P6C4. Martes. La comida
─¿Qué te pasa, cariño? ¿No te encuentras bien? ─Preguntó la abuela.
─No. Sí. Bueno... ─Contesté. Pero una vez más no sabía qué decir.
Siempre me alegraba que la abuela viniera de visita ¿Qué decir de ella? La persona más cariñosa y simpática del mundo. Y aunque fuera comiendo con mi padre normalmente me encantaba charlar con ella, y sobre todo oírle hablar: Siempre filosofaba y lo decía todo con frases lapidarias. Pero esa vez yo estaba callada, o contestando con monosílabos, otra maldita vez en las nubes, con mi jodida neura metida en la cabeza.
Y pasándolo fatal. Porque resulta que además, la abuela es demasiado lista. De esas que si ha pasado algo no se lo puedes esconder: Te pilla con sólo mirarte. Y claro, yo ni me atrevía a mirarla a ella, por miedo a que se diera cuenta de que no estaba... normal, y empezara a interrogarme.
Y cómo no. Para empezar: «¿No te encuentras bien?»
─... Es que estoy teniendo una mala regla ─Me salió al final. ¡Joder!
Y al oír "regla" mi padre puso mala cara. Pero la abuela le miró y se rió.
Es que no entendía cómo una mujer como ella pudo haber tenido un hijo como él. Yo había vivido los primeros seis años de mi vida en su casa: Un cortijo andaluz que para mi era un paraíso. Con ella y mamá, que me adoraban y eran todo mi mundo. Hasta el maldito día en que mi padre, el que nunca estaba en casa y con quien apenas tenía relación, anunció que abría un bufete en el norte, en el otro extremo del país. Y así, con seis añitos y sin más, los tres cambios: El traslado sin la abuela, la muerte de mamá en ese accidente de coche, y Olga.
─Bueno, cariño, no te preocupes. A tu edad todo lo malo acaba pasando de largo... ─Dijo ella al final.
Y me lo dijo con una sonrisa, pero con aquella cara suya, aquella mirada tan penetrante, que te dice: "No me engañes, cariño, que ya sé lo que te pasa". Y no pude evitar ponerme colorada. Suerte que mi padre no se dio cuenta.
Y lo curioso fue que a partir de ahí ya no me dijo nada más. Incluso parecía que se daba prisa en comer: Después del segundo, no quiso ni postre ni café. Apenas un poco de charla intrascendente con mi padre, y pronto le dijo que sería mejor que fueran pasando. Y eso sí que me extrañó.
Y fue cuando mi padre nos dejó solas para ir a por su maleta. Yo estaba bebiendo del vaso de agua, muy despacio, en un absurdo intento de disimular.
─Ándate con cuidado, Alba ─Me soltó ella. Y yo casi me atraganto.
─¿Cómo?
─Eres más fuerte de lo que crees, y puedes dejar de hacer lo que vas a hacer cuando tú quieras.
Casi me da un ataque, y esa vez sí que me puse colorada. Como un tomate. ¿Pero qué...?
─Ya entiendo que no se puede impedir que lo hagas ─siguió ella ─, y... bueno, supongo que no sería buena idea que tu intentaras evitarlo...
─Abuela, que yo no voy a hacer nada... ─Dije, casi en un susurro.
─Tranquila, cariño. Sólo tienes que saber que eres tú la que decides, nadie más. Pensar un poco antes de hacer ¿entiendes? Y si se tuercen las cosas, vuelve a pensar. Tú eres muy lista: Piensa cómo salir, y sal. Directamente. Es mucho más fácil de lo que pueda parecer ¿sabes?
Me quedé helada. Completamente de piedra. Y por primera vez agradecí que mi padre apareciera de repente. Ella apartó la mirada de mí enseguida, y se levantó. Automáticamente yo también me levanté, pero me quedé allí clavada, de pie. Ella se acercó a mí, y poniéndome las manos en los hombros, me besó en las mejillas.
─¡Aaaay, cariño! ¡Pero qué sexy y qué guapa te has vuelto! ─Me dijo, sonriéndome ─Mira: Tú no tengas miedo, que de todo se aprende en esta vida. Aprender ¿entiendes?
Y lo último me lo dijo con un guiño de complicidad. Luego se dio la vuelta y le metió prisa a mi padre para que se fueran. Él, sin inmutarse, la siguió hasta la puerta. Por supuesto, él a mí, ni adiós.
Y cuando se cerró la puerta yo seguía allí de pie, entre mi silla y la mesa, con el corazón latiéndome a toda velocidad. ¿Pero qué coño me había dicho? ¿Podía ser que ella supiera... lo mío? No. Imposible. Enseguida pensé que se habría referido a que saliera de marcha y me emborrachara, o tomara drogas o algo así. Si, tiene que ser eso...
Vale. Muy bien. Y encima Valentina y Sebas no van a venir. Completamente sola y libre.
¿Y ahora qué?
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