Capítulo Cuarenta y Siete


Capítulo cuarenta y siete.

Hoy es un día en el que debo y tengo que ser fuerte, lo sé.

Siempre creí que los supuestos sextos sentidos de una madre de los que todos hablaban eran falsedades, inventos o creencias sin ningún tipo de validez, pero ahora lo entiendo. Lo entiendo tan bien, porque mi cuerpo está condicionado a reaccionar antes escenarios que aún no suceden con respecto a Arthur, pero que sé que lo harán.

Anoche tuvimos momentos hermosos.

Él estaba débil, adolorido, pero rió y conversó conmigo. Hablamos durante largas horas con pausas cada vez que dormitaba. Hablé con mi hijo sobre su abuela, mi tiempo en la escuela, finalmente de mi historia de amor con su papá cambiando el final porque no quería que se sintiera mal por un padre que lo ama tan feroz. Él me hablo sobre cuánto le gustaba dibujar, lo rara que le parecía la vida, el cómo el abuelo lo enseñó a ser valiente y que tenía miedo, no por la muerte, tenía miedo de no verme más, de nunca más abrazar a su mami.

Siempre me ha impactado lo mucho que esta enfermedad ha hecho madura a mi pequeño de nueve años. Arthur enfermó a sus siete años y el cáncer lo hizo crecer mentalmente de una manera tan feroz que duele, veo en él muchas etapas de una infancia pérdida que le arrebató ese monstruo.

Lo sostuve toda la noche, haciéndole la promesa de que nunca lo soltaría, que estaría con él hasta el final y cuando con voz cansada me había dicho "no tengamos un final, mami", le prometí que no lo tendríamos porque nuestros corazones siempre estarían unidos. Yo siempre sería su mamá y él mi hijo, "¿Incluso cuando esté en el cielo?'" me había preguntado y con un nudo en la garganta respondí "nuestros corazones no conocen de distancia incluso entonces, mi amor".

Y lo sabía, una parte de mí podía intuir, visualizar, que nuestros pasos se acercaban a eso que muchos llamarían un final, pero que yo quería llamar una pausa en nuestra historia. Estaba ahí, a la vuelta, a un suspiro y aun así nos sonreímos, aun así nos abrazamos y conversamos tanto. También reímos y no mentiré, lloramos. Medimos cuánto nos extrañaríamos y decidimos que era incalculable.

Me preguntó si le daría hermanitos, lo hizo sonriendo, y le había respondido que no sabía, pero para mí misma pensé que en ese momento mi corazón se negaba a imaginar la idea de crear y amar a otra parte de mí que la vida me podría arrebatar, no me creía capaz, no podía imaginarlo.

Siento que en una noche tratamos de cubrir todos los momentos y años que el cáncer nos arrebataría y aunque fue desgarrador, también fue hermoso, porque en esa habitación de un hospital creé recuerdos preciosos y valiosos con mi hijo, en esa burbuja de poco más de doce horas, cubrimos el tiempo, fuimos madre e hijo, familia, amigos, cómplices e incluso almas gemelas. Lo fue todo.

Y cuando dormitó por un poco más de dos horas, lo vi con fijeza, aterrada y paralizada ante la idea de que no despertara, pero entonces abrió sus hermosos ojos y me dio una pequeña sonrisa con labios resecos murmurando un "buenos días, mami" y sentí que me dio un regalo, el regalo de otros momentos para atesorar y grabar en mi memoria cada sonrisa que me regalara.

"¿Cómo voy a vivir sin ti?" me hice esta pregunta por tanto tiempo que comencé a entender que no había respuesta, que tal vez nunca obtendría una.

En la mañana William había venido, no necesitó que le hablara, que le dijera lo que presentía, él simplemente me abrazó y me dejó llorar sobre su pecho antes de darme una sonrisa temblorosa y hacerla más grande cuando entró saludando a Arthur con entusiasmo. Les di espacio, le di tiempo a William para crear sus propios recuerdos, para tener su propia despedida y agradecí que mi corazón no guardó rencores, porque qué hermoso me sentí al saber que Arthur y él habían tenido la oportunidad de amarse, reencontrarse y atesorarse. Cuando los veo, veo a un padre e hijo aferrados a momentos especiales.

Luego estuvimos los tres y Arthur había sonreído mucho, nos había escuchado recordar cosas del pasado —no comprometedoras— y luego le habíamos contado cómo nos habíamos conocido, entonces le dimos el regalo de saber que en algún momento nos habíamos amado cómo novios y tengo la certeza que aunque las palabras concretas sobre paternidad no fueron dichas, nuestro hijo lo intuyó, porque nos vio de manera diferente y comenzó a hacer más preguntas de nuestra relación y cuando no hubo mucho más por decir, sonreía y había dicho "eso me hace feliz", no especificó a qué se refería, tal vez nunca lo sabremos, pero me gusta pensar que en su corazón y con inteligencia supo que William era más que su mejor amigo.

Eva, papá y Elanese habían venido, habíamos estado juntos en la habitación sonriendo, bromeando y teniendo pequeñas discusiones que le hicieron a Arthur tener unos momentos de normalidad y familiaridad.

Pensé que ver a mi hijo dar los pasos finales, se sentiría cómo ver a una estrella apagándose, pero por el contrario, sentí que brillaba más. Mientras su cuerpo se debilitaba, su espíritu, me atrevería a decir que su alma, brillaba más que nunca, haciéndome saber que tuve la fortuna de traer a un ser excepcional a este mundo que no estaba preparado para tanta luz.

Prometo que cada segundo, instante, parpadeo fue significativo. Su oncólogo me había visto y abrazado, susurrándome un "siéntete orgullosa, él ha sido un luchador feroz, lo admiramos y respetamos" y yo había asentido con lágrimas en los ojos.

Entonces, cuando estaba afuera de la habitación, sentada y llorando Andrew junto a Hilary Jefferson habían aparecido. Papá y William habían tenido que salir y todos estábamos tensos, pero Andrew me había dado palabras que me parecieron valiosas y significativas:

—No sé cómo se siente esto, no soy padre y no he pasado por lo que estás pasando. Pero ¿Recuerdas el primer correo que me enviaste? —él se había arrodillado para que lo viera fijamente —Dijiste que no eras fuerte, pero que no querías verlo sufrir más. Dijiste que tú y yo éramos su ancla, la razón por la que se mantenía aquí.

»Esto tiene que ser difícil para ti, pero le prometiste que estarías bien y él me dijo que le has enseñado a no romper promesas. Esto se pondrá más duro, Leslie, y sé que lo sabes. Podrá hacerse más doloroso, pero entonces puedes decidir dejarte caer o dejar que su último recuerdo sea saber que tú estarás bien. No te digo que lo hagas por otros, te digo que lo hagas por él, por ti. Merecen crear buenos recuerdos que puedas atesorar.

»No volvamos más oscuros estos días que ya están resultando grises, hay que pintarle un poco de color para que cuando sea el momento él solo se vaya viendo los mejores de los colores —él había alzado sus manos a mi rostro, pero se había detenido en último momento— ¿Puedo?

Había asentido y un instante después él había limpiado mis lágrimas antes de apretarme la mano, me aferré a él.

Y poco después cuando había recalcado que él era un ángel, me había sonreído antes de decir:

—Yo no soy el ángel o héroe de Arthur. Su mayor héroe eres tú, en este caso heroína.

Luego, Arthur, debilitado y cansado, había sonreído tanto cuando vio a Andrew y a Hilary entrar a la habitación. Lo que pasó después, siempre sería uno de mis recuerdos favoritos: Andrew había cantado la canción más hermosa para Arthur, una canción para mi hijo y la felicidad y el brillo en esos ojos azules lo fue todo para mí.

Arthur lo llamó Mr Smile y me pareció correcto, indicado e incluso predestinado.

Me aferre a mis emociones cuando Andrew le pidió a mi hijo que firmara su guitarra, ese instante significó mucho para él y no sé si Andrew Wood se daba cuenta de ello.

Y entonces llegamos a este momento

—Gracias héroe—murmura mi hijo hacia Andrew, luego sus ojos cansados me ve—. Quie-quiero descansar mami.

Respiro hondo y alguien solloza, entonces lo sé, es el momento de dejarlo ir. No hay espacio para el egoísmo, incluso si me desgarro, le daré su descanso.

Consigo subir a su camilla y estratégicamente arrullarlo en mis brazos, pese a todo lo que se conecta a su cuerpo, abrazándolo y balanceándome, acunándolo como lo he hecho desde la primera vez que lo sostuve entre mis brazos.

Le doy un vistazo a mis hermanas, lucen aterradas y desconsoladas. Mis rocas, mi apoyo y personas que aman infinitamente a mi hijo.

—Antes dile a tía Ela algo... —logro decir.

—Te amo tía Ela—murmura quitando su mascarilla—espe-espero y si-si jueguen ajedrez allá.

—Esperemos que sí, sobrino favorito—murmura Elanese acercándose y besando su frente—yo... yo te amo muchísimo y estaré ansiosa de cuando nos veamos de nuevo.

—Lleva fresas... cuan-cuando me visites y te vea...

—Lo haré.

—Te extrañaré, tía Evie, te amo mucho.

—También te amo mucho, bebé —Mi hermana mayor se acerca, tomando una de sus manos y besándosela—. Gracias por ser lo más bonito en mi vida.

Él tose y lo mezo, dándole todas mis fuerzas en este momento. Mi hijo es valiente, pero sé que lo incierto de este momento lo asusta.

—Te amo, mi cielo, mami te sostiene. Puedes dormir, puedes descansar —No dejo de susurrar para alejar sus miedos y para que sepa que incluso sino puedo caminar con él hacia su descanso, me quedo hasta dónde me lo permita.

—Te amo, yo- yo te sostendré —me responde y me trago el enorme nudo en la garganta.

No puedo controlar las lágrimas que caen sobre él mientras me aferro.

No es justo. Traje al mundo a una persona preciosa y solo me permiten estar nuevo años a su lado. Se me desgarra el pecho, me arde el alma y quema el pecho.

Sostengo a lo más valioso de mi vida, a lo más bonito, lo sostengo mientras se supone que debo dejarlo ir. Me arranco el egoísmo aunque duele y me aferro a instantes porque sé ¡Dios mío, lo sé! Es la última vez que lo sostendré.

Los minutos corren mientras lo abrazo y le digo que lo amo. Le cuento nuevamente su nacimiento, le hago saber que lo sostengo. Papá llega y abraza a mis hermanas, Arthur está rodeado de amor, William intenta llegar.

Lo escucho jadear, gemir de dolor y toser, y me desgarro por dentro, preguntándome por qué no puede irse sin sufrir ¿Cuánto dolor tiene que sentir mi pequeño ángel? La voz se me quiebra, no dejo de derramar lágrimas y sigo.

—Eres la prueba de que el amor a primera vista existe. Te amé sin siquiera verte, Arthur, gracias, de verdad gracias.

—No...Llores...mami.

—Lloro porque te amo mucho, mucho.

Quisiera rogarle que se quede, pero muerdo las palabras, no puedo ser igual de injusta que la vida.

—Nos reencontraremos algún día, lo prometo.

—No pronto —sonríe con los ojos cerrados—. Vive, mami.

—Lo haré, mi amor, lo haré. Puedes irte tranquilo, estaremos bien, estaré bien, lo prometo.

No sé cómo cumplir esa promesa, pero lo prometo muchas veces mientras lo sostengo.

—Te amo tanto, Arthur Caín, tanto, pero tanto.

—Te amo, mami —Se estremece—... Amo a...Will, mucho...Dile.

—Lo haré, cariño.

—Gracias...—dice en voz muy baja—. Gracias.

—Te amo —repito una y otra vez y creo que dice un "también te amo" que no se escucha.

No vuelve a hablar, no vuelvo a escuchar la bonita voz que se volvió mi favorita. Abre sus hermosos ojos azules que me ven con incertidumbre, amor y cansancio y beso su frente, llorando sobre su rostro cuando presiono mi frente contra la suya.

—Lo siento, cariño. Te amaré toda una vida, puedes descansar, estaremos bien.

»Me hiciste feliz, Arthur, tan feliz y me sigues haciendo feliz. Gracias por hacerme mamá, gracias por quedarte incluso cuando estabas cansado, por tu lucha, por tu fuerza y por enseñarme tantas cosas —lloro—. Gracias, te amo un mundo, gracias, mi amor.

Me duele que no tenga una muerte indolora, porque puedo ver que le duele y Arthur me protege de ello, porque sus hermosos ojos azules se cierran y esa es la última vez que mi mirada conecta con la de mi hijo en tanto su respiración cada vez se vuelve más lenta y pausada.

—Eres mi héroe y también serás mi ángel, te amo, hijo, te amo tanto.

Pasan un par de horas, pero para mí se sienten segundos. Lágrimas caen por su rostro, a veces sonríe a medias y sé que me escucha, al menos lo hace hasta que su respiración se vuelve apenas perceptible y luego...

Luego su línea de vida desaparece y no puedo parar de hablar. Su pecho ya no sube porque ha dejado de respirar, pero su cuerpo aún se siente tibio en mis brazos, sé que es mi última oportunidad de sostenerlo.

—Arthur te amo, te amo tanto —Beso su frente y lo abrazo más fuerte—. Me has hecho feliz, gracias, te amo y te extraño, Arthur, cariño me dueles. Arthur... —Lloro—. Ya te extraño, te amo, por favor...Te amo...

No puedo parar de hablarle y abrazarlo.

—Leslie —escucho a Ela.

—No me toques—murmuro—, no pienses siquiera que voy a soltarlo. Es mi bebé, no voy a soltarlo.

Mi hermana se sienta a mi lado, me toma una de las manos que aun envuelven a mi pequeño.

—Lo cuidaré hasta que llegué a dónde tenga que ir—murmuro—, prometí sostenerlo.

—Estaré aquí contigo—murmura Elanese.

En algún punto no lo aguanto más y lloro, pero con fuerza. Lloro con gritos que me desgarran el alma. Lloro sabiendo que acabo de perder a lo más valioso en mi vida, que no volveré a ver sus ojos ni a escuchar su voz.

Lloro sabiendo que no lo veré crecer, que no sabré en qué tipo de persona se iba a convertir, lloro porque su cuerpo siempre cálido comienza a enfriarse contra mí. Lloro porque ya no me dirá "mami" y porque no puedo imaginar el mundo sin sus te amo. Lloro tanto que siento que nunca pararé.

—¿Cómo viviré sin ti? ¡¿Cómo?! —Lloro, sintiendo que me desmorono—. Te extraño, bebé, te extraño.

Elanese, Eva y papá lloran abrazándome.

—Si pudiese irme con él, no dejarlo solo...Me duele demasiado. Arthur, te amo.

»Me voy a morir, papá, me voy a morir —Cierro los ojos con fuerza besando el cabello de Arthur—. Me estoy muriendo, duele demasiado.

El personal médico llega y es difícil separarme de mi hijo. No sé quién me sostiene cuando grito queriendo aferrarme a mi bebé.

—Solo otro minuto, por favor, solo otro minuto —ruego.

Pero me alejan y los veo hacer anotaciones y luego cubrirlo antes de que la puerta de la habitación se cierre y me deje afuera y a mi hijo adentro, ya no estamos juntos.

Me desplomo, dejo ir mi peso sobre quien me sostiene, obligándolo a caer al suelo conmigo mientras lloro y me rompo en tantos pedazos.

La persona que me sostiene me abraza y siento sus lágrimas contra mi cuello.

—Llora, tienes derecho a hacerlo —susurra lo que reconozco cómo la voz de Andrew mientras me abraza—, puedes llorar, te sostendré.

—Lo extraño, lo extraño —clavo las uñas en sus brazos—. No sé cómo vivir no sé. ¿Qué hago? ¡¿Qué hago?!

»No me sueltes, por favor no me sueltes.

Y no lo hace mientras me desmorono y lloro tanto que mis ojos se cierran, lloro aterrada de enfrentar el después, queriendo viajar al pasado y dejar este presente.

***

21 de septiembre, 2016.


«—¡Mami! —grita una voz que me acelera el corazón.

Volteo, estoy en este hermoso jardín en donde parece ser otoño, llevándome una mano a la boca cuando veo a un niño de al menos trece o catorce años, con cabello negro y unos impresionantes ojos azules que no he olvidado, sonriéndome.

Las hojas de los arboles comienzan a caer y él se encuentra a pocos metros, viéndome con tanta felicidad. Mi bebé.

—¿Arthur? —susurroArthur...

—Soy yo, mami.

—Eres tú, mi bebé... No puedo creerlo.

—He crecido un poquito —Me responde encogiéndose de hombros y yo rio entre lágrimas—. ¡Bah! No llores, mami.

Me llevo una mano al vientre crecido en donde mis bebés se mueven y él sigue el movimiento con la mirada, sonriendo y corriendo finalmente hacia mí.

Cuando me abraza, me estremezco y se me llena el pecho de dicha, lo envuelvo con fuerza y siento que un respiro limpio y lleno de paz, ocupa mis pulmones. Esperé demasiado por este abrazo.

—Mi Arthur.

Lo abrazo con tanta fuerza que espero no le duela y él ríe.

—Tienes una panza muy grande, no puedo abrazarte bien.

—Es por tus hermanitas, son tres.

—Lo sé, son tres niñas que serán muy, pero muy bonitas.

Rio con él y luego soy lágrimas cuando sus manos van a mi estómago y siente a sus hermanas moverse.

—Creo que son felices de conocerme, se mueven mucho.

—Muchísimo. Ahora se mueven.

Antes no lo hicieron, antes no lo hacían.

Ahora no paran de moverse, están conmigo, mis bebés se mueven.

—Se mueven mucho porque quieren vivir, van a hacerlo —Me sonríe—. Son luchadoras y tú también.

—Te extraño.

—Yo también te extraño, pero soy feliz porque eres feliz —Me sonríe y se ve tan sano.

Su espeso cabello negro se despeina con la brisa y sus ojos azules brillan tanto, es un adolescente hermoso.

—Me gustan los nombres que eligieron —Me dice—. Ellas quieren vivir, serán fuertes, mami.

»Vuelve a casa, mami, vuelve con Andrew. Fui feliz de verte, estoy bien.

—Te amo, te amo, Arthur.

—También te amo y a ellas. Vuelve a casa con el hombre. Se feliz.

»Dile a mi papá Will que también lo amo y extraño, quiero que sea feliz.

—Se lo diré, estoy segura que será feliz de escucharlo.

Sus manos acarician mi estómago y luego retrocede, sonriendo y derramando lágrimas felices a las que correspondo.

—Te amo —susurro.

—Te amo —me responde.»


Me cuesta abrir los ojos y cuando lo consigo, noto la humedad en mi rostro, estoy llorando.

—Arthur... —susurro— Te amo.

—Leslie ¡Leslie! —dice la voz de Andrew antes de que aparezca en mi visión cuando se inclina sobre mí—. Amor, gracias, gracias, estás despierta.

—Tuve... —digo con lentitud—Un hermoso sueño.

—Te amo, te amo, te amo —murmura besándome el rostro en tanto alguien dice que buscará al doctor.

Está derramando lágrimas y sonriendo mientras me ve, mis propias lágrimas no se detienen, pero sonrío de manera temblorosa, sintiendo mi pecho cálido y tanta paz.

—Arthur es feliz, Andrew —susurro cuando recarga su frente de la mía—. Dice que son luchadoras.

—Lo son, amor, lo son y lo eres.

—¿Ellas...están bien?

—Arthur tiene razón, son luchadoras —susurra, derramando lágrimas y dejando un beso en la punta de mi nariz antes de que el doctor aparezca.

Pienso en el hermoso sueño y sonrío, mis bebés se mueven justo en ese momento y entonces sé que Arthur en ese hermos sueño tenía razón, estaremos bien.



Este capítulo me destruyó y unió. Me dio de todo.

Vuelvo cuando tenga el siguiente capítulo pronto, solo no me aguanté de subir este apenas lo terminé de escribir, pero pronto el que sigue.

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