Capítulo 21


NO ES POR TI

"Cuando te hayas consolado, te alegrarás de haberme conocido".

—El Principito, Antoine de Saint-Exupèry.


JUNE

Me odio.

Me doy asco.

Deseo estrellar mi cabeza fuertemente contra una pared y olvidarlo todo, pues solo así sería más fácil dejar de sufrir.

Siento náuseas al pensar que aún después de lo ocurrido en mi cumpleaños, durante cada minuto del día esté al pendiente del teléfono, ridículamente esperanzada por recibir una llamada de Jake que, sé bien, jamás llegará.

No he dormido bien durante los últimos días, tampoco tengo apetito, estoy deprimida y ni si quiera puedo trabajar en paz. Cometo muchos errores, lo que me lleva a recibir reprimendas por parte de mi jefa que tampoco mejoran mi estado anímico. ¿Y quién puede meter la pata tantas veces al sacar copias? Correcto, solo yo.

Esto es pura basura.

El amor es una mierda. No sé cómo funciona, pero definitivamente te vuelve estúpido.

Es tan ridículo e ilógico que no lo entiendo. Pero es mi maldita culpa en primer lugar, porque cada que me enamoro lo hago en serio y por eso siempre termino mal.

Pero es inevitable y a su razón es que me odio, porque consciente e inconscientemente me hago daño ya que aún después de lo que viví con mi ex y sabía bien lo que podría llegar a suceder con alguien nuevo, decidí correr el riesgo. Lo último que muere es la esperanza, es lo que al final suelen decir.

Sin embargo, aprendí que amar de verdad es como encaminarse a la guerra completamente desarmado. Por tal razón, y para mala suerte mía, siempre termino gravemente herida. Y lo peor de todo: no sé por qué diablos sigo luchando. No poseo escudo ni tampoco un arma, pero como en este momento, aunque recibir tanta mierda duela como el infierno y me haga sentir que estoy a punto de perecer, por lo menos intento con todas mis fuerzas resistir y mantenerme de pie.

Ya pasará. Todo pasará... Hice lo que pude y al menos lo di todo de mí. Ahora no me queda más que superarlo y seguir adelante.

Me prometí cambiar y empecé con seguir las reglas de mamá. Para calma suya intento evitar la ropa reveladora, contesto cada una de sus llamadas, llego a casa antes de las 10, le entrego mi móvil antes de acostarme y tampoco cierro la puerta de mi alcoba con seguro. Además, evito cualquier clase de tropiezo con Duncan, aunque el día de ayer fue una pequeña excepción que me llevó a conocer su núcleo de gigoló y eso sí que fue revelador e inesperado.

También es cierto que mi comportamiento ha rendido sus frutos ya que mamá está de mejor humor y nuestra relación ha progresado bastante. Aun así, siento que mi vida se ha convertido en un bucle profundo del que no puedo huir.

Salgo del trabajo y al cruzar la puerta me encuentro con un cielo nocturno, pero era de esperarse, tuve que trabajar el doble gracias a mis erratas.

Pienso en si tomar un taxi o caminar hasta la parada del metro, cuando de repente, una persona de pie a metros de distancia llama mi atención. Al comienzo inevitablemente pienso que estoy imaginando cosas, pero al verme aquel asiente con la cabeza y se acerca, volviéndolo real.

¿Por qué está aquí? Es su día libre, lo que nuevamente me lleva a preguntarme: ¿qué diablos hace aquí?

Se detiene justo en frente.

—Pasé a buscarte —contesta a mi pregunta mental con sencillez y levanto una ceja—. Violet me pidió cuidarte.

—Eso tiene más sentido...

¿Cómo voy a evitarlo de ser el caso?

Será difícil después de todo. Pasar de él sería como oponerme a Violet y es algo que no puedo hacer. No puedo oponerme a ella ni a mi madre.

Estoy en un gran problema.

—June. —Volteo hacia la nueva voz que acaba de pronunciar mi nombre, sintiendo una gran molestia en la boca del estómago.

Acaba de salir de un coche deportivo blanco y se acerca manifestando seguridad en cada paso que da. Me trae recuerdos del primer día de clases, cuando en la secundaria entró al salón de clases envuelto en esa misma aura monumental.

Muchas veces imaginé este momento en el que lo volvía a ver y lo primero que hacía era golpearlo con fuerza, ansiosa esperé que se acercara después de mi venganza, pero jamás lo hizo. Y ahora que lo tengo en frente, después de tantos años y desde que lo descubrí engañándome, ni siquiera siento deseos de hablar. Tan solo sé que es una persona a la que deseo tener fuera de mi vida, una con la que jamás deseo volver a relacionarme.

—Harry —saludo porque no sé qué más decir, tampoco esperaba encontrarme esta noche con él.

—Luces bien. —Su mirada me recorre entera y empiezo a sentirme incómoda, sus ojos celestes parecen ansiosos por descifrar incógnitas al detenerse en mi rostro durante un momento, es entonces cuando una sombra se posa junto a mí y acuna mi espalda con su mano. Cuando busco su mirada me encuentro con unos ojos rasgados que reflejan cierta seguridad, confianza y un poco de... ¿qué es eso? Parece peligro, o quizá sea advertencia—. Tú debes ser...

—Duncan —contesta con firmeza. Parece un hombre seguro de sí mismo, lo que lo vuelve intimidante.

Indudablemente activó su modo protector impulsivo, muchas veces lo he visto hacer esto con Violet.

—Ya lo recuerdo, pero... —Harry me mira—. Creí que no tenías hermanos.

—No lo es —confieso y Duncan me mira confundido durante un breve instante.

—Le mentiste a mi hermana. Estará furiosa si se entera. —Sus ojos se desvían hacia Duncan nuevamente, quien continúa luciendo atemorizante, como si al dar un paso en falso a nuestro alrededor pudiera llevarlo a pisar una mina que acabaría con sus piernas destrozadas—. Entonces debes ser su novio.

—No —declaro.

—Sí —asegura Duncan.

Pero ¿qué le pasa?

Lo miro con la interrogante y sin poder disimular la sorpresa, pero esta vez él no hace lo mismo, más bien abraza mi hombro y me adhiere a su lado con fuerza.

Empiezo a ser parte de un inesperado enredo mental, hasta que por la puerta del mismo automóvil en el que Harry llegó veo descender a, seguramente, la causa por la cual Duncan empezó su excéntrica actuación: Ariel, quien al vernos durante un largo rato hace una mueca y entra al edificio.

—Bueno, fue un gusto. —Harry se refiere a Duncan—. Espero podamos salir a tomar un café algún día June.

Ambos lo vemos marcharse, y al perderlo de vista Duncan se aparta bruscamente.

—Lo siento —se disculpa.

—No te molestes. —Empiezo a caminar con el fin de acabar con la incomodidad que de pronto empiezo a sentir por culpa suya.

—Harry es el hermano de tu jefa, ¿cierto?

—Ajá —respondo sin darle mucha importancia, pero, aunque intento no puedo sacarlo de mi cabeza. Es decir, saludar a un ex de hace años con el que las cosas no terminaron bien, no es algo que simplemente pueda pasar por desapercibido. De alguna manera logró sumergirme en recuerdos que me llevan directamente a una conclusión: lo que mal empieza, mal termina.

Él fue mi profesor y amante en secreto. Jake en cambio fue mi venganza hacia ese mismo imbécil que me engañó con una compañera de clases, embarazándola.

—Y sabe que no tienes un hermano... —Duncan me saca de mis pensamientos.

Ahora sé al sitio al que quiere llegar: su mentira por la cual entré a trabajar en ese sitio.

—No volvió desde ese día en el que lo vimos llegar junto con Ariel. Supe que están trabajando juntos, ambas empresas se sustentan para un proyecto importante, pero todo era cuestión de tiempo... Sabía que no podría esconderme de él si volvía a verlo.

—¿Crees que represente un problema?

—No creo que tenga la cara para joderme más de lo que ya hizo, pero... ¿Y qué si lo es? ¿Te desharás de él? —Le miro de soslayo.

Niega con la cabeza lentamente y siento un ligero golpe de decepción.

—Nos desharemos del cuerpo, tú y yo. Es nuestra mentira después de todo.

—Claro. —Disimulo una sonrisa que me resulta extraña. Desde que Jake huyó de mí en el hospital y mamá me contó la verdad sobre quién era mi padre, he recibido partículas de su consuelo, porque, aunque se lo pregunte y lo niegue, lo son. Bajo su corteza de gigoló es una buena persona.

Caminamos alrededor de quince minutos en silencio, y verdaderamente no sé cómo decirle que preferiría tomar un taxi, pero resulta que gracias a la forma en la que actuó en frente de Harry ahora también siento cierto recelo hacia su persona, aunque sé bien que me defendió por Violet. No, más bien cuidó su trasero de Ariel, pero...

—Dijiste que sí —presento mi duda.

—Que sí ¿el qué?

—Cuando Harry preguntó si tú y yo...

Lo veo reflexionar durante un breve instante.

—Cierto, no me lo pensé muy bien. Mierda. Será un problema si Alexis se entera.

Seguramente lo sea, pues, aunque no lo dice, Alexis espera ansiosa ver a Duncan cruzar la puerta de su edificio. Está bastante interesada en él y también hubo veces en las que seguramente quiso preguntarme por él, pero por mantener su orgullo no lo hizo.

De inmediato frena en seco y no le da tiempo a colocarse en frente de mí, pues poco antes de volver a contemplar sus ojos llenos de rabia una figura resalta muchísimo al otro lado de la calle: Jake entrando a un restaurante de la mano de otra chica. De hecho, la conozco, pues también trabaja en el mismo sitio que yo.

No sé bien durante cuánto tiempo permanezco mirando al suelo, pero es Duncan el que posa sus manos sobre mis hombros, volviéndome de regreso a la realidad.

—Estoy bien —respondo por inercia y paso junto a él. Ahora no puedo pensar en nada más, mi cabeza está en blanco, no es capaz de procesar a plenitud lo que mis ojos acaban de ver, tan solo suelta posibilidades como: quizá lo acabo de imaginar, pudo ser alguien bien parecido, Jake no sería capaz, pero... ¿por qué debería seguir dándole tanta importancia?

—No —suelta Duncan a mis espaldas y su voz me frena, cuando volteo a verlo toma mi mano y tira de mí en dirección a ese mismo restaurante—. No está bien.

El pánico me invade mientras contemplo la espalda de Duncan. Camina decidido, me arrastra con él hacia el infierno.

No quiero entrar.

—Puede hacer lo que quiera —le digo, pero no me escucha—. ¡Terminamos!

Frena en seco.

El silencio se hace y su mano aprieta la mía con mayor fuerza mientras contempla la puerta a escasos metros de nosotros.

—Jake y yo terminamos —añado.

—Fue en tu cumpleaños y ambos estaban ebrios. —Su voz es profunda. Su enfado es palpable.

—No hace falta estar ebrio para saber que lo que sientes es real. Ya no quiero... sufrir, ¿vale? Es demasiado. Cruzar esa puerta y verlo no mejorará las cosas.

—Él y tú todavía...

—¡Nada! Terminamos, y puede hacer de su vida lo que le plazca. Así que no trates de ser empático conmigo cuando ni siquiera lo entiendes.

Pienso que va a soltarme cuando su mano deja de apretar con la misma fuerza que antes la mía, más bien empieza a temblar.

Estoy por decir algo más, pero vuelve a tirar de mí y mi frente choca con su pecho. Dejo de respirar cuando envuelve sus brazos alrededor de mí y cuando apoya su mentón en mi hombro su calidez me baña por completo.

—Tienes razón, no tengo el derecho a obligarte cuando jamás he sentido lo que tú sientes por él. Pero a pesar de todo también creo tener el derecho a revelar todo el cabreo que esto me hace sentir.

—Oye...

—No te preocupes, eso último no es por ti.

Gracias al reflejo del coche aparcado cerca de nosotros puedo comprobar que su mirada la tiene fija en la puerta del restaurante.


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