P8C2. Sólo te afectará a ti
Al llegar a arriba él se adelantó para abrir la puerta pequeña y la cruzamos. Detrás había un pasillo con varias puertas más. Y una vez en él, se lo dije.
─¿Podría darme un poco de agua?
Me miró, pero no parecía sorprendido. Un poco más adelante había una fuente con una garrafa de agua, y él mismo fue hasta ella, llenó un vaso de plástico y me lo dio. Yo intenté no bebérmelo demasiado deprisa.
─¿Necesitas ir al baño? ─Me preguntó. Yo negué con la cabeza, aún extrañada de que fuera tan amable.
─¿Qué te has tomado en la escalera? ─Volvió a preguntar. Y lo miré con vergüenza ¿Cómo me había visto tomar las pastillas, si estaba detrás de mí?
─Una pastilla, sólo para animarme un poco...
─Debes saber que lo que te pase sólo te afectará a ti.
Lo dijo con total indiferencia, y luego señaló hacia el final del pasillo.
─Ve hacia allí, por favor ─Añadió. Y empecé a andar, pero no podía evitar girar la cabeza para mirarle. Él me seguía un poco separado.
─Muy bien. Párate ahí ─Dijo. Y quedé junto a una puerta, casi al final del pasillo. Él vino hasta ponerse frente a mí.
─Parece que has sido tú la que ha querido venir. Y además te has tomado una pastilla.
─Eeee...
─Y también te he visto subiendo la escalera. Y cómo te has girado ahora para vigilarme. Tú practicas artes marciales. Kárate ¿me equivoco?
─¿Cómo? ─Atiné a preguntar. Es que alucinaba ¿Cómo coño podía saber que yo hacía kárate... viéndome caminar?
─Y tienes cara de asustada pero veo esa mirada en tus ojos. Estoy seguro de que crees que puedes defenderte.
─Perdone, pero yo no... ─Me salió. Pero no sabía qué más decir ¿De qué iba el tío?
─Ponte en posición. Intenta defenderte ─Dijo.
─¿Cómo? Pero si yo...
Y de golpe él dio un paso atrás y se puso de lado, levantando un brazo hacia mí. Y no sé si era el miedo, pero fue automático. Yo también me puse de lado y levanté un brazo en posición de defensa.
Y él avanzó la mano para golpear. No fue como el imbécil de la parada del bus, fue rapidísimo. Pero se le veía venir. Y yo no tengo fuerza, pero también soy rápida. Otra vez levanté las dos manos para agarrar la que atacaba.
Ni siquiera me di cuenta.
─¡Ay ay, ay!
Sin ni darme cuenta. Con una sola mano me agarró una muñeca y me dio media vuelta. Me vi de cara contra la pared que había junto a la puerta. Y me tenía el brazo torcido pero hacia arriba, con la muñeca presionándome la nuca. Con una puta mano. Y ni sabía que existiera esa llave.
Y él volvió a hablar. Susurrándome al oído.
─El señor va a proponerte algo. Le encanta hacerlo.
─¿Co...? ¡Ay!
─Te preguntará si quieres irte a tu casa. Por supuesto no dejará que te vayas digas lo que digas, pero tu le dirás que quieres quedarte ¿lo has entendido?
─Yo... ¡Ay! ¡Por favor...!
─Sabemos dónde encontrarte. ¿Entiendes lo que te pasará si no haces lo que digo?
─Por... ¡si! ¡si! ¡por favor! ─Gemí. Y ya no era miedo, era terror. Porque lo sentía. Clarísimo. Si me torcía el brazo un milímetro más, me lo partía.
Y de pronto me soltó. Yo me di la vuelta tocándome el brazo y sintiendo un desagradable hormigueo en él. El negro me miraba otra vez con esa sonrisa tan educada.
─No deberíamos hacerle esperar más ─Dijo mientras abría la puerta. Y señalando con la cabeza hacia ella, con el mismo tono educado, añadió:
─Usted delante, si es tan amable...
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