«Nunca confiarán en ti» 

Había manifestado el dios de dioses, Odín.

Sin embargo, aquí me encontraba. En su hogar, en su palacio, en su mundo. Junto a su esposa. La generosa Frigg. La única que ha sido capaz en darme una nueva oportunidad pese a las reclamaciones de su esposo. 

¿Pero les cuento algo?   

Admitía sentir culpa cada vez que me sonreía de aquel modo. Como si fuese una más de sus hijas. 

Desconocía el por qué Snotra, diosa de la virtud, callaba mi secreto. Ella debía saberlo, ¿por qué sino me miraba de aquella forma tan acusatoria? Ninguna de las sirvientes de Frigg confiaba en mí incluso luego de tantos años conviviendo juntas. Ella no sería la excepción. 

Y temía que, en cualquier momento, pudiese revelarle a nuestra señora mi vileza. 

Mi oscura verdad.

Nuestro secreto. 

Aunque la mayoría de las veces, eran mis sentimientos los que vencían a aquellos reproches constantes a mis promesas. Porque había jurado serle fiel a Frigg. 

No obstante, no pude cumplirle del todo debido a que había caído en brazos de su segundo hijo. 

Del hermoso Baldr. 

Agradecía cada segundo que pasaba a su lado. Al modo tan mágico con el que reclamábamos nuestro amor. La manera con la que él mismo me lo proclamaba, me lo susurraba, me lo demostraba. 

Nunca sería capaz de contradecir su pureza. 

Porque Baldr opacaba al universo con su eterna luz. 

Sin embargo, debíamos ser cuidadosos. Teníamos que ocultarlo. Por su padre, por su madre. Por su esposa, Nanna. Por Forseti, su único hijo. 

Aunque no existía certeza más dulce que la de nuestro cariño. 

Juntos, habíamos encontrado la felicidad. Paz, sensaciones que nunca pensamos en volver a sentir. En su caso, por otra persona. En el mío, después de tanto dolor cuando mi hermano murió y Odín osó en acabar con la poca confianza que me tenía a mí misma. 

Pero juntos, nuestras almas lograban corresponderse inocentemente.  

—¿Podría pedirle un pequeño bien? —murmuró para luego abrazar mi espalda desnuda—. Prometo que no será un conflicto esta vez. Se lo juro por la sonrisa que me dedicará en cuanto me vea.  

Volteé mi cuerpo sobre aquellos almohadones que habíamos colocado sobre un altar abandonado, lejos del palacio. Un lugar al que habíamos adoptado para visitarnos en todas las noches de nuestra existencia. 

Un hogar para ambos. 

Y efectivamente, sonreí cuando sus zafiros orbes me recibieron con adoración. 

—¿Requiere de toda mi atención justo ahora o debería de exigirle una recompensa a cambio? —pronuncié con altanería, conteniendo las carcajadas cuando su dulce expresión cambió a una confusa.  

—¿Cómo osa tratarme así luego de lo ocurrido en este maravilloso santuario? —cuestiona con actuada indignación—. Le contaré entonces que… ¡No pienso tolerarlo! 

Es cuando salta sobre mí para atrapar todo mi cuerpo con sus enormes manos. Después, procede a sacarme unas sonrisas al tantear ciertos puntos sensibles en mi indefensa piel.  

—¡Perdóname! —río—. ¡Deténgase, por favor! —Pero se rehúsa, carcajeándose a mi par—. ¡Haré lo que desee! ¡Pare con los cosquilleos, por favor!

Baldr se detiene finalmente, y los latidos de mi corazón me golpean ferozmente cuando se posiciona frente a mí, sonriéndome. 

Lucía tan lleno de vida.  

—¿Qué se le ofrece, mi señor? —juego. 

Volvemos a sonreírnos. 

—¿Usted cree que podría preguntarle a vuestra señora cual es el ser que no juró no lastimarme? 

Su interrogante me alarmó demasiado. Mi don así me lo advertía. Desentendía cuales serían sus intenciones con aquel pedido.

Pero nadie se arriesgaría a ocultarme la verdad a mí. 

—¿Por qué desea descubrirlo? 

Calló por unos segundos. 

—Me tranquilizaría. Las pesadillas sobre mi final culminarían si conociese la única razón capaz de inducirlo. 

Desconfiaba de su respuesta. 

—¿Por qué no preguntarle usted mismo? 

Baldr se mantuvo pensativo por un momento, para luego robarme un pequeño beso. Justo como si fuese un niño curioseando por primera vez el arte de tocar labios ajenos. 

Aquella acción me descolocó. 

—Debido a que ella no desea que lo sepa, cree que sería lo mejor. Pero no lo es, mi hermosa Vör —sostuvo mis manos con las suyas, para después comenzar a besar mis nudillos. Consiguió calmarme con aquel tierno gesto—. Ansío saber la verdad. 

—¿Por qué me lo contaría a mí? 

—Eres su consejera. Confía en cada una de sus ayudantes —explicó con firmeza—. Por supuesto que se lo revelaría. 

—No creo que…

—Por favor, mi hechicera —besó mi frente, observándome con fijeza—. Se lo imploro. 

Y… no podía rechazarle, por lo menos no a él. 

Quien lo era todo para mí. 

Quien me hacía sentir segura entre sus brazos. 

Quien me hacía volver a amar la vida luego de que su padre me humillase. 

Haría todo lo que aquel ser de luz me reclamase. 

Así que acepté hablar con mi señora al día siguiente. Y resultaba que Baldr tenía razón, la diosa confiaba en cada una sus vírgenes. 

Ella confiaba en mí. 

Confesó que lo único que no había sido capaz de jurar la seguridad de su hijo fue el joven muérdago, por lo que le conté todo a mi amado aquella misma noche. 

Y sin vislumbrarlo, había ocasionado la más horrible e imperdonable de las catástrofes. 

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¡¡Muy buenas tengas todos!!
Aquí Cass.

Como había prometido, esta es la segunda historia para el concurso del perfil EditorialValhalla. Esta vez, en la categoría de Novela Juvenil y hablando sobre la diosa Vör que en la capítulo de "Investigación" podrán descubrir más sobre ella y demás dioses que incluyo. 

Emmm... creo que eso es todo por ahora.

PD: Siempre lean bien todas las reglas de los concursos en los que participen. O por lo menos, no sean como yo. Que hice cada capítulo con un límite de 500 palabras cuando en realidad era un MÁXIMO de 500 palabras. Al final, Luck Fortuna me está pasando su mala suerte.

Lo único bueno que le ví a esto, es que pude recuperar las escenas que tuve que borrar por mi mal entendimiento y volverlas más hermosas, e incluso añadirle más cosas a la historia.

Pero bueno, ya pasó. Ya me calmé.

Y espero que disfruten de la nueva (renueva) historia.

Besos miles,
Cassidy.