P10C1. Eli lo sabía
Llevaba tres días pensándolo, los tres que Olga había pasado en el hospital. Y ahora que por fin le habían dado el alta y yo subía en el ascensor para ir a buscarla, ya no podía quitármelo de la cabeza. Sabía que tenía que decírselo.
Que ya habíamos tentado demasiado a la suerte. Que no podíamos seguir así.
Al salir del ascensor vi a Eli en el pasillo.
─Ah, hola Alba... ¿No subía José contigo?
─Pues no. Me he quedado abajo haciendo los papeles, creía que él ya estaba aquí...
─¡Joder! ¡Seguro que ya vuelve a estar por ahí, fumando a escondidas! ─Dijo, enfadada.
─No le metas mucha bronca, Eli. El pobre anda preocupado por... bueno, por lo del tiroteo.
─Ya, claro, como todos. Pero entenderás que no es un buen momento para que se me vicie con el tabaco...
Eso era: Como todos. Pero sobre todo como Eli. Se asustó muchísimo con lo que nos pasó en ese almacén. Y encima me lo decía con uno de sus exagerados gestos: Avanzando su abultado vientre y señalándoselo con las dos manos. Y yo también lo había decidido por eso, pero es que...
─Aaalba... ya me estás poniendo esa cara otra vez.
─Perdona... es que aún me impresiona verte así.
─Pues deberías irte acostumbrando, que ya estoy de seis meses.
Me quedé un rato callada, mirando fijamente ese vientre.
─¿Qué te pasa? ¿Aún estás con lo mismo?
─Eli, ¿De veras crees que tu hijo estará bien con...?
─¡Ya empezamos! ─Protestó ella. Pero de golpe abrió mucho los ojos.
─¡Ostras! ¡¡Ostras!! ─Gritó ─¡¡Creo que se ha movido!!
─¡Qué dices! ¿Otra vez?
─¡Sí! ¡Sí! ¡Mira! ─Volvió a gritar, cogiéndome una mano.
Y allí, en medio del pasillo del hospital, yo acabé de rodillas con una mano ¡y una oreja! apoyadas en el vientre de Eli.
─Tía, que no noto nada... ¡Espera! ¡Espera! ¡Que parece que...!
─¡Ja, ja, ja...! ¡Anda, tonta, deja de hacer el payaso y levántate! ¿Cómo es tan fácil tomarte el pelo? ─Me dijo. Y yo me levanté de golpe.
─¡Idiota! ¡No vuelvas a hacerme bromas con esto!
─¡Idiota tú! ¿No lo ves? ¡Si te hace más ilusión a ti que a mí! ─Replicó ella. Pero yo le puse una fingida cara de enfado.
─Ya hemos hablado de esto, Alba ─Siguió ─. Y no hay discusión que valga: Mi hijo va a tener el mejor padre del mundo, pero también tendrá tres madres aún mejores. Tres.
─Ya. Y dos de ellas ninfómanas ¿no?
─Bueno, eso habrá que verlo ¿Sabes que el novio de Olga ha vuelto a visitarla? ¿Por qué crees que estoy aquí fuera?
Y lo dijo con su típica sonrisa traviesa ¡Joder!
─Por favor, no le llames "novio".
─Uy, uy, uy... ¿Tú celosa? Eso sí que es nuevo...
─¡No son celos, ya lo sabes! Es que es Olga ¿Tú te la imaginas saliendo con un tío?
─Pues al principio no, pero ya no sé qué decirte ¿Te has fijado en cómo se ríe con él? ─Preguntó. Y yo puse los ojos en blanco.
El simpático Pedro. Y nada menos que un espía.
Me cayó muy bien el primer día en la cafetería del hospital. Y además me había salvado del misterioso hombre de negro y los dos policías, pero el mismo día por la noche ya había vuelto a venir a visitar a Olga. Y al siguiente... ¡se presentó con un ramo de flores para ella, y una caja de bombones para mí! ¡Mis preferidos! Y al ver la cara que puso Olga me preocupé de verdad. Yo pensaba que era un capricho suyo, pero es que nunca la había visto así con nadie. Y... uff, supongo que sí, que estaba algo celosa, pero ver a Olga con esa ilusión... Y además Ei y José, claro: Encantadísimos y venga con las indirectas... Y encima era imposible que ese tío te cayera mal: No podías estar con él más de cinco minutos sin partirte de risa.
Venga, Alba, que Olga ya es mayorcita. Y... bueno, seguro que el capricho no le va a durar mucho, pero quizá así le será más fácil... cambiar.
─¡Joder, Alba! ¡Despierta ya! ─Dijo Eli. Y yo levanté la vista de golpe.
─Venga, tía, deja de preocuparte. Sabes perfectamente que Olga no te va a dejar ni muerta. Y nosotros tampoco.
─No, si ya lo sé. Pero es que...
─Quéééé...
Y me quedé callada, mirándola. Y ella me abrazó. Ni me había dado cuenta de que tenía lágrimas en mis ojos.
─No sé si podremos vivir una vida normal, Eli ─Sollocé ─. Pero sé muy bien que no podemos seguir así...
─Quieres dejar de hacer animaladas con el sexo ¿No? ─Dijo. Y se separó un poco. Y me miró ─Pero qué tonta que eres... ¿Crees que no lo sé?
Y volví a apoyar la cara en su hombro. Que me dijera que ya lo sabía me hacía sentir más segura.
─Llevamos dos años viviendo juntos, Alba ─Siguió ella ─. Y desde luego que no es una vida normal, pero han sido los dos mejores años de mi vida y ya te lo dejo bien clarito: Los cuatro somos una familia, y seguiremos juntos. Siempre. Y nunca, nunca seremos normales...
La miré. Ahora ella y José estaban casados, y esperaban un hijo, y seguían enamoradísimos, y sí: parecían encantados de vivir... ¡con dos ninfómanas! Pero ahora, de repente, a Olga le había aparecido... ¿un novio? uufff... ¿y que iba a pasar ahora?
─Escúchame ─Insistió ella ─. Que Olga tenga novio no va a cambiar nuestra relación. Ese tío tendrá que adaptarse o largarse, lo sabes perfectamente. Pero así a ella le será más fácil ¿No lo ves?
─Sí, pero es que...
─Anda, no le des más vueltas. Dejemos a Olga que se despida y vamos a buscar a José, que tengo ganas de pillarle con el cigarrillo en la boca...
─Mira, si no te importa déjame ir a mí, que quiero hablar con él.
Ella me miró, entrecerrando los ojos.
─Bueno. Pero pégale una buena bronca de mi parte ¿Vale?
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