La Invención del Tiempo
¿De dónde venimos?
Bueno, quizás la respuesta no es la que te esperabas:
Venimos del tiempo.
¿Y de dónde viene el tiempo?
Creo que esta respuesta es más decepcionante que la anterior, pero lo dejaré a tu criterio.
Lee esta corta historia y descubre la invención del tiempo.
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La Invención del Tiempo
Sergio A. Mejía
La nada no era más que un espacio de cero dimensiones, o adimensional como la llamaría futuros milenarios científicos sentados sobre una silla desgastada en medio de torres de papel con fórmulas ilegibles en ellos. No tenía alto, largo, profundo o tamaño alguno de ninguna clase. Nada podía claramente vivir en este espacio sin dimensión alguna, pero ahí es donde los científicos quemarían todos sus papeles al darse cuenta que habían gastado sus vidas asumiendo una mentira que no conocerían ni después de muertos. Sin embargo, en la nada vivían dos entes igual de adimensionales que su hogar. No tenían nombre y no tenían forma alguna que el primitivo cerebro humano pudiera entender.
La eternidad se manifestaba en ellos, al igual que la infinidad. Al no haber nada más que ellos se podía decir que eran el todo. Y tanto eran la manifestación conjunta de todo y nada que manifestaron un canal adimensional entre ellos para intentar entender la naturaleza de su propia (in)existencia.
—¿Qué somos? —La pregunta inicial había sido plantada por el ente número uno en sus mentes omnipotentes y adimensionales.
—No lo sé —respondió el otro—. ¿Estás seguro que somos algo?
—A decir verdad, es tanto lo que conozco y desconozco de mí mismo que ya no sé qué pensar. Es decir, siempre he estado presente, nunca nada ha cambiado. ¿Es posible que en realidad no seamos nada sino una manifestación por sí misma? —Los pensamientos, tan etéreos y abstractos como ellos mismos viajaban de la nada a la misma nada.
—Entonces no somos nada —sentenció el otro, intentando analizarse y su inexistente alrededor—. La pregunta ahora radica en si podríamos llegar a ser algo.
—Somos inmutables —negó su compañero—. Siempre hemos estado iguales, la nada nunca cambia. Es decir que no podemos cambiar porque nosotros mismos somos la nada.
—Pero a la misma vez somos el todo, ¿no?
—En eso sí tienes razón —razonó aunque con un poco de confusión. Nunca se había planteado la existencia o no de él mismo y su parte dentro de algo que no era nada más que la nada misma.
—Entonces, —continuó el ente número dos—. Si somos el todo, tenemos la capacidad de realizar lo que deseemos, ¿no es eso parte de abarcar la completitud de las cosas?
—Ya veo por dónde vas con tus reflexiones. Sin embargo, así tengamos la capacidad de realizar cualquier cosa, la nada en sí es inmutable, no puede cambiar o ya no sería nada.
El silencio reinó en las mentes abstractas de los dos entes. No pasó tiempo pues este no existía en un espacio sin dimensiones. No pasaron ni los días ni las noches. La mente estaba por fuera de todo eso, ya que los pensamientos y su morada están fuera de toda comprensión dimensional. Es algo fuera de sí y del mundo que ignora su propia presencia. Sin embargo, dentro de la mente del ente número dos, se gestó una idea.
—Ya, entonces, ¿no podríamos crear algo ajeno a la nada y realizar nuestros deseos en eso que ya no es nada?
—¿Crear algo fuera de la nada? Pero eso ni siquiera tendría sentido, si la nada lo abarca todo ya que no tiene dimensiones o límites.
—Piensa más allá de la nada. Un nivel extra fuera del entendimiento de nuestra morada adimensional. Un nuevo lugar, uno donde podamos ser algo.
Si un científico observara a estos dos entes hablar, notaría en la cara del ente número uno (porque, todos sabemos con la mayor claridad que el ser humano observa caras donde no existen) un ceño fruncido y unos ojos oscuros intentando desentrañar los pensamientos de su compañero.
—Eso... Podría ser posible, pero, ¿cómo?
Su mente empezó a viajar por la infinitud de su presencia hasta encontrar, escondido bajo un pliegue de nada que ocultaba otro poco de nada, un conocimiento que no recordaba haber tenido.
—¿Es acaso esto lo que se necesita para ser algo? —Pensó en voz alta trayendo ese conocimiento y esparciéndolo por la infinitud hasta su compañero.
—Es más que probable. A ver, quiero intentarlo.
La no existente cara del ente número dos se estriñó mientras el ente ponía sus adimensionales fuerzas en aquel conocimiento, intentando llevarlo fuera de sí.
Y en ese momento, fuera de la nada, apareció un nivel dimensional nuevo. Y en el centro de aquel mundo nuevo el ente número dos comprimió todos sus conocimientos y apareció de su nada una esfera diminuta pero brillante. No se movía, no cambiaba, pero era algo y eso llenó de un extraño sentimiento a aquellos seres adimensionales.
—Es... sorprendente —Fue lo único que atinó a decir el ente número uno al observar algo fuera de su conocimiento actual del mundo. Veía algo. Un objeto diminuto, estático en un espacio que ya no era nada.
Habían creado un espacio de tres dimensiones de la nada.
—¡Hemos creado algo! ¿Podremos ser nosotros también algo en ese mundo? ¿Cómo llegamos ahí?
—Espera un momento y contén tu emoción —enunció el ente número uno—. Si viajamos ahí y nos convertimos en algo, perderemos toda nuestra posesión sobre la nada y el todo. Quedaremos estáticos en tres dimensiones completamente inmóviles.
—Ahora que lo dices... Aquellas tres dimensiones no parecen muy diferentes de nuestro mundo adimensional. No cambian. Mira aquella esfera que apareció por ejemplo. El brillo siempre es el mismo, su forma no cambia, está estática. No puede viajar por el todo y la nada a su gusto... ¡Qué aburrido es ser algo entonces!
La inexistente mirada del ente número dos se llenó de amargura y descontento. Había logrado crear algo desde su propio mundo, algo fuera de sus sentidos y dimensiones. Algo ajeno a sí mismo y a la nada que lo rodeaba. Nuevos conocimientos se abrían ante él pero ya le parecían nimios. Pensaba que la nada era mejor que el algo.
—Pero... espera... —susurró el ente número uno, sintiendo algo diferente en el conocimiento que había encontrado previamente—. Ya hemos logrado crear algo, ¿será que no podemos hacer que ese algo cambie y pueda ser algo más a su deseo? Así podría realizar cosas a su deseo. Moverse, viajar, cambiar.
»Desde siempre hemos sido estáticos en nuestra adimensionalidad infinita. No había forma de cambiar porque no hay nada más que la nada dentro de la nada. Sin embargo, con una, dos, tres dimensiones o más es posible hacer algo ya que en sí seríamos algo. Lo único que falta es hacer que esas dimensiones cambien dentro de su vida regular.
—Es decir, ¿lograr hacer que el brillo de esfera cambie? ¿¡O que cambie de forma!? O... o... ¡Oh qué emoción! ¡El cambio! ¡Es lo que hace falta, tienes mucha razón!
Así, todos aquellos pensamientos hallaron su camino entre las dimensiones que separaban a la nada y al mundo tridimensional que acababan de crear. Envolvieron todo el mundo en un manto abstracto. Tocaron a la esfera en todas sus posibles manifestaciones.
Y en aquel momento, el primer momento que habían logrado crear aquellos dos entes, el primer momento de todo, aquella diminuta esfera cambió.
Y el cambio fue tan abrupto por la inexperticia de los entes en el manejo de sus nuevas dimensiones que explotó. Y se esparció por todos los rincones del universo.
La esfera cambiaba, expandiéndose y llevando todo lo que había en ella consigo.
Y todo gracias a aquel primer momento y los que lo siguieron.
Aquellos entes, a la par satisfechos y sorprendidos, decidieron nombrar ese cambio infinito que habían logrado como Tiempo. Una nueva dimensión de cambio, una cuarta dimensión que arrastraba consigo todas las dimensiones debajo de él, las hacía cambiar, transformarse, existir.
Y así, el tiempo nació, y con él el universo.
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N. del Autor:
¡Hola!
Gracias por leer esta historia. Muchas veces me gusta hacer cuentos o relatos cortos que me nacen y siento la casi obligada necesidad de plasmarlos, así queden muy concisos o hasta enredados (quizás muchos de ustedes conocen mi relato Aquella Nota de Invitación que también es un oneshot).
En fin, solo quería agradecer por leer esta corta historia, de la que me inspiré en los relatos de Asimov.
Ten un buen día y recuerda:
¡Podemos ser fruto de una mera conversación de seres adimensionales!
Atentamente,
Sergio A. Mejía
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