Prólogo



Cuando Aioros huyó de las doce casas, con su preciada Atenea en sus brazos arrastrándose hacia una columna que protegiera lo que quedaba de su magullado cuerpo que cubría aquel pequeño bebe con mejillas rosa y exuberante cabello lila.

Un sonido llamo su atención, frente a él un bebe de un poco más edad que el que cargaba en sus brazos reía perdida entre sábanas blancas, sin embargo, que lo que llamó su atención fuera el cosmos que le rodeaba, cálido y fugaz se proyectaba como alas doradas encima suya, se acercó con precaución, pero al verle la bebe no lloro si no que estiró sus brazos con diversión, el caballero de sagitario se dejó caer a su lado poniendo a la reencarnación de Atenea al lado del bebe.

-eres tú, la fiel compañera de nuestra diosa-sus palabras murmuradas, la bebe cerca de Atenea estiro sus manos y se abrazaron felices de encontrarse, el cálido cosmos envolvía a ambas y Aioros respiro aliviado.

- ¿Cómo llegaste aquí?, Creo que no importa, cuida de ella por favor-dijo el acunando ambos bebés en sus brazos hasta el amanecer.

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¿Dónde estaba?

Hacía calor, mucho calor.

Estaba oscuro, pero era cómodo o bueno lo suficiente como para suspirar tranquila contra la calidez, pero una voz profunda me despertó de la inconsciencia.

-ruego que vele por estas niñas, son la protección de este mundo, por favor-era una voz terrosa que hablaba con un tono firme y amable, abrí mis ojos con pesadez, viendo a los ojos cubiertos de tristeza, su cabello sostenido por una tira de cuero y sangre seca por su rostro con una belleza rara a mis ojos.

-ella es la reencarnación de Atenea, el santuario fue consumido por la maldad-sus palabras casi murmuradas remarcaban a la persona al lado mío, un bebe suave a la vista con mejillas rosas, pestañas largas y cabello, ¿lila?.

¿Le tiñeron el pelo a un bebe?

Espera ¿Cómo dijo que se llamaba?

-ella por su lado, debe estar a su a lado, su destino está entrelazado-aunque la voz del hombre era ronca y curiosa, mi vista se dirigió al hombre mayor que me coloco frente a él, era asiatico, de una gran edad podía asumir por su canoso cabello, sin embargo un bostezo salió de mi boca, me estaba durmiendo.

No, espera, no puedo dormir.

¡¿Dónde estoy?!

Las voces me arrullaron hasta la inconsciencia, cayendo en los brazos de Morfeo.

¿Cuánto tiempo dormí?, no tenía idea.

Pero cuando volví a tener conciencia de mi cuerpo estaba recostada en una cama con tersas sabanas rosas pastel, cuadros infantiles y juguetes por todos lados, la cama cubierta por un doncel del mismo color rosa pálido daba una sensación esponjosa.

Sin embargo algo picaba en mi brazo izquierdo, mi mirada fue automáticamente allí, mi brazo entumido estaba perforado por una aguja.

"¿Qué es esto?"

Subí la mirada por el tubo, era un catéter conectado a lo que probablemente era un suero, mi cuerpo estaba entumecido como si nunca lo hubiera usado y era ¿pequeño?

¿Por qué era pequeña?

Con esta preocupación en la mente alguien entró en la habitación, era una enfermera que al verme despierta gritó algo antes de correr de vuelta.

Bien supongo que dormí mucho tiempo.

Entonces por la puerta entró aquel señor canoso con una mirada preocupada y angustiada en su rostro.

-¡hija mía! has despertado-exclamó sentado a la orilla de la cama mientras sostenía mi mano con cuidado, el calor de su palma hizo darme cuenta de lo frío que mi cuerpo era.

Aunque intenté hablar mi voz solo salió como un balbuceo, lo que hizo que frunciera mi ceño molesta.

¿Hija?,¿este hombre era mi padre?

el ruido de una voz chillona me alertó hacia ella, era una niña pequeña vestida de forma limpia y elegante en su vestido de marinero blanco, su cabello me hizo recordarla.

¡Claro era esa bebe!

Cuando la realización llegó a mi, solo sonreí hacia ella como para parecer amable, ella se lanzó corriendo a mi cama antes de sentarse en la orilla.

-¡hermana!-saltaba en la cama sorprendiéndome.

¿hermana?

-Saori tranquila, ella acaba de despertar-dijo el calmándola.

Espera, ése nombre.

Mire a ambos que esperaban una reacción mía, la cual fue un chillido del que probablemente me avergonzare después.

No podía ser real.

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