El otro Adrián (mascayeta) Capítulos 1 y 2
ALPHA
Adrian Osorio se consideraba un hombre bendecido. Tenía una familia hermosa, un buen trabajo que le permitía darse un nivel de vida cómodo, pagarse uno que otro lujo, vivir en una casa ubicada en un exclusivo sector de la ciudad, y en ese mismo instante, poder firmar el cierre del caso que lo tuvo treinta meses al borde de la desesperación.
La diosa fortuna le sonrió al darle la oportunidad de capturar a Cassius Yalev, un traficante y extorsionista que tenía azotados a los comerciantes del centro de la ciudad.
Archivó el caso, y como era costumbre cuando se atrapaba a un pez gordo, acompañó junto al resto del equipo, al jefe de la división en el informe de prensa, se fotografiaron con el reo frente al logo de la institución y parte del material probatorio, para finalmente escoltar al reo a la penitenciaría nacional donde permanecería por largos cuarenta años, si el juez le daba la sentencia correspondiente y no se dejaba influir por "motivos" especiales, otorgándole alguna rebaja de pena.
Después del registro, que Cassius entregará sus objetos personales y se vistiera con la ropa que lo identificaba como el preso 696, Adrian lo llevó hasta la celda. Ingresó para revisar que no hubiese nada que favoreciera el escape de Yalev, con un ademán le pidió que entrara para cerrar la puerta y a través de la rejilla quitar las esposas de las manos del criminal.
Fue molesto oírlo reír de forma burlona, hasta el último momento lo fastidiaría.
—¿Algo que decir?
Antes de que Adrian escuchase la respuesta, sintió como Cassius lo sujetaba por el cuello de la camisa haciendo que se inclinara lo suficiente para susurrarle al oído algo que no pudo comprender.
Soltando el agarre, el hombre se tiró en la cama quedando dormido casi al instante.
Adrian salió enojado, nadie en el maldito sitio le ayudó, eran unos ineptos, subió al coche revisando el mensaje de su hijo, Kyle le informaba que tenía cita con el odontólogo, él y Malena llegarían a la casa después de comer helado. Sonrió, nada mejor para relajar la encía después de extraer un diente.
Arrancó para recoger a sus amores, las invitaría a cenar y pasarían un rato familiar donde les diría de la semana de receso que tenía, quizás podrían programar un pequeño viaje.
Siguió barajando las posibilidades en su cabeza en lo que conducía al consultorio, el tráfico fluyó con tranquilidad, acercándose con rapidez a la intersección del tren próxima a su destino.
Las barreras de contención del tráfico bajaron encendiendo las luces rojas y amarillas de precaución en lo que sonaba la alarma que alertaba a los transeúntes. Cerró los ojos para descansar un poco, al abrirlos vio la hora, estaba bien de tiempo, la cita era a las 3:30 p.m., y faltaban quince minutos. Seguro que al verlo la más sorprendida sería su cónyuge, Malena siempre le reclamaba por no compartir esos momentos.
Una vez las barras se levantaron, Adrian reinició el recorrido al centro médico.
Entró saludando a la nueva recepcionista, anunció que iba para el consultorio 325 a recoger un encargo, subió al ascensor marcando el piso, por un instante sintió que algo no estaba bien, una imagen de que el tablero estaba en el lado contrario le llegó a la mente, sacudió la cabeza, quizás estaba demasiado cansado.
Salió rumbo al consultorio, la sala de espera quedaba al lado opuesto donde se encontraban su esposa e hija.
La puerta entreabierta le permitió escuchar un gemido y la voz de Malena pidiendo por más, sin dudarlo entró a la oficina encontrando a su mujer siendo besada por un tipo de cabello negro que acariciaba su cintura por debajo de la desencajada blusa.
Con rabia separó a la pareja, para de inmediato golpear de manera violenta al hombre que cayó al piso dándole la espalda. Adrian lo instó a levantarse, pero también quería saber dónde estaba Kyle.
Con lentitud el odontólogo se irguió para dar la cara, ambos se observaron con asombró. El policía retrocedió negando lo que veía, cuando fue a preguntarle a Malena, un objeto chocó contra su cabeza perdiendo el conocimiento...
Adrian escuchó que alguien le llamaba, abrió los ojos para darse cuenta de que estaba con las muñecas sujetas a la mesa.
Una carpeta cayó frente a él, una mano señaló las fotografías donde aparecía en situaciones que no recordaba haber vivido.
—Eres tú, y al mismo tiempo no...Esta es tu décima visita, y quiero saber de dónde vienes y por qué.
Osorio sacudió la cabeza, no podía ser posible.
—Eres policía igual que yo, y quiero que trabajemos juntos.
Sólo pudo reír por la ironía, ese oficial era quien hacía unas horas arrestó, Cassius Yalev.
BETA
Diez visitas a un mundo que ni siquiera sabía que existía. La diferencia entre estás, era que cada nueva aparición duraba más tiempo, así como la frecuencia entre estás disminuía.
Adrian hizo memoria de las veces que mencionó Yalev, todas tan cotidianas, nunca se dio cuenta porque el paso de un mundo a otro parecía ser como si atravesara un velo, o como lo dijo el detective, "el punto de encuentro entre las realidades".
Sin embargo, la pregunta que se hacían era ¿Por qué él?
Esperó con paciencia a qué el policía llenase el papeleo para que pudiesen marcharse, está visita se había alargado más que las anteriores, llevaba tres horas en el lugar, y no parecía que el punto de salida fuese dentro de la comisaría, así que, si quería volver con su familia, tenía que salir de allí.
Mientras esperaba observó el noticiero, al menos Yalev se compadeció de él, y no lo dejó aislado e incomunicado cómo era el procedimiento regular. Fue cuando se vio a sí mismo en la pantalla, la noticia hablaba de una persona muy parecida al gobernador que ingresó a su casa para atacar.
Vaya sorpresa, en este universo era una persona pública y con un alto cargo, sacudió un poco la cabeza por la ironía, volvió su atención a las declaraciones, y a la mujer que lo acompañaba, esa no era Malena, ¡en este universo no eran pareja!
—Vamos. Logré convencer a todos que fuiste llevado con engaños al lugar, y el parecido con el gobernador te ayudó a entrar a la casa.
—¿Lo sabías? —Yalev lo observó sin comprender la pregunta—. No todo es igual en cada dimensión.
— Pensé que era evidente.
Adrian se sintió estúpido, la prueba de ello la tenía al frente.
Fueron hasta el sótano donde el detective tenía estacionado su auto, él hacía lo mismo, prefería no ser el centro de atención, y poder salir de manera rápida de la comisaría, de igual manera, esa medida de seguridad le salvó varias veces la vida.
Al ver el vehículo se sorprendió de las similitudes que tenía con el suyo, el color del de Cassius era el mismo azul petróleo, la ligera abolladura en la parte de copiloto provocada hacía unas semanas por esquivar a un perro que se atravesó a la mitad de la calle, y el radio con la calcomanía de Queen. De no ser porque sabía que el suyo seguramente estaba en los patios, diría que era el mismo.
—¿Cuándo puedo recoger mi carro?
—¿Cuál? No llegaste en ningún carro —repuso Yalev.
Adrian lo miró por unos segundos para luego asentir. Eso quería decir que cruzó de una dimensión a otra entre lo que descendió del coche y la puerta de la casa.
Dios, Malena debía estar hecha un manojo de nervios, ver estacionado el vehículo y él por ninguna parte. Debía regresar a ese lugar para estar de nuevo con su familia.
—Olvídalo —intervino Yalev adivinando sus intenciones—. Tienes una orden de alejamiento, y si llegas a aparecer por su casa, de inmediato irás a prisión, ten por seguro que este yo tuyo, no es igual a ti.
Cassius le explicó cómo en sus anteriores visitas aparecía por un sitio, pero se iba por otro, seguía con lo que fuese que estaba haciendo en su realidad. Además, había transcurrido demasiado tiempo, así que nada aseguraba que su "portal" estaría aún ahí.
Adrian no discutió más, el hombre tenía razón. Si quería volver debía actuar con cautela. Así que se dejó llevar hasta una casa donde Yalev abrió el garaje y metió el coche.
Subieron los pocos escalones que le daban pasó a una cocina bien equipada, siguió las indicaciones del policía que lo guió hasta el segundo piso, señalando dónde dormiría y el baño, así como la puerta de dónde podría encontrarlo, Cassius le dijo que pediría un domicilio y lo llamaría cuando llegase, Osorio asintió entrando a la alcoba que le fue designada.
Le dio una mirada rápida al lugar, una cama cómoda y una puerta que se comunicaba al baño, que, por lo visto, daba también la entrada desde el pasillo, por la segunda puerta que en la pared contraria se hallaba.
La construcción parecía antigua, toda en madera, reconstruida y adaptada a la modernidad, hermosa, Kyle estaría feliz de vivir allí.
Cerró la puerta y comenzó a desvestirse, al entrar en contacto con el agua, recién notó lo que necesitaba una ducha, su cuerpo al igual que su mente parecieron relajarse, se apoyó en la pared y dejó sus pensamientos correr, recordaba tantas cosas, pero la principal era su familia, en Malena y Kyle.
El ruido de la puerta abriéndose le hizo cerrar el grifo, esperó unos segundos y mencionó el nombre de Cassius, el sonido de una respiración agotada fue acompañado por el frío que comenzó a invadir el lugar.
Deslizó la cristalita para tomar la toalla, y saber quién era el intruso, mentalmente se regañó por no constatar que no había nadie más que Yalev y él en la casa.
Al abandonar la poceta, no había nadie, sin embargo, el frío permanecía, prefirió salir y buscar algo de ropa, Cassius le indicó que podría utilizar lo que estaba en el armario.
Apagó la luz del baño cerrando la puerta, no sin antes pasar el pestillo a la opuesta y ponerle seguro, lo que menos quería era que alguien lo acechara mientras dormía.
Al estar en la alcoba, se sorprendió al verla en penumbra, no acostumbraba a pasar más de diez minutos duchándose, así que era ilógico que ya fuese de noche.
Siguió hacía el corredor, en sí toda la casa parecía sumida en un silencio casi sepulcral.
—¿Cassius? —tocó en la alcoba que el detective le señaló cómo propia. No obtuvo respuesta.
Volvió a intentarlo, el ruido de la puerta abriéndose le hizo ingresar con un poco de duda. La habitación estaba vacía, se veía como si nadie viviera allí desde hacía décadas.
Avanzó hasta la cama, el colchón tenía una sábana con una mancha oscura y seca cerca de la cabecera, de pronto un fuerte hedor proveniente de una de las esquinas, junto a algo similar a un gruñido lo hizo voltear.
—¿Quién anda ahí? ¡Muéstrate!
El gruñido cesó y se oyó como escapaba a otro lugar de la alcoba protegido por las sombras.
Adrian caminó en busca de lo que fuese aquello, su pulso se aceleró al igual que la respiración, la boca comenzó a llenarse de saliva gruesa, y con cada paso sabía que debía regresar, o mejor, huir de la casa, pero su código de honor se lo prohibía. Salir de allí implicaba defraudar la confianza de Yalev, quién no se lo merecía, ya que el tipo merecía un voto de confianza por hacerse responsable de él.
De pronto la sensación de unas uñas en su espalda le hicieron gritar provocando que cayera y cerrará los ojos por el ardor, la percepción era similar a la de una brasa ardiente que iba desde su hombro hasta la cintura. El olor nauseabundo de la carne podrida llegó de nuevo a su olfato, cómo pudo se levantó y giró para dar la cara a su atacante.
De la cama vacía pudo ver cómo emergía un bulto de debajo de la mancha que escurría un líquido de color oscuro, la figura pronto tomó forma humana, una que avanzaba hacia él llamándolo.
Adrian negó con la cabeza, no podía ser posible, no podía ser la persona que más amaba.
Retrocedió hasta que su espalda chocó contra la pared, con asco por el olor y la imagen putrefacta de Malena, percibió las largas uñas del espectro deslizándose por su rostro, para de repente sostenerlo con rudeza y exigir que la mirara a los ojos.
La sensación de algo restregándose en su pierna le permitió desviar por unos segundos la mirada, en el suelo con la boca llena de sangre y unos dientes filosos con rastros lo que acababa de devorar, estaba él, otro Adrian Osorio, que le sonreía.
De pronto la puerta se abrió, y yéndose de espaldas, el choque contra el suelo y la oscuridad envolviéndole.
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