Capítulo 9.5: Tephen Platealuz I

Pridia 36 de Zefrok. 

Se levantó temprano, saludo a varios de sus primos que lo odiaban, y cabalgó en su yegua en dirección a la ciudad real, lugar donde se encontraba la gran academia Luz de Féru.

A mitad del trayecto notó que a lo lejos había una carreta jalada por caballo y dos personas detenidas, rodeadas de varios hombres armados con hachas y espadas. Supo al instante que eran bandidos. Al acercarse, vio que los dos hombres detenidos eran Ezear y un pobre anciano; dos de los bandidos se interpusieron en su camino y alzaron sus manos para que se detuviera.

—Entréganos tus cosas y nadie saldrá herido —pidió uno de los bandidos que se había colocado en medio del camino.

Tephen miró a Ezear, quien lo observaba fijamente, luego Ezear miró al cielo, Learis resplandecía con un furor azul blanquecino, y Tephen entendió al instante, su autoridad estaba siendo debilitada por la luz de la estrella. Tephen sonrió y alzó su puño al cielo.

—¡No te muevas! —gritó uno de los bandidos.

En un susurro inaudible Tephen dio una orden a su autoridad. En un instante su puño brilló con intensidad, cegando a todos los que estaban a su alrededor. Los bandidos chillaron cegados, escapando cada uno como pudo de ese lugar, chocando con árboles y tropezando con piedras, gritando que estaban ciegos. Ezear estaba agachado en el piso, igual que el anciano, tapando sus ojos y gruñendo por el ardor.

—Perdón, perdón, perdón —suplicó Tephen, saltando de la yegua y corriendo al lado de ellos —. Fue lo único que se me ocurrió en el momento.

—No te preocupes joven Platealuz —respondió el anciano, frotándose los ojos con insistencia—, nos salvaste de ser robados.

—Yo hubiera podido salvarme solo... —susurró Ezear, con sus ojos tapados—, pero gracias.

Tephen lo miró asombrado, la sinceridad en esa respuesta lo dejó anonadado, una arrogancia sincera, seguida de un agradecimiento sincero, que combinación tan extraña.

—Tardaran un rato en volver a ver bien, pido disculpas por eso también... puedo guiar a su caballo —comentó Tephen viendo al equino que jalaba la carreta con anteojeras, eso lo había salvado de quedar encandilado.

—Te estaríamos muy agradecidos —respondió el anciano.

—¿Estaríamos? —susurró Ezear.

Tephen no alcanzó a escuchar a Ezear, pero prefirió no indagar. Amarró su yegua al caballo que halaba la carreta y avanzó mientras charlaba con ellos. Se sorprendió de la cantidad de veces que Ezear respondió con mentiras a preguntas un tanto personales, pero también prefirió no indagar al respecto.

Poco más tarde llegaron a la ciudad real, dejó al anciano y su carreta en los puestos de comercio y fue junto con Ezear a los establos reales donde dejó a su yegua, ya que podía dejarla gratis ahora que era candidato al trono. Caminaron juntos hasta la academia Luz de Féru, había un silencio incómodo entre ambos, una pared de hielo difícil de superar para Tephen.

—¿Cómo crees que vaya a ser la academia? —preguntó Tephen, tratando de desaparecer la incomodidad del aire.

—La verdad, no me importa como sea.

—Mientes —respondió Tephen con una sonrisa.

Ezear se volteó a verlo intrigado, molesto por la sonrisa sincera que adornaba el rostro de Tephen. Le molestaba aún más su piel clara y ojos grises.

—Llena de arrogantes imbéciles... —respondió Ezear sin pensar—, esperando a saber quién es el joven de oscuridad para saltarle encima como religiosos lobos hambrientos de sangre.

Tephen tragó con dificultad sin saber qué responder, dándose cuenta de la cantidad de acoso que tuvo que haber sufrido Ezear en su vida. La religión Guía enseñaba que el único Enkeli malo era Telalk, dueño de la oscuridad y toda la maldad del mundo. Tuvo compasión por él al instante.

Ezear notó su silencio, y se arrepintió del comentario que había hecho sin pensar.

—Tranquilo, le romperé la cara a todo aquel que me moleste... y si no paran así, les arrancaré un ojo o una uña.

—¿¡Qué!? —preguntó Tephen, asustado por la extrema sinceridad repentina de Ezear.

—Era broma, no planeo arrancarles un ojo.

La autoridad de Tephen le mostró que Ezear mentía. Se preguntó qué clase de experiencias habían aorillado a ese joven para ser así. Los únicos momentos sinceros que había tenido hasta ahora, era cuando hablaba de lastimar a alguien.

Iba a comentar algo más, pero llegaron a la entrada de la academia donde esperaban Gadea, Ileseo y el Duque Levion, charlaban con un hombre robusto que portaba vestimentas celestes con costuras doradas en sus bordes.

—Buen día —dijo Ezear, acercándose al grupo con una sonrisa.

Tephen quedó extrañado ante el brusco cambio en el comportamiento de Ezear. Se preguntó si estaría actuando.

—¡Buen día! —respondió Gadea con una sonrisa alegre.

Ella aprovechó la llegada de Ezear para alejarse de Levion, quien instantes antes estaba siendo muy intenso con ella. Ileseo inclinó su cabeza ligeramente, era una forma de saludar bastante respetuosa, tanto que Ezear no supo cómo reaccionar.

—¡Buen día a todos! —dijo Tephen, inclinando su cabeza.

Los demás respondieron con alegría, debían llevarse bien con el muchacho bendecido por Xinok, la Enkeli de la luz. El hombre robusto que estaba con ellos era el que los guiaría por la academia, miró al muchacho Platealuz y luego al otro que había llegado, lo reconoció al instante, era el niño que el fin de semana había estado charlando entre risas con el rey Eosh y el rey de Quistador. El niño maldecido por Telalk, le habían ofrecido una gran suma de dinero con tal de arruinarle las pruebas al muchacho, pero el rey Eosh y el rey Meish le habían advertido que cualquier cosa que le sucediera a Ezear, recaería sobre él, así que había rechazado el dinero por temor a ambos reyes.

Gadea charlaba atentamente con Ezear, mientras Tephen la miraba con atención, realmente era hermosa, tenía un físico esbelto, un cabello lacio y negro que llegaba hasta la mitad de su espalda. Muchas mujeres palidecían ante ella, pero no era del tipo de Tephen, ya que no le terminaba de gustar su aspecto frágil. Lo que más le sorprendía, era Ezear, su actitud había dado un cambio completo.

Ágata llegó en su carruaje real y vio a Gadea hablar con el muchacho de la oscuridad, veía como le coqueteaba ligeramente, con señales tan sutiles que solo otra mujer lograría entender. El corazón de Ágata se llenó de planes malvados.

—¡Ezear! —gritó Ágata, corriendo hacia él.

La mirada de Gadea se ensombreció. Ágata siempre la había fastidiado, desde niñas, siempre había logrado tener todo lo que ella quería, todo lo que pedía llegaba hasta sus manos casi al instante, incluso insatisfecha con eso, le quitaba a Gadea lo poco que tenía, y después se burlaba de ella. Y ahora, aun habiéndose ido durante poco más de tres años, no perdía ni una oportunidad para fastidiarla.

—Mi padre me dijo que te cuidara bien y te mostrara cada lugar que hay en la academia —dijo ella con su suave voz.

Ágata era otra belleza que competía fuertemente contra Gadea. Era morena, con los ojos de color avellana, y tenía una apariencia tierna difícil de explicar, pero por alguna extraña razón, le había caído mal a Tephen, tal vez por ser la hija del asesino de su abuelo, el antiguo jerarca del clan.

—Te lo agradezco princesa —respondió Ezear, viendo al instante como una sonrisa de victoria se asomaba en el rostro de Ágata—. Pero para eso está el guía, así que tranquila, no tendrás que mostrarme la academia.

La sonrisa que asomaba en el rostro de Ágata se cortó al instante, ella no entendía como ese muchacho había podido rechazar su ofrecimiento, nadie la rechazaba. Tephen no pudo evitar sonreír con burla, sintiéndose mal al instante por burlarse de ella.

Ezear pareció sentirse incomodo en medio de ambas bellezas y caminó hasta Tephen, se quedó unos instantes en silencio a su lado, hasta que exhaló.

—Se me olvidó darte las gracias por traerme.

—Buena excusa para huir de ese peligroso ambiente.

Ezear sonrió de forma sincera, y en un parpadeo borró la sonrisa de su rostro y la reemplazó por una falsa muy bien simulada. Tephen lo notó.

—Si me hubiera quedado ahí, habría muerto estrangulado por alguna de las dos.

Tephen soltó una risotada sincera, atrayendo la atención de todos los presentes, extrañados de que ambos se llevaran bien. La extraña pared que había entre ambos parecía desmoronarse.

Poco tiempo después todos estaban reunidos junto al guía. Este los llevó dentro de la academia, les mostró los laboratorios de Alquimia, la gran biblioteca, las aulas donde impartían Números, Biología que era lo que más había llamado la atención de Tephen, Bestiología e Historia, también los gimnasios donde entrenaban las autoridades y artes de batalla. Los llevó hasta el telescopio, donde daban las clases que más emocionaban a Ezear, el estudio de los astros. Al final les entregó una hoja a cada uno con el horario y los llevó hasta su clase.

—Tutora Jash —dijo el Guía asomándose a una de las aulas que estaban a punto de iniciar.

La tutora Jash era una mujer mayor que rondaba los setenta años, se veía enérgica y no tenía ni una sola cana en su cabello, aún le faltaban como tres décadas más de vida, ya que las mujeres solían vivir hasta una década más que los hombres.

—Miren a quien tenemos aquí —contestó la tutora—. Imagino que traes a mis nuevos estudiantes.

—Exactamente —El Guía entró al aula—. Clase Alha, les presento a los participantes al trono.

El guía presentó a cada uno de los participantes, mencionando sus autoridades sin decir sus grados de vínculo. Hubo diferentes reacciones en toda la clase, Gadea y Ágata destacaron al instante por su atractivo. Hubo asombro en toda la clase al escuchar la autoridad de Tephen, atrayendo miradas por su característico color de cabello. Al presentar a Ezear, sus rostros cambiaron al desprecio y los murmullos llenaron la clase. Tephen notó la incomodidad en la mirada del muchacho, viendo como su actitud volvía a cambiar y su mirada se volvía seria, llena de arrogancia. Al tomar cada uno sus asientos, la clase notó algo extraño, los nuevos estaban juntados con su autoridad contraria.

—Bueno —dijo la tutora Jash—. Veo que el excéntrico rey formó los grupos.

La tutora Jash miró a Ezear, por quien le habían pagado una gran suma de dinero para arruinarle las pruebas, ese chico no tenía idea de que se había ganado como enemigo a dos de las familias más poderosas de Hetraea. Sentía un poco de compasión por él, ya que no tenía la culpa de haber nacido con esa autoridad.

—Para continuar con la clase, daré un breve resumen de lo que ya deberían saber.

Continuo con un resumen sobre historia, explicando la razón del tratado Irlikiano, que buscaba la armonía entre los tres reinos usando el nombre de la Enkeli de la Armonía, Irlik. El reino de Quistador era poderoso, buscando expandir sus fronteras a como diera lugar, estando en guerras varios siglos contra Hetraea y Entreont, reinos que no eran rivales para Quistador. Al darse cuenta de sus desventajas, ambos decidieron unirse en un tratado para detener el avance de su enemigo en común; aprovecharon que la Noche de Visita, una fecha especial que se repite una vez cada década, estaba cerca de suceder. Las leyendas cuentan que era una noche donde se paseaban los Enkelis por los bosques, ríos y montañas, protegiendo a los humanos y bendiciéndolos, y ante tal magnificencia, ambas lumbreras nocturnas, Féru e Ípanel, alumbraban completas. Entonces, aprovechando ese suceso, los tres reyes se reunieron en un claro del Bosque Ancestral, juraron por sus autoridades y firmaron con sangre un tratado de paz, en ese lugar fue construida una estatua en honor a la Enkeli Irlik. Ya habían pasado tres décadas desde eso.

—Entonces —dijo la tutora—, sabiendo eso, hoy estudiaremos un poco sobre nuestras leyendas, para eso sacaremos el libro que cada uno tiene en la gaveta de su mesa.

Tephen sacó el libro de la gaveta y lo miró, el papel era amarillo y parecía bastante desgastado. Miró a Ezear, que estaba inclinado mirando su propia gaveta, palpándola, luego lo miró a él. Tephen vio que todos tenían libro, incluso los demás participantes al trono.

—¿Solo tú no tienes libro? —preguntó Tephen.

—Nop —respondió Ezear, alzando su mano.

La tutora lo ignoró a propósito, mientras las risitas comenzaban a escucharse en el salón. Tephen alzó su mano también, y la tutora lo vio.

—¿Sí? —preguntó ella.

—Ezear tiene una pregunta —dijo señalando su mano alzada.

La tutora no supo cómo reaccionar, no se esperaba que alguien defendiera a Ezear y mucho menos alguien de una familia tan importante para Orien como los Platealuz.

—Oh, perdón —dijo excusándose—. No veo tan bien como antes.

Tephen sintió que ella mentía.

—No tengo libro en mi gaveta —reclamó Ezear.

—¿Disculpa? —preguntó la tutora.

Ezear sintió con su autoridad que ella tenía malas intenciones ocultas hacia él. Se llenó de ira e impotencia, estripando con fuerza sus puños. Tephen lo notó.

—No hay libro en mi gaveta —repitió.

Ya no sonreía, su mirada estaba desprovista de emociones, molesto por darse cuenta de que sus esperanzas de que las cosas fueran diferentes en la academia eran equivocadas.

—Oh, debe haber sido algún error.

—¿Puedo ir a la biblioteca por uno?

—¿Tienes ficha de estudiante?

Las fichas de estudiantes la tenían todos los alumnos de la academia, le daba libre acceso a la mayoría de los lugares, como la biblioteca, los laboratorios, el telescopio y los gimnasios, sin esa ficha no se podía entrar a esos lugares, ya que demostraba que no eras de la academia.

—Nos las dan hasta medio día.

—Entonces no te dejaran sacar libros de la biblioteca hasta que tengas la ficha.

Ezear volvió a notar algo más con su autoridad, al parecer, algo le sucedería a su ficha. Su sed de sangre comenzó a aumentar dentro de él. Tephen tocó su cachete con un dedo, sacándolo de sus pensamientos al instante, impactado por el suceso.

—Compartiremos el libro, no tengo ningún problema con eso —dijo Tephen, tratando de calmar a Ezear.

La clase entera se volteó a verlo. Todos entendían que lo que le estaba pasando a Ezear no era un error ni una equivocación, sino que era algo ya planeado, que había personas que al parecer querían ponerle trabas en el camino, y, aun así, alguien le ofreció ayuda, sabiendo que podía llegar a ganarse el mismo destino que el muchacho de la oscuridad.

Tephen sonreía al ver como la profesora lo miraba, él sabía, gracias a su autoridad, que ella estaba mintiendo, y no dejaría que le hicieran a Ezear lo que le hicieron a su padre en el clan, no iba a dejar que lo hundieran o humillaran, no mientras él estuviera cerca. Notó como Ezear lo miraba, al parecer ese muchacho no estaba acostumbrado a recibir bondad sincera por parte de nadie.

—Gracias... de nuevo —susurró Ezear.

—Tranquilo —respondió Tephen en voz alta para que todos lo escucharan—. Solo lo hago para que seamos los mejores de esta clase, no veo ningún otro rival digno aquí.

Esa declaración produjo muchas reacciones en el salón, algunos querían burlarse y otros querían pisotearlos. El alumno más talentoso de la clase se había propuesto enseñarles una lección, y las mujeres estaban sorprendidas ante la muestra de valentía y rebeldía del muchacho de cabello plateado. Por otra parte, Ezear sonreía con satisfacción, notando las buenas intenciones de Tephen, al parecer no era como los demás idiotas, así que se propuso avivar más las llamas del salón.

—Yo tampoco veo ningún otro rival digno —respondió Ezear, ganándose enemigos al instante.





<Dato curioso: La pureza de los Platealuz se mide por el color de sus ojos, los de la rama principal tienen ojos grises, los mezclados tienen ojos azules o celestes dependiendo del grado de mezcla genética que tengan. Su talento para las autoridades también se ven afectadas.> 

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