Capítulo 2
CUATRO COSAS
"Sé quién era esta mañana cuando me levanté, pero creo que he debido cambiar varias veces desde entonces".
—Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll.
DUNCAN
Cierro la puerta y las campanillas situadas justo encima, terminan delatando mi entrada.
Cruzo la estrecha cocina y en la diminuta sala me detengo a contemplar el par de puertas situadas entre el sofá de cuero negro y una televisión plana empotrada en un viejo armario.
El espacio es demasiado estrecho. Jake vive solo, por lo que claramente escucho de lejos cuando alguien gime.
De inmediato doy media vuelta, como si estúpidamente quisiera levantar cada uno de mis pasos ya ejecutados y marcharme sin dejar ningún rastro, pero antes de alcanzar la salida presto oídos a las pisadas aceleradas que salen de la habitación.
—Creí que llegarías más tarde —suelta Jake a mis espaldas.
Lentamente volteo.
—Son las tres —indico y apenas parece haberse dado cuenta de la hora.
Tiene el cabello rubio y corto revuelto, prácticamente porque alguien acaba de pasar los dedos por ese lugar. No lleva la camiseta puesta, así que su torso delgado resalta a la vista el par de marcas rojizas elaboradas por un par de labios. Levanto una ceja, intrigado por el método que debieron usar.
Jake tiene 28 años al igual que yo, pero por alguna razón este día luce menor. Quizá por la pinta de niño recién levantado que tiene en este momento.
Recorre con sus ojos verdes el suelo de la estancia hasta llegar a mí, pero no dice nada, ni siquiera parece molesto. En realidad, creo que se siente incómodo, y no es de sorprenderse.
Deberíamos tener un plan para estos casos. Colgar un objeto en la puerta o algo parecido, pero de inmediato recuerdo cuando él se ha encontrado en mi lugar, irrumpiendo tantas veces en mi apartamento los últimos años que, presiento, ya ni siquiera le importa. Se ha vuelto tan habitual para él, sin embargo, para mí es todo lo contrario.
Esto no es normal, hablamos de la mejor amiga de mi prima, quien es menor a mí por tres años. Reconozco lo explosiva que puede llegar a ser, pero esto ya es demasiado. No quiero tener esa imagen de ella en mi cabeza.
June sale de la habitación a paso firme y se detiene con el solo fin de contemplarme furiosa, pero mis ojos no duran mucho tiempo en su rostro, traicioneramente se desplazan hacia la blusa a medio desabrochar, poco después descienden hasta su falda mal acomodada y en sus muslos me detengo, frenando en seco porque mi mente de pronto manifiesta la imagen de cómo lucía su cuerpo bajo el agua. Llevaba lencería blanca de encajes. Ni siquiera sabía que tenía un piercing en el ombligo.
Se cruza de brazos y levanta una ceja.
Me está odiando y entiendo la razón. Acabo de interrumpirlos cuando evidentemente estaban a punto de tener sexo.
Bien, no sé si echarme a reír o qué otra cosa hacer.
—Traeré los libros —dice Jake, devolviéndose rápidamente a su cuarto.
Diablos, ¿habla en serio? ¿Estudiar en un momento así?
Sé que la quiere obsesivamente, me habla tanto de ella que a veces he llegado a sentir cierta curiosidad. Sin embargo, ¿hacer algo como esto?
June chasquea la lengua mientras pone a descansar su hombro en la pared y sigue contemplándome como si quisiera estrangularme. Tiene un pésimo carácter, pero esta vez juro que comprendo su enfado.
Por otro lado...
¿Acaso Jake es idiota? En sus zapatos yo habría echado a patadas al intruso. Puedo notar que June se ha quedado con las ganas. Es un maldito pecado dejar a una mujer así. Por mi parte jamás podría, ni siquiera me detuve el par de veces que él irrumpió en mi apartamento sin querer.
—Gracias, ¿eh? —masculla June como si hubiera terminado de leer mis pensamientos. Acepto que la palabra furiosa no alcanza para describirla en este momento.
Carraspeo ya que en verdad me cuesta trabajo no echarme a reír por culpa de su enojo, momento exacto en el que da media vuelta y entra al baño. Intenta cerrar la puerta con fuerza, pero por equivocación termina dándole una patada con el talón, dejándola ligeramente abierta.
Está consciente de que tiene un buen trasero, porque diablos que siempre supo cómo moverlo.
Jake sale de su habitación con un par de libros, cuando más bien deberían ser de cojones para obligarme a salir. También sé que puedo tomar la iniciativa, pero de repente pregunta:
—¿Pizza?
¿Y cómo resistirse a eso?
Asiento con un gesto y él se acerca al teléfono colgado en la pared, marca el número de la pizzería más cercana y lo escucho hacer el pedido.
Quince minutos más tarde sale del apartamento al recibir el aviso por parte del portero. El repartidor espera abajo.
Contrario al sitio en el que vivo, la seguridad en este edificio es envidiable.
Sobre la mesa de la cocina reviso el material de estudio. Cuento con el privilegio de tener buena memoria, por tal motivo no me acuesto con la misma mujer dos veces, ni siquiera por error. Son igual de traicioneras que una lata de cerveza y tan peligrosas como un encuentro con el ángel de la muerte, eso lo sé a la perfección. Por tal motivo las relaciones serias no son de mi interés.
Creo escuchar un quejido que desplaza mi vista hacia la sala. La puerta del baño sigue tal cual como June la dejó, lo que me parece extraño. ¿No ha salido todavía?
Varios objetos caen al suelo y el ruido que provocan cruza la sala hasta llegar a mí.
De inmediato me levanto de la silla, movido por el impulso de haber certificado la gravedad de muchas personas que llegan al hospital después de sufrir accidentes en el baño, considerándolo personalmente como la habitación más peligrosa que puede existir en una casa, aún más que la cocina.
Me acerco y espío a través de la puerta a medio cerrar.
Encuentro a June sentada en el suelo. Está de espaldas a mí y luce un tanto incómoda. Hay varios frascos regados por el suelo y la veo mover su mano cerca de su vientre al tiempo en el que lanza su cabeza hacia atrás y suelta una pesada exhalación.
De inmediato abro la puerta, pero me detengo a medio camino al verla dejar sus manos quietas mientras intenta acomodarse la falda con desesperación. Tarde me percato de lo mal que interpreté todo.
Se estaba masturbando.
Trago con dificultad cuando me mira con los ojos marrones despejados a plenitud. Segundos después suelta un grito mientras se pone de pie tan agitadamente que resbala y alcanza a tomarme de la playera, tirando de mí, arrastrándome en dirección a la bañera.
Agradezco a mis reflejos que me permiten frenar nuestra caída, buscando apoyo de la pared con un brazo.
Termino ligeramente inclinado hacia delante al verme desesperado por sujetarla y que no fuera a caer, partirse la cabeza, y luego ahogarse. ¿Quién diablos es tan inteligente para dejar la bañera llena?
Segundos de silencio transcurren mientras compruebo que todo es seguro para separarnos, pero antes de empezar a moverme siento sus manos hacerse con mayor fuerza de mi playera y desplazo la vista hacia su rostro enrojecido cuando susurra:
—Tienes una erección.
Entonces me percato de cuatro cosas...
La primera, sí, evidentemente tengo una erección por su culpa, algo que no está nada bien. Culpo a la estructura biológica masculina.
La segunda, June puede sentirla porque tuve que apretarla contra mí para salvarle la vida.
La tercera, todavía me encuentro renegando que posee un cuerpo espectacular, aun cuando la estoy sujetando, aunque no precisamente de la cintura, sino más bien del trasero y por debajo de la falda. Usa un hilo, así que también tropiezo con el dilema de si tomar en cuenta que lleva puesta ropa interior.
Y la cuarta, escucho las campanillas sobre la puerta principal sonar.
Jake está de regreso.
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