P7C1. La extraña familia
─Vaaale, parece que ya están más animadas las dos ─Exclamó una voz.
Dejé de abrazar a Olga y me di la vuelta. Era Eli, que acababa de entrar con José en la habitación del hospital. Ella con su cara alegre de siempre. Él mirando fijamente una tablet que tenía en las manos, como tantas otras veces, pero ahora con aquella expresión tan seria.
─Pero no, aún no estáis recuperadas del todo ─Añadió Eli ─. Lo sé porque no os hemos pillado desnudas, comiéndoos el...
─Eli por favor ─La interrumpí yo.
─¿Qué quieres? No es normal veros a las dos solitas en una habitación, y vestidas... ─Dijo guiñándome un ojo. Le encantaba hacerme rabiar con esos comentarios, y encima lo dijo poniéndose las dos manos en las caderas e inclinándose hacia atrás, avanzando el vientre.
Ya estamos.
─Tú sigue poniéndome esa pose y verás lo que te como a ti ─Saltó Olga.
─Pues hoy no podrá ser, cariño, que la espalda me está matando. Es que me duele... uuuff... ─Siguió Eli, exagerando tanto la pose que casi se cae de espaldas.
Y las dos se rieron. Siempre era Eli la que empezaba bromeando con algún comentario obsceno, y Olga la que respondía. Y siempre éramos José y yo quienes poníamos los ojos en blanco mientras ellas se reían, y seguían a ver quién la decía más gorda. Y vale, Eli y José no eran como Olga y yo, pero alguna que otra vez ellas habían empezado con ese juego y habían acabado haciendo algo más que reírse. Y... bueno, aunque muy pocas veces, también alguna habíamos acabado liados los cuatro.
Y estando Eli como estaba, además de casada con José. Esa era la extraña familia que formábamos ahora: Un matrimonio desacomplejado viviendo con dos amigas ninfómanas. Cuatro amigos para todo con derecho a roce incluído, pero sin celos ni obligaciones, cada cual a su ritmo. Ése era mi cielo después del infierno, no el sexo sino una amistad única, total. Y esas tres personas eran las que ese día, en aquel hospital, tenía miedo de perder.
Porque ese día Eli volvió a empezar una de sus bromas, pero no fue como siempre. Yo me quedé seria y callada, y miré a José. Y él también callado, con la misma cara de preocupación de la noche anterior cuando llegaron al hospital. Yo sabía que él también se sentía responsable de lo que nos pasó, porque nos había dicho que los hombres con los que habíamos quedado no parecían peligrosos. Pero aun así aquella cara no era normal en él. Algo le pasaba.
─¡Pues sí, José, estoy mucho mejor! ¡Gracias por preguntar! ─Le gritó Olga. Y él levantó de golpe la cabeza.
─Ostras, Olga, perdona ¿Te encuentras mejor?
Y Olga y Eli volvieron a reírse, pero él... Ostras ¿qué le pasa?
─¿La has enviado ya? ─Le preguntó Eli.
─Si. Se la he enviado a Hal. Seguro que él sabrá quién és.
─¿Hal? ¿El super hacker ese amigo tuyo?
─No es un hacker. Ya te dije que había trabajado en...
─¡Atención, atención! ¡Tierra llamando al Enterprise! ─Volvió a gritar Olga. Y Eli y José nos miraron de golpe.
─¿Se puede saber de qué estáis hablando? ─Pregunté yo.
─Del misterioso hombre que está aquí fuera, preguntando por vosotras ─Dijo Eli. Y a mi automáticamente me entró el miedo.
─Tranquiiila Alba... ─Me dijo Olga, poniéndome un brazo sobre los hombros al ver mi cara de asustada ─ ¿Quién es? ¿Os ha dicho algo?
─Pues sí. Muy simpático el tío. Dice que se llama Pedro, que trabaja en la embajada española y que viene por si tenéis algún problema de papeles, o con la poli de aquí.
─¿Saben en la embajada lo que nos ha pasado?
─Alba, fui yo quien les llamó ─Dijo José.
─¿Tú? ¿A la embajada?
─No conozco a nadie en la policía de aquí. Y en la embajada hay gente que... bueno, que me recomendaron llamar si pasaba algo...
─Uuuff... ─Suspiré, dejándome caer sentada en la cama junto a Olga. ¡Mierda! Aquello se iba a complicar aún más...
─Creo que deberías hablar tú con ese hombre ─Me dijo Olga.
─¿Yo? ¿Y por qué yo?
─Fuiste tú la que lo vio todo. Yo no me enteré de nada, Alba. Y si hay que hablar, tú lo harás mejor...
─¿Si hay que hablar? Olga, ¿sabes cómo estábamos cuando fueron a buscarnos? ¡En pelota picada! ¡Y ese tío ya lo debe saber, y va a preguntarme qué hacíamos allí! ¿Qué coño voy a decirle?
─¿Qué tal la verdad?
─¿La verdad? ¿Quieres que le cuente que somos dos ninfómanas amantes de las aventuras arriesgadas?
─No somos delincuentes, Alba. Ni le hacemos daño a nadie. Lo que quiero es que te quites ese miedo que tienes metido dentro.
─Cómo no. Contándoselo a un desconocido, claro. Pero resulta que es un jodido funcionario de la embajada... y eso si realmente lo es, que tampoco lo sabemos seguro...
─Lo sabremos ya mismo ─Dijo José, señalando la tablet que tenía en la mano.
─¿Ya te ha respondido? ¡Joder qué rápido el Hal este! ─Exclamó Eli.
─Pero ¿qué le habéis enviado? ─Preguntó Olga.
─Una foto del tal Pedro ─Dijo Eli con una sonrisa de oreja a oreja ─. Se la he hecho yo y el tío ni se ha enterado, je je je...
─Vaaaya... ─Susurró José, mirando su tablet.
─¡Qué! ¡Qué! ─Le apremiaba Eli.
─Pues sí que se llama Pedro. Y sí que está en la embajada, pero no es un funcionario. Es un agente del CNI. Lleva un mes destinado ahí.
─¿CNI? ─Pregunté yo.
─La inteligencia española...
─¡Joder! ¡Nada menos que un espía! ─Exclamó Eli con entusiasmo.
¡Mierda! ¿Un jodido espía? ¿Y qué más me faltaba ya?
─Alba... ─Susurró José. Levanté la vista y le vi mirándome fijamente a los ojos. Y en su mirada vi que él sabía que algo no iba bien.
─¿Qué?
─No habéis hecho nada malo. Ni tienes que darle detalles íntimos, pero con lo que ha pasado creo que es mejor que le cuentes lo que has visto.
─Nos ha dicho que esperaría en el mostrador de las enfermeras─Añadió Eli ─. Ya lo verás, un poco calvo y con cara de simpático.
Y me levanté y me dirigí hasta la puerta de la habitación. Y me detuve un rato antes de salir, y suspiré. No quería que ni ellos ni el tal jodido Pedro vieran que estaba a punto de llorar.
─¡Un espía, tío! ¿Podré luego hablar yo con él? ─Oí que le decía Eli a José.
Mierda... ¿Como hacía dos años? ¿Cometer una locura y que la vida se te complique hasta cambiar del todo? ¡Mierda! ¡Yo no quería que mi vida cambiara esa vez! Contarle a ese espía lo que había visto... ¿Y lo que había oído? ¿Cómo iba a contarle a un desconocido lo que no podía contarle ni a mis amigos?
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