Capítulo 31


TONTO AZUCARADO

"Todo conocimiento resulta hiriente".

—Cassandra Clare.


JUNE

Mientras entro al edificio en el cual trabajo, Duncan en cambio sale de la oficina de Alexis con cada uno de sus músculos en tensión. Casi parece frenético por su forma de caminar.

Busco un indicio de violencia en su semblante, pero antes de profundizar mi inspección los nervios se hacen de mi sistema y me sumergen en un estado de conmoción al notar en sus ojos casi negros un cabreo insuperable.

Me quedo de piedra.

No sé lo que ha ocurrido, pero estoy segura que ha despertado un lado de Duncan feroz que me trae recuerdos de la vez en que golpeó a Anton hasta el cansancio. Me preocupa lo que haya pasado.

Avanza directamente hacia mí, sin apartar su mirada de la mía, y cuando creo que va a detenerse o simplemente pasar por un lado y salir, de repente me toma de la mano, volteándome, por lo que de reojo alcanzo a definir un grupo de siluetas reunidas en la oficina con las que al parecer tuvo un mal encuentro.

Dejo que me guíe fuera, y ya sobre la vereda lo freno.

Permanece de espaldas, y por la forma en la que sus hombros se elevan cada tanto, establezco que se encuentra respirando pesadamente.

—¿Qué ocurrió? —me aventuro por un terreno incierto, pues temo emplear una frase que provoque y haga estallar al Duncan violento.

—¿Puedes dejarlo? —Su pregunta y el sosiego con el que lo dice, de repente tiene un efecto extraño que me descoloca por completo.

—¿El qué?

Suspira pesadamente mientras voltea, y al contemplar su rostro me sorprende tener una idea de lo que piensa.

—Jamás podría imponer nada a nadie... —Contempla la construcción a mis espaldas—. Pero en este momento vaya que me arrepiento de haberte metido en este lugar —habla para sí mismo.

—Me lo he pensado. —Le indico y no duda en mirarme—. Imaginé muchas formas de renunciar a este trabajo, y es por eso que, sé bien, no me resultaría difícil. Pero simplemente no puedo, porque ni siquiera he sido capaz de probarles a todos, y a mí misma, de lo que puedo ser capaz. No consigo darme por vencida después de todos los sitios de trabajo a los que apliqué, y aunque por fin conseguí entrar aquí sin haber sido del todo honesta, es una oportunidad que no puedo desperdiciar. Por más que sea quiero pelear por ella. Todos tenemos un sueño por el cual luchar, y nadie te dice que será fácil, pero estoy segura que la satisfacción al final valdrá la pena. Con Violet lo aprendí.

—Está en todo —manifiesta sin muchas ganas, aunque sé perfectamente lo orgulloso que se siente de ella.

—Es mi motivo de inspiración.

—Sí, ambas son igual de tercas.

—Pero nos quieres de igual manera —suelto.

—Mentira. A ti te qúiero, de forma un tanto más original.

Niego con la cabeza a la vez que rio. Todavía no me lo puedo creer.

—Eres un tonto azucarado.

Mi confesión le hace soltar una carcajada, por lo que llamamos la atención de varios transeúntes.

—¿Y tú? —indaga.

—¿Yo qué?

Parece dudarlo un poco, pero al final se anima a preguntar:

—¿Me quieres?

Muerdo mi labio hasta que lo siento doler. No estaba preparada para una interrogante similar, o por lo menos, no tan pronto.

—Ahora sí que me siento como un auténtico tonto —declara en voz baja y sonríe con dolor, pero ese mismo gesto oculta algo más, algo que empieza a escocer en mi pecho cuando lo veo sin hacerlo en realidad.

Mi cabeza está en blanco, como si con tan solo una simple pregunta se hubiera extenuado.

Pronto soy parte de un colapso mental severo del que no consigo salir, porque de repente me da la impresión de que todo lo que viví momentos atrás fue un sueño nada más, pero que tras esa simple y compleja interrogante he sido capaz de despertar.

—Entiendo... —Duncan dice algo más que lo hace lucir rendido, y me quedo con la duda de lo que habrá sido porque lo veo darme las espaldas, cruzar la calle y lentamente avanzar sobre la acera, perdiéndose entre la innumerable cantidad de personas que atestan las avenidas de Nueva York.

Me transformo en un robot que inconscientemente regresa al edificio y tan solo tiene programado volver a trabajar. Desde entonces permanece en automático y, difícilmente, por más que intenta, resulta incapaz de formular un pensamiento claro.

¿Me quieres? Freno en seco al reproducirse su voz en mi cabeza.

Dijiste que lo intentarías, ¿pero no pensaste en eso June?

¿Qué ocurre conmigo? ¿Por qué no puedo encontrar una respuesta?

June.

Le doy una palmada a mi pecho porque el escozor de pronto se ha transformado en una angustia que en algún momento se apodera de mi respiración, fragmentando el ingreso de oxígeno, dejándome casi al borde de la desesperación.

Debería buscarlo y decirle...

Otro golpe.

¿Decirle qué?

Esto que siento no tiene palabras para describirse.

June...

Me asfixio.

¿De qué se trata todo esto?

—¡June!

Salgo del trance y me encuentro con quien menos esperaba.

—¿Qué diablos...? —suelto y de inmediato se precipita a callarme con su mano. Poco después hace un gesto para que baje la voz.

—Llevo cerca de 10 minutos llamándote —dice en voz baja.

—¿Qué quieres? —pregunto de mala gana.

—Hablar.

—Ya lo hicimos esta mañana Harry.

—Sí, y te dije que estoy de tu lado.

—De mi lado, ¿en qué precisamente?

Harry mira hacia la oficina de Alexis y hago lo mismo. Su hermana se encuentra hablando con Ariel, pero aquel que custodia la puerta es quien me descoloca por completo. Jake está con la espalda recargada cerca del umbral. Casi parece un cadáver partícipe de lo que sea que está ocurriendo ahí dentro. Me pone la piel de gallina porque, es fácil deducir, no están hablando sobre trabajo. Por suerte Harry y yo nos encontramos detrás de una columna, así que me resulta fácil ocultarme de la vista de todos ellos. No parecen haberse percatado de mí en ningún momento.

—¿No se ha marchado todavía? —susurro para mí.

¿Qué hacen todos ellos juntos?

—Estabas tan en tu mundo que casi te ven.

Con la mirada busco una explicación en Harry, siendo entonces que mi cerebro grita: ¡Dos de tus ex en una misma sala!

—Mierda, esto es incómodo —revelo.

—June, tengo una hija.

—Gracias por restregarme uno de los motivos por los cuales terminamos.

—No lo dije con esa intención.

—¿No? ¿Cuál es entonces?

—No soy el mismo de antes. De hecho, quiero redimirme.

—Ah, ¿sí? ¿De qué manera, injustificable pecador?

—A pesar de todo sigues siendo la misma —sonríe y poco después me encuentro dándole las espaldas—. Espera. —Me frena, tomándome del brazo, ocultándonos detrás de la columna, tornando las cosas un poco más extrañas que antes—. Lo siento, pero estoy siendo serio.

Pongo los ojos en blanco y lo aparto, dando así con la mirada fruncida de Jake, quien contempla incómodo hacia el exterior de la oficina, precisamente como si acabara de ser regañado, pero me importa una mierda lo que pase con él. Aún si nos descubriera hablando lo mandaría a volar.

—¿Qué ganas poniéndote de mi lado? —insisto con mayor ímpetu.

—Bien, escucha. Sabes que mi hermanita es sustituta del CEO real, ¿cierto? —Asiento—. Puedo obtener mi puesto y darte el trabajo que en verdad mereces.

—¿Tú eres el verdadero dueño?

—Sí, bueno... En realidad, mi padre lo es. El punto es que, desde que me convertí en maestro y luego de que Mae quedara embarazada, Alexis se ha esforzado en menospreciarme sutilmente y, de a poco, convencerle a mi padre que no podría ser capaz de dirigir esta empresa, aun cuando, sabe bien, es algo que siempre anhelé.

—Sí, recuerdo que cada día en la universidad nos contabas sobre tu "gran sueño". Eso además de la parte en la que te encontré metiéndoselo a Mae en el armario de limpieza. Seguramente un espermatozoide se te escapó del susto al verme y la fecundó.

—De acuerdo. Debemos sanar ese resentimiento que al parecer todavía sientes por mí.

—¡No guardo ningún resentimiento por ti! —Levanto la voz tan solo un poco y para recalcar la realidad de las cosas.

—Ah, ¿no?

Suelto una bofetada y poco después caigo en cuenta de lo que acabo de hacer. Pero no me siento mal, al contrario.

—Vale, ya empieza a salir —dice mientras se frota la mejilla.

Vuelvo a golpearlo y de repente siento que me arrebatan un peso de encima, aunque no por completo. Deseo golpearlo una vez más y no me resisto.

—Te lo guardaste por mucho tiempo —recalca, sosteniéndose las mejillas. Ese último golpe fue el más enérgico.

—Te mereces el infierno —declaro.

—Créeme, ya estoy en él. —Mira de reojo hacia la oficina del CEO.

Me doy por vencida.

—¿Cuál es tu plan?

—A manera de prueba mi padre le cedió el puesto durante el tiempo que estuviera de viaje, pero pronto volverá y creo fielmente que si la exponemos podré tener ese puesto y tú, en cambio, estarás en paz y además obtendrás un buen puesto.

Me gusta cómo suena eso.

—¿Exponerla? Tú sabes más de lo que me has contado —sospecho.

—Cada día finjo que estoy bien con ella. Es mejor tener a tus enemigos cerca.

—Convénceme.

—Quiere tener a Duncan.

—Eso ya lo sabía, por eso está en contra mía. Sorpréndeme con algo nuevo.

—Pero no es la única que lo quiere tener... —Mira de regreso a la oficina, y no es necesario que yo también lo haga para comprobar a quién se refiere.

Ariel. Es demasiado obvio.

Elevo una ceja.

Pero por alguna razón me resulta verdaderamente difícil ejecutar una simple acción como lo es el tragar saliva.

¿Tenías que ser tan provocativo gigoló?

Harry devuelve su atención en busca de mi rostro, y sé bien que lo que encuentra es sorpresa pura ante mi último planteamiento mental, pero tampoco planeo darle tiempo a preguntar.

Diablos que sí te gusta el japonés June, y segundos atrás la cagaste hasta el fondo.

Empiezo a sentirme intranquila por Duncan.

—¿Qué tienes en mente? —Le presento mi curiosidad.

—Esa parte todavía no la sé. Para ser sincero no pensé que llegaría tan lejos.

—¡Dios mío! —Me golpeo la frente por no reventarle la cara por cuarta vez.

De repente estoy muy cabreada.

—¿Qué es?

—No sé qué es más preocupante, haberte tenido de profesor o de novio. Y lo peor de todo: apenas haberme dado cuenta que eres una cabeza hueca.

El amor es ciego, es lo que suelen decir.

Con frustración me alejo.

—¿Volverás a trabajar?

Ignoro su pregunta y avanzo, pero él se me adelanta, me frena y me lleva fuera del edificio.

—No dejes que te vean, por lo menos no hasta que Jake se vaya —ordena.

Ya. No tenía que hacerme sentir todavía más imbécil.

—En otras circunstancias habría salido corriendo, pero Alexis...

—No te echará si te ausentas.

—¿Por qué estás tan seguro?

—Confía en mí, no lo hará. Me haré cargo.

—¿Cómo?

—No hagas más preguntas y ve tras él —ordena con fatiga.

Sus palabras me sacuden. ¿Acaso nos vio hablando?

—Deja de ser tan testaruda y orgullosa. Largo de aquí —insiste—. Ve a buscar al chico June.

Ahora en verdad siento que estoy hablando con mi profesor.

¿Puedo confiar en él realmente?

No creo que pueda hacerlo, nada de lo que ha dicho es del todo convincente para mí, de hecho, hasta podría estarme mintiendo y seguir del lado de su hermana. Pero por más que esa última idea me parezca atractiva, existe algo en su forma de contemplarme que demuestran su sinceridad. Pese al par de años que estuvimos juntos, sus impresionantes ojos celestes jamás me miraron con la misma determinación e intensidad con la que ahora me contemplan.

—Diablos. —No sé por qué, pero de repente tengo una mezcla de sentimientos que me produce náuseas y una leve sensación de mareo mientras mis piernas me llevan sobre la vereda lo más rápido que pueden.

Espero poder alcanzarlo.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top