P7C4. Necesitaba creerlo

─Pedro, ¿quién es ese tal Pablo Mendoza? ─Pregunté.

─Es el líder de la banda. El criminal más peligroso de este país. El tipo de negro que has visto aquí es su mano derecha.

─Aaay Dios mío... ─Susurré, apoyando los codos sobre la mesa y cubriéndome la cara con las dos manos. Y empecé a llorar en silencio. Noté que Pedro me ponía una mano en el hombro. Era una mano cálida, y cuando dejé de notarla me quité las manos de la cara. Él se había levantado de su silla.

─Te he librado de una buena, así que deberías invitarme a un tequila. Traigo también para ti ─Dijo, y se fue dejándome con la palabra en la boca. Y cuando volvió no traía dos tequilas, sino dos vasos y una botella.

Genial, sobre todo teniendo en cuenta que no me gustan los licores, y que además estábamos en la cafetería del hospital.

─Gracias, Pedro, pero yo esto no...

─De gracias nada que invitas tú. ¿Quieres quedar fatal pagándome una Pepsi?

─No, digo que a mi no me gustan...

─Estás en México, chica. Éste tú no lo has probado. Y para aclarar esto necesitamos algo fuerte, así que...

Y lo decía mientras llenaba los dos vasos. Y yo no protesté, invitarle era lo mínimo después de haberme librado de aquellos policías en el pasillo, pero...

─Venga. De un trago ─Dijo alargándome un vaso.

─No creo que pueda beberme eso de golpe...

─¿Y por qué estoy tan seguro de que puedes hacer mucho más que eso? ─Susurró. Y se bebió el suyo en un microsegundo. Después se quedó mirando el vaso vacío.

─Aaah, hay que reconocer que esto saben hacerlo...

Y yo le miraba a él. Otra persona que aparecía así, sin más... ¿para ayudarme? Desde luego no parecía un espía. Para nada. Podría ser un manipulador que se hacía el simpático, intentando emborracharme para conseguir información, o algo así. Pero eso es lo último que pensarías al verle, así que sin más, me tragué mi tequila. E intenté ignorar el ardor que recorría todo el camino desde mi boca hasta mi estómago. No lo conseguí.

─¡Joooder! Si no me matan ellos lo vas a hacer tú...─Se me escapó.

Y enseguida levanté la vista. No quería decir eso. Y él me miró inclinando la cabeza, con los ojos entrecerrados.

─¿Por qué crees que quieren matarte?

Y me quedé callada. Es lo que creía: que querían matarme. Pero no estaba muy segura de querer contárselo a Pedro, por mucha confianza que me inspirara. Lo único que quería era no volver a meterme en otro infierno.

─Vaaamos a ver... ─Empezó él ─Mira: No necesito que me digas lo que viste en ese almacén anoche, no iba a aportarme nada nuevo. Lo que me preocupa es cómo os va a afectar a Olga y a ti.

─¿A nosotras? ¿Y por qué te preocupa lo que...?

─¿Te suena aquello de "proteger al inocente"? ─Me interrumpió.

─¿Y cómo sabes tú que somos inocentes?

─En mi trabajo se conoce a mucha gente, Alba. Sobre todo mala gente. No sé lo que sois Olga y tú, pero culpables seguro que no.

Y sé que era normal dadas las circunstancias, pero nunca antes ningún hombre me había dado esas ganas de abrazarle. Y encima volvió a llenar los dos vasos, y lentamente deslizó el mío sobre la mesa, con la punta de un dedo, hasta dejarlo frente a mí.

─No creo que sea un tema para hablarlo borracha ─Le dije.

─Estoy seguro de que no perderás la concentración.

Y yo lo agarré y volví a bebérmelo de un trago, y esa vez el ardor fue casi agradable. Casi. Y cuando él se zampó el suyo y dejamos los vasos sobre la mesa se quedó callado, esperando.

─Alguien disparó cuando estábamos allí. Desde fuera, por una ventana. Mató a cinco hombres...─Empecé. Él asintió como si ya lo supiera.

─Y después apareció gente armada ─Seguí ─. Nosotras estábamos escondidas, y oí al tipo de negro hablando con otro hombre. Todos llamaban "jefe" al otro, pero el de negro le llamó Pablo.

─Entiendo...

─Creo que nos conocían.

─¿Por qué lo crees?

─Por lo que decía el de negro. Es que... Olga y yo tenemos bastante dinero. Y él lo sabía ¿Cómo iba a saberlo si no nos...?

─Estáis en el hotel más caro de la ciudad, Alba. Allí no van los turistas de clase media.

Me quedé callada un rato, y él también. Y... vale, supongo que necesitaba contárselo a alguien.

─El tipo de negro dijo que al que había disparado le interesaba matarme a mí ─Dije por fin. Y él alzó mucho las cejas, pero tardó un poco en contestar.

─¿Estás segura de que se refería a ti?

─Le oí decir: "Bueno, parece que sólo le interesaba cargarse a la más joven" ─Recité yo.

Se inclinó hacia adelante y puso los codos sobre la mesa, juntando las manos y apoyando la barbilla en ellas. No me miraba, parecía pensar.

─¡Dí algo! ─Exclamé.

─Mmm... No es que lo sepa todo de esa banda, pero estoy bastante seguro de que si tuvieras alguna relación con ella yo me habría enterado.

─No la tengo.

─¿Y con alguien que pudiera conocerles? No sé... ¿Algún familiar o algún amigo que pudiera tener tratos con ellos?

Y volví a quedarme muda. Y él volvió a levantar las cejas, pero tampoco dijo nada. Y al final no sé por qué lo hice. Me había jurado a mí misma no volver a hablar de aquello nunca más. Intentar olvidarlo, como si nunca hubiera pasado.

Pero se lo conté a Pedro. Y no le di detalles, y le dije cómo acabó pero no por qué, no podía. Pero le conté lo suficiente. Le hablé del infierno en el que me metí cuando quise buscar sensaciones y decidí llamar a Nuria. Y no le hablé de Nuria, pero sí del viejo. Fue ella la que me llevó ante él. El maldito y jodido viejo...

Sí: No di detalles pero lo dejé bien claro. Le conté a Pedro suficientes cosas como para que me juzgara, y no lo hizo. Me escuchó en silencio y después seguimos los dos callados un rato. Él pensando. Yo avergonzada.

─Hummm... Aunque conociera a ese viejo, lo que te pasó con él no parece algo que pueda importarle a Pablo Mendoza ─Dijo al final.

Y ya está. Sin hacer comentarios ni dar su opinión sobre lo que le había contado de mí misma. No creo que sepa cuánto lo agradecí. Creo que ahí empecé a entender por qué a Olga le había gustado tanto ese tío.

─¿Y por qué parece que quieren matarme?

─Bueno, los criminales de aquí son muy aficionados a matar gente, no necesitan un gran motivo. Lo más probable es que ni te conozcan.

─Pero ¿por qué si no me conocen? José cree que querían secuestrarnos, pero no matas a una chica si quieres pedir un rescate por ella.

─No puedo saber por qué, pero a veces la explicación más fácil es la correcta.

─¿La más fácil?

─Pablo Mendoza no se dedica al secuestro, pero tiene montado un tinglado bastante gordo. Mucha gente trabaja para él. Y no sería la primera vez que en una organización tan grande alguien poco importante intenta ganar dinero por su cuenta. El secuestro aquí es un buen negocio.

─Eso no explica que quieran matarme...

─He leído el informe de los agentes que fueron a rescataros, y también he visto las fotos de ese almacén. Lo limpiaron muy bien, Alba, tiene pinta de ser un asunto interno de la banda. Yo creo que Mendoza mandó matar a esos hombres por intentar hacer negocios sin permiso.

─Pero ¿por qué también a mi? ¿Por qué dijo el de negro "sólo a la más joven"?

─No lo sé, pero eso no importa demasiado. Creo que José tiene razón: Intentaron secuestraros por su cuenta y el Mendoza se enteró. Aparte de eso no veo nada que esos puedan tener contigo. Simplemente tuvisteis mala suerte, o mejor dicho: muy buena suerte. Aquí cuando hacen "limpieza" la hacen a fondo. Te habrían matado a ti y a Olga, a las dos.

Y lo decía convencido, como si fuera eso, cuestión de suerte. Otra vez. Y yo no lo tenía nada claro, pero deseaba tanto creer que no había nada más...

─Veamos... ─Siguió él ─ Pablo Mendoza no necesita vuestro dinero, y no va a tomarse la molestia de mandar a nadie a mataros si no sois ningún peligro para él o para sus negocios. Piénsalo bien, Alba: ¿lo sois?

No tuve que pensarlo demasiado.

─No. No le conocemos de nada, y el único que hubiera podido tener algo con él es el viejo...

─En ese caso no hay más que hablar. Eso sí: convendría que no os vieran rondando por aquí. ¿Tenéis algún problema con iros del país y no volver durante una temporada?

Y negué con la cabeza, muy despacio. Sabía que nos lo habíamos buscado nosotras, pero era increíble: Tener que salir huyendo del país donde estábamos de vacaciones, como si fuéramos delincuentes. Y aún costaba más creer la suerte que habíamos tenido... otra vez, pero necesitaba creerlo. Y fue entonces cuando empecé a pensar que Olga y yo estábamos tentando demasiado a la suerte.

─De todas formas... sólo por si acaso ¿eh? Pero...─Siguió Pedro. Y se quedó callado. Parecía avergonzado, y eso me hizo sonreír.

─¿Pero qué?

─Verás, yo tengo un... mmm... un trabajo muy flexible, y quizá podría...

─¿Podrías? ─Le presioné. Es que me daba ganas de reír.

─¿Te importaría que siguiera en contacto con vosotras? Sólo para estar seguro de que no tenéis problemas y...

─¿Quieres seguir en contacto con nosotras... o con Olga?

Y me puso una sonrisa radiante. Y llenó dos vasos más de tequila.

─¿Tanto se me nota? ─Preguntó, con la misma cara de niño travieso que ya le había visto.

Y cuando llevaba no sé si cuatro vasos de tequila, o cinco, o seis, me había reído con ese hombre como nunca en mi vida. En la cafetería de un hospital y después de haber hablado sobre si querían matarme. Y también entonces vi lo que había pasado dos años antes de una forma distinta.

Como alguien me diría más adelante, haces cosas y luego te pasan otras. No importa si las mereces o no, simplemente pasan. Pero a veces, sin quererlo, te topas con la peor gente del mundo, pero también con la mejor. ¿Tendría lo que tenía si no hubiese pasado lo que pasó? ¿Si no hubiese tentado a la suerte? ¿Si no hubiese conocido a Nuria?

Porque para qué iba a engañarme: Tampoco estaría viva si no fuese por ella...



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