14.- Ándate o Sufre en este Infierno (1/2)


Partí por organizar a los distintos grupos en escuadrones. El escuadrón de vigilantes se encargaba de vigilar a Érica para donde fuera, durante recreos y cuando se iba a su casa. Me informaban de todos sus movimientos por celular. Su líder era Troveto.

También tenía a unos de este escuadrón vigilando a los profesores, pero no eran más de tres. Solo por si acaso los trabajadores del colegio intentaran detener nuestra misión.

El escuadrón de acción consistía en los chicos que llevarían a cabo todas las misiones en sí, como rayar su mesa, esconder su bolso de educación física, robarle lápices, rayar cuadernos, quemar apuntes, llenar sus bolsillos de barro y cosas por el estilo. Su líder era Pekos.

El escuadrón de apoyo conseguía todos los materiales que los otros escuadrones necesitaran, sobre todo los materiales para el escuadrón de acción, como pintura y cosas por el estilo. Su líder era Gálica.

Y yo era la comandante. Daba órdenes a los líderes, quienes las traspasaban hacia sus subordinados. Algunos se tomaban la jerarquía en juego, pero todos sabíamos bien lo que pasaría si llegábamos a fallar, por lo que nadie se salía de línea.

----------------------------------

Nuestro primer asalto fue meticulosamente planificado. El escuadrón de apoyo se consiguió una copia de las llaves de la sala, gracias a un trato con el señor de aseo. Al finalizar las clases, Érica se marchó como siempre. Los demás hicimos lo mismo, o eso le hicimos pensar.

Troveto y otro chico del escuadrón de vigilantes siguió a Érica mientras se iba a su casa, hasta que tomó la micro. Por supuesto, hicieron todo lo posible por permanecer escondidos. Mientras tanto, Gálica le pasó las llaves de la sala a Pekos. Junto con él y su grupo entramos, rayamos la mesa y la silla de Érica hasta el último rincón con mensajes poco amables.

—¿Por qué no se la rompemos?— inquirió Pekos, emocionado.

—No, aún no. Tenemos que comenzar de a poco, o el resto no la impresionará.

Pekos bajó los brazos, algo desanimado, pero de todas maneras asintió. Antes de marcharme, volví a mirar el puesto de Érica, rayado por completo. Habíamos usado plumones permanentes, pintura y cuchillos, para grabar en la madera. Destacaban palabras como "Ándate, puta", "Perra", "Mataste a nuestro amigo", "Nadie te quiere", "A Érica le gusta el pene". La mayoría insultos genéricos. Sabía que lo de asesina le haría sentir un poco mal, pero no estaba segura que le doliera de verdad. Me pregunté cómo podía provocarla de verdad, hacerla llorar de la frustración.

Pero me estaba adelantando. Nuestra misión había terminado por el día, así que empacamos nuestras cosas y nos fuimos. Ahí comenzaba nuestra venganza.

---------------------------------------

Al día siguiente llegué emocionada a la sala. Creo que todos lo estábamos, noté a varios mirando el escritorio de Érica más de la cuenta, pero yo tampoco pude resistirme.

Cuando Érica llegó, se quedó mirando su puesto un buen rato. Escuché unas risitas nerviosas al otro lado de la sala, y me giré con ojos de rabia para callarlos antes que arruinaran toda nuestra operación. No podía creer la falta de disciplina de esos tontos.

Regresé mi vista a Érica. Ella se sacó la mochila, pasó una mano por el asiento de la silla y se sentó. Se quedó largo rato quieta, mirando las palabrotas en la mesa, sintiendo con la yema de sus dedos los grabados que Pekos hizo con su cuchillo. Luego se detuvo, y giró su cabeza más rápido de lo que esperé.

Todos miraron hacia otro lado, nadie quería hacerse responsable, pero en ese momento sentí que ocultarme estaba de más. Aguanté sus ojos azules sobre los míos. Por fuera mi cara permaneció inexpresiva, me aseguré de ello, pero por dentro algo comenzaba a bailar y a cantar.

Ahí tienes ¡Sufre, maldita! pensé que podría decir.

Pero no la miré por más de un segundo. No quería que fuera obvio, solo que sospechara ligeramente. Sabía que no me atacaría sin pruebas, sin estar segura. Comencé a arreglar mis cosas para la primera clase, ella también.

El profesor llegó apurado, como siempre. Dejó el libro de clases sobre la mesa y comenzó a hablar sobre la clase de inmediato.

—Muy bien, niños. Si ven su libro de texto en la página cincuenta y o...— entonces se fijó en el escritorio de Érica, desconcertado— Señorita Sanz ¿Qué le pasó a su mesa?

—Alguien la rayó— afirmó.

El profesor se acercó a su puesto, lo examinó largo rato.

—Vaya a buscar otra mesa, señorita Sanz. Pida una en la sala de al lado o algo así.

Érica miró su escritorio un buen rato, luego se puso de pie de mala gana y se marchó. El profesor se aseguró de que la puerta estuviera cerrada antes de pararse en medio de la sala. Puso su cara seria que ponía al retarnos.

—Quien quiera que haya sido, no lo buscaré por su propio bien— indicó— pero tengan claro que actos como estos nos ponen en riesgo a todos dentro del colegio. No toleraré más vandalismos ¿Entendido?

Nadie respondió.

—Espero que no se repita— concluyó.

Poco después Érica apareció con otra mesa. Se instaló y continuamos la clase.

El profesor podía haber implementado una solución parche, pero el mensaje había quedado claro. Desde ese momento Érica comprendió que su fuerza poco importaba contra tantos de nosotros.

--------------------------------------

Esa misma tarde fuimos a celebrar a la plaza. Además de los que comenzamos nuestra reunión, se nos unieron más personas del curso e incluso algunos del IV°A y IV°B. La voz había corrido rápido y había llegado a todos. Incluso apareció un grupito de chicas muy entusiasmadas a quienes no conocía, pero que Troveto me indicó eran las amigas de Krois.

Me fijé en el grupito de amigas de Solis. Ellas también se notaban muy entusiasmadas respecto a nuestra campaña. Entendía que quisieran vengarse por lo que Érica les había hecho a ambas hermanas, pero a mi parecer, ambas habían hecho cosas igualmente horribles. Primero Solis al disparar con una pistola en el colegio, luego Krois al meter una bomba dentro de la mochila de Érica. De la forma en que yo lo veía, no eran dignas de ser vengadas, no como el pobre de Ocko, que solo había intentado ayudar.

Sin embargo, aportaban a nuestros números, y eso era bueno. Tenía que concentrarme en dirigir a nuestro grupo, tenía que dar un discurso para inspirarlos.

Me paré en el lugar más alto, sobre las raíces del árbol grandote, mientras los demás comentaban sobre lo que habían hecho.

—¡Compañeros!— comencé, y esperé un momento a que guardaran silencio.

Intentar hablarles a tantos era un tormento, pues solo una porción se daba la molestia de escucharme a ratos, pero después de unos segundos conseguí hacerme oír.

—Compañeros míos, hoy hemos dado un gran paso hacia nuestra meta. Nuestra enemiga captó el mensaje, ahora sabe que alguien va tras ella y que no toleraremos más su conducta. Lo de hoy fue una pequeña victoria, desde mañana debemos persistir, debemos ser constantes y disciplinados. Ella puede tener la fuerza de cien hombres, pero sigue siendo una sola niña. Uno de sus puñetazos puede destrozar una pared, pero sigue siendo un solo puñetazo. Tenemos una gran ventaja sobre ella, solo nos queda aplicarla con ingenio ¡Podemos conseguirlo, equipo! ¡Nosotros, juntos, podemos hacerlo!

Terminé mi discurso con la respiración agitada por los nervios, pero conseguí traspasar mi mensaje. Para mi sorpresa, mis compañeros aplaudieron.

En ese momento, una de las amigas de Solis quiso subirse a las raíces a mi lado para hablar también, pero la paré con un gesto.

—Ahora vamos a discutir estrategia— indiqué a ella y al resto— Después podrás hablar.

Ella pareció frustrada, pero se resignó y bajó de vuelta a su grupito. Me dio algo de pena, pero seguro que quería aprovechar la ocasión para hablar mal sobre Érica y que la gente estuviera de acuerdo con ella. A mí también me habría gustado algo así, pero reunirlos a todos ahí no había sido nada fácil, y no iba a derrochar mis esfuerzos para que una cualquiera se desahogara.

Procedí a presentarles a los nuevos la estructura de los escuadrones y a los líderes. Luego hicimos una lluvia de ideas para discutir nuestros próximos movimientos.

Surgieron varias ideas, la mayoría muy directas para tenerlas en cuenta. Que la moliéramos a palos, que le lanzáramos fuego, que la violáramos, que le rompiéramos los dientes, que la envenenáramos. Era como si no supieran a quién se enfrentaban, esos tontos.

Afortunadamente, también surgieron algunas ideas buenas. Luego de la sesión, nos pusimos a discutir entre Pekos, Gálica, Troveto y yo, y conseguimos armar un calendario de asaltos.

No podíamos darle tiempo para descansar, así que planeamos un asalto por día, a veces más, dependiendo de la magnitud. Nos arriesgábamos a que las ideas originales se nos acabaran rápido, pero debíamos apurarnos, no sabíamos cuándo Érica podría matar a otro de nosotros.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top