P6C3. La maldita nota. El destino

Y estaba en la casa donde había vivido desde los seis años, como tantísimas veces había estado antes: De pie en el despacho de mi padre, como si fuera otro de los empleados de su prestigioso bufete de abogados. Y siempre era lo mismo: Primero algún reproche sobre mi aspecto o mi "actitud", y después tenerme esperando a que anunciara el asunto por el que me había llamado.

─Mañana vendrá mi madre a comer a casa ─Dijo él al final. Y al menos oír aquello me animó un poco. Ostras, ¡la abuela! ¿Cuánto hacía que no venía de visita?

─Después me iré con ella al sur, para solucionar unos asuntos de sus tierras. Estaré fuera una semana ─Añadió.

Y ahí el corazón me dió un vuelco. Era normal que él se fuera unos días por trabajo, pero  ¿toda una semana? ¿y precisamente ahora?

─Como siempre vendrán Sebas y Valentina a ocuparse de la casa ─Siguió ─. Tú debes preparar a fondo los exámenes finales. Tienes que mejorar tus notas.

─Tengo una media de sobresaliente. Como siempre ─Protesté.

─Quiero un expediente de matrícula de honor. No estás en la mejor escuela del país para otra cosa.

Pero yo ya ni le oía. Ay, ay, ay... estando como estoy ¿toda una semana?

─Puedes irte ─Terminó él.


Y supongo que me picó lo que me había dicho del "mínimo de decencia", porque al salir de su despacho lo primero que hice fue ir a por el móvil y encerrarme en el baño.

Valentina y Sebas eran los criados que habían vivido con nosotros hasta que mi padre echó a Olga. Y por supuesto él no les hacía venir para que se ocuparan de la casa, sino para tenerme controlada a mí. Pero él, igual que conmigo, sólo había mantenido con ellos el trato estrictamente necesario. No les conocía.

Llamé a Valentina y le pedí no se quedaran a dormir en "la casa". Así sin más. Sabía perfectamente que ella aceptaría encantada.

─Es que... a lo mejor salgo alguna noche, para distraerme un poco... ─Le dije.

─¡¡Aaay tesorito!! ¡¡Te has echado novio!! ─Exclamó ella entusiasmada.

─¡Que no, que no! ¡Con amigas!

─¡Ay, ay, ay, ya era hora! No se me inquiete, que lo de los estudios ya sé que lo tienes controlado. ¡Aproveche, que es joven!

─Bueno, pero si mi padre...

─¡Yo te cubro! ¡Ni que estuviéramos bravos! Mira: Yo vengo un par de horas al día para limpiar, eso sí. Pero luego me largo y vos, bien libre ¿No ve que su padre siempre llama a Sebas y a la misma hora, para preguntar si todo está ok? ¡Tranquila! ¡Tranquila y aproveche!

Pero nada más colgar empecé a arrepentirme de haberla llamado. Sabía muy bien que yo no me atrevería a salir sola, y aún menos de noche. Y por mucho que dijera Valentina tendría que estar en la casa por si mi padre llamaba... Y podría llamar a Olga pero no me atrevía. Ella insistiría en hablar de lo del sábado. Quizá sabía lo que al final me hicieron, pero no que antes la habían drogado a propósito. No, no me apetecía nada hablarle de aquello.

Me acerqué al espejo y me quedé mirando mi reflejo. Era la misma de siempre, pero me sentía como si viera a otra persona en una pantalla. Y al darme cuenta de que estaría prácticamente sola una semana, el miedo volvió.

Era como si una especie de destino diabólico apareciera de pronto para tentarme. Y tenía miedo porque sabía que si quería, podría volver a hacer lo que hice el sábado por la noche en el piso de Nuria. Pero sobre todo por lo que oí en ese piso, antes de hacerlo.

¿Por qué tuve que insistirle a Olga para que fuéramos a ver a esa Nuria? ¿Y por qué allí no me negué, cuando vi la maldita "sorpresa"?

¡Puta sorpresa! Yo ya había visto algo de sexo fuerte en Internet, pero creía que era falso, una ficción inventada para el gusto de la gente por ver cosas raras. Y a pesar de mi obsesión por el sexo, mis fantasías siempre habían sido tan inocentes... Nunca imaginé que yo llegaría hacer algo como lo que hice. ¡Mierda! Tantos años de fantasías, tantas ¿Y tenía que perder la virginidad así? Y esa claridad con la que ahora lo recordaba. Mierda, ¡y esos orgasmos! ¿Pero cómo iba yo a saber que podían tenerse de esa manera?

Y la Nuria. La Nuria mirándome. Y animándome.

Fue ella.

Y ahora lo tenía ahí, al alcance de mi mano: Un número de móvil escrito en un papel. Porque por eso podía volver a hacerlo. Por la jodida nota que me había dejado Nuria.

Eso fue lo que encontré el domingo en el apartamento de Olga, cuando tuve que vestirme a toda prisa porque mi padre había venido a buscarme. Estaba bien dobladita en el bolsillo trasero de mis pantalones, y cuando la vi no sé por qué no la tiré por la ventana.

Y ahora estaba allí, escondida en el fondo de mi neceser. Y por enésima vez la saqué y la desdoblé, para volver a leerla.

"Hola Alba,

Me ha encantado jugar contigo esta noche, y sobre todo ver lo bien que lo has pasado.

Así que como te he visto tan interesada, si quieres te puedo dar acceso a un sitio web donde podrás ver muchas cosas como las que hemos hecho aquí, y alguna más. Sólo por si te apetece.

Así que si quieres, mándame un whatsapp y te diré cómo. Mi móvil: XXX XXX XXX

Si lo ves y hay algo que te guste o quieras probar, coméntamelo. A lo mejor podríamos quedar tú y yo algún día.

Besos... y más cosas,

Nuria"

Y por enésima vez volví a sentir rabia. ¡¡Interesada!! No podía creerlo. ¿Una web? ¿Pero qué se había creído? ¿Me tomaba por una adicta al porno, como algunos de los cerdos del instituto? Y volví a repetirme a mí misma que ni loca iba a mandarle un Whatsapp a aquella hija de puta. Encima de haberse aprovechado de la confianza de Olga, y de haberla drogado para hacerme todo lo que había querido, ahora me tomaba por tonta, echándome la caña de una forma tan descarada.

Y volví a sentir miedo. Porque recordaba claramente lo que habían dicho Nuria y la chiflada de su amiga Montse, cuando por fin me vieron desnuda:

«Fíjate. Parece una cría» Había dicho Montse.

«Bueno, no tanto, pero sí: Bien depilada valdría su peso en oro» Había respondido Nuria.

¡"Parece una cría"! ¡¡"Su peso en oro"!! ¿Podía estar más claro? ¿Quién me iba a decir que encontraría gente que me vería sexualmente atractiva, precisamente por el aspecto "de cría" que tanto me había acomplejado?

Ni hablar. Ni loca podía quedar con aquella pervertida. Vete a saber lo que querría hacerme.

Pero volví a retener esa idea. Y volví a recrearme con ella. Y cuando el miedo se hizo tan intenso que me aceleró aún más los latidos del corazón, volví a mirar mi reflejo. Porque una vez más me había quitado la ropa. Una vez más ante aquel espejo, desnuda y con la mano entre las piernas.

Y cuando se me aceleró la respiración y tuve que cerrar los ojos, volví a pensarlo.

¿Quién me iba a decir que el miedo podía ser tan excitante?


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