True love


¿Quieren que les diga algo? El destino es una perra. Sí, así de simple.

Lo cierto es que la historia entre Caylin y yo es lo más cercano a una comedia romántica que podrían encontrar en el mundo real y aun así, no está dispuesta a terminar como una, la muy desgraciada. ¿Saben a qué me refiero? El final típico donde el protagonista se encuentra en el lugar menos esperado al amor de su vida, luego le besa con pasión y viven felices por siempre. Pues esa opción está descartada desde la semana pasada, en la que salí todos los días a la calle a frecuentar lugares aleatorios donde ella podría estar. Y la opción de ir a buscarla al aeropuerto antes de que su viaje saliera... bueno, no hay mucho que decir de esa, ha sido categóricamente echada a un lado hace dos meses y medio.

Eso sí, y para que les quede claro de una vez: yo soy un retrasado emocional, un amargado y un obsesivo-compulsivo con respecto al tema de las mujeres... pero algo que no soy es un cobarde. Y después de dos meses maquinando mi perfecto plan (¡para que vean que sí hice algo productivo en ese tiempo!), decido que no quedan más opciones fáciles y que es hora de llevarlo a cabo.

Haciéndoles la historia más sencilla, tengo que llamar a una aerolínea, gastar una buena parte de mis ahorros y emprender un viaje a Escocia. ¿Por qué? Pues ya deberían saberlo: porque estoy perdidamente enamorado de Caylin. Tan enamorado que lo remarco con un adverbio de esos que terminan en mente.

Oh, ya lo ven. Estoy a punto de cometer una locura para conseguir al amor de mi vida. Sólo espero no hacer el ridículo. No demasiado.

...

Cuando el avión aterriza, casi puedo jurar que mi trasero jamás va a volver a su forma circular. Llevo más de diez horas sentado, con una corta parada de visita al baño, así que me cuesta al principio hacer que mis piernas estén en ritmo para recorrer el largo pasillo que lleva a las taquillas de inmigración. Al menos el trámite no es largo y en menos de cinco minutos ya estoy afuera del aeropuerto de Aberdeen buscando un taxi.

Gracias al cielo Caylin me dejó su dirección de Escocia especificada para que pudiera enviarle los documentos de la universidad, pues comenzar a buscarla sin referencia alguna hubiese sido un trabajo casi imposible. Cinco minutos más tarde, he encontrado un auto al que subirme y mientras nos adentramos por las calles de Aberdeen, me doy cuenta de que es una ciudad hermosa. Tampoco es que conozca demasiadas como para tener algún punto de comparación; pero hay algo inexplicable que le hace especial.

Quizá sea todo el asunto de que aquí es donde vive el amor de mi vida, o quizá es que el contraste del verdor de la naturaleza con el sol brillante son en realidad una maravilla. De cualquier forma, estoy tan deslumbrado que no me he dado cuenta de que el auto se ha desviado por una de las calles de adoquines y ahora está estacionado frente a una simpática casa de dos plantas y un pequeño jardín frontal.

Pago al hombre del taxi y me quedo parado un buen rato admirando el lugar. Si Caylin no ha decidido mudarse desde que me telefoneó hace dos semanas, es probable que vaya a encontrarla. No sé cómo sentirme después de tantos meses sin verla. Es decir, más allá del hecho de que estoy enamorado de ella y he venido aquí a decírselo, no sé si deba estar aterrorizado, o saltando de la emoción. Creo que una combinación de ambas sería bastante acertada.

Trato de infundirme valor y me aproximo a la puerta. Toco la campana. Espero. No atiende nadie. Tal vez... Vuelvo a intentarlo. Casi al instante en que suena el timbre de nuevo, una mujer con mejillas regordetas y un delantal de cocina sale a recibirme. Me observa de arriba abajo y alza una ceja, interrogante.

―Buenas tardes ―digo y hasta intento sonreír―. He venido aquí buscando a Caylin Aiken.

La robusta señora me da una mirada de desdén y se cruza de brazos. Joder, creo que no habla inglés.

―¿Caylin Aiken? ―repito, esmerándome en pronunciar cada sílaba y, de paso, sonando como un retrasado.

Rodando los ojos, la mujer se da media vuelta y justo cuando pienso que está por cerrarme la puerta en la cara, la oigo decir:

―Caylin, un sassenach* rubio está en la entrada preguntando por ti.

Su tosco, pero bastante correcto, inglés me hace fruncir el ceño, porque aunque no tengo idea de qué rayos significa "sassenach" me imagino por su tono que no es algo muy favorecedor. Y yo que me había propuesto conservar mi dignidad, vaya.

Màthair*, Oliver es americano ―corrige por detrás una voz que muy bien conozco.

No es que aquella aclaración signifique alguna diferencia; pero al menos la madre de Caylin, que no se parece para nada a su bella hija, no me mira con tanto desagrado como antes. Aunque no soy un experto en eso de la historia universal, creo que los ingleses y los escoceses tienen ciertas rencillas todavía. Aun así, la mujer resopla algunas palabras que no parecen muy corteses y nos deja solos. Bueno, qué puedo decir, todo el mundo odia a los americanos.

Por cierto, Caylin es realmente linda. Es decir, incluso como amigo me había dado cuenta de su cabello rubio con visos anaranjados hacía una singular combinación con su cara pecosa; pero es en este momento que entiendo la belleza de aquello. Mi mejor amiga se lanza a mis brazos y me abraza con suficiente fuerza como para asfixiarme. Está bien, por mí que me saque todo el aire de los pulmones si eso significa que no tendré que volver a separarme de ella.

―Te he extrañado muchísimo. No te lo puedes imaginar.

Y sonríe. Déjenme decirles algo, cuando una persona ve al amor de su vida sonreír, la expresión de idiota que compone es digna de una fotografía. No soy sólo yo, el hecho es universalmente reconocido.

―¿Quieres entrar? ―pregunta.

Diablos, ya me he quedado sin palabras.

―Ajá.

Caylin no parece notar mi estado de nerviosismo, pues en el camino hasta el recibidor no para de hablar. Me cuenta sobre cómo sigue su padre, qué ha hecho para distraerse en esos meses, cuánto le ha afectado el jet lag y el cambio de clima las primeras semanas, todo eso al mismo tiempo y en un intervalo de no más de cinco minutos. Esta chica sí que es rápida con las palabras.

«I think about you all the time

One look, my knees get weak».

―Yo... ―intento comenzar.

«I can't speak

I'm terrified».

Joder. Me paso una mano por el cabello y le doy una mirada ceñuda.

―¿Caylin puedes apagar el maldito reproductor? Intento decir algo importante.

―Lo siento. ―Ríe por lo bajo―. Pensé que la música ayudaría con el ambiente.

Pongo los ojos en blanco.

―No lo hace. ―Respiro profundo―. De verdad.

―¿Qué puede ser tan importante, Oliver, que has venido aquí sin avisarme antes? ¡Sin avisarme, ya has visto! No es que seas mal recibido, te lo juro; pero podría haberte preparado algo de comer, quizá haber arreglado el asunto de tu hospedaje y...

―Estoy enamorado de ti.

La interpelada me observa por un segundo antes de chasquear la lengua.

―Lo sé, Oliver, yo también te amo ―dice, haciendo un gesto con la mano. Genial, he hecho la confesión más importante de mi vida y la acaban de tomar como una broma―. Como te decía, no sabía que recibiríamos invitados; pero de cualquier forma creo que la tía Abi puede hacerte espacio en su casa, ya que su hijo todavía está en Glasgow terminando el semestre. De cualquier forma, ¿cuánto tiempo piensas quedarte?

―¡Caylin, estoy tratando de decirte algo importante! Tengo sentimientos hacia ti y no son exactamente de amistad. Más bien más del tipo novio y novia.

Silencio. Silencio incómodo de comprensión. Auch. Me lanzaría por una ventana si no estuviéramos en una planta baja.

―Ah ―dice―. Bueno, esto... quizá pueda hacerte espacio en mi habitación. Mamá dejó que mi anterior novio se quedase conmigo una semana completa, no creo que tenga ningún problema.

―¿Eso... eso significa que estás de acuerdo con ello?

―Significa, Oliver, que has tardado más de un año en darte cuenta de que hacemos una pareja fantástica, pero te perdono porque sé que tienes un problema serio con este asunto de los sentimientos.

Asiento, un poco extrañado, pero conforme con su respuesta. Volvemos a quedarnos en silencio por unos segundos. Caylin termina por chasquear la lengua.

―¡Qué estás esperando! ¡Este es el momento en el que me besas!

Pues bien, eso es lo que hago, besarla como si el mundo se acabase en ese momento. Es un beso perfecto. Creo que desde este momento sé que la voy a amar por el resto de mi vida. Y ni se fijen, que me pongo cursi con todo este asunto.

―¿Te cuento un secreto?

―Hum...

―Besas mejor que en mi sueño.

.

Fin.

.

―¡¿Que tú hiciste qué?! ―Caylin puede ser tan chillona como ella quiere en ciertas ocasiones. Auch.

―Mi amor...

―¡Nada de "mi-amor"! ¿Cómo te atreviste a vender los derechos editoriales de nuestra vida? Es decir, ni siquiera sabía que la estabas escribiendo. Tú... ―me señala con el dedo, entrecerrando los ojos― te odiaré por toda la eternidad, pues has herido mi vanidad. 

―Caylin ―suspiro―, ¿has estado viendo Orgullo y Prejuicio últimamente?

La interpelada rueda los ojos y resopla negando con la cabeza. ¿Os he mencionado lo difícil que es tomarla en serio cuando compone esas expresiones de molestia que tan graciosas se ven en su cara?

―«No, míster Darcy, aunque no le hubiera conocido sino hace un mes, habría pensado que era usted el último hombre en el mundo con que yo desearía casarme».

Sonríe, pero sólo a medias. Oh, siento un gran alivio corriendo por mi cuerpo.

―Bien, no estás molesta.

―Idiota ―dice acercándose lo suficiente para darme un golpe en el hombro―. Sí que estoy molesta, ¿cuándo infiernos pensabas decirme que habías hecho eso? Sin contar que para ese momento eras un tonto machista. Espero que dediques un apartado para explicar que las mujeres somos igual de buenas compañeras de piso que los hombres y que rechazar a una chica sólo por ser chica es segregación. 

―Claro que lo haré, amorcito. Les diré a todos que en realidad yo soy más cotilla, buen cocinero y preocupado por mi aspecto que tú, que dejen de ser idiotas y que los estereotipos de géneros nos afectan a todos.  Además, no te exaltes, no se había presentado la ocasión de decirte y con el asunto del bebé... no quería alterarte más.

―¡Pues ya lo ha hecho, míster Oliver, le ha añadido más preocupaciones a su pobre esposa embarazada! ―Y con dramatismo, se lleva una mano a la frente―. Qué insensatez, sinceramente. Es menester que busque una forma de compensar todo el desbarajuste que ha causado usted...

Asiento con solemnidad, aceptando que, además de que mi esposa está loca, también tiene un gran talento para la actuación.

―Tiene toda la razón, habré de ponerme en labor de ello, pero dígame, ¿qué podría yo hacer, Lady Doyle, para que este asunto quede saldado?

La interpelada sonríe, esta vez de forma abierta. La verdad, aquello me asusta, porque una sonrisa como esa sólo puede significar una cosa. Caylin se acerca, tan rápido como una considerable panza de siete meses se lo permite, al televisor y lo enciende. Oh, joder. La música empieza a sonar, ella me lanza uno de los controles remotos. Para ser sinceros, la elección del tema resulta bastante peculiar, pues es la canción que sonaba el día en que me aparecí en su casa. Hacía mucho que no cantábamos esta.

«Is this made up?»

Podría decir que los años de karaokes interminables me han vuelto más afinado; pero sería la mentira más grande del planeta. De cualquier forma, es imposible no disfrutar algo que hace tan feliz a Caylin.

«Or true love»

«Is this true love?»

Sip, esto es amor verdadero, amigos, y es tan irreal que casi parece un cuento de hadas.

.

*Sassenach: en escocés es un término (despectivo) para referirse a los ingleses.

*Màthair: madre en escocés.

.

Terminé la historia como mil meses después y a las tres de la mañana en un arranque de inspiración por no dejar ningún proyecto inconcluso que haya subido a la web. Espero que alguien la lea, y por favor, si les gusta, no duden en dejarme un comentario. Sería algo hermoso de su parte y os contestare a todos y estaré infinitamente agradecida aunque sólo me pongan dos palabras. Un abrazo, ¡nos leemos!



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