Capítulo 28 • Lazos rotos
Yzra era un chico reservado. Hasta para ser un villano prefería no causar demasiados problemas, usualmente solo gastaba malas bromas a los de primer año, nada memorable, su voz era desconocida para varias personas. Así que cuando Mal lo escucho por primera vez se quedó impresionada de que él tuviera una voz tan suave, pero su manera de expresar las palabras era aterradora.
— Hola, lo siento. No pude evitar reconocer que heriste a mi pandilla la otra vez.
— No tengo nada que hablar contigo - Yzra ignoró todo comentario. Se concentro en seguir su día, solo guardo sus pertenencias en el casillero.
— Yo sí. Es que... Esto en realidad es lindo - confesó levantando la carta, haciendo un ruido exagerado con el papel para que el chico volteara. Yzra abrió los ojos y trato de tomar la carta a la fuerza, aunque no fue necesario. Mal se la entregó sin pedir nada a cambio.
— ¿Qué le ves a ese idiota? - pregunto Mal genuinamente curiosa por la respuesta.
— ¿Qué te importa? ¿Tienes algún problema con eso? - gruño él, escondiendo cerca de su corazón la carta.
— ¿Con qué? ¿Qué te gusten los hombres? Nah, de hecho a mí me gustan las mujeres, también los hombres... Creo que no tengo ninguna preferencia por ninguno - confesó Mal. Según las lecciones de Madre Gothel, la mejor estrategia para manipular a alguien es ganando su confianza a través de compartir gustos o semejanzas.
Yzra se mostró más relajado. Continuaba en modo defensivo, pero Mal ya sabía que lo tenía donde quería.
— Lo que escribiste es muy lindo, de verdad - admitió ella. Por dentro esperaba que algún día alguien le dijera algo tan hermoso como lo que había en esa carta.
— ¿Dónde la encontraste?
— Vi a Helmut tirarla a la basura. Lo lamento.
— No, estas mintiendo. Él no haría eso.
— ¿Cómo explicas que yo tuviera la carta?
— T-tal vez la robaste.
Mal se rió. Yzra le estaba pareciendo que era un muchacho encantador, una de las tantas personas en la Isla que merecía haber nacido como príncipe en Auradon pero la suerte lo arrastró a la Isla.
— Gracias por creer que soy así de osada, pero hasta yo le temo al señor del inframundo.
Yzra tomó la carta entre sus dedos y releyó lo que escribió.
— Me pareces que entregas más de lo que recibes.
— A él no le gusta que seamos tan... Expresivos.
— ¿Cuantas veces te ha dicho "te quiero"? Leí por lo menos siete sinónimos de "te amo" en esa carta ¿él alguna vez te ha dicho eso?
— Le cuesta trabajo demostrar sus sentimientos... - murmuró en voz baja. Ya no sonaba aterrador, su voz suave ahora parecía la de un niño asustado.
— Deberías alejarte de él.
— ¿Por qué lo dices?
— No creo que le importes ¿Sabes? Si le importaras al menos trataría de demostrarlo ¿no?
— No voy a dejarlo. Él necesita mi apoyo ahora que inició la titanomaquia.
— ¿Sabes que él solo pretende hacerse con el poder, no? ¿Crees que tú vales más que su ambición?
— No lo conoces como yo.
— Ah, claro que lo conozco. Inicio dos guerras solo para demostrar que él es listo y yo tonta. Créeme, si logra alcanzar el poder de la Isla se deshará de ti así de rápido chasqueo los dedos. Yzra no lo creía.
— Reinaremos juntos. Lo prometio.
— Se prometio a sí mismo ser el rey. Si el tuviera que elegir, tomaría la corona antes que a ti.
— ¡Me estas mintiendo, él no podría!
— Ponlo a prueba ¿Realmente crees que te ama tanto para dejar ir lo que más anhela en este basurero?
— Tratas de ponerme en su contra
— Claro que no. Ese no es mi plan en lo absoluto. Lo que quiero es que abras los ojos. Los villanos no tenemos felices para siempre y solo te harás daño a ti mismo creyendo que él busca lo mismo que tú. Búscame en la sala de espejos en la tarde ¿bien? Ahí podrás ver si realmente te ama.
(***)
— Hadie, necesitas poner a esa mocosa en su lugar.
— Yo no entiendo...
— ¡Me robo algo valioso!
— Helmut, haz sido cruel todo...
— ¡Carajo, actúa como el hermano mayor que eres! ¡Sin favoritismo, deja de defenderla, defiendeme a mí por una vez! Te haz preocupado más por ella que por mí o nosotros. Ella me roba y tú decides culparme a mí.
Hadie cerró la boca y reflexiono. Ciertamente le había dado más atención a Mal que a Helmut, siendo que a él lo conocía de toda la vida y con ella solo había formado un lazo durante las últimas semanas.
— Está bien. Perdón. Cuéntame lo que sucede.
(***)
Helmut se dirigió al salón de espejos. Una sala oscura, la débil luz que entraba por las cortinas rasgadas apenas era suficiente para distintir la silueta de los objetos dentro. Sin embargo, predominaban dos puntos verdes brillantes en medio de la oscuridad.
— Vaya, sí eres puntual - murmuró la chica de brillantes ojos antes de encender la luz de la lámpara de mesa que había en el escritorio de Facilier. Mal estaba sentado en una vieja silla de madera oscura. Se veía entretenida, expectante del espectáculo que pronto se desarrollaría.
El salón de espejos era uno de los muchos lugares donde Facilier solía esconderse, también era usado para algunos rituales y llamar a sus amigos del otro lado, pero desde hace algunos años estaba abandonado.
— ¿Dónde está?
— ¿Quién?
Helmut golpeó la mesa con ambos puños. Mal no se movió ni un centímetro. Lo miraba expectante, aunque en realidad estaba riendo por dentro.
— Él.
— Necesitas ser más claro.
— ¡Yzra, dime dónde esta Yzra!
— ¡Oh, ya, sí, sí, sí! Tú noviecito... Vaya, hasta pareces uno de esos príncipes encantadores de los cuentos.
Él gruño con fuerza. Su paciencia estaba llegando al limite velozmente.
— Deja de hacerte la tonta ¡Dime dónde esta!
— Tranquilo, Romeo. Aún no le hago nada.
— Tocale un solo cabello y haré que...
— Llevas meses con la misma amenaza vacía. "Haz esto o te haré esto" "Haz aquello o haré esto" simplemente perdió la eficacia.
— Te daré la oportunidad. ¿Dónde está Yzra?
— Por ahí, con mi pandilla. Ellos lo vigilan. ¿Sabes por qué los villanos nunca obtenemos un felices para siempre?
Helmut permaneció en silencio. Todavía con los nudillos clavados en el escritorio. Mal estaba alegre de recibir esa reacción.
— Por qué solo quienes pueden amar pueden ser felices. Nosotros cómo villanos no tenemos cabida para el "amor" en nuestros corazones. Me divierte ver como te jactas de ser un dios malévolo y mirar lo que has estado haciendo.
—Sigo siendo un dios, sigo siendo un villano temible.
— No lo creo, príncipe azul - Mal se burló. Entonces Helmut se lanzó sobre ella, estrellando la silla contra el suelo y tomándola del cuello, apretando con fuerza —. ¡Ahg, ah...! Cuidado... Solo yo sé donde esta Yzra.
Él soltó un poco su agarre, pero aún se mantenía sobre Mal, evitando que ella se pudiera mover.
— Esto me recuerda a la historia de mi madre... El príncipe que lucha contra el dragón para rescatar a su amor verdadero.
— ¡Ya cierra la boca! Es insignificante lo que dices.
— Que bonita palabra "insignificante" ¿Ese muchacho vale tanto?
— Él no es relevante en mis planes. Ya me deshice de Hades, podré encargarme de Maléfica después, al final te aniquilaré y seré el rey de esta isla?
— No lo harás. Puedo verlo en tus ojos. Ese muchacho te importa más que ser rey. Elijiras rescatarlo.
— Tal vez si me deshago de ti ahora pueda hacer las dos cosas.
— "¿Las dos cosas?" Tienes que elegir. Lo rescatas o me eliminas. Pero considera esto: si me tocas, mi pandilla no tendrá piedad con tu amorcito.
— Al menos dormiré tranquilo sabiendo que conseguí eliminarte.
— Adelante, hazlo si realmente puedes.
— Será un placer - Helmut levantó el puño, pero fue detenido por Jay en el momento justo.
— Eh, compañero. - llamó Jay a Helmut. Atrás de él estaba Yzra —. Me parece que tienes mucho que explicar.
— ¡Yzra, estas bien!
—¿Insignificante, eh?
— ¿Uh? ¡N-no es a lo que me refería!
— Por supuesto. Nada contigo es "sí o no" siempre es "no es así" cambias a conveniencia. Realmente solo te interesas por ti mismo
—Yzra, aguarda un momento.
— Ya deja de jugar y apártate de mí.
— ¡Te dije que esperes! - Yzra se marchó dando pasos fuertes. Helmut se giró a Mal —. Tú... Eres una... Lo lamentarás - se fue corriendo a la puerta gritando —. ¡Yzra, por favor, espera!
— Misión cumplida. Helmut nos dejará en paz un tiempo - dijo Mal. Entonces la habitación se lleno de un aire pesado, una tensión extraña.
Hadie entró en la habitación. Si hubiera magia en la Isla, todo su cuerpo estaría ardiendo en llamas azules. Aunque estuviera explotando en rabia, seguía hablando con tranquilidad, solo mirando con decepción a su hermana.
— Realmente creí que eras diferente a Maléfica, pero es como dicen: de tal palo tal astilla. Eres realmente digna hija de Maléfica.
— ¿Hadie? Oye, acabo de detener la titanomaquia.
— ¿A qué costo? Destruiste más que una relación, Mal. Rompiste cada lazo que existía para unirnos como familia.
— Vamos, no exageres.
— Se acabo, Mal. Haré lo que debí hacer desde el principio. Apoyar a mi hermano y olvidarme de mi malcriada media hermana.
Hadie salió dando empujones. Mal quedó boquiabierta. Sintió su estómago revuelto, pero decidió que eso no le afectaría. Como futura líder de la Isla de los Perdidos, su trabajo era proteger su malvado mundo aunque no le gustase del todo.
Hades regreso de sus vacaciones algunos días más tarde y ni se percato del caos que se ocasionó.
Por otro lado, Ben, el príncipe de los Estados Unidos de Auradon ya tenía su proclama real casi lista. Sólo necesitaba dar el aviso a sus padres y comunicar el mensaje a cada oyente en su reino.
Sin embargo, Helmut tenía un deseo de venganza más profundo que antes.
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