N•2 El Salvador del Bosque

Una áspera lengua lamió mi mejilla empapándola de saliva causando que me despertara de mi gratificante sueño, aunque si no me hubieran despertado, mi estómago proclamando por alimentos lo hubiera hecho, era inmensa el hambre que sentía, surgiendo unas punzadas en mi vacío abdomen que me imposibilitaron el moverme al intentar levantarme sin resultado.

Sufría las consecuencias de la inanición lo que provocaba que no me pudiera mi propia cabeza, extendiéndose mi agonizante muerte hasta que una de mis manos palpo un objeto suave y blando, lo acerqué a mi nariz y el dulce aroma penetró mis fosas nasales, inhalé con satisfacción su aroma para llevarlo a mi boca, nunca en mi vida había pasado hambre, por lo que valoré el escaso alimento del que disfrutaba con vehemencia.

Creo que era una ciruela porque era dulce y amarga a la vez, cuando acabé el ultimo bocado casi estuve a punto de tragarme el hueso del fruto; una mata de pelo se apegó a mí transfiriéndome su calor para mantenerme caliente en esa fría noche de verano, con lo débil que estaba no distinguí de que animal se trataba pero si terminaba devorado ya me daba todo igual.

El flujo de un arroyo era amortiguado por las gruesas piedras de alguna cueva, penetró con suavidad dentro de mis oídos creando una especie de paz interior. La fatiga hizo el resto y la oscuridad de la noche cayó sobre mí.

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El destino me ha concedido un nuevo día el cual podré contemplar la tan afanosa naturaleza que me acogió como si fuese de este lugar. No pude haber sobrevivido sin el lobo que me dio refugio en una cueva, me trajo alimentos y me acobijó bajo su mata de pelo.

Los días transcurrieron con lentitud mientras me recuperaba de mis heridas y recobraba energías, estaba seguro que ese lobo de pelaje negro y ojos de un verde intenso era un licántropo, su mirada era humana pero me inducia dudar al no verlo cambiar, se quedaba gran parte del tiempo conmigo, aunque debía marcharse para cazar alguna liebre o ave para darme de comer, sin mencionar que él también debía alimentarse.

De vez en cuando traía alguna fruta que caía de los árboles y una que otras mochilas de los excursionistas o merodeadores que irrumpía en la tranquilidad del bosque; con los implementos que hurgaba en los bolos podría pude encender una fogata para cocinar la carne, ya que el calor que emanaba el lobo me abrigaba lo suficiente para no pasar frío en las noches.

Mi recuperación era evidente y el lobo fue el primero que me lo hizo saber cuándo una mañana desperté producto del movimiento de mi cuerpo, mi cuidador me estaba arrastrando del pantalón fuera de la cueva en señal de que debía echar vuelo de mi nido y extender mis alas pero yo no poseía alas, se marchitaron el día en que lo perdí todo.

¿Cómo explicárselo? Dudé si era un licántropo pero sentí un cariño inmenso por aquel lobo y se lo hice saber en cada oportunidad, tocar su suave pelaje lo relajaba tanto a él como a mí, me provocaba recordar mi amor por los animales y olvidar el odio que sentía hacia los hombres lobos.

Me fascinaba enredar mis brazos alrededor de su cuello, hasta se permitió jugar con un humano como si fuese un cachorro pero todo lo bueno tiene que acabar, no podía vivir ocultándome, no si hombres lobos estaban en mi caza, tampoco quería involucrarlo a él, quien me cuido y alimentó mientras me recuperaba del todo.

Por lo que un día me despedí de esa criatura y continué mi trayecto. ¿Dónde iba? Creo que a Suiza, mi madre era alemana y mi padre suizo, se conocieron en Berlín en un viaje de estudios durante su adolescencia y tuvieron una relación que duro hasta que se graduaron de la universidad.

Mi padre Wilmer iba a quedarse en Alemania sin embargo al enterarse, por parte de uno de sus amigos, que su hermana la habían asesinado y que su madre correería con la misma suerte se marchó a Suecia para nunca jamás volver, en ese entonces yo apenas tenía dos semanas de gestación, ni ella misma sabía que iba a existir o de lo contario le habría dicho que iban a tener un hijo y se hubiera quedado a su lado.

Cuando cumplí los trece mi madre decidió relatarme su vida y del porque no tenía un padre como los demás niños. Ella nunca quiso ocultarme la verdad, sólo espero el momento preciso para revelarme que mi padre podría estar muerto y que la noticia podría afectarme muy en lo profundo pero una esperanza de luz surgió cuando recibió una carta de Wilmer Fischer, un año después de que me contara el origen de mi padre.

Mi madre no me ocultó el contenido de la carta, es más prefirió que me entretuviera con la nota mientras ella huía al baño a llorara.

Jenell han pasado muchos años desde la última vez que nos vimos, tal vez me has olvidado y no te culpo, te abandoné anteponiendo la seguridad de mi familia primero y pido perdón por mí actuar pero no podría llevarte conmigo, no cuando todos a mi alrededor peligraban.

Te amé, te amo y continuaré amándote hasta el final de mis días pero no podemos estar juntos, somos de diferentes razas sin mencionar que tu eres pura e inocente mientras yo soy un asesino a sangre fría.

¿Por qué me escribes ahora? Te preguntarás, es porque me fue difícil encontrarte, por tu trabajo viajabas de un lugar a otro hasta que decidiste vivir en un lugar fijo.

Si aún esperas mi regreso, no lo hagas, tengo prohibido acercarme a ti, además quería informarte que me he casado y tengo una hermosa hija de la que estoy orgulloso.

Me despido desde Huddinge, Suecia.

Wilmer Fischer.

Él nunca se enteró de mi existencia, sin embargo, lo quería conocer y decirle a la cara todo el reproche que he acumulado todos estos años.

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