P8C26. ¿Dónde hay que ir?
Cuando salíamos de al finca Habib dijo:
─Ya está.
Yo permanecí callada. Era como salir de la mansión de los horrores, pero sin saber qué venía a continuación. ¿Por qué tampoco me había matado ese Diego? Finalmente me atreví a hablar.
─¿No había... nadie más?
─No. Lo que había que hacer contigo sólo podía hacerlo yo. Los demás hace rato que se han ido.
¡Ostras, Alba! ¡Díselo! "¡Habib, también estaba el tal Diego!" Pero no me atrevía... ¿Y si se lo pensaba? ¿Y si decidía acabar conmigo, para no tener problemas?
─Toma... ─Dijo.
Me dio un sobre. Marrón, grueso, de esos con plástico de burbujas dentro. Lo abrí. Dentro había dos lápices de memoria y un papel con una lista de números y letras, escrita a mano.
─¿Y esto? ─Pregunté mirando el papel.
─No sé lo que es, pero debe ser importante si lo tenía en la caja fuerte.
Asentí. La caja fuerte... vaya... entonces, ¿ha hecho todo lo que le dije? Es que no me atrevía a preguntárselo. Qué fuerte si lo ha hecho...
─En el lápiz gordo está su colección de vídeos ─Añadió. Yo lo estaba mirando, y vi como se sonreía al seguir ─. El tío sólo guardaba los de niñas, y sólo los guardaba aquí, sin otras copias. Pero ahora también están en su ordenador. Y no están editados, en muchos aparece él dirigiendo...
─¿Y en el pequeño?
─En el pequeño están los vídeos donde sales tú. Y también el que sales con... tu amiga. Son tuyos y no hay más copias ─Lo dijo mirándome ─. Si quieres deshacerte de ellos no los borres. Destruye el lápiz.
Me quedé callada. Vaya, menudo trabajo ha hecho. Ostras... Habib...
─Te debo la vida... ─Dije después de un rato. Pero él no contestó.
Hubo un largo silencio. Ya estábamos en la autopista y casi no había tráfico, pero esa vez ni me atreví a mirar el velocímetro. Tenía clarísimo que íbamos bastante más rápido que la otra vez, con Nuria.
─¿No tienes miedo a los radares?
─¿Por qué? ¿Por cómo se va a poner el viejo cuando le llegue la multa?
Lo dijo riéndose, pero a mí no me hizo ninguna gracia. A aquella velocidad no tardamos nada, ya estábamos entrando en la ciudad.
─Sólo me falta una cosa... ─Dije.
─Esto no funciona así, niña. Tú deberías esconderte unos días. Mejor no pases por tu casa. Yo seguiré mi camino.
─Quizá podría ayudarte, Habib...
─No puedes ─Dijo. Y volvió a mirarme ─. Esto se acaba aquí, niña. Aquí nos despediremos.
─Me llamo Alba ─Protesté ─. Y tengo que hacerlo igualmente... Déjame donde quieras, ya me apañaré.
No dijo nada, pero pareció sonreír. Ya habíamos entrado en la ciudad, pero aún tardó un rato en detenerse sobre la acera de la avenida. No pareció pensarlo mucho.
─¿Dónde hay que ir, Alba? ─Dijo al final.
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