«O» de Orden & Osadía

Esto era una completa aberración. 

—Bladr desea hacer una fiesta para el entretenimiento de los Æsir —anunció Frigg en cuanto entramos a su alcoba—. Una especie de juego donde desea demostrar su invulnerabilidad a todos. Van a lanzarse todo tipo de objetos para probarlo, así dictaminó. 

Yo solo pude palidecer ante aquella locura. 

—Ordeno que se dispersen. Brinden ayuda a quien la necesite para iniciar con los preparativos antes de que los invitados lleguen en dos horas —continuó, retirando su atuendo para adentrarse en la pequeña laguna que disponía—. Mientras, Fulla… —La nombrada alzó la cabeza en su dirección—, hermana mía. Busca entre mis ropajes el vestido más hermoso que puedas encontrar. 

Fulla asintió ante su mandato, a la vez que las otras diosas se retiraban para cumplirle.

Yo no pude hacerlo, tenía que hablar con ella. 

—¿Por qué no te has ido Vör? —cuestionó en cuanto me aproximé, molestando su baño. 

Las limpias aguas dejaban a la vista su poderoso cuerpo. Sus senos eran cubiertos por los largos mechones rubios de sus cabellos mojados. El rostro, sonrosado por el vapor que ascendía. 

—Con todo respeto, mi señora. ¿Usted cree que sea buena idea lo que su hijo está planeando? 

Abrió sus ojos con parsimonia, para luego mirarme de un modo gélido. 

—¿Cómo osas refutarme eso? —Su voz sonó dura, como el de una roca de millones de años—. ¿Presentas algún problema con cuestionarnos a mí o a mi hijo? 

Bajé la cabeza, un poco retraída por su nuevo trato hacia mí. 

—Nunca me atrevería a faltarle de ese modo, mi diosa —contesté rápidamente—. Solo temo por su bienestar. Podría salir lastimado con este juego. 

—¡Tonterías! —se levantó bruscamente, dejando a la vista su desnudo cuerpo—. ¡Todos juraron nunca dañar a mi Baldr! Si él desea una festividad en su honor, pues no debemos menospreciarle. Se lo merece. Es un Dios tan divino que debería disponer de todo cuanto se le antoje. 

Asentí varias veces. 

—Y no se lo niego, mi señora —proseguí, intentando convencerle—. Pero usted había dicho que el muérd… 

—Sal ahora mismo de aquí —ordenó, firme. 

Como si ante ella tuviese a una gran enemiga de antaño. 

—Mi señora, no quise ofenderla —trataba de explicarme ante su ceño fruncido—. Solo deseaba… 

—¡Quiero que salgas ahora mismo! 

Y esta vez, no hubo vacilación ni por asomo. La benevolente Frigg, me estaba tratando como si fuese un insecto por primera vez en la vida. Como si no valiese nada para ella luego de tantos años de confianza y conversaciones cariñosas. 

Algo había cambiado. 

—Si, mi señora —realicé una reverencia. 

No podía negar que en ese momento, de ese modo, frente a aquella figura que se alzaba ante mí de una forma imponente, me sentía diminuta. 

Frigg era una Diosa maravillosa, pero también resultaba ser bastante orgullosa. Desconocía su cambio repentino de actitud. 

Entonces, cuando quise abrir las puertas para retirarme de la habitación, Gna apareció. Su expresión risueña cambió al notarme. Ni siquiera se tomó la molestia en saludarme, pero estaba acostumbrada a las asperezas de las demás ayudantes de Frigg. 

Gna entró por completo, chocando contra mi hombro y saludando a la diosa como si no hubiese sucedido un momento incómodo. Ambas comenzaron a platicar de una manera confidencial. Y no pude evitar sospechar de todo aquello. 

Gna era la mensajera de Frigg. Su tarea consistía en viajar por los nueves mundos, recopilando información para su señora. 

¿Y si en una de sus travesías nos vio a Baldr y a mí en nuestro altar? ¿Y si se lo había contado todo a Frigg? ¿Y si por ese motivo es que la diosa se encontraba tan distante conmigo? 

Esas interrogantes me persiguieron durante las próximas horas. Incluso cuando me encontraba caminando por los corredores de Fensalir a la vez que sostenía una bandeja atiborrada de frutos deliciosos. Debía transportarlos hacia el gran salón. 

Sin embargo, por poco toda aquella comida se me cae al suelo cuando un cuerpo se interpuso en mi camino. 

—¡Oh, discúlpeme no le…! —Y callo al instante en cuanto le advierto—. Ah, es usted —mascullo con disgusto.

—Hermosa Vör —agarró mi mano con la intención de besar mis nudillos. No obstante, pude retirarla ágilmente a tiempo—. ¿A dónde se dirige con tanta prisa? ¿Qué celebramos? ¡Oh, cierto! Nuestro querido Baldr desea mostrarnos su nueva resistencia —se mofa con una sonora carcajada—. ¿No le parece un poco presuntuoso todo esto?

Me esfuerzo en no darle un hincapié o empujarle hacia la fuente a sus espaldas. Sería una total falta de respeto hacia un invitado en el hogar de mis señores, aunque me tentara profundamente la idea. Le detestaba. Todos le detestábamos. 

Pero Loki resultaba ser el mejor amigo del Rey de Dioses. 

—El dios Baldr no necesita demostraciones de su fuerza. Siempre ha estado junto a él —defendí, apretando los bordes de la bandeja—. Es digno, considerado, justo. Y estas fiestas en su honor siempre han sido…

—De acuerdo, entendido —Interrumpe, sonriendo insolentemente—. Baldr el bueno, Baldr esto, Bladr lo otro… Ya me hastía. 

—No comprendo para qué vino entonces.   

—Oh, por favor —se acercó un poco a mí. Su mirada simulaba peligro—. No se enoje conmigo. No soporto que lo haga. Perdone mi atrevimiento —Loki cambió de forma, o por lo menos sus ojos. Los transformó en los que parecían de un triste cachorro de lobo. Aquello me resultaría tierno si no fuese porque se trataba de él—. ¿Se va a enfurecer con este inocente perrito? 

Casi sonrío sino fuese porque se aproximó rápidamente y pasó su lengua por mi mejilla, descolocándome tanto que decidí darle aquel hincapié que había pensado con anterioridad. 

—¡No le permito tal osadía! —pronuncié mientras él aullaba de dolor, regresando a su forma original—. ¡Aléjese de mí! 

Y me dispuse retirarme, pero Loki nuevamente impidió mi huida al sostenerme por el codo. Gruñí por ello como un animal salvaje, y cuando volteé para encararle, su expresión había dejado de ser fanfarrona para convertirse en una seria. 

Algo plenamente inaceptable proviniendo del dios. 

—Hermosa Vör, ¿podría pedirle un pequeño bien? 

Sus palabras me desconcertaron, debido a que había imitado la voz de mi amado Baldr para pronunciarlas. Bien contaban que Loki era el Dios de las mentiras. 

¿Sería posible, que supiese mi secreto? 

Me liberé de su agarre, sin dejar de estar atenta. 

—Si promete que me dejará en paz con este favor —argumenté. Loki asintió sin titubear—. Bien, ¿qué se le ofrece? 

Tardó un poco en contestar. 

—Deseo que se marche. 

—¿Cóm…?

Fue cuando sus labios silenciaron a los míos al unirlos ávidamente, sorprendiéndome tanto que no fui capaz de apartarle ni de hablar cuando se separó luego de unos segundos fugaces. 

—Huya, hermosa Vör. Huya antes de que mi plan tenga éxito y todo el peso de mi venganza caiga sobre usted. Huya, por favor. Se lo imploro, mi hechicera. 

Sus ojos se mostraban preocupados. Y antes de permitirme objetar por su desfachatez, me soltó y se marchó corriendo hacia el destino de la celebración. 

No sabía qué opinar al respecto. 

Loki había estado utilizando la voz de Baldr todo el tiempo. Me hallaba confundida producto a cómo me había llamado. 

Hechicera.

Y Baldr era el único que solía nombrarme de aquel modo. 

Era quien…

—¡Vör! —fue cuando escuché la voz de Hlin a mis espaldas—. ¡Vamos! ¡Nuestra señora aguarda por nosotras! ¡Todos los invitados han llegado! 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top