Capítulo 8


¿POR QUÉ SALISTE DE AHÍ?

"El riesgo de una mala decisión es preferible al terror de la indecisión".

—Maimónides.


JAKE

—¿Quieres pasar por un café antes? —pregunto.

Duncan niega con la cabeza.

—Te escapaste por June, ¿lo olvidas? —dice.

Cierto.

—Te estaba poniendo a prueba, por si tienes alguna otra de tus compañías. —No responde nada. Su silencio me frena y él también se detiene, un poco extrañado debo decir—. ¿En verdad? ¿Nuevamente? Duncan...

Pone los ojos en blanco. Estoy discutiendo con un muro de hierro, helado y rígido, definitivamente impenetrable. ¿Qué es lo que le tiene tan mal? La vida que lleva no es sana en lo absoluto, ni siquiera sé cómo se las arregla para permanecer despierto con tan pocas horas de sueño.

—No desperdicies tu aliento en mí, de verdad, es inútil —suelta mientras contempla la pantalla de su celular como si tuviera apuro de irse.

Su actitud empieza a agobiarme, pero él no se da cuenta, jamás se ha dado cuenta de nada de lo que ocurre a su alrededor, está tan encerrado en su mundo que ni siquiera se percata del daño que sus palabras hacen.

—Duncan... —Empiezo amargamente mientras cierro los ojos, tratando de mantenerme bajo control.

—Nos vemos mañana —interviene por segunda vez, evitándome, apresurando su paso lejos de mí, dejándome con la palabra en la boca.

Me río de lo estúpido e ingenuo que soy mientras lo veo alejarse. Ni siquiera puedo enfadarme con él, de hecho, estoy jodidamente furioso conmigo mismo. Es verdad que se disculpó años atrás, cuando le confesé lo que sentía, y por algún motivo siempre pensé que habíamos establecido algún tipo de relación, pero ni siquiera parece tener la confianza de un amigo para contarme sobre su evidente problema.


JUNE

—¿Qué demonios sucede contigo? —cuestiono, poniéndome de pie justo cuando Jake entra al apartamento. Puedo ver sus hombros tensos y también me percato de su expresión de agotamiento, pero ya que lo esperé durante horas, no puedo simplemente dejarlo ir.

—Nada —responde con frialdad, pasando de mí, tomándome por sorpresa su inesperada actitud.

¿Está molesto o algo?

Persigo sus pasos, y en mal momento el teléfono en mi bolso situado sobre el sofá empieza a sonar, pero lo ignoro.

—Me estás evitando —indico lo obvio—. ¿Por qué?

No creo haber hecho nada malo para merecer tanta indiferencia.

Se detiene y de pronto voltea hacia mí, como si algo le hubiera hecho entrar en razón, o es lo que espero. Pero ciertamente todo es tan inesperado que alcanzo a frenar de lleno, doy un salto hacia atrás y de inmediato lo contemplo perpleja. Estuve a punto de arrollarlo.

—Estoy muy liado con el hospital, ya sabes. —Cierra los ojos.

Es bueno que lo admita, pero desde siempre ha sido así, el hospital está primero, y no es que me moleste, en lo absoluto, sé lo importante que es para él convertirse en neurocirujano, por lo mismo, también estoy al tanto del poco tiempo libre que tiene a su disposición. Es por esa razón que deseo pasar con él cada que existe la oportunidad, ¿acaso es eso malo?, y honestamente no creo que esté siendo intensa, porque son muy pocas las veces que nos vemos. De hecho, cada vez han sido menos.

Lo siento distanciado y él lo reconoce, no es un cabezota después de todo. Aunque por otro lado me siento aliviada al haber escuchado su explicación. Empezaba a creer que algo andaba mal entre nosotros después de sus dos últimos rechazos.

—Y es comprensible, pero en la sala de residentes tú... —Prácticamente me empujó, como si no quisiera tenerme cerca. Como si le produjera repulsión. Así es como me hizo sentir.

—Deja de buscarme, ¿sí? —dice en tono cortante y recibo sus palabras con gran dolor, sobre todo al notar su mirada distante y la frialdad con la que, desde el momento en que llegó, se ha referido a mí—. No, no quería... Lo siento. Es sólo que no es el momento.

—Últimamente nunca ha sido el momento Jake —le indico y mi garganta arde, de modo que mi voz termina quebrándose.

—June...

—¡No! —espeto amargamente, sacudiendo la mano entre ambos cuando intenta acercarse—. Tienes razón. Debo dejar de ser tan inoportuna.

Mis ojos arden, y sigo sin comprender el motivo de su indiferencia.

Por segunda vez mi celular reproduce su tono de llamada, de modo que camino hacia el sofá y desentierro el aparato.

Mamá. Compruebo lo que la pantalla anuncia. Son pasadas las diez de la noche después de todo.

—Debo irme —anuncio, tomando mis cosas, moviéndome rápidamente, evitando sus brazos cuando pretende alcanzarme, y no sé cómo, pero consigo contener las lágrimas de impotencia que arden en mis ojos hasta que estoy fuera y escucho la puerta cerrarse a mis espaldas.

Lucho porque mis piernas no me traicionen mientras tomo el ascensor.

Empiezo a sollozar una vez que me encuentro en la calle, y solo cuando creo estar lo suficientemente lejos freno el paso porque me falta el aire.

Aquí estoy de nuevo, con ese nudo en la garganta y las horribles ganas de echar a llorar.

Respiro profundamente cuando mi teléfono insiste por tercera vez en la noche, y sólo cuando creo encontrarme en condiciones, contesto.

—Necesito un café —suspira.

¡Qué demonios!

Suelto el aliento mientras desplazo la mirada hacia la pantalla con incredulidad, quedándome boquiabierta cuando el nombre Gigoló salta a la vista. Sufro un enredo mental. Debí revisar antes.

Estoy perpleja. ¿Por qué me ha llamado? ¡Por qué precisamente me ha llamado! ¡Tiene una puntería del infierno para interrumpir en el peor de todos los momentos! Precisamente ahora quiero darle una bofetada. Es decir, el primer rechazo de Jake fue por culpa de su estúpida visita, y su estúpida visita no sólo trajo graves consecuencias como el que mi novio me dejara a la mitad de un glorioso O, sino que, minutos después, indeseablemente me descubriera a la mitad de otro maravilloso O en el baño. ¡Y ni se diga del chapuzón!

Todavía lo recuerdo y quiero golpearlo hasta morir.

Entonces recuerdo su advertencia cuando salí de la habitación de residentes esta tarde. Mencionó que haría algo al respecto por lo que le hice a su cocina.

—¿Sigues con vida? —pregunta, tardándose un poco en gesticular cada vocal. Abro la boca para contestar que no estoy de humor para sus estúpidas bromas, pero él se adelanta—. Tenías razón, estoy tan jodido... —La forma en que arrastra las palabras me detiene un segundo antes de colgar.

¿De qué demonios está hablando? ¿Estuvo bebiendo? Eso tendría sentido. Rara es la vez que recibo una llamada suya, es más, presiento, debe pensar que habla con otra persona.

Un segundo después escucho un bocinazo y deduzco que, al igual que yo, debe encontrarse en algún sitio de la ciudad de Nueva York.

—Diablos, deberías odiarme por joderte el momento con tanta frecuencia. Qué imbécil —cuelga.

Levanto una ceja mientras contemplo hacia la pantalla completamente descolocada.

¿Qué acaba de pasar? Ni en mis más locos sueños llegué a imaginar que escucharía a Duncan tan... desahuciado.

¿Es un mal momento para sentirme un poco intrigada al respecto?

Empiezo a caminar, pero luego de unos segundos recibo otra llamada.

¿Acaso no van a parar?

Deslizo el dedo sobre la pantalla y contesto rápidamente.

—¿En dónde carajos estás? —increpa, adelantándose—. ¡Son pasadas las diez de la noche, ya debiste llegar a casa!

—Mamá...

—Más te vale estar aquí en quince. —Cuelga, dejándome con las palabras en la boca.

Suspiro pesadamente y continúo con mi camino. Pienso tomar un taxi, pero a pesar de las amenazas no tengo ganas de llegar a casa tan pronto como para que mamá me reciba con un bocinazo por grito. ¿De qué serviría la prisa si de todas maderas voy a ser retada?

Me vuelve loca. Su voz es imponente, debió ser cantante, o quizá testigo de Jehová, así la escucharían hasta el final.

Las ganas por irme de casa son casi incontrolables. Alguna vez intenté ocultarme en el apartamento de Jake, y el simple recuerdo de las consecuencias hace que la mitad de mi cráneo duela.

Una noche me fui de casa porque no toleré el pánico de mamá al cuidarme tanto y sus estúpidas reglas que conllevan su preocupación, pero se las ingenió para acosar telefónicamente a la pobre Violet, hasta que finalmente consiguió obtener la dirección de Jake y esa misma noche llegó hecha una furia, arrastrándome fuera de su apartamento y de la oreja, literalmente. Es lo que conlleva tener una madre con procedencia latina. ¿Debo mencionar la zapatilla al llegar a casa?

Minutos más tarde me encuentro caminando cerca de casa, e intimidada me detengo una cuadra antes de llegar al edificio. La calle está cerrada por mantenimiento, lo que significa mi peor pesadilla: tener que tomar la avenida en la cual se encuentra el cementerio.

Debí tomar un taxi, ahora sería ridículo pagar un precio tan elevado por tan sólo una cuadra. Me lo podré permitir cuando empiece a trabajar, por lo pronto debo seguir siendo una mujer auténticamente pobre.

Cruzo la calle y apresuro el paso junto al muro que rodea la tierra santa. Espero que esta última palabra se aferre a su fuente significado esta noche.


DUNCAN

—Esta noche solo seremos tú y yo. —Le tiendo un cigarrillo, aunque sé bien, no lo aceptará jamás, así que finalmente soy yo quien le da una calada—. Sí, tampoco es que te pierdas de mucho. —Tomo un sorbo de la botella que adquirí un par de horas atrás, pero descubro que está vacía. Suspiro—. Pero bien, no vine para decirte eso. Te gustan las historias que narran en los libros, aunque no soy escritor y es una historia un poco triste...

Desdoblo la hoja, y estoy a punto de empezar a leer, cuando de repente un grito alcanza mis oídos.

Guardándola en mi bolsillo me levanto y avanzo entre la oscuridad de la noche, precisamente hasta el grupo de árboles que se encuentran rodeados por un muro de piedra.

Descubro a un hombre perseguir a una mujer.

—¡Suéltame! —grita ella, pero él la alcanza, tomándola por la fuerza.

Con impulsividad me balanceo hasta una pequeña caseta pegada al muro y alcanzo el primer objeto que encuentro.

—¿Y si jugamos a la basurita? Tú te tiras y yo te recojo. —Lo escucho decir.

—¡Déjame en paz maldito asqueroso! —Lo golpea y entonces salto el muro—. ¡Qué demonios! —Ella lanza el grito al aire al verme aparecer.

¿Por qué saliste de ahí? ¿Qué demonios hacías tan tarde en el cementerio? Soy capaz de interpretar su aterrado semblante, pero antes que comprobar lo que realmente está pensando dirijo la pala hacia el pecho del sujeto, golpeándolo tan fuerte que cae de espaldas al suelo y se retuerce en el suelo cual repugnante gusano, dirigiendo las manos hacia su pecho por la falta de aire que produje.

—Ahora es mi turno de jugar a recoger la mierda del piso. —Dirijo la pala hacia él por segunda vez, haciéndola girar cual bate de béisbol, tomando mi siguiente impulso—. Levántate basura.

—¡No! —grita, cubriéndose con los brazos y girando sobre el suelo, alejándose de mí con desesperación. Ha logrado esquivarme con éxito—. Lo-lo siento...

Voy a matarlo.

—¿Ahora te disculpas? —Me resulta irónico. Sus palabras tan sólo alimentan una hoguera que hierve en mi infierno interior.

—De verdad. No quería...

—¿No querías hacerlo? —Estallo de rabia, arrematando otro golpe, esta vez, con toda la fuerza que soy capaz de reunir, sin contenerme un poco. Suelta una pesada exhalación mientras se abraza el torso. Le he roto una costilla. Se lo merece, y tampoco es suficiente—. Por mierdas como tú hay tantas personas que se autolesionan. Por mierdas como tú muchos han cometido suicidio, y justo ahora tan solo dices... ¿Lo siento? —Me cuesta controlar el sabor a hierro de la amargura que nace en mi boca cuando me muerdo la lengua con el fin de encontrar mi control, porque sé que existe una parte en mí que inútilmente pretende hacerme razonar—. ¿Dijiste que no querías hacerlo?

Increíble.

Levanto la pala, pero una voz femenina gritando mi nombre me frena de lleno.

No quiero convertirme en un imbécil, ni rebajarme al nivel de esta basura, ocasionando dolor en los demás, originando pesar y haciendo la vida más difícil para algún otro.

Este sujeto debe tener algún ser querido. Intento convencerme.

Pero no es suficiente.

El pensamiento de todo lo que podría acarrear esto a la vida de Violet, más bien es lo que me lleva a lanzar la herramienta contra el muro del cementerio.

June da un sobresalto, no ha despegado sus ojos de mí. Está aterrada, pero en realidad no lo siento por el imbécil. Creo fielmente que esa basura merecía una lección, y aunque me parezca insuficiente me obligo a caminar lejos, porque desconfío del control que sé bien, apenas poseo. Porque si volteo sé bien que sería capaz de hacer algo de lo que después seguramente me arrepentiría.

Y estoy tan jodidamente molesto por eso que, cuando menos me doy cuenta, me encuentro recorriendo lo que resta de la cuadra en compañía de June, quien obligadamente me sigue. Me doy cuenta cuando intenta zafar su mano de la mía. ¿En qué momento la tomé?

La suelto de inmediato, porque de todas formas nos encontramos en frente de su edificio.

Escucho un sollozo, y cuando desplazo la vista sobre sus mejillas las noto brillantes por las lágrimas. Estoy en blanco. Es la primera vez que la veo llorar, y así como siento una extraña impotencia, también soy consciente de que es la señal para marcharme, pero cuando retrocedo un paso ella de repente me toma de la sudadera, frenándome.

Su mano tiembla junto a mi prenda.

—¿Puedes quedarte un momento? —susurra tan bajo que apenas la puedo escuchar. Esto es inesperado. Pero tiene miedo, lo percibo en el tono de su voz. Sé que no debería ceder a su pedido. No quiero comprometerme con ninguna mujer, sea quien sea. Y esto, el quedarme, solo nos acercaría. No quiero ser cercano de ninguna mujer. Es peligroso.

—Llamaré a Jake para que venga —anuncio.

Se esfuerza en sonreír.

—No. Seguramente está estudiando —Niega con la cabeza mientras me suelta—. Gracias de todas formas.

Es como si de pronto hubiera vuelto en sí.

Avanza hacia la entrada y no hay nada, ningún movimiento deslumbrante de caderas, ni zancadas que la balanceen con gracia. Está como muerta en vida.

Con hombros tensos, pasos lánguidos y un semblante decaído, desaparece por la puerta.

Durante unos minutos permanezco aquí, en el mismo lugar, sin poder mover un solo músculo. Su tristeza fue tan fácil de percibir, que cuando menos lo noto me encuentro preguntándome qué sucede con la enérgica June.

No estoy preocupado.

Doy media vuelta y camino hacia la calle, pero repentinamente freno y me encuentro mirando hacia lo más alto de su edificio, con la garganta seca y un peso en el pecho que no me permite respirar hasta que mis ojos recaen en la escalera de emergencia junto a su ventana.

Cuando menos me doy cuenta estoy escalando.

Maldita sea.

De cualquier manera, dejaré el arrepentimiento para el día de mañana.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top