Capítulo 14
LA VERDAD
"¿Sabes lo que ocurre cuando haces daño a la gente? Dijo Ammu. Cuando dañas a la gente, comienzan a quererte menos. Eso es lo que hacen las palabras descuidadas. Hacen que la gente te quiera un poco menos".
—El dios de las pequeñas cosas, Arundhati Roy.
JUNE
Cierro la puerta de casa después de entrar.
Apenas son pasadas las siete de la noche y lo único que deseo es caer inconsciente sobre mi colchón.
Todo lo sucedido el día de hoy fue muy extraño, empezando con el inesperado acoso del gigoló.
Cruzo la sala y tengo un mal presentimiento cuando tropiezo con mamá, quien al parecer esperaba por mi llegada.
—Esta tarde te vi con ese muchacho, el primo de Vi — me dice.
—¿Ah sí? —Tan solo quiero alcanzar mi puerta, pero justo ahora parece tan lejana...
—No me gusta.
Freno en seco y lentamente volteo en su dirección.
—¿Ahora también vas a prohibirme las amistades? —increpo.
—Hace poco escuché que la gente no tiene buenas referencias sobre él.
—Mamá... —Empiezo a decir.
—Se ha acostado con muchas chicas por simple diversión —interviene con seriedad.
¿A qué viene todo esto tan de repente? Con fatiga sostengo el puente de mi nariz.
—¿Y qué? No tengo esa clase de interés en Duncan, ni tampoco él conmigo. Soy la mejor amiga de su prima después de todo.
—Sí, pero no has hablado con ella desde su matrimonio.
—Eso es porque está ocupada en sus asuntos del viaje y su esposo. No quiero molestarla. A penas han pasado un par de días y estarán haciendo... cosas.
Además, ambos trabajan. Violet sale constantemente del estado y Anton está bastante ocupado finalizando su carrera en artes escénicas. Ya no es como en la universidad, que por lo menos teníamos tiempo para salir de vez en cuando.
—Ya... —Aguarda durante un momento mientras se muerde la uña del pulgar. Mamá tiene un gran parecido físico a mí, a excepción de la edad y el mal hábito que tiene al morderse las uñas.
—¿Qué es lo que te molesta? —pregunto.
—Su mala fama y que los vi hoy —reitera.
—Ya te dije que él y yo...
Levanta la mano, callándome de la nada. Solo hace eso cuando no tiene deseos de empezar una pelea.
Lentamente camina hacia el sofá y se sienta. Parece un poco distraída, a decir verdad.
—También tiene que ver con la pelea que tuvimos anoche —admite—. En realidad, seguramente tiene que ver con todo lo que te disgusta de mi comportamiento y de mi manera de cuidarte.
Empiezo a tener ese mal presentimiento otra vez.
—¿De qué hablas? —pregunto.
—Sabes que te amo por tu forma tan espontánea de ser, pero ciertamente hay veces en las que también me preocupas por eso.
—Debes confiar un poco más.
—No puedo. Es decir... —Vuelve a morder su uña. Está muy nerviosa y en ningún momento ha dejado de mirar el suelo.
—¿Bebiste?
—Tan solo un poco —confiesa—. Pero el punto al que quiero llegar es que, si no lo digo ahora...
—¿Decirme qué?
Por fin me mira y exhala pesadamente.
—Sobre quién era tu padre.
Me preocupa la tristeza que se manifiesta en su rostro.
—Si no quieres hacerlo está bien.
—Cuando yo tenía tu edad —empieza—, solía ir de fiesta con mis amigas con frecuencia. Salíamos con muchachos a bares, bebíamos, la pasábamos bien. Entonces una noche lo conocí. Todavía lo recuerdo, usaba una chaqueta Levi's, jean negro y botines de motociclista. Su cabello estaba atado con una liga y además tenía un poco de vello facial. Me atrajo tanto su rebeldía que sin dudarlo me acerqué, y al presentarme él también admitió su interés en mí. Me invitó a bailar, me ofreció un par de bebidas, la pasamos tan bien que no nos percatamos del tiempo hasta que el lugar estuvo pronto a cerrar. Me di cuenta de lo tarde que era y que además todos mis amigos se habían marchado ya. Él se ofreció a llevarme, así que encantada acepté. Pero fue al salir del bar que entonces todo...
Hace una pausa, como si de pronto algo o alguien hubiera apretujado su pecho.
—Mamá...
—De pronto empecé a sentirme mareada, y el malestar cada vez empeoró. Cuando llegamos a su camioneta ya ni siquiera pude mantenerme en pie. —Sus ojos se empañan—. Con preocupación se acercó a mí y quiso ofrecerme su ayuda, pero al ver sus ojos fue entonces que... Eran oscuros y al mismo tiempo brillaban con maldad. Empecé a sentir mucho temor y me negué. Su expresión tenía algo, era diferente a lo que vi en el bar. Mi rechazo no le gustó. Me metió a su camioneta a la fuerza. Grité, pero era de madrugada y tanto la calle como el parqueadero estaban vacíos. En los asientos traseros se trepó sobre mí y no tenía fuerzas para apartarlo, aunque usé las uñas... Admitió haberle puesto algo a las bebidas que me ofreció, entonces empezó a tocarme y...
Me veo en la urgencia de detenerla porque de pronto empieza a llorar.
—Abusó de mí.
—¡Mamá basta! —Suelto mi bolso y desesperada camino hasta el sofá en el que se encuentra. Ella me deja espacio y al sentarme a su lado la abrazo con fuerza—. Lo siento...
—Después de aquel día jamás lo volví a ver. Y me cambió completamente la vida porque semanas más tarde supe que estaba embarazada.
Su confesión me deja completamente fuera de órbita, porque solo al escucharlo provenir de sus labios es entonces que realmente caigo en cuenta de la gravedad del asunto.
Abusaron de mi madre.
Y el hombre que abusó de ella es mi...
—Hija. —Su voz me saca de mis pensamientos. Coloca sus manos sobre mis hombros y se inclina hasta que sus ojos alcanzan la altura de los míos—. Lo único que he intentado durante todos estos años es protegerte porque te amo. Quiero cuidarte y que te enamores de alguien que sí lo valga.
—Él es... Ese sujeto era mi... ¿Es mi padre?
Cubre la boca con su mano mientras asiente con la cabeza lentamente.
—Yo... —No sé qué decir, no sé que hacer, tampoco sé en qué pensar. No soy capaz de procesar, entender o aceptar. El pensamiento me abruma y solo puedo darme cuenta de que estoy haciendo algo cuando ya me encuentro cerca de la salida—. Puedo... Solo... Voy a... Necesito tomar aire.
Mamá no dice nada durante un momento y, por primera vez, tan solo accede con un nuevo asentimiento de cabeza.
Salgo, sintiéndome como un robot oxidado.
Cuando la puerta se cierra a mis espaldas el aire que yacía dentro de mi pecho sale convertido en un sollozo mientras irremediablemente me dejo caer al suelo, vencida por el sinnúmero de emociones tormentosas que me carcomen por dentro.
Mi madre... Todo este tiempo... Y anoche no hice más que herirla...
Quiero pensar que es una mentira. Intento no quebrarme, y el que me encuentre conmocionada todavía me ayuda a sostener las lágrimas.
Miro hacia la puerta del apartamento. No sé de qué manera volver a verla. Su historia me duele, pero es más desgarrador admitir que yo fui producto de algo tan siniestro.
¿Cuán mal se sintió cada vez que llegué pasadas las diez de la noche? ¿Qué cosas pasaron por su cabeza cuando me encerraba en la habitación con un chico? Durante toda mi vida no hice más que darle preocupaciones, y ahora de algún modo deseo poder borrar o, de algún modo, remediar todo ese malestar que pude causarle.
No quiero convertirme en la causa de su llanto. No después de saber por todo lo que tuvo que pasar. Jamás me sentí tan miserable como ahora.
Sé que estoy deshecha porque mis tanto mis manos como mis labios no han dejado de temblar. Y todavía no me creo capaz de volver a entrar.
Por un momento no sé qué hacer. Luego tan solo pienso en Violet y con torpeza mis manos extraen el móvil de mi bolsillo trasero. Me cuesta trabajo recordar su número y luego recordar que lo tengo guardado como contacto.
Marco y después de varios segundos contesta.
—¿June?
¿Me equivoqué de número? Confirmo el nombre en la pantalla de mi teléfono y al comprobar que no es así, de inmediato lo pego a mi oreja.
—Anton, hola. —Me doy cuenta que sueno terrible así que aclaro la voz—. ¿Está Vi?
—Está terminando una sesión de fotos. Pero si quieres...
—Ah... No. No importa. Solo... quería saludar. Es que hace tiempo que no hablábamos. —Apenas puedo contener el llanto y sonar normal.
—Puedo decirle que te llame cuando termine.
—No te preocupes. Seguramente no pueda contestarle, es decir... Ya sabes, mamá suele quitarme el teléfono pasadas las diez. En todo caso la llamaré mañana.
—Le diré.
Cuelgo y me muerdo los labios casi con desesperación.
No puedo entrar todavía. No me siento lista.
Entonces recuerdo que me queda una persona, pero también es cierto que no suele contestar durante horas de trabajo, así que me pongo de pie mientras reviso el reloj digital en la pantalla de mi teléfono. Todavía tengo una hora y media, entonces está bien que de una vuelta y regrese antes de las diez.
Minutos más tarde estoy en frente del hospital. Por seguridad he tomado un taxi.
Contemplo la inmensa construcción mientras intento convencerme de que estaré mejor con tan solo verle, necesito verle. Necesito...
No saber lo que quiero en realidad de pronto me hace sentir sola.
Me abrazo los codos.
Son pasadas las ocho y en verdad espero que Jake se encuentre todavía. Entonces descubro que ni siquiera sé su horario. Es decir, por lo general tienen a los internos trabajando cual esclavos en el hospital.
Cruzo la entrada principal.
Me acerco al puesto de información y una mujer me saluda, al comienzo pensando que soy una paciente. Aclaro que estoy de visita, y también le pregunto por el piso de los neurocirujanos y por Jake. Arrastra la silla y empieza a teclear, buscando en los datos de su computadora. Tarde pienso que más fácil habría resultado pronunciar el nombre Duncan, entonces así no habría sido necesario buscar su información y saber en qué planta podría encontrarse. Es bastante popular, sobre todo entre las mujeres.
Mientras espero me encuentro recordando la historia de mamá y me veo en la urgencia de apartar esos pensamientos. No me está resultando fácil.
Cuando da con la información requerida, regresa con la mala noticia. El turno de Jake ha finalizado a las ocho en punto.
Le agradezco y doy media vuelta, resignada en volver a casa. Es entonces que al final del pasillo alcanzo a divisar su espalda poco antes de girar la esquina. ¿Sigue aquí? Siento un gran alivio al mismo tiempo que mis ojos se nublan.
Pienso seguirlo, pero desde la revelación de mi madre mi mente no ha trabajado muy bien que digamos, así que tomo la decisión de enviarle un mensaje.
Te estoy buscando. ¿En dónde estás?
Amor: De camino a casa.
Debió verme.
O quizá no...
No sé en qué pensar.
Amor: ¿Sucede algo?
Claro que sucede algo. Nos peleamos y al parecer te da completamente igual...
De inmediato borro lo que escribí y empiezo de nuevo.
Nada. ¿Y tú?, ¿tienes algo que quieras decirme?
Agradezco a la mujer de información por su ayuda y busco una banca en la cual sentarme.
Me siento agobiada, sobre todo porque el pensamiento de que Jake me está evitando regresa a mí y me golpea con fuerza.
Amor: No.
Amor: Bueno...
Un par de veces la palabra escribiendo se marca de manera intermitente, lo que me lleva a pensar que, lo que sea que quiera decirme, realmente está pensándolo demasiado.
Amor: Quería preguntarte si quieres salir la semana que viene.
—¿Por teléfono? ¿Tan difícil es decírmelo a la cara? —musito y mi voz se quiebra.
¿No podemos vernos un poquito antes?
Una vez más el texto en intermitente hasta que llega un lamentable:
Amor: Lo siento.
Bloqueo la pantalla y arrojo el teléfono a un lado de la banca. Levanto las piernas y me abrazo las rodillas, hundiendo la cabeza entre ambas.
No necesito tus disculpas, tan solo el interés de tu compañía.
—Si tan solo te detuvieras a escuchar por una vez...
Pero no, siempre está ocupado.
Jamás en la vida he sido tan negativa, y de hecho creo que es el peor momento para sentirme diferente ahora. Pero me resulta tan difícil encontrar motivación. Es como si hubiera perdido la esperanza en todo.
Tal vez ya no me ama.
Los malos pensamientos han sacado provecho para asaltar mi cabeza.
—¿June? —Levanto la cabeza y me cuesta enfocar a la persona que pronunció mi nombre, las lágrimas en algún momento sumergieron mis ojos y eso me enfada. Jamás he sido llorona, así que para cuando se sienta mi lado intento limpiar mis ojos con desesperación, pero es inútil—. Jake estaba por aquí.
—Lo sé. Lo vi —contesto tajante.
—¿Lo estás evitando? —pregunta Duncan.
Pienso que es al contrario.
—Parecía tener prisa.
—¿Cómo? ¿Y él no te vio? —Ahora luce molesto por alguna razón que no logro comprender.
—Creo que no —sonrío débilmente porque, ante sus ojos, lo que menos quiero es parecer más lamentable de lo que seguramente me veo. Pero por primera vez no encuentro la fuerza con la que siempre me mantuve de pie y mis ojos vuelven a nublarse. Una vez más tengo en mi memoria el recuerdo de su partida.
Mis ojos no lo soportan y empiezan a regurgitar agua salada como malditos imbéciles. Y me apena como el infierno pensar lo que estoy haciendo en frente del bastardo gigoló.
¿Qué sabe él de amor? ¿Qué sabe él de ser el resultado de un acto tan siniestro como lo es la violación?
Me cubro la boca con el dorso de mi mano cuando un sollozo escapa de mis labios. Esta vez froto mi rostro, pero de pronto siento un golpecito en la pierna.
Desconcertada contemplo su mano. Me está dando palmaditas de consuelo.
Busco su rostro, pero ni siquiera me contempla cuando dice:
—Está bien si lloras, no voy a mirar.
Por su culpa las lágrimas terminan ganando la pelea y dejo de luchar.
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