Capítulo 30 • Juego

— Ahora Helmut esta aquí y puedo ver en sus ojos que algo está planeando.

— Hadie lo mantendrá a raya - mencionó Carlos confiado.

— Eso no es suficiente. Mi padre podía mantenerlo a raya en la Isla porque no había magia, pero aquí estamos solos ¡con magia! Aunque quisiera, yo no podría detener a Helmut si descubre como usar sus poderes.

— Tú le ganas por experiencia, con o sin magia eres la persona más fuerte de Auradon - le dijo Jay —. Venciste a Maléfica, esa es una proeza admirable.

— Yo no vencí a Maléfica, lo único que pudo detenerla fue la fuerza de cuatro corazones, pero habló en serio... El poder de Hades no tiene comparación, mi madre no es ni una fracción de su fuerza.

— También eres una semidiosa, eres igual de poderosa que Hadie o Helmut - habló Evie tomándola de la mano —. Además no necesitas ser más fuerte que él, solo más lista. Aquí en Auradon las pociones pueden funcionar mejor de lo que nunca hicieron en la Isla. Tal vez si encuentro la receta del elixir que uso Hades para volver mortal a Hércules podamos vencer a Helmut si es necesario.

— Esa es una buena idea en realidad - Mal estaba feliz por esa idea hasta que recordó que solo su padre sabía preparar ese elixir —. Investigaré lo más que pueda, igual necesitamos un plan b si todo falla.

— Mantendremos un ojo sobre Helmut, tranquila - la reconforto Jay tomando a Carlos del hombro.

— Gracias chicos. Evie, vamonos - Mal la sacó del cuarto —. Ve a la biblioteca, seguro hay algo que pueda serte de ayuda.

— ¿Qué harás tú?

— Creo que debo ser sincera con Ben...

— Oh, suerte - ambas se despidieron. Todavía era temprano, así que Ben estaría yendo a su casillero para tener sus cosas listas antes de clase. Mal lo espero ahí, pero no lo vio llegar pese a que se estaba haciendo tarde. Camino por los pasillos hasta salir por el jardín comedor detrás de los casilleros del otro lado de los salones. En una de las mesas vio a Ben jugando un extraño juego de cartas que se parecía al ajedrez pero con reglas más absurdas. Se acercó a su mesa juguetona, con ganas de molestarlo por qué al parecer estaba perdiendo el juego.

— Cuidado majestad, no querrá perder su reino en el primer turno.

— ¡Hola Mal! Tranquila, ya perdí la mitad de mi ejército, pero el reino todavía es mío - tomó una carta del mazo y la puso en la mesa —. Mi reina intercede y puedo recuperar a un caballero - Ben tomó del montón de piezas perdidas una figura de soldado y la reposicionó donde quería.

El chico con el que estaba jugando sacó una carta de su baraja en mano y exclamó con tal seguridad que parecía ya había ganado y así fue.

— Hay un traidor en tu corte, tu rey es envenenado y a menos que tengas otra carta de sacrificio yo gano - Ben tiró sus cartas desilusionado.

— Es tan tonto - murmuró Mal en referencia al juego

— ¿Quieres jugar?

— No. Me parece ridículo - mencionó ella.

— Vamos Mal, juega ¿o es que temes perder? - la ojiverde se giró para ver quien era esa extraña voz detrás de ella que la estaba provocando. Gruño al reconocerlo. Casi por instinto, Helmut siseo como una bestia salida del inframundo. Él se sentó en el lado contrario a ella. Mal tomó asiento y comenzó a revolver las cartas mientras Helmut acomodaba las piezas en su lugar.

— No sabes detenerte - susurró Mal.

— ¿Alguien me explica a más profundidad este juego? Solo he entendido que las cartas son acciones.

— ¿Pretender retarme sin conocer el juego? Por eso nunca me ganas, no vas preparado.

— Las cartas son las acciones que puedes hacer durante el juego, cada pieza de soldados vale dos puntos, la reina cinco y el rey veinte. El primer turno es para quien lance los dedos y obtenga el número más grande. Hay acciones que tú puedes inventar, pero necesitas lanzar los dados y tener un número par si quieres usar tu estrategia. Las piezas del tablero solo pueden avanzar una casilla por turno. Para ganar debes asesinar al rey o dejarlo sin ninguna otra pieza en su tablero. Si ambos jugadores se cansan antes de eliminar al rey del oponente solo cuentan los puntos que consiguieron en la partida y se declara al ganador - explicó Ben velozmente sosteniendo a Mal de la mano cuando terminó de repartir las cartas.

— Mangas arriba - pidió Helmut quitándose la chamarra de cuero negro maltratado.

— Ahora eres paranoico - Mal accedió y también se quitó la chamarra. Ambos mostraron que no estaban ocultando nada y así el juego inició. Helmut consiguió un cinco y Mal un dos, así que Helmut lanzó su primera carta.

— Cacería, puedo hacer que dos piezas se muevan simultáneamente - los dos soldados frente al rey avanzaron.

— Resguardo. Tres soldados bloquearan siempre al rey epidiendo que puedas atacarlo.

— Debió guardar esa carta para más tarde - murmuró uno de los chicos que se acercó a ver el juego por la increíble tensión que podían percibir en el aire —. Una estrategia muy fuerte - murmuró otro.

— El rey no es mi objetivo - dijo Helmut y tomó los dados —. ¿Número par y puedo hacer lo que quiera?

— Sí, pero debes respetar las reglas de moverte una casilla. Tampoco puedes declarar que ganaste la partida.

Helmut lanzó los dados y salió un número impar. Tomó una carta y la leyó.

— Locura. Puedo mover una pieza de mi oponente una casilla - Helmut tomó a la reina de Mal y la hizo avanzar.

Mal tomó los dados y para su suerte salió un número par.

— Mi oponente debe retroceder una casilla - Helmut sonrió y obedeció la orden, apartando a su soldado más cercano a la reina de Mal.

— ¿El juego es tuyo? - pregunto el hijo de Hades al chico que jugaba con Ben antes.

— Sí

— ¿Los dados son tuyos?

— Sí, son los que venían con el tablero.

— ¿Crees que llevó dados cargados conmigo? - se burló Mal.

— Una precaución. Ambos sabemos que hay mil formas de hacer trampa.

— Me gusta jugar limpio, así la victoria es más dulce.

— No me diste esa impresión en la sala de espejos

Ambos se miraron con odio. Mal tembló un instante al recordar ese día. El juego siguió por un rato donde cada vez más ñoños del juego se amontonaron a verlos. Ben estaba preocupado, la competitividad de ambos lo estaban poniendo nervioso, parecía que peleaban por otra cosa y no por el juego.

Durante la recta final, Mal se vio en desventaja. Sólo le quedaban los tres soldados que resguardaban a su rey y su reina. La pieza de la reina huía de los soldados de Helmut. Él estaba particularmente interesado en la reina. Ya ni siquiera se molestaban en leer las cartas o usar los dados, simplemente tenían una conversación que parecía ir en un sentido distinto al literal.

— ¿Por qué no sigues al rey? Puedes ganar fácilmente si mueves...

— Él no me interesa - continuo moviendo las piezas en orden para acorralar a la reina.

— Con esta carta sacrifico a mis soldados para...

— Que hipócrita, vas a sacrificar a tus únicos soldados para salvar el pellejo de tu reina y a mi me recriminaste por decir que sacrificaría mi pieza más querida por poder.

— Si te tienes que referir a él como "mi pieza más querida" quizá realmente no lo sea. Además mis soldados se sacrificarían sin que yo se los pida.

— ¿Por qué sacrificar tus soldados si son lo único que protegen a tu rey ahora mismo? ¿Te importa más la reina que el Rey?

Mal apretó la mandíbula y sacó otra carta.

— Mi reina...

— Muy tarde - una de las piezas de Helmut derribo a un soldado de Mal, en el siguiente turno Mal tuvo que mover a su rey de posición para salvarlo, entonces Helmut derribo a otro soldado, otra vez tuvo que mover al rey, derribó al último soldado y acorralo al rey —. Aún hay cartas en tu mano y en el mazo. Úsalas.

Mal sacó una carta que creía podría ayudarla.

— Mi reina se mueve dos casillas.

— Huir no te servira. La reina es la presa de mis soldados, a donde quiera que vaya ellos la seguirán, podrá esconderse, pelear, huir o lo que quiera, pero yo la voy a atrapar - para cuando Mal se dio cuenta de lo que él estaba haciendo, su reina ya estaba condenada. El rey estaba rodeado, sus soldados habían caído y su reina se había metido a un callejón sin salida y cayó. Apretó los puños furiosa —. Creo que gané - Helmut se levantó del asiento y se dio la vuelta.

— ¡Ey, no es cierto, no tomaste a su rey!

Helmut se giró a ver la expresión de furia y temor contenido en Mal. Se rió sin ocultar su genuina diversión.

— Sí, a mí me parece que sí.

Que Mal supiera que él podía ganarle era más que sufienciente por ahora. Aún así regresó a ella para mirarla directamente a los ojos. Observó sus cartas y se dio cuenta de que en realidad las cartas en su baraja pudieron haberla hecho ganar.

— Ese es tu problema, Mal. Tienes buenas cartas, pero no sabes usarlas. Tiraste a la basura buenas oportunidades, preferiste alardear que analizar. Esos errores están cavando tu tumba.

— Ya cállate - exclamó ella. Ambos se gruñeron como era costumbre y Mal tiró el juego al suelo.

— ¡Es edición limitada! - dijo el dueño del tablero, pero después de mirar la severidad en Mal se quedó callado como si fuera de piedra.

— ¡Ey, Mal! - Ben corrió detrás de ella —. Fue muy grosero lo que hiciste.

— ¡Le compraré otro estúpido tablero! - gritó ella, Ben la retuvo.

— Me refiero al modo en cómo te comportas con Helmut cerca. Él aún se adapta al modo de Auradon. Debes ser más amable.

— ¡Él me provoca! Tu viste cómo empezó a ladrar sobre ser mejor.

— Mal, escuchate. Sé que te llevas mal con él por algún motivo, pero debes contenerte. Tienes una responsabilidad cómo mi novia y es ser amable con los chicos nuevos.

— No puedo llevarme bien con él, tú no sabes lo que ha hecho en la Isla.

— Tampoco sé lo que tu haz hecho en la Isla, aún así eres la persona en quien más confío. Yo quiero que seas sincera conmigo... ¿Te llevas mal con él porque es alguna clase de exnovio tuyo o algo?

— ¡¿Qué?!

— No tiene nada de malo, de verdad, solo quiero entender porque razón ustedes se odian tanto.

— Ben... Seré sincera contigo. Pero debes prometer que no vas a odiarme, temerme o nada de eso después ¿esta bien?

— Yo jamás podría odiarte, mucho menos temerte.

Mal lo tomo de la mano y lo llevo a uno de los pasillos abandonados de la preparatoria.

— Hadie y Helmut... Son mis hermanos mayores. Hades es mi papá.

Ben abrió los ojos, pero no dijo nada. Mal siguió.

— Helmut me odia porque dice que soy una malcriada. Tuvimos muchas peleas en la Isla, pero la última vez que lo vi le hice algo muy feo y tengo miedo de que ahora decida vengarce de mí haciéndote daño o haciéndole algo a Auradon. Por favor, hasta que encuentre una manera de proteger a Auradon y a ti, aléjate lo más que puedas de él.

— Tal vez no sea momento para esto, pero ¿probaste disculpándote de todo corazón?

— No creo que eso funcione, no después de todo lo que le hice.

— Esta bien, pero ahora necesito que tú me prometas que algún día intentaras solucionar las cosas malas que le hiciste.

— ¿En serio no te sorprende que Hades sea mi padre?

— Sí, por supuesto. Le tomó a él y a Maléfica como no tienes idea, pero gracias a ellos encontré a la chica más dulce, amable y valiente que he conocido. Quienes sean tus padres no cambian lo valiosa que eres para mí.

— Me alegra poder ser sincera contigo - Ben se acercó a ella y ella a él, pero al final solo le beso la mejilla. Aunque tuvieran poco más de un mes de relación, esa clase de gestos todavía eran vergonzosos para la hija de Maléfica.

— Faltan cinco minutos para la clase ¿nos vamos? - le extendió el brazo y Mal acepto. Ambos caminaron hasta el aula sin imaginar que el plan de Helmut ya estaba marchando.

— ¡Se me ocurrió algo con lo que puedes ayudarme! - exclamó Mal a Ben.

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