P8C28. "Ándese por la sombrita"
Faltaba más de media hora para la reunión con José, y estaba sentada con Habib en aquella terraza, con dos cafés y una pasta sobre la mesa. Hacía un día estupendo, y estuvimos charlando un buen rato.
No era mal tío, el Habib. No tenía un pelo de tonto y seguía hablando de una forma muy culta; y ahora que me fijaba tampoco era nada feo. Yo quería agradecerle lo que había hecho por mí, pero él negaba con la cabeza.
─Ni tú ni yo estábamos donde teníamos que estar ─Declaró ─. Lo mejor es que volvamos a nuestro mundo. Yo al mío y tu al tuyo... y no son el mismo, guapa.
Vale, muy bien. Desde luego el tío no era ningún inculto, pero eso de los mundos sonaba a filosofada barata ¿Cuál se suponía que era mi mundo ahora? ¿Dónde iba a volver una ninfómana de dieciséis años?
─No te preocupes ─Añadió sonriendo ─. Seguro que no tardarás en encontrar el tuyo.
Vaaale ¿Qué pasa? ¿También lee los pensamientos?
─No eres como pensaba... ─Se me escapó.
─¿Ah, no?
─Quiero decir que no pareces un matón. Hablas como si fueras... ─Empecé, pero no sabía cómo seguir.
─¿Bien educado? ¿Culto? ¿Con estudios, y no como un inmigrante africano? No eres la primera que me lo dice ¿Sabes? ─Dijo él. Pero no lo dijo ofendido, sino riéndose.
─¿De dónde has salido tú? ¿Cómo acabaste trabajando para ese viejo?
─No quiero ser mal educado, pero no tengo ningún interés en que nos expliquemos la vida.
Muy bien. Captado. Se produjo un silencio y decidí cambiar de tema.
─El tal Diego apareció en el garaje.
─¿Ah, sí? ¿Y te vio? ─Lo preguntó con una calma pasmosa.
─Sí. Creí que me mataría, pero parecía querer esconderse. Oyó al viejo gritándote fuera, y se largó.
─Debí imaginarme que querría quedarse a ver cómo... acababas tú ─Dijo como pensando ─. Seguro que cuando vio el percal se largó corriendo, pero ahora ya sabe que estás viva...
─¿Tendrás problemas con él? ─Pregunté.
─A mí no puede hacerme nada ─Dijo muy seguro ─. Pero seguramente te buscará a ti.
¡Joder! Ni se me había ocurrido pensarlo.
─Tendré que estar... escondida unos días ─Susurré.
─Y bien escondida. Como yo no he hecho el trabajo, querrá hacerlo él para ganar méritos. Le gusta mucho destacar, pero no es muy listo y nada cuidadoso. Tengo que avisarte que es un poco bestia, mejor que no te encuentre.
─Vale ¿no podías darme más ánimos? ─Protesté.
Es que ya sólo me faltaba eso: El tío que me dio miedo desde la primera vez que lo vi, el que primero me pareció una especie de asesino superdotado, frío y calculador; y después de darle dos rodillazos en los cojones, un inútil inofensivo. Y al final resultaba ser un bestia "nada cuidadoso" que me iba a buscar para matarme. ¿Qué podía ser peor?
─Tranquila. Cuando se sepa lo del viejo, el tío desaparecerá y no querrá tener nada con esto. Pero no te dejes ver hasta entonces ¿Estamos?
─"Váyase por la sombrita..." ─Susurré recordando lo que Valentina me había dicho muchas veces.
Otro silencio. Joder, es que el tío acababa de decirme que me buscarían para matarme y ahora saboreaba su café con una tranquilidad...
─¿Tuviste problemas con el viejo? ─Volví a preguntar después de un rato.
─Lo pillé despierto en su habitación ─Dijo, encogiéndose de hombros ─. Parece que ya se había dado cuenta de que no te había matado, pero como lo tuyo sólo podía hacerlo yo no tenía que haber nadie más en la casa, y al verse solo se acojonó. Tuve que salir a buscarlo a la terraza ─Añadió riéndose por lo bajo. Y me encantó imaginar al viejo con cara de asustado.
─No hubo ningún problema. Estaba tan acojonado que hizo todo lo que le dije ─Siguió aún riéndose ─. Le pedí que dijera cosas y cantó como un jilguero.
─Por favor ahórrate los detalles ─Dije, riéndome también.
Nos quedamos otra vez callados, mirándonos, y al final desvié la vista y vi un enorme letrero publicitario que se alzaba sobre uno de los bares, mostrando una secuencia de hipnotizantes fotografías de playas paradisíacas. Y justo debajo, un reloj digital recordándome que ya casi era la hora de la cita con José.
Y volví a mirar a Habib, y me sentí triste. Un perfecto desconocido, del que sólo sabía que había vivido una guerra. Y que me había salvado la vida, y que a cambio sólo me había pedido un café. Y que hubiera podido ser un muy buen amigo, pero que tenía que despedirme de él.
─Tengo que irme... ─Dije.
─¿Quieres que te acompañe?
─No hace falta. He quedado muy cerca de aquí...
Me levanté de mi silla, pero permanecí un rato de pié frente a él. No pude evitarlo.
─Perdona, ¿eh?
Y sin más me senté sobre sus piernas, poniendo los dos brazos sobre sus hombros, rodeándole el cuello. Desde luego llamaría mucho la atención una cría como yo montada de aquella forma sobre un... gigante negro. Es que ni lo pensé.
─Oye, que no hace falta que... ─Dijo.
─Ya lo sé... ─interrumpí. Y sin más acerqué mis labios a los suyos y le besé. Fue mi forma de darle las gracias. Un café me parecía poco, y no se me ocurrió nada más. Y al separar mi boca él me sonrió.
Por Dios, menudo beso. Un poco grande para mi gusto, pero no estaba mal el tipo. Nada mal.
─"Ándese..." ─Empezó.
─"... por la sombrita". Claro ─Terminé yo. Le di un último beso en los labios, muy rápido. Y me bajé, di media vuelta y me fui.
No volví la vista atrás. El mismo día, Nuria y Habib. Dos personas que me habían salvado la vida y a las que sabía que ya no volvería a ver. Pero Habib había hecho mucho más.
No volví la vista atrás. No quería que viera mis lágrimas.
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