P8C1. Ya no habrá vuelta a atrás
El coche redujo la velocidad, giró y se detuvo. Sonó un zumbido metálico, como de algún portón abriéndose, y luego avanzamos un poco más hasta parar del todo. Oí a Nuria bajar, dar la vuelta al coche y abrir mi puerta. El sonido de sus zapatos resonaba como si estuviéramos en un interior muy grande, y yo estaba segura de que era una nave industrial. Pero no lo veía.
No lo veía porque hacía unos minutos, antes de llegar a la zona industrial por la autopista del sur, Nuria me dió una especie de bolsa grande, negra, de un terciopelo muy suave, y me dijo que me cubriera la cabeza con ella, que mejor que no supiera dónde íbamos.
Me agarró la mano para ayudarme a bajar.
─Cuidado. Un escalón...
Ostras, qué emocionante... Con la cabeza tapada, dejándome guiar por ella y el sonido de sus zapatos al andar, tan resonante y misterioso. Subimos el escalón y luego el sonido cambió... ¿era otra sala? Pronto nos detuvimos.
─Buenas noches, Nuria. Creo que deberíamos destapar a nuestra invitada. ─Oí. Era la voz de un hombre. Sonaba muy amable, y al fin Nuria me quitó la capucha. Oooostras...
No sé si me impresionó más el sitio o el hombre que había ante mí. Estábamos en una sala con un techo altísimo. Detrás de aquel hombre, en el centro de la sala, una enorme estatua negra de un caballo encabritado, y en la pared del fondo una puerta grande. Estaba cerrada pero se oía una música suave en el interior. A la izquierda una escalera subía pegada a la pared, muy arriba, hasta una puerta pequeña también cerrada.
─Entra y tómate algo. El señor quiere hablar a solas con ella ─Le dijo el hombre a Nuria, mirándome. Ella también me miró.
─Bueno, Alba, nos vemos ahora. Acuérdate de lo que te he dicho ¿eh?
Se fue hacia la puerta grande y entró, pero no pude ver lo que había detrás. Y me quedé sola con aquel hombre.
Tenía una sensación muy rara. Por un lado ese miedo mezclado con las ganas, que seguían ahí. Y por otro ese remordimiento, ese mal rollo que me vino cuando Nuria, en su flamante Porsche, me habló del viejo.
Primero me dijo que íbamos a un club muy selecto, donde iba gente muy importante, y donde esa noche yo sería la estrella. Yo no me atreví a preguntar detalles, pero ella pronto dejó claro que tendría que hacerlo delante de público, y que gente de ese público querría participar. Y... bueno, para qué voy a mentir: La idea me resultó excitante. Y eso era muy liberador después de tantos años de complejos.
Pero después me habló del viejo, según ella "el cliente más importante". Cliente. Esa fue la palabra.
Y enseguida lo pensé: "No pagarán para verme follar en un vídeo, pagarán para follarme". E intentaba ignorar la palabra que me vino a la cabeza, "puta", cuando Nuria dijo lo que era ese viejo. Así, como quien te habla del clima. Y enseguida añadió que no era un problema mío, que no pensara en ello, pero oírlo me había dejado hecha polvo.
Y allí estaba, en aquella enorme sala mirando tímidamente a aquel desconocido. Ostras... menudo pedazo de tío. Me acordé enseguida del negro que vi con aquella chica el viernes, en el local erótico. Aquel también era negro, y también enorme. Y vale, no pude evitar pensar en si ése tendría algo parecido a lo que le vi al otro... bueno, entre las piernas. Porque ése no era nada feo. Iba vestido con un traje oscuro super elegante, y parecía incluso agradable.
─¿Te importaría acompañarme? ─Me dijo... ¡tendiéndome la mano! ¿Y encima educado?
Me llevó hasta la escalera y me hizo subir delante de él. Era una sala altísima, y fue al subir. El miedo era cada vez más fuerte y no quise esperar más. Mientras subía deslicé disimuladamente dos dedos dentro del pequeño bolsillo de la cintura de la falda. No me costó nada: Las saqué y despacito, con todo el disimulo de que era capaz, me las metí en la boca.
Dos pastillas. Las dos pastillas que había tenido escondidas en mi habitación casi tres años. Las dos que recogí del suelo, en la cabina de los lavabos del instituto, después de ver cómo obligaban a una compañera a tomarse también dos, y luego la violaban. Las dos que salieron de aquel bote que vino rodando hacia mí, hasta detenerse debajo de la puerta de la cabina.
Las pastillas que busqué después de mirar la web de Nuria. Las que decidí llevarme pensando que con ellas sería más difícil arrepentirme cuando lo estuviera haciendo. Tres años ¿aún harán efecto? Me las tragué con prisa y fue como liberarme.
Ya está. Ya he saltado. Ahora ya no habrá vuelta a atrás.
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