evie desde el pabellón acompañada por Jay y Carlos.
—¡Chicos, Helmut se robó una limusina con el control de la barrera mágica!
Los chicos se miraron entre ellos. Si los villanos escapaban Auradon estaría condenado.
—Hay que detenerlo antes de que llegué a la señal para deshabilitar la barrera —dijo Carlos —. Tal vez pueda bloquear la señal desde aquí... ¡AH!
El suelo tembló y una gran luz iluminó temporalmente el cielo, un haz de luz vertical tocó el cielo y luego se desvaneció. La barrera había sido abierta.
—Es muy tarde —expresó Mal con apenas un suspiro.
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