Capítulo 6.5: Fera Cabello de fuego I

Pocos participantes habían logrado invocar sus autoridades, trayendo consigo terribles consecuencias para los leopardos que los enfrentaban cuerpo a cuerpo. Los leopardos no tardaron en cambiar su estrategia, y comenzaron a dejar caer sus espinas por todas partes, esperando que sus presas cometieran el error de pincharse con ellas, para que el que fuerte efecto paralizante hiciera efecto sobre sus víctimas, solo era cuestión de tiempo para que los participantes perdieran la batalla contra leopardos espinosos.

Desde el palco real, Skarled observaba con atención a la joven pelirroja y la joven de ojos vendados que siempre se retiraba después de asegurar un pago mínimo. Veía que estaban resistiendo con facilidad los embates de los leopardos; la fuerza bruta de la joven de cabello de fuego era lo que más la sorprendía, fácilmente podía llegar a tener más fuerza que dos hombres, y estaba segura que si no fuera por las espinas, podría llegar a matar a un leopardo espinoso con las manos desnudas.

—¿Quién es ella? —preguntó Skarled a uno de los hombres que la acompañaba, un hombre de piel oscura y un físico corpulento.

—Es la primera vez que la veo —respondió con una mano en su barbilla, analizando su físico—, pero se parece a la descripción física de uno de los rumores que corren estos días por esta ciudad.

—¿En serio? ¿Cuál?

—Dicen que una pequeña niña fue rescatada y criada por los leones melena roja, e igual que ellos, le hicieron bañar su cabello en la sangre de sus presas, hasta que se tiñó de un rojo fuego, dicen que tiene los músculos de sus piernas como las de un león y que tiene la misma fuerza de uno de ellos...

—Imposible, estamos hablando de un león melena roja, pocas bestias se les comparan a esos monstruos, tu fuiste testigo de la cantidad de personas que murieron tratando de atrapar uno para esto año.

—Sí, veintitrés de mis hombres para atrapar a uno solo.

—Además... ¿cómo es eso de que la rescataron? ¿De qué o quién?

—No se sabe bien, algunos dicen que de sus propios padres, otros dicen que de las monstruosas aves Imitadoras.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Skarled. Las aves imitadoras eran monstruos de temer.

—Me parece difícil de creer que haya sido criada por leones melena roja.

—Es lo que dicen las leyendas.

Fera había recogido sus colmillos, estaban llenos de sangre y pegajosos, y se mantenía cerca de Gilia para ayudarse mutuamente, habían notado que los leopardos espinosos comenzaban a acumularse cerca de ellas. Decenas de participantes habían muerto, y tan solo un par de leopardos habían sido asesinados o heridos, estaban quedando en desventaja.

—Comenzaré matarlos —susurró Fera.

—Solo tienes dos lanzas, quedaríamos en desventaja si ambas quedan lejos de ti... ¿cuántos participantes quedan?

—Mitad.

—¿Tan rápido? —preguntó Gilia sorprendida—. Sí que somos inútiles sin nuestras autoridades.

—Muchos acostumbrarse al aullido.

—Sí, su efecto es fuerte al principio, se reduce mientras más se escuche.

—Pero leopardos más astutos y agresivos.

Los leopardos mantenían su distancia de Fera, habían visto cómo asesinó a sus congéneres con facilidad y querían aniquilarla a como diera lugar, por eso habían comenzado a girar alrededor de ella, soltando sus espinas para que se enterraran en el suelo y tarde o temprano se envenenara con ellas, podrían matarla cuando estuviera paralizada en el suelo.

—Esas espinas van a ser un problema.

—No, no serán.

Fera había esperado que hubiera muchas espinas alrededor de ella, y al ver que los leopardos se habían acumulado a su alrededor, le susurró al viento que la obedeciera, el viento obedeció y un vendaval descendió sobre ella con fuerza torrencial, Fera agarró a Gilia para que no fuera empujada mientras el viento chocaba contra el suelo, empujando hacia los lados, arrancando las espinas de la tierra y enviándolas a volar en todas direcciones, estas se enterraron con fuerza contra los cuerpos de los leopardos quienes chillaron de dolor, varias espinas volaron hasta dar contra en el cuerpo del mono aullador carmesí, que murió al instante al ser atravesado. El aullido calló en el acto, y el malestar en los participantes comenzó a desaparecer, aunque algunos habían tenido mala suerte y miraban aterrados las espinas incrustadas en sus cuerpos, sus extremidades se paralizaban con cada palpitar de su corazón.

—Eliminaste al mono aullador.

—Envenené participantes con espinas.

—¿Lo hiciste por gusto?

—No.

—Mala suerte para ellos.

Fera lanzó su colmillo a un leopardo que saltaba hacia Gilia, mientras esta se desplazaba hacia su espalda, interponiendo su escudo entre Fera y un leopardo que saltaba por detrás, la muchacha de cabello de fuego quedó asustada, ni se había dado cuenta que un leopardo había llegado por detrás de ella. Eran demasiados los ruidos y los olores como para notarlos a todos, e incluso sospechaba que estos leopardos eran mucho más sigilosos que los leones melena roja.

Muchos leopardos se encontraban heridos por las espinas que Fera había enviado a volar, pero no había efecto alguno del moho paralizante sobre ellos.

—Deben haber desarrollado algún tipo de resistencia a su propio veneno —susurró Gilia.

—Ya puedo ir serio —susurró Fera, sintiendo como el malestar se eliminaba por completo de su cuerpo y sus oídos volvían a la normalidad.

El viento comenzó a arremolinarse alrededor de Fera mientras se acuclillaba para tensar los músculos de sus piernas, las venas de sus extremidades comenzaron a resaltarse. Estaba acumulando fuerza explosiva.

—¡Escudo! —ordenó Fera.

Gilia se lo entregó sin rechistar y Fera salió disparada hacia el frente como una flecha, usando el escudo para golpear con fuerza destructora el cráneo de varios de los leopardos, quienes cayeron inertes al instante. Se dio la vuelta y lanzó uno de sus colmillos al leopardo más cercano a Gilia. Descargó la fuerza de sus piernas de nuevo y volvió a reventar varios cráneos en su paso, había matado a cinco leopardos en tiempo récord. Estaba agitada de la emoción, su rostro estaba sonrojado y mostraba una sonrisa casi sádica.

—¡A este ritmo matará a todos nuestros leopardos espinosos! —Se quejó Skarled.

—Pero aún quedan más de treinta luchadores.

—La mitad de ellos están paralizados por las espinas —dijo Skarled mientras se ponía de pie—, no podrán participar en la siguiente ronda.

Alzó su brazo e inmediatamente un silbido llenó la arena. Gilia cayó de rodillas tapando sus oídos y gimiendo del dolor, con Fera corriendo a socorrerla. Los leopardos se habían detenido en el instante que el silbido sonó, y comenzaron a marcharse hasta que no quedó ninguno en la arena, cuando el silbido desapareció, Gilia se dejó caer a los brazos de Fera, jadeando y sudando.

—El silbido me agarró desprevenida, lo sentí hasta en mi cerebro —susurró Gilia, tratando de esconder su dolor detrás de una sonrisa.

Una extraña ira se asomó en el corazón de Fera al ver a Gilia temblando del dolor en sus brazos, no sabía la razón del florecer de ese sentimiento.

—¡Los participantes paralizados! —exclamó Skarled, mirando la arena manchada de sangre y llena de cadáveres de humanos y leopardos—. ¡No podrán participar en la siguiente ronda! Ya que la parálisis provocada por el veneno del leopardo espinoso puede tardar varias horas en desaparecer.

Los guardias abrieron la puerta que daban al salón de espera, los participantes sobrevivientes salieron de la arena mientras otros hombres vestidos de negro rejuntaban los cuerpos inertes de humanos y leopardos, o los cuerpos paralizados de los participantes que habían sido espinados. Fera y Gilia aprovecharon para limpiar sus extremidades llenas de sangre de los leopardos. Un hombre se acercó a Gilia y comenzó a sanar su herida, antes de que sanara por completo, se detuvo y se fue. Fera lo siguió con la mirada.

—¿Te preguntas por qué no me sanó por completo? —preguntó Gilia al notar el movimiento de Fera—. Porque no está permitido, solo sanan las heridas hasta que dejen de ser graves.

—Veo.

—¿Solo quedamos trece?

Fera se dio la vuelta y contó a los participantes que quedaban. En ese momento agradecía que su Nana la hubiera obligado a aprenderse los números.

—Sí.

Fera la escuchó susurrar algo, sin lograr entenderla.

—No escuché.

—¿Qué? —preguntó Gilia sin entender—. Ah ya —respondió entre risas— estaba llamando a Domero.

Fera miró hacia los lados, buscándolo entre los hombres que traían los cuerpos y entre los guardias. De repente notó su olor, venía del pasillo.

—¿Me llamaste, Gilia?

—Sí, ¿tienes alguna idea de lo que sigue?

Fera quedó confundida, nunca la escuchó llamarlo.

—Creo que los pondrán de dos en dos a luchar con bestias aún más peligrosas —respondió, mirando a Fera de arriba abajo, se había sorprendido de gran manera al ver la cantidad de fuerza que tenía el cuerpo de ella.

—Pero somos trece, no es posible.

—Seguro a Fera la pondrán sola.

—¿¡Qué!? —preguntó Gilia, poniéndose de pie— ¿¡Por qué!?

—Tú la viste, tiene una fuerza exagerada.

—¿Y qué? Mucha gente muere aun siendo dos contra uno.

Ver a Gilia enojada y preocupada por ella le producía un extraño hormigueo en el estómago a Fera, se sentía liviana, poderosa e invencible.

—Puedo sola, soy fuerte —respondió Fera, sin vanidad ni arrogancia, simplemente era la realidad.

—Se que eres fuerte —susurró Gilia, tomando a Fera de las manos, provocando que la muchacha de cabello de fuego sintiera una descarga por todo su cuerpo—, pero las bestias que siguen matan decenas de humanos por año.

—¿Puedo llevar mis colmillos?

Domero no entendió a qué se refería con eso, hasta que recordó las lanzas cortas.

—Sí.

—Puedo sola —volvió a decir con una sonrisa alegre.

Escucharon como afuera la arena se llenaba de ovaciones y gritos de apoyo.

—¡Fera Cabello de Fuego! —exclamó Skarled desde fuera.

—Ve —susurró Domero.

Fera miró a Gilia una última vez, se sentía extraño ver hacia un rostro con los ojos vendados. Gilia notó su mirada y sonrió dulcemente.

—Te estaré escuchando —susurró Gilia apuntando a sus oídos.

Las puertas se abrieron y Fera salió a la arena, las graderías completas estallaron en ovaciones, cientos de personas gritando su nombre una y otra vez, alzando sus manos e izando banderas. Ver tanta gente gritar su nombre le causaba una extraña sensación de placer.

—¡Todos fuimos testigos de su fuerza extraordinaria! —exclamó Skarled—. Ahora veremos si las leyendas que se cuentan sobre ella son ciertas... ¡Déjenla salir!

Una puerta se abrió y un rugido poderoso emergió desde dentro. Fera reconoció el rugido al instante, era una melena roja. La enorme leona salió caminando con el orgullo de un ser imbatible, aunque se podía notar que no apoyaba toda su fuerza en una de las patas delanteras. Fera al verla la reconoció, y al instante se preocupó por su manada, si la leona hija de la alfa estaba ahí, significaba que la manada podía estar en peligro.

La gradería completa yacía en silencio, los leones melenas rojas eran el horror de esas tierras desde hace siglos, todos lo sabían, y ver a uno, frente a frente contra un solo humano... no podían más que sentir pena por la joven.

La leona y Fera se miraron, y corrieron al encuentro, saltando encima una de la otra, jugueteando y restregando sus cabezas. Fera le preguntó si la manada estaba bien, la leona le respondió que sí, que ella había sido atrapada sola, por rondar los límites de la ciudad al buscarla a ella.

El coliseo entero estaba asombrado, las leyendas eran ciertas, esa niña había sido criada por leones melena roja y había bañado sus cabellos en la sangre de sus presas, por eso tenía el cabello con ese color.

—Entonces era cierto —susurró Skarled con admiración—, libérenlo, liberen al gorila escamoso.

—Pero mi reina, ella no podrá sola contra el gorila escamoso.

—¡Tiene a la leona! —Se podía ver el placer en su mirada—. Sabes bien lo que ansió una buena batalla... lo necesito —Su cuerpo se estremecía de solo pensar en tal encuentro.

—Por ti, todo —susurró el hombre, y dio la orden a uno de sus guardias para que lo liberaran.

La puerta por donde había salido la leona se abrió de nuevo, y los instintos de supervivencia de Fera salieron a flote, su cuerpo se acuclilló por instinto y comenzó a rugir junto a la leona, ambas sabían que eso que yacía dentro era peligroso, sus cabellos se erizaron y los músculos se tensaron, estaban alertas.

Un enorme gorila que las duplicaba en tamaño, emergió de las sombras, su cuerpo tenía escamas superpuestas por todo lado, y sus grandes colmillos asomaban de entre su boca. Era la máxima atracción del coliseo, el imbatible Gorila Escamoso.




<Dato curioso: los días de la semana son 9: Pridia, Sedia, Tedia, Cuadia, Quidia, Sexdia, Sepdia, Odia y Caída.>

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