Capítulo 3


INDEMNIZACIÓN

"Es mejor mirar al cielo que vivir allí".

—Desayuno con diamantes, Truman Capote.


JUNE

Entro a su apartamento con la llave que Violet me prestó esta mañana. Mi motivo la hizo reírse a carcajadas, sin embargo, no puedo echarme para atrás.

Avanzo por el estrecho pasillo que conecta todas las habitaciones a una pequeña sala y pateo la puerta que, sé bien, conecta al sitio en el que lo encontraré, pero cuando termino de cruzar el umbral me detengo, sorprendida por la imagen.

No encuentro a quien me hubiera gustado, pero eso sí, una dulce pelinegra que aparentemente dormía envuelta entre sus sábanas se incorpora para contemplarme asustada. No sabía que le gustaban las chicas tiernas. A sus ojos de un azul claro les toma un tiempo examinar mi rostro, poco después hacen lo propio con la figura que se sitúa a mis espaldas.

Camino hacia delante, evitando la cercanía de este último engendro del demonio.

Siento lástima por la chica, pero él me lo debe. El día de ayer casi tuve una pelea con Jake por su culpa.

Cuando mi novio fue en busca de la pizza y volvió, estuvo a punto de ser baleado por una imagen de nosotros que bien pudo haber sido mal interpretada. A pesar de mis esfuerzos al empujar a Duncan para que me soltara, alcanzó a ver algo que dañó mi imagen por completo.

Para el instante en el que se asomó por la puerta del baño, por suerte Duncan ya se había precipitado al grifo, fingiendo estarse lavando las manos mientras que, por mi parte, básicamente tuve que hundir medio cuerpo en el agua estancada, simulando destapar la puta bañera obstruida.

Mi maldito intento hizo que el caño regurgitara todo lo que tenía en su interior, por lo que escupió como una fuente sobre mí. Segundos más tarde el agua tan solo siguió desbordándose, por poco inundando el apartamento de Jake.

Duncan no hizo más que partirse de la risa, fusilando de este modo mi orgullo. ¿No le bastó con haberme descubierto segundos antes de llegar a un glorioso O? ¿No fue suficiente con haberme salvado de la manera más incómoda posible al sujetarme del trasero? ¡Quiero morir! No, ¡deseo que él muera!

Todavía lo recuerdo y muero de vergüenza.

—Se acabó la diversión, ahora ¡largo! —ordeno, levantando del suelo las prendas de la pelinegra y tirándolas a la cama, cerca de sus manos.

¡Pero claro que no voy a tocar su ropa interior!

—¿Quién eres? —pregunta ella. Su voz es inofensiva. Parece tan delicada que me provoca lanzarme al suelo y sufrir ataques epilépticos.

—June. —Duncan sentencia al pronunciar mi nombre.

Evito voltear, porque sé bien que habré de encontrar una mirada descompuesta. Pero ¡eh!, ¡que yo soy la cabreada aquí!

—¿June? —pregunta ella. Creo que acaba de mal interpretar algo. Y lo peor de todo, ahora conoce mi nombre.

¿Que si es malo? ¡Es terrible! No quiero que hablen cosas que no son de mí. Después de todo, conozco la razón del por qué Duncan sólo tiene amigos y no amigas. Se sabe bien que, cuando una mujer está cerca suyo, es simplemente por una noche de sexo. Y aunque supieran que tan sólo soy la mejor amiga de su prima prefiero evitar comentarios, sobre todo porque tengo novio.

—¡Por un demonio! —Volteo a verlo y sufro un momento de parálisis cerebral. Está en ropa interior, así que sus músculos saltan a relucir y saludan con aletargado entusiasmo, desperezándose cuando él se rasca la nuca en señal de frustración. Pero hay algo que se hace de toda mi atención, y es su segundo tatuaje que apenas se asoma bajo el elástico de la única prenda que viste. Al contrario de su antebrazo creo que estos son símbolos. Aprieto los labios y miro a la chica una vez más—. Soy quien contrabandea a este gigoló, porque sí sabes que lo es, ¿cierto?

En realidad, no hago tal cosa, de hecho, es la única mentira que se me ocurre, pero la muchacha se lo cree con tal facilidad, que aprieta las prendas de vestir contra su pecho y nos mira. Creo que atisbo decepción en su dulce carita.

¡Oh, cuánto lo siento! En realidad, no.

Ahora que la contemplo de mejor manera, parece un poco mayor. ¿Qué edad tendrá?, ¿treinta y tantos años? ¡Vaya! Que yo sepa él tan sólo tiene 28.

¿Por qué ella habría de acostarse con un menor? ¿Preferencias? ¿Atracción por lo extranjero?, ¿por su cuerpo dotado por los Dioses? ¿su aspecto rebelde quizá? ¿Los comentarios de la gente? ¿Qué le ven de bueno a este sujeto? Si es un manojo de problemas.

¡Céntrate June! A lo que viniste.

—Oh, no... —finjo sentirme abatida—. Te gusta.

¿Pero qué diablos es lo que posee él que, a pesar de que tan solo ofrece un servicio sexual, termina por encantarles tanto? Es frío, agresivo y también mujeriego.

—No, claro que no. Sé bien sobre él. —Sus mejillas se encienden cual semáforo en rojo.

Pero claro que le gusta. Está desilusionada y muy avergonzada al mismo tiempo. Y en parte también es mi culpa.

Perfecto, ahora me siento como una mierda.

Pero es por tu bien.

—Entonces deberías irte —le digo, pero aun así no puedo hacerlo con la calma que me gustaría. ¡Anoche ni siquiera pude dormir gracias al enojo originado por él!

—June. —Duncan se escucha todavía más molesto. Me está advirtiendo, y sé que no ha demostrado su cabreo porque soy la mejor amiga de su prima. Se está conteniendo.

—No, está bien... —Ella ha empezado a vestirse—. De todas formas, tengo que preparar las clases de esta tarde.

Abro la boca, pero mi comentario se queda atascado en mi garganta hasta que la veo marcharse de la habitación con cierto apuro.

—¿Profesora?, ¿es en serio? —Mientras lo contemplo levanto una ceja, cruzándome de brazos hasta que inesperadamente mis ojos recaen en su recio pecho, pero no duran demasiado en ese lugar, segundos después trepan hasta su cuello.

Para mi gusto, esa zona es la parte más atractiva de un hombre, y no sólo lo digo por la manzana de Adán, pues creo fielmente que, si tiene el don de poseer semejante cuerpazo, gracias a cada músculo templado fácilmente también tendrá el don para incitar mi deseo por convertirme en vampiro y morder. Él lo incita, pero, aunque así sea, está fuera del límite.

—¿Qué demonios haces aquí? —cuestiona, devolviéndome a lo realmente importante. Se ha percatado de mi vistazo.

—Cobrar lo que me debes.

¡Quiero una indemnización por mi maldito orgullo!

—No te debo nada —dice extrañado.

La puerta principal se cierra con fuerza. Quien diría que la profesora tiene carácter.

Alguien tendrá puntos negativos en su fama de gigoló a partir de ahora.

—Oh, claro que sí... —aseguro—. Por lo de ayer... —Me quedo a medias. No puedo terminar, ¡yo jamás me he quedado a medias en una oración! ¡Ahora pueden ver lo que me hizo!

—¿Qué quieres? —indaga—. Si es sexo, no me acostaré contigo.

¿Por qué piensa que yo...?

Esto me ofende.

—No quiero... —Trago con dificultad, conteniendo mi enfado—. ¡No quiero acostarme contigo!

—Bien, eso facilita las cosas.

¡Yo facilitaría la vida de muchas chicas, así como la que se acaba de marchar con un corazón destrozado, si tan sólo te corto los huevos!, pero no lo digo en voz alta, porque en realidad los necesito.

—Me ayudarás a conseguir trabajo —impongo.

—¿Qué? ¿Acaso quieres...?

—Oh por Dios, ¿qué tienes en la cabeza? ¡Deja de usar la que te cuelga entre las piernas! No estoy diciendo que deseo formar parte de tu mundo, gigoló. Simplemente te usaré.

—Si no es con sexo, ¿de qué forma? —se ríe, de verdad que lo hace y eso hace hervir mi sangre un poco más.

—Oh, pero claro que es con sexo.

—Fuera. Ya te dije que no.

—¡Que no te estoy ofreciendo tener sexo conmigo maldición! —Dios dame un poco de calma, porque si me das fuerza lo reviento—. Sólo quiero que seduzcas a unas cuantas jefas para que yo pueda obtener trabajo.

En primer lugar, no quedan plazas en las mejores empresas. Y, en segundo lugar, rechazaron mi currículo.

Tan sólo deseo entrar, de cualquier manera, asegurar un puesto, y no me importa cuál sea, necesito lo que sea para irme de casa.

Así es, vivo sola con mamá ya que jamás conocí a mi padre, huyó al enterarse que mamá estaba embarazada.

La quiero muchísimo, pero se volvió asfixiante la forma en la que siempre está sobre mí, como si fuera una adolescente. No puedo volver pasadas las diez de la noche porque de inmediato está llamándome, no puedo hablar por teléfono a partir de las ocho porque todas las noches tengo que dárselo para que lo guarde hasta el día siguiente, tampoco puedo cerrar la puerta de mi habitación con seguro jamás o la pateará hasta que la abra. No me gustan sus reglas. Además, siempre llega un punto en el que el pájaro deja el nido, ¿cierto? Ya es mi turno de abrir las alas y volar.

Y por si se preguntan, lamentablemente sí, gran parte de los sitios a los que apliqué tienen una jefa y no un jefe. Me hubiera dado por vencida y buscar desde las empresas más pequeñas y menos reconocidas, pero anhelo mi venganza y un buen trabajo. Además, no entiendo por qué me rechazaron, es decir, estudié arte y gestión cultural. Poseo un título, carisma y talento.

—Estás loca —me dice.

—Me lo debes después de lo de ayer. Lo necesito para obtener mi orgullo de vuelta, así que lo harás, o de otro modo... —Sonrío, acercándome tan sólo un poco a él—. Le contaré a tu prima a cuántos has enviado al hospital por ella. —Los músculos en sus mejillas saltan, lo que es buena señal—. Ajá... Lo sé desde hace años gracias a Jake, pero he obviado el contarle a mi mejor amiga porque sé bien, te quiere demasiado como para ser tan perra y desilusionarla de ti.

Su mandíbula se tensa. Luce serio por primera vez. Sabe que no bromeo. Me conoce bien, pues cuando busco venganza, eso es lo que obtengo.

—Violet tiene un demonio por mejor amiga —suelta.

—Si tú lo sabes, el mundo también.

—¿No te basta con haber entrado así? —cuestiona, y a juzgar por su tono de voz, sé que está cediendo.

—No. Esto... —Señalo el camino por el cual vi a la profesora desaparecer—. Esto es normal. Lo mío...

—¿Qué? —Camina hasta detenerse a mi lado y me contempla sobre el hombro mientras una sombra por sonrisa aparece—. ¿Acaso nunca te masturbas?

¿Se está burlando de mí?

Escucho su risa mientras avanza hasta su armario.

¡Efectivamente se está burlando de mí!

Me apresuro a seguirlo y cuando levanto la pierna para patear la suya de pronto salta hacia un lado, toma mi pie y me empuja, dejándome caer sobre su cama.

Puto ninja.

¿Cómo fue que me vio llegar?

Por eso siempre he pensado que los asiáticos dominarán al mundo. Tienen habilidades sobrenaturales.

Todavía más molesta que antes rápidamente me siento sobre el colchón, pero me petrifico cuando mi mano roza algo húmedo, liso y suave a la vez.

Al regresar la mirada en cámara lenta, entre las sábanas y bajo las yemas de mis dedos encuentro un puto condón usado.

Lanzo un grito y salto fuera de la cama. Y al percatarse él no hace más que sonreír.

—Justicia divina. —Lo escucho musitar.

¡Hijo de puta!

Mi orgullo, gracias a él, cada vez sufre más humillaciones.

—¡Pagarás por tu karma maldito japonés! —grito al salir de su habitación.

Como puedo corro hacia el baño.

Debo usar desinfectante de pisos en mis manos a la voz de: ¡ahora! 


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