3. La melodía del diablo

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Necesitaba información. Estaba totalmente perdido, porque por mucho que indagué sobre aquellos números que aparecían grabados a cuchillo en la piel del joven Alexei Volnikov, no había encontrado ni una sola pista que me condujese a esclarecer su horrible asesinato. Los mismos números: el siete el once y el nueve, tampoco me decían nada.
Busqué todo lo referente a numerología, cábala y ocultismo sin comprender nada de nada. Aquel era un universo ajeno a mi entendimiento. Una dimensión a la que me había asomado al escuchar esa voz infantil que parecía hablarme desde muy lejos, pero que, ciertamente, me sobrepasaba.
Tenía que actuar como el policía que era sin hundirme en aquel pantanoso terreno y para ello debía centrarme en la investigación propiamente dicha.
Fue por eso que me acerqué hasta los alrededores de la universidad Complutense de Madrid, para entrevistarme con el compañero de cuarto de Alexei: Sergio Velasco, un joven estudiante de física, que pareció muy nervioso al verme pues había encontrado algo que, según me dijo, podía ser muy importante.
—Cuéntame, Sergio. ¿Qué has encontrado?
Me mostró un pliego de papel que iba dirigido a su nombre.
—Lo encontré anoche entre mis cosas —dijo el joven—. Es una nota escrita por Alexei. No son más de dos líneas, pero es bastante extraño.
Tomé la nota y la leí. Decía así:
El camino de la salvación está lleno de escollos.
Tartini. 1713.
—¿Qué significa esto? —Pregunté.
—También encontré esta partitura, inspector —dijo Sergio—. Alexei trabajaba en ella últimamente. Se trata de una sonata para violín de Giuseppe Tartini cuyo nombre es El trino del diablo. La estaba adaptando para poder tocarla al piano.
—¿El trino del diablo?
—He estado indagando sobre ello. Al parecer ese compositor, Tartini, escuchó en sueños una melodía interpretada por el mismísimo Satanás y al despertar compuso esta obra. Mil setecientos trece fue la fecha en la que la compuso.
—¿No estarás sugiriendo...?
—Yo no sugiero nada, inspector. Pero debe reconocer que la muerte de Alexei no ha sido, lo que se dice, muy normal.
Tuve que darle la razón. Había sido de todo menos normal. Al parecer una oscura trama se extendía en torno a la figura de ese joven músico.
—Alexei estaba obsesionado con esta composición —siguió diciendo el joven—. La tocaba a todas horas y se desesperaba por llegar a dominarla. Al parecer es necesario ser un auténtico virtuoso para interpretar esta sonata. Casi como si el mismo diablo fuera su autor. Quién sabe qué puede ocurrir cuando se toca.
—Alguien asesinó a Alexei y no creo que fuese el diablo, sino alguien de carne y hueso. Tampoco creo que una melodía puede llegar a matar.
—Estudio física, inspector y sé que hay algunos sonidos que pueden llegar a matar o incluso volver loco a alguien. Quizá se suicidase.
—Tampoco creo que Alexei se suicidase. Hay ciertos aspectos de la investigación que no han salido a relucir. Bajo su prisma, no cabe duda de que tu amigo fue asesinado.
—¿Qué aspectos? —Preguntó Sergio.
—Me temo que no puedo decírtelo. Forman parte de mi investigación.
—¿Se refiere usted a los números escritos en su pecho o a qué le mutilasen cortándole la lengua?

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—¿Cómo puedes saberlo? —Pregunté extrañado. Ni siquiera la prensa había sido advertida de esos detalles del crimen.
—No se alarme, inspector —dijo Sergio—. Alexei siempre me invitaba a todos sus estrenos y anteanoche estaba allí. Vi su cuerpo... He de explicarle que Alexei y yo éramos más que meros compañeros de cuarto. No sé si me entiende.
—Comprendo. ¿Tú y él...? —Dejé la pregunta en puntos suspensivos.
—Él y yo éramos amantes, además de los mejores amigos. Es por eso que estoy muy interesado en averiguar qué sucedió.
—¿Por qué pensaste que pudo haberse suicidado?
—Porque de un tiempo a esta parte no era él mismo. Estaba obsesionado con esa sonata. La interpretaba a todas horas, incluso de noche. A veces llegué a pensar que era más importante para él que nuestra propia relación. Me sentía traicionado... Pero le quería con locura. Aún ahora le sigo queriendo y le echo mucho de menos.
—Lo siento —dije —. Ha debido de ser muy duro para ti. ¿Qué puedes explicarme de Alexei? ¿Cómo era?
—Alexei era un cielo de persona. Inteligente, cariñoso y no solo conmigo. Es impensable que pudiera haber alguien que quisiera hacerle daño.
—¿Cómo encontró esa partitura? ¿Alguien se la dio?
—No lo sé, inspector. Llegó con ella un día y rápidamente se puso a tocarla. Vi que le costaba mucho esfuerzo dominarla y eso era frustrante para él. Me dijo: «si no soy capaz de aprenderla es que no merezco ser músico». Era muy tenaz.
—¿Tenía algún problema? No sé. ¿Problemas de dinero? ¿Drogas?
—No que yo supiera y creía conocerle muy bien. Alexei jamás tomó droga alguna. No siquiera fumaba ni bebía. Lo más fuerte que le vi beber era un café de vez en cuando. Tampoco tenía enemigos, ni problemas con sus padres. Era huérfano desde muy pequeño. Pasó su infancia en un orfanato.
—Pues alguien parecía odiarle —dije—. Nadie se toma tantas molestias de no sentir un profundo rencor.
—Todavía me cuesta trabajo creer que ya no esté —Sergio bajó la cabeza apesadumbrado—. Sentí que mi mundo se venía abajo cuando le vi allí, tan sereno que parecía estar dormido.
—Encontraré al culpable —prometí. Lo haría, de eso estaba seguro, aunque en ese momento no tenía ni idea de los horrores que el destino me tenía preparados.

Nota del autor: La melodía que os dejo, además de ser maravillosa, también podrá ser muy peligrosa. Se dice que puede tratarse de un pacto con el diablo, así que cada uno tome la decisión de escucharla o no. Eso queda bajo vuestro criterio. 

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