P8C29. ¿Qué te han hecho?
Entré en el bar entre la multitud. Era un sábado por la mañana en junio y el puerto estaba lleno de gente en esa zona, repleta de bares con terraza uno junto al otro. Una vez dentro fui hasta la barra y la rodeé para mirar por las mesas de detrás.
Era un lugar ideal: Un bar bastante grande, cuadrado, que tenía una barra en forma de U en medio del local. La mesas de detrás quedaban ocultas al exterior, pero desde ellas, sólo levantándote un poco se veía toda la entrada, y las mesas que estaban en la terraza de fuera. Y si hiciera falta, podías salir sin ser vista por el pasillo de los lavabos, donde había una puerta que daba al paseo de arriba.
Enseguida vi a José. Estaba sentado en una del fondo, pero entre la gente no vi a nadie más. Me acerqué, y cuando estaba a punto de llegar oí el grito.
─¡¡Alba!!
¡Ostras! ¡Era Eli!
Saltó de la silla y corrió hacia mí. Y me abrazó tan fuerte que casi me tira... ¿Estaba llorando?
─Alba... Alba... ─Gimoteaba. Yo respondí a su abrazo y no pude evitar que también se me saltaran las lágrimas.
─¿Qué te han hecho? Ostras... ¿Qué te han hecho?...
─Tranquila, que estoy bien...
Vaya, así que José ya se lo había explicado... bueno, siendo ella no me importaba. Nos sentamos, ella junto a José y yo junto a ella. Y enseguida... Ostras, ¡se cogieron de la mano!
─¡Vaya! Así que por fin... ─Dije. Y asintieron los dos, riendo. Luego se miraron y Eli le pegó un besazo en los labios queee... Después me miró.
─Una buena amiga me mandó un correo y... ─Dijo encogiéndose de hombros, con una sonrisa de oreja a oreja.
─¿Una buena amiga?
─Bueno... no es que tengamos mucha relación ¿sabes? Pero espero que eso cambie, porque es la mejor que he tenido nunca.
Ostras, Eli... Se me volvían a humedecer los ojos y volvimos a abrazarnos.
─Bueeeno... ─Dijo José frotándonos la cabeza a las dos, la una contra la otra hasta hacernos reír. ─¿Y si vamos al asunto?
─¿Se lo... has explicado todo? ─Le pregunté a José.
─Pues no, no ha querido soltar prenda ─Dijo Eli ─. Sólo me ha dicho que te has metido en un lío y que había alguien molestándote. Pero... Alba, gracias por el correo, pero eso de "La vida es una mierda", y "tú al menos puedes agarrar una...", viniendo de ti... Tía, me has asustado. Debes de estar en una bien gorda...
─José, explícaselo tú.
─¿Seguro? ─Dijo él.
─Es mi mejor amiga. Tiene que saberlo.
─Ostras, Alba... ─Dijo Eli, cogiéndome la mano. Yo se la agarré. Bien fuerte.
─Se topó con unos criminales que... bueno, quisieron grabar un vídeo porno con ella... ─Dijo José.
─¡Hooost...! ─Empezó Eli pero no terminó la palabra. José también se había callado y me miraba. Yo asentí.
─... y... parece que lo consiguieron ─Acabó diciendo él ─. Ella quiere denunciarlos, y la están persiguiendo.
─Alba... ─Dijo Eli. Tenía los ojos como dos platos.
─Tengo que deciros algo. Si después no queréis ayudarme lo entenderé.
Se me quedaron mirando los dos. Yo les sostuve la mirada un rato, y luego bajé la vista. No... ya no quería esconderlo más.
─Querían grabarme porque parezco una niña. Y no fue sólo un vídeo, fueron más. Y... no me obligaron a hacerlo.
Se produjo un largo silencio. Yo no me atrevía a mirarles a la cara, y noté quesin querer se me volvían a resbalar las lágrimas. No era vergüenza, era sentirme tan... diferente ¿Podrían ellos entender que lo fuera? Pero aún pasó un rato antes de darme cuenta de que Eli no sólo no me soltaba la mano, sino que me la presionaba más fuerte. Finalmente la miré, y ella me dio un beso en la mejilla. No creo que nunca sepa lo que aquello significó para mí.
─¿Aún quieres denunciarles? ─Preguntó José.
─Tendré que asumir lo que me caiga. Pero lo que hace esa gente no tiene perdón. Ya te lo dije, José. En la cárcel como mínimo.
Otra pausa.
─Bueno ─Dijo José ─, hemos estado investigando al viejo...
─¿Hemos?
Miré a Eli. Ella volvía a sonreír, poniendo cara de interesante.
─¿Qué te creías? ¿Que después de tu llorera por el móvil y tu misterioso e-mail me ibas a dejar fuera?
─No hemos tenido mucha suerte. Nadie le ha encontrado nada ilegal ─Se lamentó José ─. Tiene una cadena de inmobiliarias en la ciudad, hemos ido a ver unas cuantas y les hemos pinchado algún ordenador.
─Ostras... ¿Has hecho eso por mí?
─Bueno, lo de las inmobiliarias lo hizo sobre todo Eli...
─Ostras, Eli... ─Le dije cogiéndole otra vez la mano.
─No seas tonta, tía ─Me dijo ─. No me has regalado una aventura, sino dos. Joder, nunca me lo había pasado tan bien.
─Claro: La Evelyn Salt... ─Dije. Ella se rió.
─Pero nada ─Siguió José ─. Todo limpio, todo perfecto... Las operaciones justas para justificar lo que tiene. Nadie con inmobiliarias puede tener unas cuentas tan exactas, Alba, y menos ahora con la crisis. Seguro que hay algo ilegal. Pero con lo que tenemos de él, por aquí no podremos pillarle.
No quise decepcionarle aún diciéndole que el viejo ya no sería un problema, así que abrí la mochila y saqué el sobre.
─Bueno. Tengo esto... ─Dije, dándoselo.
Él lo abrió. El papel, el lápiz gordo y el que me dio él. El pequeño, el de mis vídeos, había ido a parar al fondo del agua, en el mismo puerto.
─En el lápiz gordo hay unos vídeos con niñas, y se le ve mirando...
─¿Con niñas? ─Dijo Eli con cara de asco.
─Oye, esto son claves de acceso.... ─Interrumpió José, mirando el papel.
─José... ─Le dije.
─¿Qué?
─Nunca podré agradeceros lo que habéis hecho. Pero el viejo ya no es un problema.
─¿Ah, no?
─Estaba metido en muchas cosas y... se le han complicado. Estos vídeos están en su ordenador y se los van a encontrar. Su historia se acabará muy pronto ─Declaré. Técnicamente era cierto.
─Bueno, pero... Alba, si esto es lo que parece puede dar mucho de sí... ─Respondió él, aún mirando el papel.
─Joséeee... míralo después, si quieres. Pero ahora, esto ─Le dije, poniendo el dedo sobre su lápiz.
─El que te di yo...
─Es del ordenador del jefe. El que ha montado el negocio, el responsable de todo. Pero tendrás que darte prisa. Se les ha complicado y parece que lo van a desmontar, si no lo están haciendo ya.
─Bien ─Dijo, metiéndolo todo en el sobre ─. Me pondré a ello enseguida.
Ostras... Después de todo lo que habían hecho yo aún andaba con exigencias, y a él no le importaba nada olvidarse del viejo. No... no podía callarlo. Lo iba a saber de todos modos...
─Es mi padre ─Dije, casi en un susurro.
─¡Hooost...! ─Volvió a exclamar Eli. José se me quedó mirando un buen rato.
─Alba... ¿Quieres enviar a la cárcel a tu padre?
Miré otra vez la mesa. Me daba mucha rabia sentir vergüenza ahora.
─Han... intentado hacerme más cosas. Él lo sabía todo, y estaba de acuerdo...
─Alba... ─Murmuró Eli, volviendo a presionarme la mano. Yo levanté la vista y miré a José. Mis ojos volvían a humedecerse.
─A su propia hija, José. Él se lo merece más que nadie.
José me miró otro rato. Luego asintió.
─¿Aún te persiguen?
─En teoría no, pero hay alguien que quizá...Tendré que esconderme unos días.
─¿Y dónde vas a ir? ─Preguntó Eli. ─Si tu padre es... no puedes ir a tu casa.
─No sé, ya me buscaré la vida...─Murmuré. La verdad es que con todo aún no lo había pensado.
─De eso nada. Tú te vienes conmigo ─Dijo ella.
─Gracias, Eli, pero no creo que...
─Ya, ya ─Me interrumpió, levantándose ─. José, tú dedícate a lo tuyo, que ésta y yo tenemos que ponernos al día. Quedamos aquí... ¿esta noche a las diez?
José levantó las dos manos, poniendo los ojos en blanco.
─Eli, que no tienes por qué... ─Intenté de nuevo.
─Claaaro, claro ─Volvió a interrumpirme. Y me tendió la mano. ─¡Venga! ¡Muévete!
Le sonreí. Ostras, es que no podía negarme... No. No quería. Tenía tan pocas ganas de quedarme sola... Por enésima vez volví a cogerle la mano y me levanté para seguirla.
─O no ─Dijo muy decidida ─. Ya que somos fugitivas, mejor salimos por atrás.
Y se movió, literalmente arrastrándome hacia el pasillo de los lavabos.
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