P10C2. José lo sabía

Encontré a José fuera, en la escalera de incendios. Estaba sentado más arriba, en los escalones, mirando hacia la ciudad. Y sí: con el cigarrillo encendido en los labios.

─Como Eli te pille fumando, se va a cabrear...

─Pues no te chives y ya está ─Me dijo, sin ni siquiera mirarme.

Vaaale... Desde lo del tiroteo él estaba muy raro. Callado, en las nubes, incluso a veces parecía asustado. Vale que lo que había pasado era muy fuerte, pero estar así era muy raro en él y me tenía preocupada. Subí los escalones y me senté a su lado.

─¿Me vas a decir de una vez lo que te pasa?

Él siguió un rato callado, y al final cogió el cigarrillo con los dedos y lo lanzó hacia adelante, al vacío.

─No quiero que os pase nada malo, pero esto no puedo controlarlo...

─No eres tú quien tiene que controlarlo, sino nosotras ─Le dije. Y él me miró.

─Esto no ha sido culpa vuestra, Alba.

─Sí que lo ha sido. Tú nos dijiste que no era buena idea buscar aventuras aquí. Y no te hicimos caso.

Pero él seguía negando con la cabeza. Ostras, es que ponía una cara que asustaba.

─José... ¿Hay algo de esto que yo no sepa?

─Es que... ─Empezó. Pero de pronto bajó la cabeza. ─Lo que tenemos Eli y yo te lo debemos a ti, Alba. Y ha sido demasiada suerte. Y las cosas... se lían. Y yo no puedo...

Le puse el brazo sobre los hombros. Vaya si habíamos tenido suerte ¿Qué habría pasado si no hubiesen disparado a aquellos en el almacén? Pero ¿qué habría pasado si yo no hubiese tenido ese bendito móvil?

─Pesado eres... Tú has tenido mucho que ver con esa suerte, José. Llamaste a aquellos dos que fueron a buscarnos al almacén. Y fue tu móvil lo que me salvó hace dos años, en aquel establo. No sé si lo tuyo con Eli me lo debes a mí, lo que sí sé es que yo te debo la vida.

Pero él tardó en contestar. E hizo un gesto para que me separara de él.

─Los que os fueron a buscar a la nave ya habían salido cuando yo llamé. Y en el establo no fue el móvil lo que te salvó.

─¿Cómo que no...?

─En esa granja no había cobertura, Alba. Perdí tu señal cuando salisteis de la autopista.

─Pero si tú llamaste a la policía...

─Les llamé, pero no pude decirles dónde estabas. Y ellos me llamaron a mí después. Otro equipo de la policía ya iba hacia esa granja ¿entiendes? A los que fueron no les avisé yo.

─Pero si me dijisteis que...

─No te lo dije a ti para no asustarte. Y ni siquiera pude decírselo a Eli, le hubiera dado un ataque.

─Pero... ¿quién...?

─Fue como lo de aquí. Los que te llevaron a aquella granja eran criminales. Estaban metidos en otras cosas y les estaban vigilando ¿entiendes? Fue una jodida casualidad. Pura suerte que la policía llegara a tiempo...

Oír aquello me dejó hecha polvo. No podía creerlo. Y encima él lo decía como si fuera culpa suya.

─Pues se acabó la suerte.

─Ya, Alba, pero es que...

─No le des más vueltas, José. Lo he decidido: Ya no más aventuras sexuales. No más juegos. Ahora se lo diré a Olga. Se acabó.

─Ya lo imaginaba, pero ¿qué vais a hacer.?

─He estado mirando por Internet ¿Qué os parecería pasar una temporada en Los Ángeles?

─¿Los Ángeles?

─Tu decías que querías ir alguna vez. Que habías invertido en empresas de allí ¿No?

─Bueno, sí, pero...

─Pues he visto un centro que tiene muy buena reputación. Es donde van los famosos adictos al sexo. Te hacen terapias para esto...

─¿Adictos al sexo? Alba, no creo que tú necesites ninguna terapia. Y tampoco creo que Olga...

─Mira, he estado leyendo sobre el tema ─Le interrumpí ─. Es un poco como dejar de fumar ¿sabes? Y no nos vendría mal algo de ayuda. Lo único es que tendríamos que alargar un poco las vacaciones, pero no sé. También podríamos mirar las universidades de allí. Las hay muy buenas...

Él no dejaba de mirarme. Parecía pensárselo, pero me seguía poniendo una cara de tristeza que me daban ganas de llorar otra vez.

─Bueno, quizá no sería mala idea pasar una temporada más fuera de casa ─Dijo al final ─. Me gustaría comprobar... eee... antes de volver me gustaría asegurarme de... Uuuff... nada, Alba, no me hagas caso. Es que estoy un poco paranoico.

Entonces le abracé para que no me viera las lágrimas ¿Por qué lo decía tan inseguro? ¿Por qué tenía que ponerme esa cara?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top