Único
Recordar al joven Ryugasaki Hiro, provocaba que Yonazuki Lucia soltara alguna que otra risita y que prácticamente le fuera imposible separar su vista de él. Claro que al pequeño niño de 14 años que conoció en ese entonces y al joven de 17 años que conoce ahora, no se veían tan diferentes a sus ojos. Ver esa gran sonrisa en su rostro, aquellos ojos ámbar que parecieran brillar y escuchar aquellas grandes carcajadas que es capaz de soltar para agregarle más emoción a la historia que estaba contando a los pequeños niños que lo admiraban con tal cariño que no podía evitar sentirse celoso de los mismos.
Porque aquellos mismos pequeños que lo veían con ojos emocionados, también él fue así una vez, específicamente en el momento que lo conoció. Aunque bueno, aun lo sigue mirando de esa manera tan especial cuando se enfrenta a sus contrincantes y la emoción del momento le gana. Cuando siente que ya lo ha mirado por mucho tiempo y en cuanto sus ojos se encuentran, después de una pequeña pausa, tiene que desviar la mirada, con las mejillas tan sonrojadas que sus orejas se calientan y tratando de prestar atención a su celular.
Claro, la risita que suelta el usuario de deck Dragonico no ayudaba en nada para tranquilizar su muy acelerado corazón. Hizo un pequeño puchero que sabía muy bien que el de cabellos rojos miraría con atención, volvería a soltar pequeñas carcajadas y se volvería a concentrar en continuar con la historia que estaba contando.
Lucia lo miro de reojo, soltó un pequeño suspiro cuando se dio cuenta que había dejado de mirarlo. Se cruzo de piernas y siguió mirando su celular con cierto interés.
Aunque le gustaba tanto escucharlo hablar, sabía que no era necesario prestar atención a esas palabras. No cuando él vivió a su lado cada una de aquellas historias. Todos aquellos valiosos recuerdos los guardaba no solo en la memoria de su celular que poco a poco se iba llenando, los guardaba celosamente en su corazón, en su memoria.
Sonrió para si cuando sus dedos empezaron a deslizar por la pantalla, lo que ahí se guardaba era el motivo por el que su sonrisa creció cada vez más.
Ver aquellas fotos que se tomaron en torneos anteriores, los trofeos que cargaba con gran emoción cuando resultaba el ganador, las fotos que se tomaban juntos cuando aprovechaban que se quedaban solos en aquella isla flotante, incluso las fotos que le sacaba a la adorable y deliciosa comida que Hiro le preparaba solo para presumir su toque culinario. Admirar con cierta emoción los videos que se grababan de sus duelos, mirar con cierto interés aquellos fieros ojos que se encargaban de mirar aquella presa que en ningún momento serían capaces de soltar. Perderse en esa gran sonrisa, en aquellos delicados movimientos en los que Lucia no podía evitar pequeños suspiros.
Si, era todo aquello lo que tanto le gustaba ver a Lucia de Hiro.
Soltó una suave risita en cuanto se encontró con las fotos de Hiro dormido debajo de una agradable sombra, cuando se encontraba concentrado armando su deck, cuando lloriqueaba porque el platillo no le había salido como deseaba. Las bolsas de sueño que se le podía llegar a formar debajo de los ojos, aquella gran sonrisa que se le hacía tan contagiosa y él no podía evitar a la misma. Las fotos que se sacaron en el parque de diversiones, con sus mejillas pegadas, con extravagantes accesorios.
Eran parte de la cantidad inmensa de fotos que guardaba celosamente en su celular.
Al bajar su mano y tocar con suavidad la pantalla del mismo, sonrió cuando vio la foto de un pequeño Ryugasaki Hiro de 14 años.
Aquella gran sonrisa que siempre les mostraba, las fotos que en grupo se sacaban. Hiro siempre era el protagonista de las mismas y él, solo se quedaba a su lado con los brazos cruzados, tratando de no sonar feliz, mirando hacia otro lado. Todos sus amigos a sus espaldas sonreían a su manera, algo tan cálido se podía percibir de ahí que incluso Maura sonreía con ellos. Él era el único que se mantenía con seriedad.
Suspiro.
Como le gustaría regresar en el tiempo y esforzarse por sacar una bonita sonrisa junto con todos los demás. Cerro sus ojos por un momento. Pensando en lo horrible que sería su vida sin él en su vida.
Claro, nunca la tuvo fácil. Su vida siempre fue un desastre, desde que tiene memoria, tuvo que sufrir y caer en la desesperación para probar lo difícil que era ese mundo. Desde el principio, sabía muy bien que sería imposible que él cambiara. Un cambio repentino, era demasiado drástico que no podía evitar tener un poco de miedo en dar un solo paso adelante.
Miedo en abrir su corazón.
Miedo a salir herido.
Miedo a que rompan su confianza y quedarse como un viejo muñeco de trapo que solo utilizan cuando les conviene.
Miedo a los cambios que estaba teniendo su vida en ese momento.
Miedo de que la persona que tomo su mano en los momentos difíciles, la fuera a soltar y se olvide de él.
En ese entonces, no podía evitar tener un poco de miedo.
Prefería aislarse. Prefería quedarse solo.
Prefería no mostrar cariño alguno.
Pero todas esas barreras que un día puso a su alrededor, no fueron suficientes para detener a ese dragón rojo con el que se enfrentó una vez y fue más que suficiente para nunca dejarlo ir. Aquel tonto chico que llego a él y que lo espero todo ese tiempo. Quien le ayudo con los cambios en su vida, aunque fueran lentos, pero siempre tuvo paciencia en abrir su corazón para poder abrazarlo con cariño. Fue el único que logro sacarlo de la oscuridad, el único que hoy en día, sigue siendo capaz de tocar su mano y jalarlo a una nueva aventura.
-¡Lucia!
Abrió sus ojos ante el recuerdo de ese niño de 14 años que siempre le sonrió con cariño, que siempre le hablaba con ternura y que siempre mencionaba su nombre como si de una dulce caricia se tratase. El único que fue capaz de escuchar su dolor y que, a pesar de todo, nunca lo soltó.
Aunque, puede admitirlo ahora.
Fue demasiado intenso que se sentía incomodo con su sola presencia, desde el primer momento, sentía que ya no tenía escapatoria con él. Una persona demasiado intensa y extrovertida para una persona que era todo lo contrario, una persona huraña e introvertida.
Hasta cierto punto sintió que lo estaba acosando, que le insistía demasiado en tener un duelo con él o saber un poco más de su vida. Incluso la vez en que fue a su escuela para saber más de él. Claro que tuvo un gran escalofrió al creer que aquella era su verdadera naturaleza, la de un acosador que no lo dejaría en paz. Lidio con muchos en el pasado que solo lo seguían por su apariencia o porque se encontraban molestos por no saber perder un duelo. Así que estuvo a una llamada a la policía para advertir sobre un posible acosador que lo seguía e insistía en hablar con él.
Realmente estuvo a punto de hacerlo, pero hubo algo en él que lo detuvo.
Ver que no tenía malas intenciones en aquella mirada que conocía a la perfección. Una mirada tan idéntica a la suya cuando se mira en un espejo. Esa sonrisa que por más grande que sea, conocía muy bien lo que era el sufrimiento, aquellos ojos que eran capaces de decir la verdad sobre su alma. Lo cansado que se veían aquellos delgados hombros, los largos suspiros que apagaban su ser.
Ryugasaki Hiro era igual a Yonazuki Lucia. Sus almas se reconocieron en cuanto sus ojos rubí chocaron con aquellos ojos ámbar.
La soledad que sentían era la misma.
Solo que uno supo lidiar con ella y caminar con la misma en aquel camino lleno de luz. Y el otro se dejó contaminar por culpa de la misma y tuvo que detener su camino porque no encontraba su propósito en esa vida.
Eran como un sol y una luna. Siempre solos en lo más alto del espacio, donde solo podían avanzar. Sin poder tocarse, sin poder verse. Sabían que existían, pero nunca lograron verse hasta ese momento que los unió para siempre.
Fue gracias a esa casualidad donde su destino cambio para bien. Donde ya era muy tarde para querer o poder separarse, una vez que se encontraron y sus manos se entrelazaron, ya nunca más se encontrarían con la soledad ni con aquellos sentimientos que por poco y los hacia caer en una profunda desesperación, pues de ahora en adelante, siempre se encontrarían juntos. Compartiendo momentos que guardaría celosamente en su corazón, aventuras de las que nunca creyó que seria capaz de vivir. Todo a su lado.
¿Quién iba a imaginar que entre ellos dos se iba a encontrar con algo más?
Bien dicen que siempre hay un roto para un descocido.
Era gracias a ese intenso cariño que ahora podía disfrutar de los días cálidos. Que podía cerrar sus ojos con tranquilidad sin temor a que aparezca una de esas horribles pesadillas, porque desde hace mucho tiempo, estas se fueron y en su lugar, sueños hermosos y tranquilos tomaron su lugar.
-Lucia
Y que una bonita sonrisa sea capaz de aparecer en su rostro en cuanto sus miradas se encuentran.
Al volver abrir los ojos, se encontró con aquel radiante sol frente a él. Tuvo que parpadear un par de veces para poder enfocar su mirada. Era tan resplandeciente Hiro, aunque no le importaba ser bañado con aquella calidez, en realidad, le encantaba ser cobijado por la misma.
-¿Me quede dormido? -Pregunto Lucia mientras se estiraba.
Alzo la vista, los niños se habían marchado ya y el sol empezaba a ocultarse.
¿Acaso se quedó dormido por mucho tiempo?
-Creo que te perdiste la mejor parte de mis historias -Carcajeo Hiro.- Aunque, tú las conoces mejor que nadie, ¿No es así?
-Por supuesto que si -Hablo Lucia con una pequeña sonrisa. Como si quisiera decir que aquella pregunta era demasiada obvia.- Me gane el derecho de estar a tu lado, como tu mejor amigo como tu eterno rival -Soltó una risita. Hiro lo miro con atención.- ¿Quién iba a decir que el chico más intenso fue el único que logro cautivar mi corazón?
-¿Yo? -Hiro se señalo.- Yo no soy intenso
-¿Debo recordarte como es que me seguías a todas partes? -Ante aquellas palabras, el de cabellos rojos se sonrojo y desvió la mirada avergonzado.- ¿Debo decir de aquella vez que me vigilaste junto con Kai solo porque querían saber mi debilidad?
-¡Ya no sigas! -Pedía Hiro casi de rodillas.- Ya me disculpe por ello -Lloriqueo.- Es demasiado vergonzoso recordar todo eso
-Y a mí con lo que me encanta recordarlo, te veías demasiado lindo siguiéndome a todas partes que creí que eras un pollito siguiendo a su mamá -Carcajeo Lucia ante la mirada avergonzada de Hiro.- Creí que eras un pervertido, incluso estuvo a punto de denunciarte -Suspiro. Se cruzo de brazos.- Suficiente tenía con aquellas personas que me seguían a diario porque le hice abandonar Shadowverse o las que me querían enfrentar a duelo
-¡Yo no soy como ellos! -Se molesto Hiro.- Lo único que quería en ese momento, era enfrentarme a ti -Hizo un puchero.- Seguía siendo injusto que me dejaras ganar, quería enfrentarme a tu verdadera fuerza
-Lo sé -Sonrió Lucia.- Eres mucho mejor que todos ellos, no por nada eres el mejor duelista del mundo -Subió su mano a su mejilla, como si estuviera recordando el pasado.- Tuviste suerte aquella vez, simplemente, quería ver hasta donde ibas a ser capaz de llegar
-Espero que esos idiotas ya no te persigan o se las verán conmigo por querer molestarte o acosarte -Amenazo Hiro al aire. Lucia abrió los ojos sorprendido.- Por cierto -El usuario de deck Dragonico volvió a la normalidad.- ¿Por qué cambiaste de opinión? ¿Cómo es que te diste cuenta que yo no era mala persona?
Ante aquellas preguntas, Lucia lo miro con atención. Se encontró con aquellos ojos ámbar, que a pesar de que el sol ya se había ocultado, estos seguían brillando. Se veían tan bonitos que sentía que se podía perder en los mismos. Claro, aquello ya no representaba un problema para él, porque desde que lo conoció, se encuentra perdido en él. Una gran sonrisa apareció en el rostro del usuario de deck Vampírico, Hiro admiro aquella gran sonrisa que sus mejillas empezaron a calentarse por lo bonito que se veía.
Si alguien le hubiera dicho que aquel niño de 14 años que conoció en aquella noche fría, guardaba una bonita sonrisa, lo hubiera hecho sonreír desde hace mucho tiempo. Aquel niño triste que se había dejado arrastrar por la soledad, desapareció y en su lugar, apareció alguien que puede sonreír con calidez y sinceridad. Le encantaba tanto ver al Lucia Yonazuki de 17 años que ve frente a él.
Así como la noche se acercaba, aquella sonrisa era capaz de brillar como la luna misma. Aquellos ojos rubí, eran capaces de brillar como las estrellas sobre ellos.
-Puedo decir que fueron tus ojos los que lograron cautivarme desde un principio -Respondió Lucia con sinceridad. Hiro alzo su mano a sus ojos, lo que provocó que el otro soltara pequeñas risitas.- Al momento de mirarlos, pude comprender que tú y yo somos iguales, tu decidiste avanzar y yo decidí detenerme -Hablo con cierta nostalgia.- Pero, fuiste el único que dio media vuelta y decidió tomar mi mano mientras al mismo tiempo me ayudabas a continuar, aunque sea poco a poco, nunca me abandonaste -Soltó una leve risita. Alzo su rostro. La noche misma ya los cobijaba.- Me dejaste tomarme mi tiempo mientras cambiaba, me permitiste volver a soñar a lo grande, hiciste tanto por mi Ryugasaki Hiro que estaré eternamente agradecido -Volvió a sonreír.- Es por eso que fue la intensidad de tu cariño quien logro cautivar mi tonto y estúpido corazón, desde el principio, caí por ti
Que bien se sentía decir aquellas palabras. Su corazón se sentía libre que al fin pudo soltar todo el aire que, inconscientemente, había estado guardando. Se sorprendió en cuanto aquellos brazos lo cobijaron. Al alzar la mirada y encontrarse con esa tierna sonrisa, solo supo apoyarse en el pecho de Hiro y escuchar con atención aquel acelerado corazón. Un ritmo que conocía a la perfección.
-Yo también fui cautivado por ti -Susurro Hiro. Lucia carcajeo un poco mientras le devolvió aquel fuerte abrazo.- Desde el principio, fueron tus ojos quienes me atraían, aquella mirada perdida, aquella debilidad que se convirtió en tu fortaleza, tu manera de pelear y de proteger a los demás, ahora puedo decir con toda seguridad -Se separaron con cuidado.- Que la sonrisa en tu rostro se ve aún más hermosa de lo que imagine
Ambos compartieron risitas mientras se miraban con ese cariño que apareció para quedarse. La intensidad de Hiro hacia una perfecta combinación con la tranquilidad de Lucia. Así como un sol que puede llegar a ser cálido y explosivo, siempre se encontraría a su lado una luna fría y serena.
¿Quién dijo que el sol y la luna nunca podían estar juntos?
Ellos son los únicos que demostrarían que realmente se puede cuando se querían tanto. Cuando el cariño y amor que desbordaban, era demasiado obvio que solo bastaba con una sonrisa, con una mirada y atraparían sus corazones para siempre.
Aquel cariño, aquel amor. Lo único que cautivo su corazón.
Una calidez que permanecería hasta el final de sus días.
Aunque no había necesidad de pensar de esa manera. Pues estarían juntos por mucho, mucho tiempo.
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