Etapa final: III





—Necesito que tomes esto y sigas este recorrido —indicó J-03, depositando en manos de Nathivo un instrumento metálico alargado, del tamaño de una palma, y un pequeño mapa con indicaciones.

—¿Otra vez yo? —dijo el campista, medio en serio medio en broma.

—Como verás, no hay nadie más que pueda hacerlo, confío en ti. Yo me encargaré de los matones de Ada e intentaré rescatar a tus compañeros diseminados por este laberinto.

—¿Qué es esto?

—Una llave. Cuando llegues al punto indicado en el mapa encontrarás una puerta, si yo no llego en treinta minutos, quiero que jales de la palanca que encontrarás al otro lado. No te desvíes del sendero, es peligroso transitar por el lugar equivocado.

Caminó entre rocas de gran tamaño hasta toparse con un cuerpo sentado, recostado contra una piedra. La reconoció, era Mangeles. A pesar de los disparos, le pareció que simplemente dormía. Antes de seguir, cubrió el cadáver con piedras, no podía irse sin darle un entierro.

Siguió el recorrido del mapa, de tanto en tanto escuchaba aullidos que provenían desde algún sector de las profundidades oscuras de la cueva. Trató de no pensar demasiado y apurarse, cada segundo ahí adentro era un paso más hacia la locura. Le pareció oír el sonido de agua correr muy fuerte, como un río embravecido, y entonces supuso que su mente comenzaba a colapsar.

Después de varios minutos de andar, notó un destello verde iluminar las piedras y, en la última curva, tal como indicaba el mapa, llegó a una puerta.

Encastró la llave en el único orificio que tenía la enorme entrada metálica que, tras un sonido agudo, le abrió pasó a una habitación pequeña. Allí se encontró con algo más que una palanca.



Continúa...

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